– No lo sé. Deben tener patrones fijos de comportamiento. Quizá emerjan a varios kilómetros de aquí.
– ¿Pete y Susie están seguros allá abajo con ellos?
– Eso espero. Deben sentirse seguros con ellos. -Se encogió de hombros -. Creo que Pete y Susie solamente estaban jugando, pero quizá quieran presentarnos.
– Hacer las presentaciones ante tantos delfines llevará su tiempo -dijo Kelby con sequedad -. Mejor paso.
Ella sacudió la cabeza, cada vez más entusiasmada.
– No creo que lo hagas. Los delfines eran los hermanos menores de Marinth. Los habitantes de la isla los protegían, por lo que es natural que la población aumentara. Esas cantidades no son habituales. Estamos buscando lo no habitual.
– Pero hace dos mil años que nadie los protege. -Pensativo añadió -. Sin embargo, una vez establecidos, las cantidades básicas deben permanecer más o menos constantes.
Ella se apresuró a asentir.
– Y hay muchísimo légamo allá abajo.
– ¿Y eso qué significa? -preguntó Nicholas.
– Si toda una isla es barrida por las aguas, ¿no habrá un tanto por ciento mayor de légamo?
– Yo diría que sí -Kelby frunció el ceño -. Vamos a bajar de nuevo.
Ella negó con la cabeza.
– Mañana. Con Pete y Susie. Quiero darles la oportunidad de actuar como nuestros protectores. No cometas el error de pensar que todos los delfines son como ellos, porque siempre han sido un poco diferentes. En ciertas situaciones los delfines pueden ser tan letales como un tiburón. Por lo que sabemos, esos delfines podrían tener ciertos instintos genéticos innatos para proteger Marinth.
– Qué locura -exclamó Nicholas. Kelby levantó las cejas.
– ¿Alegas ser un chamán y resulta que los raros son los delfines?
– No es un alegato. Y me reservo el derecho de ser raro. -Hizo girar la gabarra-. Y también me reservo el derecho de quedarme fuera del agua mientras jugáis con los delfines. Gracias a Melis, ya tuve una experiencia inolvidable con Pete y Susie. No necesito que me asalten cien.
Cuando Pete y Susie salieron finalmente a la superficie junto al barco, Kelby, Nicholas y Melis llevaban dos horas a bordo del Trina.
– Parece que están bien. -La mirada de Melis examinó a los dos delfines cuando llegaron junto a la borda y se dirigieron a ella con sus sonidos -. No hay heridas ni traumas. Parecen perfectamente normales.
– Eso está bien. -El tono de Kelby era de distracción-. He estado pensando. Quizá mañana no bajemos con los delfines.
– ¿Qué? – Ella se volvió y lo miró-. ¿Por qué no? Estabas dispuesto a volver a bajar hoy.
– Y tú dijiste que los delfines podían ser agresivos. Vamos a intentar que la tecnología nos diga si vale la pena hacerlo. Ella suspiró.
– El pájaro dodo.
– Pagué una suma enorme por ese pájaro dodo. Un solo día. No pasará nada. Podría darnos una idea de si existe algo extraño en el fondo oceánico.
– Y podría no dárnosla. -Eso, para que confíes en un hombre totalmente enamorado de la tecnología. Melis se encogió de hombros-. Creo que después de miles de años un día no tiene importancia. Está bien, probaremos el dodo. -Vio cómo Nicholas saltaba a la gabarra-. ¿Adonde va?
– Solo de exploración. No queremos darle a Archer la ventaja de la sorpresa.
Ella había estado tan absorta con los delfines que había olvidado a Archer. Con todo su corazón quería ser capaz de hacerlo de forma permanente.
– No, no queremos darle nada a Archer.
Calado dorado.
Tambores.
Kafas.
Se sentó en la cama con el corazón saliéndosele del pecho.
– ¿Estás bien? -Kelby estaba totalmente despierto-. ¿Un mal sueño?
Ella asintió espasmódicamente y puso los pies en el suelo.
– Voy a cubierta. -Cogió su bata-. Necesito aire.
Kelby salió de la cama.
