– Menuda casa tiene aquí.
– Gracias. -Emma adoraba la casa, y apreciaba a cualquiera que reconociera su belleza-. Lleva bastante cuidado, pero adoro trabajar aquí.
– Siempre he querido ver esta propiedad. Nadie puede entrar en la propiedad sin una escolta. El terreno es increíble y la casa aún más.
– Es un rancho que trabaja con ganado -explicó Emma.
– ¿Está aquí a menudo el señor Bannaconni?
Emma lanzó una pequeña sonrisa sobre el hombro, pero no contestó la pregunta. Su lealtad era sólidamente con Jake, y como tal, nunca daba información sobre él a nadie. La más pequeña observación podía acabar en un tabloide, y Jake tenía a suficientes personas acosándole. En verdad, él volaba a menudo fuera del país, así como a los muchos estados donde poseía propiedades, pero siempre volvía a casa, al rancho.
Pasaron por la larga, ancha y majestuosa escalera y el techo alto donde el leopardo de bronce se sentaba entre las plantas trepadoras. Estuvo complacida de la rápida inhalación de Patterson.
– Esta casa es asombrosa. Debe amarla.
– Sí, lo hago.
Y la llenaba de gran orgullo asegurarse de que estaba limpia. Jake insistía en que los limpiadores vinieran dos veces por semana, pero ella se las arreglaba cada día y la hacía sentirse posesiva y orgullosa de su casa.
Gesticuló hacia el teléfono en el estudio.
– Éste es en el que advierto más ruido. Los otros teléfonos sólo tienen un matiz, pero en éste es más pronunciado.
Greg dejó su equipo y miró mientras ella se apoyaba en el brazo de una silla al otro lado del cuarto.
– Esto puede llevar un rato.
– Está bien. Lo esperaba -contestó ella, su voz agradable.
Greg le dio otra rápida mirada a hurtadillas antes de devolver su mirada al teléfono que sostenía en la mano.
– ¿Están usted y el señor Bannaconni juntos? No he notado un anillo, pero eso no parece hacer mucha diferencia estos días.
Emma se tensó. ¿Estaba buscando información para los tabloides? Trató de mantener su voz ligera y casual.
– Trabajo aquí.
Greg le disparó una rápida y tímida sonrisa.
– Bien, en ese caso, hay una gran película que esperaba ver que se estrena en el teatro mañana por la noche. ¿Supongo que no le gustaría ir conmigo? -No pudo obligarse a mirarla cuando le preguntó, frotando una mancha imaginaria de tierra del teléfono en su lugar.
Emma contuvo la respiración. Nunca se había citado con nadie, no realmente. No antes de Andrew. Pero Jake se había burlado de ella, se había reído de ella realmente, diciéndole que nunca encontraría a otro hombre porque no ponía atención a los hombres. Greg parecía joven y sencillo, dócil incluso. Ciertamente no la agitaba sexualmente, pero ella necesitaba algo, un cambio, una manera de tratar con el modo en que Jake la hizo sentirse.
– Si no tiene inconveniente en que me encuentre con usted allí, y tendría que ser la última sesión. -Emma se encontró aceptando. Contuvo la respiración, esperando de repente que él digiera que no.
– ¡Genial! -Una sonrisa apasionada le encendió los ojos-. Mañana por la noche, entonces.
El corazón de Emma hizo un ruido sordo con alarma. ¿Qué había hecho? Jake le había herido el ego, y en un pequeño esfuerzo de desafío, ella había tomado una decisión para la que no estaba realmente lista. Y no era un justo para Greg. Ella no tenía verdadero interés en él. Su decisión era sobre tener miedo de sí misma, de las doloridas necesidades que no podía liberar. No era ella misma últimamente en absoluto, y sus sueños eran categóricamente humillantes. Cada uno de ellos era sobre Jake y sobre cosas de las que ella no tuvo verdadero conocimiento y no estaba segura de que quisiera realmente aprender.
– Greg, iré contigo como una amiga. Nada más. Si eso no es lo que deseas, entonces tendré que retroceder. Debería haber dejado eso claro. -Mantuvo su voz apacible, baja, arrepentida de quizás haberlo herido, enojada consigo misma por ponerse en esa posición a causa del orgullo y el temor. No era culpa de Greg que él hubiera aparecido precisamente en el momento en que ella aceptaría.
