La furia barrió por Emma, su genio se encrespó saliendo de ningún lugar, algo raro pero mortal una vez que conseguía salir. Estuvo tentada de abofetearle la cara, pero no era su estilo. Se estiró atrás para mantener las palmas que picaban lejos de él y entraron en contacto con el atomizador en el fregadero. Sin pensarlo abrió el grifo y dirigió el agua fría contra su cara arrogante y hermosa.
– Quizá deberías parar de ser tan impulsivo, Jake.
Emma soltó el disparador y dejó caer el atomizador en el fregadero, dividida entre el horror de lo que había hecho, la ira ante su insensible propuesta y la implicación de que ella quizás nunca encontrara a otra persona, y la risa mientras el agua le corría por la cara sobre su expresión aturdida y goteaba sobre la carísima camisa empapada.
Hubo un completo silencio. Un latido del corazón. Dos. Las manos duras la agarraron, columpiando su cuerpo más pequeño sobre el hombro como si ella fuera un saco de patatas. Una mano bajó duramente sobre su trasero contoneante, un golpe picante que la hizo aullar mientas él salía a zancadas por la puerta y se la llevaba por el largo camino.
El calor destelló por su trasero y se extendió por su interior, el repentino golpe le provocó un recuerdo diferente, o quizá había sido un sueño erótico, de estar a través de su regazo, la mano bajando con fuerza y luego frotando sensualmente como él hacía ahora.
El corazón de ella saltó. ¿De dónde había venido eso? Últimamente había estado teniendo sueños con Jake, sueños de cosas sobre las que nunca había pensado conscientemente. Emma le golpeó la ancha espalda con los puños, echando humo, avergonzada, no por estar cabeza abajo sino por el calor que le subía por el cuerpo y la sangre que se encrespaba tan calientemente.
Jake le dio una segunda palmada, esta vez un poco más fuerte que la primera, y una vez más frotó su trasero para alejar el picor, disparando fuego por las venas.
– Para, Emma. Te mereces esto y lo sabes.
El profundo gruñido de su voz envió un estremecimiento ilícito por la sangre femenina. Ella deseaba que sus vaqueros no estuvieran tan apretados ni sus bragas fueran tan escasas. Podía sentir la mano de Jake ardiendo justo a través del fino material mientras la frotaba para aliviar el picor.
Ella vislumbró la cara asustada de Joshua mientras Jake pasaba rápidamente por delante de él. Ella echó una mirada alrededor rápidamente, viendo la dirección a la que se dirigían, y supo instantáneamente sus intenciones.
– No te atrevas, Jake. -Emma se agarró a la espalda de su camisa con ambos puños, dándose cuenta de lo que él planeaba-. Lo digo en serio. No te atrevas.
Él siguió andando al mismo ritmo, con largas y determinadas zancadas que se comían el suelo. Emma le agarró más fuerte, intentando desesperadamente no reírse de la ridícula situación. Debería haber sabido que Jake se vengaría. ¿Qué la había poseído para rociarle con el atomizador de la cocina? Había estado demasiado enfadada para pensar con claridad, pero no se le había ocurrido que Jake haría esto alguna vez.
– Para. No lo hagas. -No pudo evitar que su voz se convirtiera en una súplica. O que la risa jugueteara en los bordes. Siempre había tenido el peor sentido del humor.
Jake la columpió sobre el hombro, sosteniéndola por un momento, entonces la sostuvo lejos de su cuerpo y la dejó caer bruscamente en el abrevadero de los caballos. Ella se levantó farfullando, salpicándole agua ferozmente sobre su cara, riéndose con tanta fuerza que apenas podía sostenerse de pie.
Jake se paró sobre el abrevadero, el agua caía como una cascada sobre él mientras ella usaba la mano para enviar una ola inmensa en el aire. El tiempo se ralentizó hasta que las gotitas de agua brillaron como diamantes y el sol pareció rodear la cabeza de Emma, volviendo su rojo cabello en una aureola brillante de luz y haciendo relucir sus dientes color perla. Su risa era contagiosa, melódica, irresistible, y él se encontró riendo con ella. Riendo . Profundamente en su interior, la felicidad floreció y se esparció. Él nunca había pensado mucho acerca de ser feliz. No de este modo, algo sencillo. Algo que no fuera venganza, ni oscuro y feo. Algo que no fuera acerca de ganar dinero. Solo reír de lo absurdo de su argumento.
