– Gracias por esas palabras condescendientes. Al menos no tendré que sobornar al captador para que nos ayudes, como haces tú con Pete y Susie.
– Me temo que confío más en los delfines. -Melis echó a andar-. Te veré en la cena.
– A Billy le encantará -dijo Kelby-. Como evitabas sus comidas, se le estaba creando un complejo.
– No queremos que pase eso. -Le sonrió por encima del hombro-. Por aquí hay muy pocas cosas normales.
– Pues a mí me gusta esta normalidad -le dijo Kelby-. Aunque te hayas reído de mi captador de imágenes. No te había visto sonreír tanto desde que te conozco.
– Estoy feliz -se limitó a decir Melis -. Últimamente las cosas no han ido bien, pero estas últimas horas han sido perfectas. Y me niego a sentirme culpable por permitirme disfrutarlas.
– Claro que sí. -La sonrisa suavizó la expresión de él-. Disfrútalas.
Archer telefoneó una hora después, cuando ella iba hacia la puerta de su camarote.
Melis se detuvo y contempló el teléfono sobre la mesa de noche. Tenía muchos deseos de no hacerle el menor caso.
Volvió a sonar.
Muerde la bala. Se volvió, camino hacia el teléfono y respondió.
– Ha sido muy mala -dijo Archer-. Y ya sabe cómo castigan a las niñitas malas.
La mano de Melis se puso tensa. La fealdad que la salpicaba estaba a punto de barrerla. Había alimentado la esperanza de que el tiempo que había estado libre de la ponzoña de Archer le permitiría hacer acopio de fuerzas, pero aquello la golpeó con la misma fuerza.
– ¿Esperaba que le permitiera obligarme a subir a aquel coche?
– Admito que esperaba que se quedara tiesa como un conejo. No tenía la menor idea de que iba a pegarle un tiro al pobre Pennig.
– Espero haberlo matado.
– No lo hizo. Le rozó el cuello y sangró un poco. Estaba muy molesto con usted. Me rogó que le diera la oportunidad de castigarla, pero le expliqué que no soportaría renunciar a usted. Tengo demasiados planes.
– Pero no se mostró muy dispuesto a llevarlos a cabo después de fallar en Las Palmas.
– Lo más discreto era desaparecer de la escena durante un tiempo. De todos modos, no crea que no tuve a gente vigilándola. En este momento usted se encuentra cerca de la encantadora isla de Cadora. – Hizo una pausa-. Y ha soltado a los delfines. ¿No cree que es un riesgo?
– ¿Va a perseguirlos con un arpón? Me encantaría ver al señor Peepers con un traje de inmersión.
Hubo un corto silencio.
– No es la primera vez que me comparan con ese alfeñique. No creo que ninguna comparación me moleste más. Sí, mataré a los delfines. Tenía el plan de esperar a que usted estuviera tanto tiempo en una casa como Kafas que no le importara lo que yo hiciera. Pero he cambiado de idea. Ahora tengo que castigarla. No se me ocurre nada que pueda dolerle más que la muerte de sus amigos marinos.
El miedo fue como una puñalada que la atravesó. En la voz del hombre había una nota de total seriedad. Ella había sido demasiado desafiante. Le resultaba difícil recordar una ocasión en que hubiera sentido más ira. Era el momento de dar marcha atrás.
– ¿Los delfines? -No tuvo que impostar el temblor en la voz-. No creí que lo decía en serio. ¿Va a hacer daño a Pete y Susie?
– ¿Tiene miedo? Se lo advertí. Tiene que ser más obediente. Si se porta muy bien y me entrega ahora mismo los papeles de la investigación, podría reconsiderarlo.
– No… no lo creo.
– Me están presionando para que entregue esa arma sónica a mi amigo de Oriente Medio. Ésa es la razón por la que metí más presión en Las Palmas.
– Metió presión… -repitió Melis -. Allí murió un buen hombre.
– Y usted se asustó y salió huyendo con sus delfines.
– Sí, me asusté. ¿Cómo no iba a asustarme? Usted me persigue. No puedo dormir, no puedo comer. -La voz le temblaba-. Y ahora me dice que va a matar a Pete y a Susie.
