– Está bien, un día. Eso es todo. -Los ojos del hombre se volvieron una fina línea-. ¿En qué estás pensando? No puedes volver a usar el mismo truco con él.
– Lo sé. Ahora me querrá a mí tanto como los papeles. Antes yo era sólo un extra. -Negó con la cabeza-. No sé en qué estoy pensando. Tiene que existir una manera…
No tuvieron que esperar un día a que Archer llamara. El teléfono de Melis sonó dos horas después.
– ¿Se siente petulante? -preguntó Archer-. Nada ha cambiado, Melis. Yo estoy vivo, usted está viva y todavía tiene que darme los papeles.
– Algunas cosas han cambiado. Pennig está muerto.
– Es sustituible. -Archer hizo una pausa-. Pero tiene razón, ha habido un cambio. Hice un viajecito a Cadora. Ahora usted es mi única posibilidad de hacerme con esos papeles. Se los quitó a Lontana, ¿no es verdad?
– ¿Y qué esperaba?
– Me lo ha puesto todo muy incómodo. Temo que tendrá que pagar un precio. ¿Le digo cómo?
– ¿Espera que tiemble y solloce? Eso era pura actuación, Archer. Me he burlado de usted. -Melis hizo una pausa antes de añadir, con voz burlona-: Señor Peepers.
– Zorra. -Archer respiró profundo -. Pagará por eso. Casi prefiero ponerle la mano encima que coger esos papeles.
– Eso no va a ocurrir. Aquí estoy segura. Kelby me protegerá. No le intereso nada, pero eso no importa. Le doy lo que él quiere y aleja de mí a todos los impotentes pervertidos como usted.
Ella casi podía percibir el fuego de su ira por el teléfono.
– Se aburrirá de usted.
– Soy demasiado buena y hay una sola cosa que a Kelby le gusta más que el sexo. Cree que su maldito barco fue construido en el cielo. Chilla cuando algún tripulante lo araña. Pero yo logro tranquilizarlo. Aprendí muchas cosas en Kafas. No, Archer, nunca volverá a tener posibilidades conmigo. -Y colgó.
– Le has disparado con los dos cañones. – Kelby se apoyó en un codo para incorporarse en el lecho -. Seguro que no volverá a pensar que eres un pelele. Y a ningún hombre le gusta que pongan en duda su virilidad.
– Quiero cabrearlo. -Melis hizo una pausa-. De esa manera no se dará cuenta de que he puesto un arma en sus manos de forma deliberada.
– ¿Qué arma?
– Tú.
– Oh, el grandote hambriento de sexo al que no le interesas lo más mínimo… No puedo decir que me guste esa descripción.
– Seguro que te gustó más que lo de impotente pervertido.
– Eso es verdad.
– Tenía que desviar su atención. Se está impacientando. De alguna manera ha descubierto que Phil no tiene los papeles. Intentó matar a los delfines y no funcionó. Y hablar conmigo ya no lo satisface. Se da cuenta de que ya no soy una víctima. No puede hacerme daño.
Kelby se tranquilizó.
– ¿No puede?
Melis dijo que no con la cabeza.
– Yo soy la única que puedo hacerme daño. Quizá debería darle las gracias. Me castigó tanto que mis cicatrices actuales resistirían casi cualquier cosa.
Kelby estiró la mano y le acarició la mejilla.
– ¿Cuándo lo descubriste?
– Ha ido creciendo dentro de mí. -Agitó la cabeza con impaciencia-. No tenemos tiempo para hablar de mí. Archer podría volver a llamar.
– ¿Por qué?
– Porque cuando se le pase el primer ataque de rabia contra mi, va a meditar sobre lo que le he dicho.
– Y te volverá a llamar.
– No, te llamará a ti e intentará cerrar un trato contigo. Te amenazará con hundir el Trina si no me entregas a él.
Kelby asintió lentamente.
– Porque ¿qué es un buen culo en comparación con un barco como el Trina?
– Tienes Marinth. No te hacen ninguna falta las tablillas o las investigaciones. Has conseguido de mí todo el material que querías. Yo sólo soy un objeto sexual. Archer entiende ese concepto.
– Yo no.
Melis sonrió.
