Luchando contra ello, dejó colgar la cabeza, jadeó, la boca llena de dientes, su corazón salvaje, su cuerpo en lujuria. Rompió a sudar, queriendo advertir a Drake que se diera prisa, pero no podía hablar, no se atrevía a abrir la boca ante el temor de que su hocico estuviera completado. Estaba a kilómetros de la seguridad, marchando hacia delante sobre el camino que les llevaba a su santuario oculto, y Drake y Joshua, los dos hombres a los que podía llamar amigos, estaban atrapados en la pequeña cabina del camión con él, arriesgado sus vidas para salvar a todos en el rancho.
Los árboles y el follaje exuberante parecían una fría y exótica selva donde su leopardo iba a ser libre de correr a salvo, sin la amenaza de matar al ganado, de herir a los vaqueros o ser visto. Drake le había protegido, ayudándole a aprender a cambiar en la carrera, así como aprender el camino de las personas leopardo y cómo guardar ropa y suministros cada pocas millas por si acaso.
La atmósfera en el camión permaneció tensa mientras la piel ondulaba sobre el cuerpo de Jake y las garras estallaban de las puntas de sus dedos. Se estremeció con el esfuerzo de retener el cambio.
– Lucha -dijo con brusquedad Drake, sus palabras una orden-. Tienes una voluntad fuerte, Jake. Para ser leopardo, tienes que ser fuerte, para estar bajo control siempre, tanto si estás en forma humana como forma leopardo. Eres responsable de todas las acciones en ambas formas.
Joshua juró para sí.
– A nosotros se nos ha entrenado desde que fuimos jóvenes. Siempre tuvimos el beneficio de los ancianos. ¿Cómo podría estar él preparado posiblemente para la compulsión? La mayor parte de nosotros apenas podemos retener a nuestro leopardo, y nos hemos entrenado durante años. Él matará a alguien.
– No, no lo hará -dijo Drake, su voz firme-. ¿Me oyes, Jake? Lucha por el control. Cuándo cambies, pensarás que él es más fuerte, pero él eres tú todavía. El centro de ti . Tú le das órdenes. Él querrá matar a cualquier macho a kilómetros de su hembra. Eso es natural, muy normal, pero la sensación será más fuerte que algo que hayas conocido jamás, cualquier odio, cualquier rabia, una necesidad asesina que barre por tu intestino y ruge en tu vientre. Tienes que controlarlo. Si esto sucede y estás cerca de tu mujer, es mil veces peor, y tienes que tener cuidado con lo que le haces a ella. El instinto de conquistar y dominar es abrumador. El control lo es todo. ¿Me comprendes? Asiente con la cabeza si me puedes oír y comprender lo que estoy diciendo.
Jake destrozó el cuero del asiento, el retumbar en el pecho se profundizó. Asintió con la cabeza, tratando de absorber la importancia de la declaración de Drake cuando cada hueso en su cuerpo parecía estar agrietándose y astillándose, cada músculo se rompía y cada célula gritaba pidiendo a Emma. Sabía que era Emma la que provocaba esta violenta tormenta de furia. Ella le llenó la boca con su sabor; sentía la carne junto a la suya, estaba desesperado por enterrar su polla profundamente dentro de ella. Por hundirse despiadadamente. Por clavar los dientes en su cuello y forzarla a someterse completamente a él. Por admitir que le pertenecía a él y sólo a él.
Oh Dios, Emma. ¿Dónde estás? ¿Estás a salvo? Estate a salvo. Te necesito. Respiró, luchando por la cordura, luchando por mantenerla a salvo a pesar de todas sus necesidades. ¡No! Aléjate de mí. ¿Qué demonios me está sucediendo?
Los ojos le ardían. El miedo golpeó por sus venas. No iba a sobrevivir a esto sin matar a alguien. La necesidad se alzó como una ola, inundándolo, sacudiéndolo; peor, necesidad de causar dolor, de herir a alguien, como esta herida, esta terrible obsesión que le guiaba. El estómago le dio bandazos, se le irritó, quiso vomitar ante la idea de que él pudiera ser tan retorcido, tan repugnante como para querer torturar a alguien, que quizá podría obtener cualquier clase de placer o satisfacción del dolor de otro. También podría estar muerto. Estaría muerto antes de permitirse dañar a Emma o a los niños, antes de llegar a ser como sus padres.
