– Aquí estamos otra vez. Sólo soy un sustituto de Pete y Susie. -Kelby abrió la puerta de la cocina-. Es la historia de mi vida.
Ella se detuvo.
– No fuiste el sustituto de… No tuve necesidad de Pete y Susie. Hasta cuando estaba con ellos después de una pesadilla me sentía… como hueca. Pero esta noche no me he sentido sola. -Se enredaba y probablemente decía cosas que él no quería escuchar. Pasó presurosa junto a él y se dirigió a la cafetera que había sobre el mostrador-. Eso es todo. Solo quería decirte que no creo que hubieras votado por la bestia en ese consejo. Y por una buena razón, no por una mala.
– Te lo agradezco -dijo él con voz queda.
– Claro que sí. -Melis se volvió para mirarle al rostro -. ¿Dónde está el café en esta selva de acero inoxidable? Espero que… – Respiró profundamente -. ¿Por qué me miras de esa manera?
– ¿Qué? -Él apartó la vista-. Oh, por lujuria. Pura lujuria, sin adulterar. -Se sentó a la mesa-. Pero intentaré contenerme mientras preparas el café. Está en la balda superior, a tu izquierda.
– Estamos a kilómetro y medio de donde vimos el banco de delfines. – Kelby abandonó el puente y bajó al sitio donde habían colocado la pantalla, en la cubierta principal-. Ahora veremos cómo funcionan los pájaros dodo.
El captador de imágenes amarillo era arrastrado detrás del barco, y sus grandes extensiones laterales parecían alas de pelícanos.
– Lo veremos. -A pesar de las dudas, Melis comenzaba a entusiasmarse. Miró el gráfico -. Parece que funciona bien. Quizá la tecnología triunfará.
– Ojalá que sí. La marina me cobró una fortuna por este dodo. – Kelby sacudió la cabeza-. Demonios, me has hecho llamarlo asi.
– Quizá no eres tan fanático de los instrumentos como crees. -Nicholas se recostó en el pasamanos con los ojos fijos en el captador-. De veras tiene un aspecto idiota. ¿No quieres que haga un poco de magia para otorgarle un alma?
– No, mejor no -dijo Kelby-. Lo único que nos hace falta es uno de tus encantamientos para que todo se vuelva un desastre.
– ¿Un encantamiento? Yo solo había pensado en grapar un compacto de Stevie Wonder en el cuello del dodo.
Melis contuvo una sonrisa.
– Buena idea. Pero prefiero a Aretha Franklin.
– Qué graciosos -dijo Kelby, molesto-. Estamos en el sitio. Veremos quién ríe… ¡Mierda!
La mirada de Melis voló hasta el dodo.
– Oh, qué hace… Nicholas comenzó a reírse.
Pete había salido quien sabe de dónde y había embestido el captador con todas sus fuerzas. El dodo se balanceó como un borracho antes de recobrar su posición.
Kelby estaba furioso.
– Dile que se vaya. Está intentando hundirlo.
Melis temía que eso fuera verdad. Pete se alejaba nadando hacia donde Susie lo esperaba, pero era cuestión de tiempo que regresara y embistiera de nuevo el equipo.
– No, Pete. -Tocó el silbato.
El delfín no le prestó atención. Comenzó a trazar círculos para ganar impulso.
Ella volvió a tocar el silbato.
Nicholas se reía con tanta fuerza que tuvo que aguantarse en el pasamanos.
– Parece un toro rascando el suelo antes de lanzarse contra el torero.
– Voy a matarte, Nicholas -masculló Kelby-. ¿Por qué demonios lo hace?
– No tengo idea. Parece un pájaro. Pero quizá se haya confundido. Puede ser que crea que es un tipo raro de delfín o un tiburón. Quizá sea un problema territorial. -Melis fue incapaz de seguir conteniendo la risa-. Lo siento, Kelby. Sé que es un equipo valioso…
– Deja de reír.
Melis trataba desesperadamente de parar.
Pete volvió a embestir el dodo y lo hizo girar en círculos.
– Rayos. -Entonces Kelby comenzó a reírse -. Oh, qué demonios. Húndelo, mamífero neurótico.