Se estiró hacia al abrevadero y la sacó, balanceándola fácilmente al suelo, un brazo cerrado alrededor de su cintura, sosteniendo su cuerpo mojado contra el suyo. El aire era seco y frío y ella tiritaba, pero su cara sonriente estaba girada hacia la de él, que Dios le ayudara, estaba tentado casi más allá de todo control. Comenzaba a comprender la historia de Adam y Eva.
– Estás loca, Emma. ¿Lo sabes? -Su voz fue brusca. Fuerte. Él podía oír la necesidad casi tanto como que sentía el dolor, no en su ingle, aunque estaba tan duro como una roca, sino en su pecho. Realmente apretó una mano sobre su corazón-. Vamos a meterte dentro. No me di cuenta de que hacía tanto frío aquí fuera.
Ella se deslizó bajó su hombro de forma natural, como si perteneciera allí, el brazo se curvó alrededor de la cintura de Jake, todavía riéndose de él.
Risas disimuladas estallaron detrás de ellos y ella se dobló bajo el brazo de Jake para escudriñar a los peones. Ellos estaban parados con anchas sonrisas en las caras, doblados de reír.
– ¿Tienes un pequeño problema, jefe? -llamó Joshua.
– ¿Necesita una mano? -Darrin, otra voz, gritó.
– ¡Oye! -Se opuso Emma-. Nada de galletas para ninguno de vosotros durante un mes.
El leopardo en Jake olfateó verdadero compañerismo, una sorpresa honesta que desentonaba con su conducta y risa verdadera. No supo cómo reaccionar. Una parte de él quería unirse a la risa, compartir el momento del modo en que lo hacía Emma, divertirse. Infierno. Esta tontería era divertida. No sabía cómo reaccionar, ni que decir, así que sólo sonrió, haciéndoles señas de que volvieran al trabajo y siguió caminando con ella hacia la casa, ligeramente incómodo de que sus trabajadores le hubieran visto actuando de forma tan jovial, pero todavía sintiendo un pequeño resplandor.
– Nunca lograré borrar esto -dijo Emma, golpeándole en el pecho-. No puedo creer que me tiraras al abrevadero de los caballos. -Le golpeó otra vez-. Y me zurraste. Sheesh, no tengo dos años, lo sabes.
Él dejó caer la palma inmediatamente sobre la tentadora curva de su trasero, frotándola en una caricia.
– No pude resistirlo.
Ella hizo muecas.
– No creo que eso sea una disculpa.
– ¿No? Imagínate.
Ella se estiró hacia atrás y quitó la mano.
– Y ahora estás siendo un pervertido.
Él inclinó la cabeza hasta que los labios le acariciaron la oreja.
– No un pervertido, Emma, un oportunista.
Emma mantuvo la cabeza gacha él la besaba a menudo, la tocaba a menudo, pero nunca con esa insinuación persistente y posesiva en su toque. ¿Era su imaginación porque ella estaba de repente tan consciente de él? ¿Porque él la había besado hasta dejarla sin sentido con su gracias por el cumpleaños? Tenía que calmarse. Estaba tan incómoda, tan inquieta y de un humor tan variable últimamente.
Se decía mientras estaba tumbada en la cama de noche, incapaz de dormir, que echaba de menos el toque de un hombre, la sensación de su cuerpo. Definitivamente echaba de menos a Andy. Él no había sido como Jake, tan diferente que era casi imposible encontrar cualquier punto en común entre ellos.
Andy había sido un amante divertido y sencillo. No abrigaba secretos obviamente dolorosos. No había intriga acerca de Andy en nada. Era exactamente lo que veías, abierto y honesto y listo para ayudar a cualquiera. No bloqueado emocionalmente, como estaba Jake. Él confiaba en la gente y siempre pensaba lo mejor de todos. Jake no se fiaba de nadie y esperaba que la gente le engañara en cada vuelta. Andy tenía belleza juvenil y encanto, donde Jake era todo bordes duros, un hombre amenazador y peligroso que exudaba sexo por cada poro, un hombre en cada sentido de la palabra.
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