Los costados subían y bajaban, dobló el cuerpo, llevándolo al suelo del camión. Las paredes estaban demasiado cerca, la cabina era demasiado pequeña. Luchó por mantener al leopardo a raya. Unas pocas millas más. ¿Qué estaba haciendo Drake?
– Sus ojos se han ido completamente -informó Joshua-. No sé cómo demonios aguanta. Tenemos que sacarlo del camión.
Drake pisó más fuerte el acelerador. Estaba yendo demasiado rápido para las condiciones del camino, pero arriesgarse a un accidente era una mejor elección que encontrarse encerrado en una pequeña área con un leopardo macho adulto y enfurecido en medio de la compulsión. El propio leopardo de Drake luchaba por la supremacía, rasgaba y arañaba en un esfuerzo de protegerlo. Dos veces, las afiladas garras surgieron y se retractaron. Él no había cambiado desde que le habían disparado y los médicos le reconstruyeron la pierna, dejando una placa metálica. No había libertad para él ni para su leopardo.
Giró el volante de un tirón y se deslizó bajo el soporte de los árboles justo dentro de la reserva. Sacó un rifle tranquilizador del anaquel en la ventanilla de atrás y salió, Joshua le siguió haciendo lo mismo en el lado opuesto del camión.
Dentro del camión, el cuerpo de Jake se retorció como si intentara despojarse desesperadamente de los vaqueros, las garras los rompieron en tiras. Pateó la tela rota mientras el cambio le dominaba, las cuerdas de músculos se duplicaron, triplicándose bajo la piel gruesa de manchas.
Drake retrocedió del camión que se balanceaba, alejándose de los árboles. La esperanza era que Jake forzaría a su leopardo al área arbolada. Si se permitía dar rienda suelta al leopardo, el macho iría a por su compañera, y ellos no tendrían más elección que tranquilizarlo para evitar que matara a algún macho humano muy cerca de Emma.
Drake esperaba que no llegaran a eso. Acertar con el dardo a un leopardo no era tarea fácil, y traía consecuencias. A menudo el corazón de un gato grande no podía asimilar las drogas y colapsaba completamente.
El gran leopardo macho se volvió loco, tirándose contra las paredes del camión, rasgando los asientos y estrellándose contra las ventanas hasta que grietas de telaraña aparecieron en el parabrisas.
– Él se ha ido, Drake -advirtió Joshua-. Está loco. Tendrás que matarlo cuando intente huir.
Drake sacudió tercamente la cabeza.
– Él es fuerte.
– Si Emma es su compañera y ella está comenzando el Han Vol Don, y no se han emparejado por lo menos una vez antes de otro ciclo, la compulsión será demasiado fuerte para un principiante. No sabes lo que está dentro de él, Drake. Dijiste que sus padres descienden de una línea de sangre corrompida. Él es peligroso. Podría haber una masacre.
– Él hará esto.
– Nunca ha oído del Han Vol Don. ¿Cómo podrá comprender lo que está sucediendo?
– Lo hará -repitió Drake-. Lo conozco. Su fuerza. Su determinación. Controlará a su leopardo.
– Maldita sea, hombre. Estás apostando tu vida.
El camión se meció otra vez y el leopardo sacó la cabeza por la puerta abierta. Fue sorprendentemente silencioso. Inmóvil. La piel estaba oscura por el sudor. Como si presintieran una amenaza, los pájaros callaron y los insectos cesaron todo sonido. El leopardo bajó la cabeza, los ojos dorados miraron fijamente a Drake con concentrada intención.
– Se ha centrado en ti, se ha centrado en ti -advirtió Joshua, rompiéndose su propia camisa y tirándola a un lado. Tiró de ambas botas, manteniendo los ojos en el leopardo.
El leopardo saltó desde su posición de inmovilidad, abarcando casi dos metros o más, tocó el suelo y saltó una segunda vez.
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