Verdaderamente, había estado con ella mucho más que Andrew. Había conocido a su marido sólo durante un par de meses antes de casarse, y había estado con él cinco meses antes de su muerte. Emma había compartido la vida de Jake durante más de dos años. Andrew había sido un chico, no un hombre, y por muy dulce que hubiera sido con Emma, ella necesitaba a un hombre.
Jake podía decir que era bastante inexperimentada en lo que se refería al sexo. Apostaría su vida a que había sido virgen cuando conoció a Andrew. Las cosas que quería hacerle probablemente la sorprenderían. Atrajo la mano a su boca y le mordisqueó las puntas de los dedos.
– Eres muy oral -susurró ella, con diversión en su voz.
Sonaba somnolienta, y él sabía que estaba yendo a la deriva o nunca habría hecho ese comentario, y seguro que no le habría contado nada sobre el modo en que sus padres habían muerto.
– No tienes la menor idea, cariño -cuchicheó, deliberadamente malvado, y se inclinó con el fin de excitar ese lugar suave y vulnerable donde su hombro se juntaba con el cuello. La lengua le lamió la piel tibia, llenándolo con su sabor hasta que no pudo resistir frotar los labios sobre el lugar.
Ella levantó el hombro ligeramente, pero ya había vagado demasiado en el sueño para hacer otra cosa más que protestar suavemente. Jake dejó que los dientes rasparan de aquí para allá antes de morder suavemente. El leopardo en él le instaba a hacer más, a dejar su marca en ella, para proclamar su propiedad, pero Jake levantó la cabeza para darse suficiente espacio para respirar.
– Duerme bien, cariño -susurró-. Te veré por la mañana.
– ¿PAPÁ, qué significa iletimo? -preguntó Kyle.
Jake frunció el ceño y miró a Emma buscando una explicación. Ella siempre parecía saber exactamente qué decían los niños. Estaba apoyada en el marco de la puerta, observándole desenvolver los pequeños regalos de los niños que chillaban mientras él estaba sentado con ellos sobre la cama de Kyle. Andraya se lanzó a su regazo y enlazó sus brazos alrededor de su cuello, aferrándose como un mono, mientras Kyle le miraba a la cara muy serio.
Emma parecía lo bastante buena para comérsela, y puesto que él había estado despierto la mayor parte de la noche pensando en ella, acostada con ese delgado pijama sin nada más debajo, se encontraba muy hambriento. Se movió y pareció incómoda, encogiéndose de hombros y dirigiéndole una pequeña sacudida con la cabeza.
– ¿Todo el mundo está listo para el desayuno? -Ella sonaba alegre, demasiado alegre.
La mirada de Jake se centró en su cara. Ella sabía exactamente qué le había preguntado Kyle. No quería contestar. Él se volvió hacia Kyle.
– ¿Quién te dijo esa palabra?
– La señora mala.
Jake levantó con fuerza la cabeza otra vez y le sonrió a Emma.
– La señora mala -repitió, mirando a Emma en lugar de a su hijo-. ¿Qué señora mala?
– Kyle -intervino Emma.
Jake sostuvo en alto la mano, haciendo un gesto para silenciar a Emma mientras se ponía en pie lentamente con Andraya todavía en sus brazos, su enorme silueta dominaba la habitación.
– ¿Qué señora mala, Kyle? -preguntó Jake, con voz engañosamente amable.
– La que hace llorar a Mami.
Hubo un silencio sepulcral en la habitación. Nadie se movía, ni siquiera Andraya. Jake luchó para sofocar el volcán que amenazaba con explotar. Tomó aliento, contó hasta diez y lo dejó salir.
– ¿Susan? -Elevó la voz, gritando hacia el vestíbulo, sin separar ni una vez sus ojos de la cara pálida de Emma.
La muchacha llegó corriendo, su cara resplandeciendo casi con adoración, ansiosa por ayudarle.
– ¿Lo siento, llego tarde al desayuno?
– De ningún modo -dijo Jake amablemente-. No he tenido la oportunidad de decirte que nos alegramos de que hayas venido a visitarnos. Me gustaría que bajases a Andraya y Kyle a la cocina y les dieras de comer.