– Voy contigo.
– No tienes por qué hacerlo.
– Claro que sí. -Se puso su bata-. Vamos, haremos algunos ejercicios de respiración profunda y después iremos a la cocina y tomaremos café.
– Estoy bien. No es necesario…
Pero él no la estaba escuchando. Melis se volvió y salió del camarote. La noche era fresca y cuando se recostó en el pasamanos una leve brisa le agitó el pelo.
– Se está bien aquí. -Kelby calló durante unos minutos, y después dijo -: ¿El mismo sueño?
Ella asintió.
– Kafas. Casi lo esperaba. Nos estamos aproximando a Mannth. No puedo dejar de pensar en ello.
– Yo podría intentar buscarla en solitario. Ahora, Pete y Susie l e conocen.
– No.
– ¿Porqué no?
Ella negó moviendo la cabeza con cansancio.
– No lo sé. -Pensó un momento -. Sí, sí lo sé. Es una de las cosas de las que llevo escondiéndome todos estos años. La primera vez que pensé que habíamos hallado Marinth, yo estaba tan entusiasmada como Phil. Después dejé que Kafas me lo envenenara. No debí permitir que eso ocurriera. Diablos, los hombres han sido unos perros con las mujeres a lo largo de la historia. En la Edad Media un consejo de nobles se reunión para decidir si las mujeres éramos bestias o humanas. La única razón por la que decidieron que éramos humanas fue porque no querían que los acusaran de bestialismo. Pero de todos modos logramos sobrevivir y obtener nuestra independencia.
Él sonrió.
– Porque aprendieron a afrontarla.
– Al ciento por ciento. -Ella se volvió para mirarlo -. Así que te daré tu Marinth y no te quedará más remedio que encontrar ahí algo maravilloso. Lo suficiente para compensar a aquellas mujeres que no tuvieron la oportunidad de derrocar a aquellos puñeteros machistas.
– Me esforzaré al máximo. -Su mano, cálida y reconfortante, cubrió las de ella sobre el pasamanos. – ¿Estás lista para tomar un poco de café?
– Todavía no. Necesito un poco más de tiempo. -Pero ella descubrió, sorprendida, que el terror se desvanecía. Por lo general le costaba más tiempo sobreponerse. Miró hacia el agua-. Archer no llamó anoche. Eso me preocupa.
– Probablemente eso sea lo que él quiere. Parece que se dedica científicamente a la tortura mental.
Ella asintió.
– Es un hombre horrible y debe odiar a las mujeres. -Hizo una mueca-. Apuesto a que él hubiera votado en el consejo por la teoría de la bestia.
Kelby rió para sus adentros.
– No apuesto.
Se estaban riendo de Archer. Al darse cuenta, Melis se quedó estupefacta. Pero permitirse un poco de humor hacía que Archer fuera más pequeño, que intimidara menos.
– No es más que un hombrecito malvado, Melis. -Kelby estudió su expresión-. Podemos acabar con él.
Melis asintió e hizo un esfuerzo para sonreír.
– Claro que podemos. Ahora estoy lista para tomar ese café. -Se volvió y echó a andar hacia la cocina-. Yo lo preparo. Te has sacrificado bastante al escuchar mi conferencia sobre la liberación femenina.
– Eh, le estás predicando a un converso. En mi experiencia con las mujeres nunca me he tropezado con una debilidad. Me he limitado a intentar sobrevivir.
Su madre y su abuela. Fue presa de un súbito ataque de ira cuando pensó en aquel niño que aquellas dos se disputaban.
– Existe la independencia y existen las que son zorras al ciento por ciento. -Melis frunció el ceño -. Y no creo que me guste la idea de ponerle Trina a tu barco. Sé que es algo así como un mal chiste, pero ella no debía ocupar un lugar tan amplio en tu vida.
– Estás molesta.
– Sí, lo estoy. -Molesta, protectora y asustada, así se sentía. Respiró profundamente -. ¿Por qué no? Has sido gentil conmigo. Cuando tengo una pesadilla por lo habitual busco a los delfines para que me hagan compañía.
Читать дальше