– Dispárale -suplicó Joshua, arrancándose los vaqueros y pateándolos. Dio dos pasos corriendo y empezó a cambiar mientras corría hacia Drake y el leopardo.
El leopardo golpeó a Drake con la fuerza de un tren de carga, estrellándose contra el pecho y tirándolo hacia atrás. Drake utilizó el rifle para desviar el poderoso gato, aunque fuera una defensa débil, y las garras le arañaron el pecho como un rayo, fallando por poco la garganta.
– Jake. ¡Lucha! -miró directamente a los ojos dorados.
El leopardo de Joshua vino desde un lateral. Jake saltó, girando en el aire para evitar el ataque. Su mente roja con rabia, la llamada de sangre le llenaba los pensamientos, apenas oyó la voz de Drake. Respetaba a Drake. Le gustaba. Mas apenas podía distinguir a Drake de sus enemigos mortales.
Enfrentado con el olor de un macho humano que le bloqueaba volver con su compañera, con un leopardo macho corriendo hacia él y con una rabia asesina en el corazón, Jake trató de concentrarse en la voz de Drake. Necesitaba algo para ahogar el rugido de su leopardo.
El leopardo de Joshua saltó la distancia restante, determinó a mantenerlo lejos de Drake. Jake giró, su flexible espina dorsal casi se dobló en dos mientras giraba para encontrarse con la nueva amenaza. El tajo de las garras afiladas envió un dolor por el muslo de Jake. Por un momento los pulmones ardieron con agonía y respiró un profundo y estremecedor aliento. Victoria. La victoria en el dolor. El dolor era su vida, y lo estabilizó como nada más podría hacerlo.
Tomó posesión de su leopardo que gruñía y forzó su voluntad de hierro sobre el gato. Murmurando palabras calmantes, prometió que pronto tendrían a su compañera. Hizo retroceder al gato que rugía, palmo a palmo. Su leopardo luchó a cada paso del camino, los instintos guerreaban con su mente humana. Jake era fuerte -más fuerte que el leopardo cuando se refería a su determinación- y el leopardo se rindió bruscamente, dando la vuelta y corriendo hacia los árboles.
El leopardo corrió, imprimiendo velocidad para llevarlo profundo al bosque. La necesidad por su compañera bordeaba la desesperación, y Jake deseaba al leopardo tan lejos del rancho y Emma como fuera posible. No tenía la menor idea de lo que le estaba sucediendo como leopardo o como hombre, pero tenía que aprender a controlarlo antes de que pudiera hacer cualquier demanda a Emma.
El viento se alzó y rugió por los árboles, advirtiendo que venía una tormenta. La oscuridad se extendió y trajo consigo la lluvia. Las gotas cayeron como si los cielos lloraran por él, lloraban con él por la viciosa crueldad que corría por sus venas. Las grandes almohadillas le permitieron ser silencioso mientras se movía rápidamente, yendo más profundo a la protección del bosque, tratando de dejar atrás su naturaleza fea y brutal. Había temido toda su vida que sería como ellos: los enemigos, y una parte de él había tratado de convencerle que no era así, pero por la manera en que su cuerpo y mente ardían obsesivamente por Emma, la manera en que reaccionaba cada vez que la veía, las violentas emociones que se le arremolinan en el vientre, todo contaba una historia diferente.
El leopardo levantó la cara hacia la lluvia y el viento, permitiendo que barriera sobre él, esperando que lo limpiara. La tormenta aumentó en fuerza, el viento azotó los árboles, doblando los esquejes, arrancando hojas y rompiendo las ramas más pequeñas para que llovieran sobre él. El viento en la piel se sentía bien, la tormenta se añadía al humor nervioso del leopardo. Era libre. Podía perderse aquí, donde los árboles y el agua ahogaban el ruido de la ciudad. Dónde nadie le podía detener que atrapara a su presa cuando quería hacerlo. Había música en el viento y las hojas, el parentesco con los animales y pájaros. Pertenecía a algún lugar. Corrió libre, devorando kilómetros incluso cuando el corazón se sentía como si estallara y el aliento entraba en grandes soplos de vapor.