Susan miró un poco nerviosa, abriendo su boca varias veces para responder, pero nada salió hacia afuera. Ella tendió las manos a los niños. Kyle resbaló la mano en la de ella, pero Andraya se pegó a Jake.
Emma se dio media vuelta, pero la mano de Jake se extendió, cerrando los dedos alrededor de su muñeca como una pulsera.
– Oh, no, tú no. Tú no vas a ninguna parte. -Con una mano apartó a Andraya-. Ve con Susan. Sé una buena chica -murmuró.
Andraya estudió su cara por un momento para determinar si una rabieta serviría de algo, pero cuando vio la posición de su mandíbula, se fue voluntariamente con Susan. Jake esperó hasta que los niños hubieron ido escalera abajo.
– Tengo una norma en esta casa. No recibimos visitas a menos que las apruebe primero. Dije que el Senador Hindman y su hija eran bienvenidos a venir ocasionalmente, no recuerdo haber concedido nunca una autorización para nadie más. A menos que Susan sea considerada la «señora mala» y te haya hecho llorar, eso quiere decir que alguien más ha estado en mi propiedad y en mi casa.
Remarcó cada palabra, escupiéndolas entre los dientes, su voz era más baja de lo normal y rezumaba amenaza.
Emma dio un paso atrás, no pudo evitarlo, pero él la siguió, paso a paso, como un baile macabro, hasta que su espalda pegó en la pared y ella no pudo ir más lejos. Jake plantó sus manos contra la pared a ambos lados de su cabeza, atrapándola con eficacia. De cerca era enorme e intimidante y él lo sabía, y esta vez no le importó que ella le mirase con algo de miedo en los ojos. Un buen susto podría ser algo bueno.
– Inmediatamente después de que te fueras en este último viaje, Jerico estaba de guardia en el portón y llamó a la casa y me dijo que tu novia estaba aquí.
Su ceja subió rápidamente.
– ¿Mi novia? yo no tengo novias y tú lo sabes.
La impaciencia cruzó su expresivo rostro.
– Muy bien, entonces, la mujer con quien te acuestas.
– No me acuesto con mujeres, tampoco, a menos que seas tú. ¿Quién es esta mujer que pretendía ser mi novia? ¿Usó ella realmente esa absurda palabra?
La impaciencia se convirtió en pura exasperación.
– Jerico usó esa palabra. Dijo que tu novia, Linda Rawlins, estaba en el portón y necesitaba llegar hasta la casa.
– ¿Y tú te lo creíste?
– Pensé que salías con ella. Y que dormías con ella.
Él permitió que un absoluto sarcasmo mezclado con desprecio asomara en sus ojos.
– No tengo citas y no duermo con nadie. Ella vino a mi oficina en la ciudad y me hizo unas mamadas un par de veces. La follé, pura y simplemente, porque me duele como el infierno y quería que se detuviera. Ella sabía que no habría ataduras y que nunca lo habría. Mi novia. -Él sacudió la cabeza-. Pensé que tenías mejor criterio que eso. ¿Qué diablos quería?
Él sacó su radio y habló a través de ella.
– Drake, quiero que Jerico me espere en mi oficina inmediatamente. -Bajó la mirada hacia Emma-. Sé que le ordenaste a un guardia que entrara en la casa con ella. Dame un nombre.
– Jake… -inclinó la barbilla.
– No me hagas enfadar más de lo que estoy.
Emma suspiró, bajó los ojos y se encogió de hombros.
– Joshua. -Emma cerró los dedos en dos puños apretados.
Jake bajó la mirada hacia ella, acosándola deliberadamente, enfadado porque se hubiera puesto en la línea de fuego cuando había tenido tantos problemas para protegerla. Un minuto más y si ella no controlaba su genio, iba a golpearle. Él habló por radio una segunda vez.
– Que Joshua se reúna allí conmigo también. -Él atrapó la barbilla de Emma y la obligó a mirarle-. Una mujerzuela es una mujerzuela venga de donde venga, Emma, y tú deberías saberlo. ¿Cómo pudiste dejar que te engañara para invadir mi casa?
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