– No. -Melis se secó las lágrimas de las mejillas -. Tenemos que salvar a ese pobre dodo tonto. -Se quitó los zapatos náuticos-. Más de prisa que una bala… -Se zambulló en el mar y comenzó a nadar hacia el dodo-. Aguanta. No tengas miedo. Yo te salvaré.
– Si no dejas de reírte, no podrás salvar nada ni a nadie. -Kelby estaba junto a ella en el agua-. Esto no lo olvidaré.
– ¿Es una amenaza? No tenía idea de que Pete se iba a enojar. -No, es una constatación. Es la primera vez que te veo reír de verdad. Me gusta. -Dio una brazada y la adelantó -. Ahora, ¿cómo logramos que Pete deje de embestir el dodo?
– No tengo la menor idea. ¿Nadar a su lado para que vea que es un amigo? – La idea era tan ridícula que ella comenzó a reírse otra vez – ¿Atravesarme en su camino e intentar disuadirlo? -Eso no era tan cómico -. Quizá podamos utilizar a Susie para tranquilizarlo. Algo se nos ocurrirá.
– Eso espero. -Kelby echó una mirada asesina hacia el Trina-. Porque Nicholas se está divirtiendo demasiado con todo esto.
Persuadir a Pete de que dejara en paz el captador de imágenes les tomó más de una hora. Melis lo intentó todo, desde colgarse del dodo hasta que Susie nadara a su lado. Pete siguió tan terco como siempre y se negaba a ceder. Finalmente Nicholas maniobró con la gabarra hasta colocarse junto al dodo y desde allí les tiró pescado a los delfines hasta que el macho comenzó a asociar el captador de imágenes con algo placentero.
– De nuevo el pescadero -dijo Nicholas mientras ayudaba a Melis a subir a la gabarra-. Iba a traer el compacto de Stevie Wonder. Ya conoces la cita: la música tiene encanto para amansar a las bestias salvajes.
– Vaya con el poeta -dijo Kelby-. Y creo que a Melis no le gustará que llames salvaje a Pete. Simplemente es un incomprendido.
– Bueno, de todos modos creo que el pescado funcionó mejor dijo Nicholas mientras contemplaba cómo Pete y Susie jugaban en el agua-. Parece que ha olvidado el dodo letal. ¿Crees que habrá sobrevivido al ataque de Pete?
– Se supone que es muy resistente -explicó Kelby-. Lo veremos al regresar a bordo, cuando controlemos los instrumentos.
En el panel de control el indicador verde aún estaba encendido cuando volvieron al Trina diez minutos después.
– Por San Jorge, todavía vive -murmuró Nicholas -. Definitivamente, ese dodo no está extinto. Lo has salvado, Melis.
– ¿Por qué no vas a decirle a Billy que prepare la comida? -la mirada de Kelby estaba clavada en el panel-. Y después, tráenos dos toallas.
– ¿Estás intentando librarte de mí? Primero, pescadero, y después botones. -Nicholas echó a andar cubierta abajo -. Tienes que prometer que no harás nada que me divierta mientras me ausento.
– Me sorprende que todavía funcione. -Melis se acercó un paso al panel de control-. Si es tan sensible como dices.
– El captador es sensible pero la caja ha sido construida como un tanque y debe resistir la mayoría de las cosas. -Kelby se inclinó y ajustó uno de los diales -. Y eso incluye, sin la menor duda, a un delfín que intenta hundirlo.
– ¿Me estás diciendo que no salvé al dodo?
– Que dios me perdone. No se me ocurriría semejante cosa. Eres más rápida que una bala… -Se aproximó al gráfico -. Solamente tuviste una ayudita del fabricante… Demonios…
– ¿Qué pasa? -Caminó hasta detenerse al lado del hombre y echó un vistazo al gráfico -. ¿Hay algo?
– Todo el tiempo que gastamos en convencer a Pete de que dejara tranquilo al dodo estábamos sobre esta zona. -Señaló una línea dentada sobre el papel-. Allá abajo hay algo. -Tiró del papel para examinarlo -. A no ser por un par de minutos en los que el dodo dio vueltas como una peonza, el captador muestra las mismas irregularidades. Hacia el oeste son más grandes y pronunciadas.
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