– Sí, pero habrías emitido el voto correcto en ese consejo de nobles.
– ¿Qué sentido tiene eso? ¿Por qué voy a entregarte a él? -Tengo que subir a bordo de su barco.
– Y una mierda.
La sonrisa de Melis se desvaneció.
– Tienes que ser convincente. Probablemente lo mejor sea que le digas que tienes que pensarlo.
– Eso no va a ocurrir -dijo él, terminante -. Otra vez, no.
Ella estudió la expresión del hombre. No había manera de convencerlo.
– Entonces, gana tiempo. Cuando llame, haz como si lo estuvieras pensando.
– Pensaré en cortarle las pelotas.
– Kelby, por favor. Sabes que necesitamos el tiempo. Dale una evasiva.
Se hizo un silencio momentáneo. -Está bien, lo haré. Siempre que no hable nada de ti. Era lo más que podía sacarle. Sólo podía esperar que Archer fuera breve y conciso.
Las esperanzas de Melis recibieron respuesta. Cuando Archer llamó a Kelby a las ocho de la mañana siguiente, la conversación duró escasos minutos. Kelby fue breve, salvo por un torrente de obscenidades muy convincente.
– Si lo haces no te vas a ir de rositas. Llamaré a los guardacostas.
Quedó en silencio otra vez, escuchando.
– Lo pensaré -dijo finalmente y colgó. La miró -. Tenías razón. Me amenazó con volar el barco si no te entregaba a ti junto con los papeles de Lontana. Cuando le mencioné a los guardacostas dijo que podía llamar a quién quisiera, que no vendría nadie. Los tiene en el bolsillo.
– Eso era lo que sospechaba Nicholas. Kelby asintió.
– Y no dije nada de lo que quería decir. ¿Satisfecha?
– No se podía esperar nada mejor. ¿Te dio un límite de tiempo?
– No le di esa oportunidad. -Kelby se levantó de la cama y comenzó a vestirse-. Si hubiera hablado un minuto más con ese asqueroso gilipollas, habría sido muy diferente.
– ¿Adonde vas?
– No puedo quedarme aquí. Estoy a punto de estallar. Voy a cubierta, a esperar a que Nicholas regrese de su vigilancia.
Melis vio cómo el hombre cerraba de un tirón la puerta a sus espaldas.
No la quería a su lado. Estaba enfadado, se sentía protector e intentaba alejarla de Archer. Nunca lo había visto tan decidido. No podía permitirlo. Tenía que estar allí cuando Nicholas regresara.
Se levantó de la cama y comenzó a vestirse.
– Por lo que he podido ver, Archer tiene a cuatro hombres a bordo -dijo Nicholas cuando regresó a mediodía-. Y son buenos. Se mueven, vigilan en busca de embarcaciones o de nadadores. Tienen reflectores constantemente enfocados al agua en torno al barco. Es difícil colocar un explosivo en el casco. Y sin una distracción sería muy difícil abordarlo.
– ¿Qué tipo de distracción? -preguntó Melis. Nicholas se encogió de hombros.
– Diseñaremos una. -Miró a Kelby-. Vi a Archer. Y anoche recibió un cargamento. Cuatro cajas, de dos por dos metros y medio.
– ¿Sin refuerzos adicionales? Esos cuatro hombres sólo pueden servirle para la defensa.
Nicholas movió la cabeza de un lado a otro.
– Pero en cualquier momento podrían venir más.
– Entonces, tenemos que movernos de prisa. Si no podemos colocarle explosivos en el casco, probablemente necesitemos un lanzacohetes.
Melis se puso rígida al oír aquello.
– ¿Qué?
Kelby no le prestó atención.
– ¿En cuánto tiempo podemos conseguir uno?
– En veinticuatro horas. Quizá un poco más. Mi suministrador más cercano está en Zurich. ¿Tenemos tanto tiempo?
– Es posible. -Kelby miró a Melis -. Hemos conseguido algo de tiempo. Antes de venir a por nosotros es probable que espere hasta estar seguro de que no le voy a dar lo que quiere.
– Eso no me gusta -dijo Nicholas -. En el momento en que actuemos, nos pondremos en evidencia. Si le han traído algo bien grande, puede hundirnos.
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