– Comprendo. Está todo bien -dijo él-. Me gustaría ir contigo.
Le envió otra breve sonrisa, una que le recordó extrañamente a la de Andy. Dulce. Sin pedir nada. Amistosa. Quizá él era justo lo que ella necesitaba. La personalidad de Jake era abrumadora, la inundaba, astillando su resistencia. Todo acerca de Jake la desgarraba continuamente. Sus intensas necesidades. Su oscuridad, sus amenazadoras maneras. Su dolor. Su excitación. Sus órdenes y los destellos de genio. La manera en que se suavizaba cuando estaba con ella. La manera en que se tumbaba junto a ella cuando no podía dormir y jugaba ociosamente con los mechones de su pelo, a veces tocándole la suave piel y deslizando los dedos sobre su calor como si ella le perteneciera.
Sólo pensar en su toque la hizo sentirse resbaladiza con un calor húmedo. Respiró, exhaló y forzó una sonrisa, tratando de comprender lo que Greg le estaba diciendo.
Greg explicó cada detalle mientras trabajaba, su voz era tan monótona que ella se sintió desesperada. Era imposible no pensar en Jake cuando ella no estaba interesada en lo más mínimo en cómo funcionaba el teléfono. Le oyó llamándola y alzó la mirada expectante, avergonzada de haberse quedado medio dormida una segunda vez.
Greg fruncía el entrecejo mientras miraba el teléfono.
– ¿Qué es exactamente lo que oyes? Porque la línea parece limpia.
– No lo oigo hasta que hablo, u otra persona habla conmigo. Si estoy callada, no está ahí. Tuve a un par de los peones escuchando y sólo Joshua lo pudo oír, pero realmente me molesta. -La hizo sentirse inquieta. El teléfono en la oficina de Jake no parecía tener el mismo problema. Ella había entrado en su santuario y lo había comprobado, aliviada cuando su línea particular parecía estar limpia. Acababa de tener un mal presentimiento.
– ¿Oyes voces?
Emma se echa a reír. Greg alzó la mirada, un poco asustado, se dio cuenta de cómo había sonado su pregunta y luego se unió a ella.
– La línea parece estar limpia. Mi equipo muestra una señal fuerte, pero si sólo lo oyes cuando hablas, podríamos estar tratando con algo como un equipo espía. -Los ojos le brillaron y le sonrió como un niño pequeño-. Eso sería guay. ¿Podría alguien estarte espiando?
– Creo que has estado viendo demasiadas películas -dijo Emma, forzando otra risa, de repente bastante incómoda. Aunque los paparazzi eran conocidos por pinchar casas y alguien como Jake tenía toda clase de enemigos.
Greg rió otra vez.
– Bien, ciertamente sería la primera vez si me topase con un equipo espía.
JAKE se paró justo fuera de la puerta abierta, el corazón le latía en la garganta mientras respiraba para alejar la necesidad del leopardo de alzarse. En ese momento, con la risa inocente de Emma resonando en sus oídos y el aroma de su excitación llenándole los sentidos, reconoció que se estaba convirtiendo en peligroso. Algo estaba muy mal. Él debería estar en su oficina, encerrado y alejado de todo ruido, sin oír nunca por casualidad el juego entre un hombre y una mujer. Podía oír el interés masculino en la voz del hombre, la inocencia en el tono de Emma. Ella estaba definitivamente excitada, y eso le enfureció. Se sintió cruel, capaz de maldad. Odiaba esa parte fea de él, la que se alzaba cuando sentía cosas demasiado profundamente, la que le decía, la que le mostraba que llevaba el legado del mal en su sangre.
Supo que necesitaba ayuda. Tendría que hablar con Drake, encontrar un modo de combatir los celos intensos que barrían por él ante el mero pensamiento de cualquier hombre alrededor de Emma. Ella había llegado a ser una obsesión, invadiendo sus pensamientos a cada momento del día, atormentando su cuerpo con una permanente erección, enorme, gruesa y tan condenadamente dolorosa que apenas podía andar a veces. Nada de lo que hacía ayudaba, ninguna mujer le saciaba, ardía por Emma. De algún modo ella se las había arreglado para girar las tornas de su plan. Se suponía que era ella la que iba a estar obsesionada con él, pero de algún modo no había resultado así.
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