Jake le ahuecó la cara con la palma, el pulgar se deslizaba suavemente sobre su mejilla hasta la comisura de la boca.
– Cariño, te lo juro, tenía toda la intención de estar en casa esta noche. Surgió algo que fue inevitable. Compensaré a los niños. Trato de mejorar el asunto de estar implicado con ellos. Créeme, sé que les dejo contigo más de lo que debería. -Apuñalaba en la oscuridad, tratando de que ella se abriera. Deseaba que estuviera molesta por la fiesta. Podría compensar eso. Pero no, había algo mucho más profundo, y tenía un mal presentimiento acerca de la dirección a donde la llevaban sus pensamientos.
Emma cerró los ojos para bloquear la vista de él, pero sus otros sentidos se agudizaron inmediatamente. Un calor líquido se apresuró, humedeciéndole entre las piernas, la sangre latía con la necesidad. Siempre había condenado en secreto a Jake por sus proezas sexuales con mujeres. Nunca ocultaba el hecho de que las mujeres le encontraran atractivo. Ella sabía que le visitaban en su oficina de la ciudad y sabía por qué. Quizá todo el tiempo había estado celosa y nunca había identificado su propia atracción por él. Pero era horrible sentirse como una de esas mujeres.
No quería ser otra mujer más haciendo cola, rivalizando por su atención, rogando que la notara, para ser desechada en el momento en que atendiera sus necesidades. ¿Cómo le podía decir que ya no le podía tener en su cama porque todo en lo que pensaba era en subirse encima de él? ¿Por qué todo lo que hacía parecía tan sexual en este momento, cuando él había estado haciendo exactamente la misma cosa durante los últimos dos años y ella ni una vez había reaccionado? Debía haber sido ella quien había cambiado. Una nueva oleada de lágrimas le inundó los ojos.
– Eso es -dijo Jake con brusquedad, la enmarcó la cara con las manos, los pulgares bajo el mentón, acariciándola de modo seductor. Dobló la cabeza hacia la de ella y le robó el aliento-. Tienes que parar. ¿Me oyes, Emma? Tienes que parar o haré algo que ninguno de los dos será capaz de olvidar.
Ella le apretó la frente con la suya.
– No sé que está mal conmigo, Jake, pero lo odio. Me siento como si me estuviera saliendo de mi piel.
Le acarició la cara con la mano.
– Has pasado por mucho en dos años. Has perdido a un marido, cuidado de un bebé, tenido otro, tomado las riendas de esta casa, lo cual, si no te lo he dicho, has hecho un trabajo asombroso. Creo que tienes derecho a derrumbarte. Sólo has dejado el rancho para hacer pequeñas compras, e incluso entonces, la mayoría de las cosas son entregadas. Nunca te tomas tiempo libre para ti.
Las madres no se tomaban tiempo libre. No pensaba en sí misma como el ama de llaves, era la madre de Kyle y Andraya. Pero esta no era realmente su casa. Kyle no era su hijo. Tenía un trabajo. Era un trabajo .
– Nunca hemos hablado de tiempo libre. -¿Es así cómo él veía lo que ella hacía? ¿Cómo un trabajo?
Se sintió entumecida por adentro, y gracias a Dios, el ardiente infierno se estaba enfriando, la sensibilidad de la piel disminuía. El anhelo por él no disminuía, pero por lo menos no era tan crudo y mordiente que tenía miedo de atacarle.
Él parpadeó. Los ojos dorados casi resplandecieron. Un débil retumbar, muy similar a un gruñido, salió de lo profundo de su pecho.
– ¿Quieres tiempo libre?
Ella frunció el entrecejo.
– ¿No es lo que acabas de decir? ¿Que no me tomo tiempo libre?
– Hice una declaración. No hice una pregunta.
Emma golpeó la cabeza contra la almohada.
– ¿Qué quieres decir? Pensé que significaba que debía irme de vacaciones o tener una noche o dos.
