Philip Kerr - Si Los Muertos No Resucitan

Здесь есть возможность читать онлайн «Philip Kerr - Si Los Muertos No Resucitan» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Si Los Muertos No Resucitan: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Si Los Muertos No Resucitan»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un año después de abandonar la Kripo, la Policía Criminal alemana, Bernie Gunther trabaja en el Hotel Adlon, en donde se aloja la periodista norteamericana Noreen Charalambides, que ha llegado a Berlín para investigar el creciente fervor antijudío y la sospechosa designación de la ciudad como sede de los Juegos Olímpicos de 1936. Noreen y Gunther se aliarán dentro y fuera de la cama seguirle la pista a una trama que une las altas esferas del nazismo con el crimen organizado estadounidense. Un chantaje, doble y calculado, les hará renunciar a destapar la miseria y los asesinatos, pero no al amor. Sin embargo, Noreen es obligada a volver a Estados Unidos, y Gunther ve cómo, otra vez, una mujer se pierde en las sombras. Hasta que veinte años después, ambos se reencuentran en la insurgente Habana de Batista. Pero los fantasmas nunca viajan solos.

Si Los Muertos No Resucitan — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Si Los Muertos No Resucitan», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Agité en el aire el sobre de los pesos.

– Creía que ya lo habíamos celebrado.

– Esto es un plus.

Miré las cerraduras de combinación.

– Ábrelo -dijo-. No está cerrado. Por cierto, la combinación es seis, seis, seis a cada lado, pero, si lo prefieres, puedes cambiarla con una llavecita que va oculta en el asa.

Lo abrí. Era un precioso tablero de backgammon hecho de encargo. Las fichas eran de marfil y de ébano y los dados y el cubilete tenían pequeños diamantes incrustados.

– No puedo aceptarlo -dije.

– Por supuesto que sí. Ese juego era de un amigo mío que se llamaba Ben Siegel.

– ¿Ben Siegel, el gangster?

– No. Ben era jugador y hombre de negocios, como yo. Se lo regaló su novia, Virginia, cuando cumplió cuarenta y un años. Lo encargó especialmente para él en Asprey, de Londres. Tres meses después, Ben murió.

– Lo mataron, ¿no?

– Ajá.

– ¿No quiso quedárselo ella?

– Me lo regaló, de recuerdo. Ahora me gustaría regalártelo a ti. Esperemos que te dé mejor suerte que a él.

– Esperemos.

8

Del Saratoga me fui a Finca Vigía. El jefe indio seguía en el mismo sitio en el que lo había aparcado Waxey, aunque ahora, con un gato en la capota. Salí del coche, fui hasta la puerta y toqué la campana marinera del porche. Otro gato me observaba desde una rama de una ceiba gigante y otro más asomaba la cabeza por entre los balaústres blancos de la galería como esperando que vinieran a rescatarlo los bomberos. Le acaricié la cabeza y oí unos pasos que se acercaban lentamente. Se abrió la puerta y apareció la figura menuda de René, el criado negro de Hemingway. Llevaba una chaqueta de camarero de algodón blanco y, con la luz del sol que se colaba desde la parte de atrás de la casa y lo iluminaba por la espalda, parecía un santero.

– Buenas tardes, señor -dijo.

– ¿Está la señora Eisner?

– Sí, pero está durmiendo.

– ¿Y la señorita?

– Miss Dinah, sí, me parece que está en la piscina, señor.

– ¿Cree que le molestaría verme?

– No creo que le moleste que la vea quien sea -dijo René.

Sin prestar mucha atención a la respuesta, seguí el camino hacia la piscina, que estaba rodeada de altas palmeras cubanas, flamboyanes y almendros, además de frondosos macizos de ixora, una resistente flor roja de la India, más conocida por el nombre de coralillo, entre otros. Era una piscina bonita, pero, a pesar de la cantidad de agua, era evidente que podía incendiarse en cualquier momento. Ya me ardían los ojos, sólo de mirarla. Dinah iba y venía deslizándose elegantemente de espaldas por el agua, que despedía vapor por lo mismo, supongo, que a mí me hervían los ojos y la vegetación parecía en llamas. El traje de baño, con estampado de leopardo, resultaba apropiado, aunque en ese preciso momento estaba un poco fuera de lugar, porque en realidad no lo llevaba puesto, sino que me lo encontré a la altura de la barbilla, en el camino hacia la piscina.

Tenía un cuerpo precioso: largo, atlético y con curvas. En el agua, su piel desnuda adquiría el color de la miel. Como soy alemán, no se puede decir que me desconcertase verla desnuda. En Berlín había habido sociedades de cultura nudista desde antes de la Primera Guerra Mundial y, hasta la época nazi, siempre se veían muchos nudistas en determinados parques y piscinas de la ciudad. Por otra parte, no parecía que a Dinah le importase. Incluso llegó a dar un par de volteretas que prácticamente me dejaron sin nada que imaginar.