Llegó a una fuerte corriente y se zambulló sin vacilación, indiferente a que la corriente le atrapara, zarandeando al gran gato y atrayéndolo hacia una curva. Las ramas le golpearon con fuerza, haciéndolo girar, y salió gruñendo y escupiendo, usando sus pesados músculos para empujarse al borde donde pudo arrastrarse a tierra.
Se detuvo, la cabeza hacia abajo, los costados subiendo y bajando, luchando por respirar, luchando contra sí mismo. ¿Qué demonios estaba haciendo? Se había colocado en el curso de la venganza y en algún lugar de la línea ese curso se había alterado. No comprendía la emoción y no confiaba en ella. Sus emociones eran demasiado violentas, demasiado intensas, y él era demasiado capaz de herir a otros.
El dolor de los arañazos de garra en su costado le recordó todas y cada una de las victorias de su niñez, cada vez que ejercía control, cada vez que se construía su determinación para sobrevivir y crecer fuerte. El leopardo se tumbó bajo un árbol grande, el paraguas de hojas y ramas oscilaba desenfrenadamente con el viento turbulento, permitiendo que la lluvia se vertiera continuamente en él, refrescando el calor de su cuerpo y la ferocidad de su mente.
Drake había estado con él durante dos años. Joshua le había seguido, dejando la selva tropical para intentar una vida diferente. Él era de trato más fácil que Drake, reía más, pero detrás de los ojos verdes había sombras oscuras. Jake no había curioseado cuando Joshua le pidió un trabajo. Jake sabía que era leopardo, un amigo de Drake, y aunque una parte de él tuviera envidia de la agradable relación entre los dos hombres que habían crecido juntos, dejándole ser un intruso que mira, estaba todavía agradecido de tener un segundo leopardo para ayudar a instruirlo. Tampoco jamás había dicho que él se sentiría así, completamente fundido.
Admiraba la fuerza de Drake. El leopardo era cada parte de ellos como el respirar, aunque Drake no pudiera cambiar ya. Había tomado una bala que le había destrozado la pierna, y la chapa metálica que la sostenía junta le impedía cambiar. Algo tenía que ser hecho acerca de eso pronto. Drake no podía vivir sin su leopardo para siempre.
Profundamente el leopardo en Jake se puso en alerta. Estaba al borde de un descubrimiento importante. Drake no podía vivir sin su leopardo para siempre . Drake no era un leopardo. No era un hombre. Era los dos. Juntos. El hombre necesitaba al leopardo y el leopardo necesitaba al hombre. Uno no podía sobrevivir mucho tiempo sin el otro. El leopardo de Drake vivía dentro de él, pero no podía correr libre. No podía correr, respirar y sentir la alegría del leopardo mientras corría por territorio abierto o saltaba sin prisa de una rama a la siguiente. ¿Qué estaba haciendo el leopardo? ¿Pensar? ¿Sentir? Él no podría sobrevivir mucho tiempo en tal estado, y tampoco Drake.
Así que ¿qué de su propio leopardo? ¿Qué le había dado? ¿Qué había hecho por él? Se había cerrado a esa parte, cuidadoso de protegerse. Temía que el leopardo le convirtiera en sus padres y permitiera que las cualidades bestiales de su naturaleza se liberaran. Pero correr libre noche tras noche había calmado su rabia, le había permitido escapar al dolor de las pesadillas de su niñez. Todo el tiempo, aún siendo pequeño, antes de que el leopardo emergiera, el leopardo le había dado la fuerza de aguantar.
Drake había viajado miles de millas con él por fe solamente, dispuesto a abandonar parte de su vida, su propia necesidad y amor por la selva tropical, para instruir a Jake sobre su herencia. El dinero significaba poco para Drake. Era solamente un medio para un fin, un instrumento con que hacer las cosas que sentía necesarias. Había venido a Texas sólo para ayudar a Jake. Como siempre, Jake había desconfiado de la amabilidad. Y desconfiaba del leopardo, su otra mitad. El leopardo le había esperado, su aceptación, alzándose sólo cuando Jake necesitaba su fuerza, cuando algo o alguien provocaban sus instintos o cuando Jake necesitaba desaparecer y correr libre. Ni una vez Jake había compartido nada con Drake mientras este le contaba lo que era necesario para el completo desarrollo.
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