– Si te fueras de vacaciones o te tomaras unas pocas noches libres, tendría que contratar a un extraño para tomar tu lugar. No quiero extraños correteando de aquí para allá en mi casa o alrededor de los niños. Y necesitaríamos más guardaespaldas. Quería decir leer un libro. Te dije que te compré un caballo. Te llevaré a cabalgar. Esa clase de cosas.
– Tú no dijiste que me hubieras comprado mi propio caballo.
Le frunció el ceño.
– ¿Unas vacaciones? ¿Quieres irte de vacaciones? Tienes que decirme esas cosas por adelantado, Emma, para que pueda cogerme tiempo. Tendremos que encontrar un lugar donde sea fácil cuidar de los niños. Puedo tener a uno de los secretarios investigando por nosotros. Y te dije que te compré un caballo.
Ella tenía los principios de un dolor de cabeza. Quizás había sido de todas las lágrimas, pero más probable era que Jake la estaba volviendo loca. Él no tenía ningún sentido.
– Me dijiste que habías comprado el caballo -admitió, utilizando su voz más paciente-, pero olvidaste decir que lo compraste para mí. Fue durante una de las llamadas cortas e informativas en mitad de la noche.
– Siempre te llamo tarde. No duermo como otras personas.
Ella sabía que eso era verdad. Él estaba en su cuarto cada noche, paseando o estirándose a su lado en la cama en la oscuridad, acosándola con preguntas.
– ¿Cuándo fue la última vez que dormiste?
Él rodó de espaldas y enlazó los dedos detrás de la cabeza.
– No lo recuerdo. Hace pocos días. Duermo mejor cuando estoy en casa.
Ella no sabía cuándo. La mayoría de las noches él permanecía en su cuarto hasta las dos o las tres de la mañana. A veces él caminada de un lado para otro en los cuartos de los niños como un animal enjaulado. Jake era tan complicado, y la agotaba a veces. Seguía tratando de averiguarlo todo de él cuando nunca hablaba sobre su niñez. Sólo había conocido a su madre una vez y no había sido agradable. Sabía que había una orden para mantener a sus padres fuera de la propiedad, y Kyle y Andraya estaban protegidos siempre.
Como si le leyera la mente, Jake giró las tornas.
– Cuéntame sobre tus padres.
Ella le miró.
– ¿Cómo qué?
– ¿Viajaste fuera de los Estados Unidos? ¿De dónde eran originalmente? ¿Qué hacía tu padre para vivir?
Ella frunció el entrecejo y miró al techo.
– Siempre teníamos dinero, pero sabes, no sé que hacía mi padre para trabajar. No teníamos toneladas de dinero, no como tú, pero claro, tú posees casi la mitad de los Estados Unidos. Por lo que, nunca buscábamos nada.
– ¿Nunca preguntaste a tu padre que hacía para vivir?
– No. No sé por qué. No estuve alrededor de muchos otros niños así que adivino que nunca surgió. El último par de años antes de que muriera, pasó mucho tiempo en su ordenador portátil, y sé que a menudo iba a cibercafés cuando viajaba. Asumí que necesitaba hacerlo para el trabajo.
– ¿Y tu madre?
– Ella nos cuidaba. Pintaba. Era una artista maravillosa. -Emma siguió con sus breves respuestas, y trabajaba para mantener la cautela en su voz. Había sido enseñada a nunca hablar de sus padres, y aunque estuvieran muertos, la regla todavía valía.
– Así que de ahí viene tu talento.
Emma estuvo complacida de que él pensara en su talento e indicara que algo en ella era como su madre.
– Ella dibujaba todo el tiempo en blocs de dibujos y yo hacía lo mismo en el coche. Solíamos pasarnos los carboncillos de aquí para allá, y cuando permanecíamos en un lugar durante un tiempo, casi la primera cosa que ella hacía era establecer un cuarto donde pudiéramos pintar.
– Cuando fui a tu apartamento la primera vez, encontré un viejo bloc de dibujos. Creí que parecía importante así que te lo llevé. ¿De tu madre?
Ella tragó el repentino nudo que le atascaba la garganta y asintió.
Él cambió de postura lo bastante para tironearle de los mechones de su largo cabello, envolviéndolos alrededor de su dedo cuando habló.
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