– Podré hacerme una idea después de que vuelva a bajar y recoja un poco de ese metal. Quiero que bajes conmigo tan pronto rellenemos los tanques.
– Pensaba que nunca me lo pedirías -dijo Nicholas.
– No -dijo Melis -, yo bajaré contigo.
Kelby negó con la cabeza.
– No sabemos si el banco de delfines será tan tolerante como después de que Pete y Susie aparecieron.
– Y quizá volvamos a necesitar a Pete y a Susie. No conocen bien a Nicholas.
– Pues me conocen mejor de lo que me gustaría -dijo Nicholas.
– Iré -repitió Melis -. Alguien tiene que quedarse a bordo en caso de que tengamos problemas con los equipos. Después de que nos cercioremos de que éste es el sitio y los delfines nos toleran, Nicholas podrá bajar.
Kelby dudó.
– ¿Cómo están tus costillas? -Doloridas, pero bajaré.
Kelby miró a Nicholas y se encogió de hombros. -Viene ella.
Se zambulleron dos veces más, pero solamente sacaron pedazos de bronce y de otro metal no identificado.
La tercera vez, Kelby encontró un cilindro largo y fino, hecho del mismo metal.
Cuando volvieron al Trina, Nicholas y toda la tripulación los estaban esperando.
– ¿Algo interesante? -Nicholas se inclinó para contemplar el objeto en la red-. No parece muy corroído. ¿Bronce?
– Es algún tipo de aleación metálica. -Kelby se arrodilló junto al cilindro -. Y a mí me parece una pieza de un submarino de la segunda guerra. Ven un momento, Melis.
Ella se aproximó de inmediato.
– ¿Qué?
– Echa un vistazo a la inscripción que hay junto al borde del cilindro.
Melis inhaló profundamente. No había detectado las pequeñísimas marcas.
– ¿Jeroglíficos? -preguntó Kelby-. ¿Los mismos de las tablillas?
– Parecen iguales -asintió ella.
– Maldita sea. -La sonrisa de Kelby iba de oreja a oreja-. Lo sabía. ¡La hemos encontrado!
La tripulación soltó un «hurra».
– Abre la caja de champán, Billy. -Kelby seguía examinando el cilindro -. Me pregunto de qué se trata.
– ¿Un tarro de especias? -Nicholas señaló uno de los jeroglíficos-. Creo que aquí dice «chile en polvo»
Kelby soltó la carcajada.
– Demonios, es probable que tengas razón. Estoy tratando de leer ahí algo importante. Creo que en ese mismo momento estoy un poco mareado.
– Pues yo iré a ayudar a Billy a elegir el champán. Tiene que ser algo muy especial para esta ocasión. -La expresión de Nicholas se suavizó cuando se dirigió a Kelby por encima del hombro -. Diría que tienes derecho a estar un poco mareado. Enhorabuena, Jed.
– Gracias. -Kelby miró a Melis -. Y gracias a ti. Ella negó con la cabeza.
– No tienes que agradecerme nada. Yo hice una promesa. ¿De veras consideras que ésta es la prueba?
– Creo que es lo más parecido. Si mañana sacamos otros objetos, apuesto a que la hemos encontrado.
– ¿Y después, qué?
– Ahora mismo llamaré a Wilson y lo mandaré a Madrid para conseguir los derechos de salvamento o cualquier cosa que se requiera para preservar mis derechos de exploración. Porque si hay alguna filtración, toda la zona se llenará de barcos de salvamento con todo tipo de individuos que intentarán hacerse ricos.
– ¿Eso le llevará bastante tiempo?
– No, si unta a las personas adecuadas. Wilson es un experto. – La sonrisa desapareció de su rostro -. Me he olvidado de Archer. Dame un día más aquí, Melis. Es todo lo que necesito.
– No te estaba presionando. -Ella sonrió con gesto torcido-. Desearía poder olvidarme de Archer. No puedo. No me lo permitirá. Y yo tampoco. -Hizo una pausa-. Marinth no es lo que pensaste, ¿verdad? Yo esperaba columnas rotas y ruinas. No légamo solamente.
Kelby movió la cabeza de un lado a otro.
– Cuando era niño, soñaba con una arcada que conducía a una hermosa ciudad.
– Pero no pareces decepcionado.