– Anímese, el agua está deliciosa.

– No, gracias -dije-. Además, no creo que a tu madre le hiciese ninguna gracia.

– Puede, pero está borracha o, al menos, durmiendo la mona. Anoche no hizo más que beber. Siempre se pasa con la bebida, cuando discutimos.

– ¿A propósito de qué?

– ¿Usted qué cree?

– De Max, supongo.

– Jaque. Bueno, ¿qué tal? ¿Se entendió con él?

– Sí; bien, sin problemas.

Dinah dio otra voltereta perfecta. Ya la conocía mejor que su médico; incluso habría disfrutado del espectáculo, de no haber sido porque era quien era y por el motivo de mi visita. Di la espalda a la piscina y dije:

– Será mejor que espere dentro.

– ¿Le cohíbo, señor Gunther? Lo siento. Es decir, señor Hausner.

Dejó de nadar y la oí salir del agua a mi espalda.

– Eres agradable de ver, pero recuerda que soy amigo de tu madre y hay cosas que un hombre no hace con las hijas de sus amigos. Me imagino que confía en que no pegue las narices al cristal de tu ventana.

– ¡Qué manera tan interesante de decirlo!

Oía gotear el agua de su cuerpo desnudo. Sonaba como si le estuviese lamiendo la piel de arriba abajo.

– ¿No vas a ser una niña buena y te vas a poner el bañador, y así podremos hablar?

– De acuerdo. -Al cabo de un momento dijo-: Ya puede mirar.

Di media vuelta y se lo agradecí con una brusca inclinación de cabeza. Esa joven me cohibía tremendamente incluso así, con el bañador puesto. Era una cosa nueva para mí: evitar la visión de bellas jóvenes desnudas.

– La verdad es que me alegro de que haya venido -dijo-. Esta mañana se las daba de suicida.

– ¿Se las daba?

– Sí, más o menos. Es que dijo que se pegaría un tiro si no le prometía que dejaría de ver a Max para siempre.

– ¿Y lo hiciste?

– ¿Qué?

– Prometérselo.

– No, desde luego. Es puro chantaje emocional.

– Humm, humm. ¿Tiene pistola?

– Qué pregunta tan tonta, en esta casa. En la torre hay un armario con armas suficientes para empezar otra revolución, pero sí, da la casualidad de que mi madre tiene pistola propia. Se la regaló Ernest. Supongo que le pareció bien prestársela.

– ¿Crees que sería capaz?

– No sé. Supongo que por eso se lo acabo de contar a usted. No lo sé, de verdad. Ernest y ella hablaban mucho del suicidio, sin parar. Además, no sabe por qué prefiero ir con Max, en vez de quedarme haciendo el vago aquí.

– ¿Cuándo vuelve Hemingway, exactamente?

– En julio, creo. Ya estaría de vuelta, pero sigue hospitalizado en Nairobi.

– Seguro que se le enfrentó alguna fiera.

– No, fue un accidente de avión o un incendio en la selva… o puede que las dos cosas. El caso es que estuvo muy mal una temporada.

– ¿Qué pasa cuando vuelve? ¿Tu madre y él mantienen relaciones?

– ¡No, por Dios! Ernest está casado con Mary. Aunque no creo que eso sea un impedimento. Por otra parte, me parece que se ve con otro. Noreen, quiero decir. Bueno, el caso es que ha comprado una casa en Marianao y, por lo visto, nos vamos a ir a vivir allí dentro de uno o dos meses.

Sacó un paquete de tabaco, encendió un cigarrillo y echó el humo hacia el suelo, lejos de mí.

– Voy a casarme con él. Nada ni nadie me lo podrá impedir.

– Menos tu madre, si se pega un tiro. Hay gente que se suicida por menos.

Dinah hizo un mohín como el que podría haber hecho yo cuando me dijo que su madre se veía con otro.

– ¿Y usted qué opina? -preguntó-. De Max y yo, quiero decir.

– ¿Serviría de algo que te lo dijera?

Sacudió la cabeza.

– ¿Y de qué habló con él?

– Me ha ofrecido trabajo.

– ¿Va a aceptarlo?

– No sé. Le he dicho que sí, pero me da reparo trabajar con un gangster.

– ¿Eso es lo que opina de él?

– Ya te he dicho que mi opinión no tiene importancia. Lo único que me ha ofrecido es un empleo, encanto. No me ha propuesto matrimonio. Si no me gusta trabajar con él, lo dejo y tan amigos. Sin embargo, no sé por qué romántica razón, me parece que lo que siente él por ti es distinto. A cualquier hombre le pasaría lo mismo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Si Los Muertos No Resucitan»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Si Los Muertos No Resucitan» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Si Los Muertos No Resucitan»

Обсуждение, отзывы о книге «Si Los Muertos No Resucitan» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x