– Pobre niña. -Voy a colgar.
– No. ¿No ha aprendido aún que soy yo el que manda? Vamos a conversar un rato sobre Kafas y lo que le voy a hacer a los delfines. Entonces decidiré cuándo colgamos. ¿Me oye?
Ella esperó unos segundos antes de responder. -Sí.
– Así es una niña buena. Ahora vamos a hacer como si estuviéramos de vuelta en Kafas y yo acabara de entrar en su habitación del harén…
– Le tomaste mucho tiempo -dijo Kelby con una sonrisa cuando ella entró en el camarote principal -. Llevo diez minutos tranquilizando a Billy… Por Dios -Dijo, ahora con expresión sombría-.
¿Archer?
– Estaba en muy buena forma. -Los labios de Melis estaban tensos -. Pero yo también. Lo convencí de que estaba a punto de derrumbarme. Fui totalmente lastimera. Un par de veces más y creerá que ya me tiene.
– ¿Fue la misma mierda de siempre?
– Tan sucio como siempre, pero ha añadido algo nuevo. Creo que ha decidido cambiar el enfoque. Y hay algo que debes saber. Me dijo que tiene a alguien vigilándonos. Sabe que hemos soltado a los delfines. -Hizo una pausa -. Y dijo que los iba a matar. Es mi castigo por lo ocurrido en Las Palmas.
– Antes también amenazó con hacerles daño.
– No creo que esta vez sea una amenaza. Creo que habla en serio.
– No dejaremos que eso ocurra. -El la miró a los ojos -. Pero si quieres sacar a Pete y Susie de la zona y meterlos en un corral, no diré nada.
– No estarían más seguros. Él irá a por ellos dondequiera que estén. Es probable que corran menos riesgos si tienen todo el océano para ocultarse. Con centenares de delfines en el agua, ¿cómo va a encontrar a Pete y Susie? Si podemos mantenerlo alejado del barco y vigilar como halcones a Pete y Susie cuando estén con nosotros, quizá eso baste. -Movió la cabeza de un lado a otro -. Dios, espero que sí.
Kelby asintió.
– Y haré que la tripulación vigile en el agua cuando los tengamos cerca.
– Iba a pedirte precisamente eso. -Melis miró la mesa bellamente servida-. No creo que cene. No tengo ganas. Explícaselo a Billy, por favor.
– ¿Explicarle que ese hijo de puta te hace sangrar por dentro? Eso es difícil de creer y más difícil de entender. -Se puso de pie-. Vamos, tomemos un poco de aire. A no ser que quieras ir a lamerte las heridas.
Ella negó con la cabeza.
– No estoy sangrando. No le daré esa satisfacción. Al principio era terrible oírlo. Ahora sigue siendo malo pero he aprendido cómo manejarlo.
Ya en cubierta, ella se pegó al pasamanos y respiró profundamente.
– Aquí fuera se está bien, hay fresco y todo está limpio. Dios, tan limpio que es una bendición.
Kelby optó por no decir nada durante un rato.
– Dejemos Marinth a un lado por el momento. Creo que debemos ir a por Archer.
Ella lo miró con sorpresa.
– Eso no fue lo que dijiste en la isla. Yo no garantizaba nada, y lo primero era Marinth. Después Archer.
– He cambiado de idea. Tengo derecho a eso.
Melis negó con la cabeza.
– Te prometí Marinth. Mantengo mi promesa.
– A la mierda tu promesa. Confío en ti, maldita sea.
Ella lo meditó por un instante y después volvió a decir que no.
– Si me lo hubieras ofrecido antes de que hablara esta noche con Archer, lo habría aceptado de inmediato. Después de lo ocurrido en Las Palmas, no perseguir a Archer en primer lugar hubiera parecido una locura.
– ¿Pero ahora no?
– Cuanto antes encontremos Marinth, antes podré concentrarle en hallar una manera infalible de mantener seguros a Pete y Susie. Esa es mi primera preocupación. Además, si está tras los delfines podría aproximarse a nosotros.
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