– Eso era un sueño. Esto es la realidad, y la realidad siempre es más emocionante. Puedes tomarla en tus manos, tocarla, moldearla. -Se encogió de hombros -. Entonces quizá necesitaba el sueño, pero ahora no. -Sonrió -. Y quién sabe lo que hay bajo todo ese légamo. Podría ser una arcada. -La tomó del brazo -. Vamos, pongámonos ropa seca y bebamos un poco de champán.
Kelby no estaba en el lecho a su lado.
Melis echó un vistazo al reloj. Eran un poco más de las tres de la madrugada y Kelby rara vez se levantaba antes de las seis.
A no ser que algo anduviera mal.
Los delfines.
Se sentó, bajó los pies de la cama y buscó su bata. Un segundo después subía la escalera que llevaba a la cubierta superior.
Kelby estaba de pie junto al pasamanos con la cabeza levantada y los ojos clavados en el cielo nocturno.
– ¿Kelby?
El se volvió y le sonrió.
– Ven.
Nada andaba mal. El no podría haber sonreído así si en su mundo no estuviera todo en orden. Ella se le acercó.
– ¿Qué haces aquí fuera?
– No podía dormir. Me sentía como un niño en vísperas de Navidad. – Le pasó el brazo por encima de los hombros -. Y abriré mis regalos dentro de pocas horas.
Su expresión tenía el mismo entusiasmo luminoso que había aparecido en su rostro desde que encontró el cilindro.
– Quizá no sean tan excitantes como el que hallaste hoy.
– O quizá sean mejores. -Su mirada volvió al cielo -. ¿Sabes?, se trata de un metal extraño. Me pregunto si procederá de meteoritos.
Ella se echó a reír.
– O quizá lo trajeron viajeros del espacio.
– Bueno, todo es posible. Nadie habría pensado que una sociedad fundada hace milenios pudiera ser tan avanzada como eran ellos. -Sus brazos se cerraron en torno a ella-. Y está aquí, esperándonos, Melis. Todas esas maravillas…
– ¿Maravillas? Kelby asintió.
– Quedan muy pocas maravillas. Los niños son los únicos que las reciben con naturalidad, y las pierden al crecer. Pero una vez cada muchos años aparece algo que nos recuerda que si abrimos los ojos y nos esforzamos en buscar, todavía las podemos encontrar.
Ella lo miró y sintió que se le hacía un nudo en la garganta. Algo… o alguien.
– ¿Qué crees que hay todavía allá abajo?
– Hepsut fue muy descriptivo. Estoy impaciente por tener esas tablillas en mis manos. Podrían darme una idea de dónde buscar, de cuáles son las expectativas.
Ella rió y negó con la cabeza.
– No quieres saber cuáles son las expectativas. Eso te lo chafaría todo.
Kelby asintió con cierto arrepentimiento.
– Tienes razón, se perdería una parte de la magia. Y la magia es importante. – La miró -. Es tarde, no tienes que quedarte aquí conmigo. Esta noche estoy loco como una cabra.
Ella quería quedarse. Estaba segura de que él quería conversar ella quería estar ahí para él. Y estar junto a Kelby en ese momento triunfal tenía su propia magia.
Magia y maravilla.
– No tengo ganas de dormir. Hablaste de arcadas. Si existieron, ¿cómo crees que eran?
– ¿Quieres que juegue a eso? -Volvió a mirar al mar-. Totalmente talladas. Quizá con incrustaciones de oro y madreperla, cuando uno las atraviesa, se ven calles perfectamente simétricas.
Eran como los radios de una rueda que conducían a un gran templo en el centro de la ciudad…
– Anoche encontré el jolie Filie -le dijo Nicholas a Kelby en voz baja a la mañana siguiente, cuando ajustaba su tanque de aire comprimido-. Está anclado a unos cincuenta kilómetros al sur.
Kelby lo miró a la cara.
– ¿Pudiste echarle un buen vistazo?
– Es grande, probablemente rápido. Y lleno de centinelas. Durante el poco tiempo que estuve allí conté cuatro en las cubiertas. Archer no corre el riesgo de que lo sorprendan. -Hizo una pausa-. Y vi una lancha de guardacostas que subían a bordo del Jolie Filie cuando me marchaba.
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