– Entonces, toda la farsa se escenificó para proteger el buen nombre de la condesa.
– Precisamente.
Pensé en mi sorpresa al encontrarme a herr Osey en el Cleland, y en la animada discusión que se produjo a continuación.
– Entonces era realmente un caballero, después de todo.
– Sí, lo es -convino el príncipe-, y sentía un profundo afecto por la condesa. Era una… una mujer muy seductora.
– Bien, es posible que sea cierto -dijo Holmes-, pero cualesquiera que hubieran sido una vez sus sentimientos hacia usted, su alteza, estaba decidida a vender sus cartas a una fuerza extranjera. Muy propio de una mujer, diría yo.
El hombre que pronto se convertiría en Jorge V miró fijamente y con tristeza la ceniza de su cigarro.
– Quiero creer que ella no lo habría llevado a cabo, y aun así… -dijo-, ¿quién la asesinó? ¿El ayudante de Houdini, el tal Franz?
– Sí. No tengo dudas de que planeó hacerlo desde el comienzo. Puso el cuerpo en el baúl de Houdini con la intención de incluir un asesinato a la lista de los supuestos crímenes de este.
– Perdonen que les interrumpa -dijo Houdini, de nuevo realizando una profunda reverencia en dirección al príncipe-, pero esta parte no tiene sentido. Puedo entender que Kleppini me guardara rencor todos estos años, pero ¿Franz? Fue siempre mi más leal seguidor. Bess y yo siempre lo tratamos como nuestro amigo más cercano. Ahora descubro que me quería ver en prisión, e incluso muerto. No lo entiendo, Holmes, ¿cuáles eran sus razones?
Holmes observó al norteamericano durante lo que me pareció un largo rato, evidentemente le daba vueltas en su cabeza a una difícil decisión.
– No le va a gustar lo que tengo que decir -dijo con voz entrecortada-. Tiene que ver con… su padre.
– ¿Mi padre? ¿Cómo?
– ¿Significa algo para usted el nombre de barón Rietzhoff de Budapest? ¿No? Lo más probable es que no. Ese era el nombre real de su ayudante.
– ¿Franz? ¿Un barón? Eso es ridículo. Su nombre era Franz Schultz. Provenía de una rica familia, pero no era barón. Y procedía de Stuttgart, no de Budapest.
– Sí, esa es la historia que nos contó al doctor Watson y a mí también. -Holmes miró hacia donde yo estaba-. Watson, ¿recuerda lo que dijo Franz cuando descubrimos el cuerpo de la condesa en el baúl de Houdini?
– Veamos… Algo en alemán, ¿no es así?
– En realidad, era una expresión en húngaro. Oh Istenem.
– Sí, esa es una expresión húngara -dijo Houdini-, pero Franz hablaba húngaro, alemán, inglés y varios idiomas más. Tenía un don para los idiomas. No veo qué prueba.
– No prueba nada. Simplemente encontré sugerente que un hombre que pretendía ser alemán utilizara una expresión húngara con tanta facilidad. Teniendo en cuenta que usted mismo es de ascendencia húngara, pensé que la coincidencia justificaba un telegrama al departamento de policía de Budapest. Recibí la respuesta tan solo ayer.
– ¿Qué es lo que dice?
– Sí, Holmes -instó el príncipe-, no nos tenga esperando.
– Watson -Holmes se volvió de nuevo hacia mí-, después del arresto de Houdini le hicimos una visita a mi hermano Mycroft en el Club Diógenes. ¿Recuerda lo que dijo sobre el padre de Houdini?
– Dijo que su padre era un asesino.
– ¡Esto es intolerable!-exclamó Houdini-. Ya le dije antes que mi padre no era un asesino. Cómo pueden decir una cosa así, y en presencia del príncipe, además.
– Cálmese, señor Houdini -dijo el príncipe-. El doctor Watson estaba solo informando sobre la opinión de otra persona. No ha querido ofenderlo.
– Tiene razón, por supuesto -dijo Houdini, recordándoselo-, pero vea, crecí mientras esa mentira se propagaba a mi alrededor, y simplemente no era cierto. Mi padre mató a un hombre en Hungría, pero le obligaron a tomar parte en un duelo de honor. Esa es la razón de que emigrara a Norteamérica tan tarde.
– Houdini -dijo Holmes, aferrando con fuerza el puño de su bastón-› ¿supo alguna vez el nombre del hombre al que mató su padre?
Una chispa de comprensión brilló en los oscuros ojos de Houdini, pero sacudió la cabeza como si quisiera negarlo.
– El nombre de aquel hombre era también barón Rietzhoff de Budapest. Era el padre de su ayudante Franz.
Houdini fijó la mirada sobre sus manos, que tenía entrelazadas sobre su regazo.
– ¿Mi padre mató al padre de Franz? -preguntó sin alzar la vista.
– Eso me temo.
Los cinco, el príncipe, lord O'Neill, Sherlock Holmes, Houdini y yo mismo, nos quedamos en silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos. Imaginé cómo el hombre que llegué a conocer como Franz, revelado ahora como el vástago de una casa noble, había planeado durante años traer la ruina sobre la familia del enemigo de su padre. Después pensé en Houdini, quien se había construido una nueva vida en un nuevo país, y que había conocido a Franz solo como amigo y trabajador de confianza. ¿Cómo podría reconciliar Houdini la pérdida del amigo con ese dominante deseo de venganza, una venganza dirigida contra una familia cuyo nombre ya no llevaba?
Pasado un rato, el príncipe se aclaró la garganta embarazosamente.
– Vaya, he dejado que mi cigarro se apague. Señor Houdini, ¿puedo ofrecerle uno?
– No, gracias, su alteza -dijo Houdini, obviamente preocupado con otros pensamientos-. Nunca fumo, reduciría mi capacidad pulmonar.
– No me diga -dijo el príncipe divertido, y se detuvo un momento para encender de nuevo su cigarro-. Entonces supongo que deberé reducir mis escapismos bajo el agua, ¿no?
– Supongo -convino Houdini distraídamente y dirigiéndose hacia la puerta de la habitación-. Caballeros, les pido que me disculpen. Debo regresar al Savoy. El señor Holmes me ha proporcionado bastante material para pensar. Necesito estar solo algún tiempo.
– Harry -le llamé, luchando con mi bastón para poder ponerme en pie-, escúcheme por favor. No debe echarse en cara nada de lo que ha ocurrido. Realmente tenía muy poco que ver con usted.
Se detuvo por un instante, miró la pesada puerta de la cámara de Gairstowe, y de pronto se mostró nuevamente animado.
– Oh, no me refería a eso, John. Hablaba del asunto este de Kleppini colándose en la propiedad dentro de una lechera. Me ha dado una maravillosa idea para un escapismo. Imagínese. Una lechera común llena de agua. Vaya escapismo.
– Creará sensación -estuve de acuerdo.
– Oh, una cosa más -dijo más tranquilo, volviéndose en la puerta-. Por favor, no escribas sobre nada referido a este asunto, John. No mientras yo siga vivo, al menos. Es solo que… Bueno… preferiría que Bess no conociera la verdad. Quiero que piense que Franz murió mientras trataba de protegerme. Después de todo -dijo, haciéndonos un inequívoco guiño-, el espectáculo debe continuar.
– Damas y caballeros, en el escapismo que a continuación realizaré, necesitaré la ayuda de un miembro del público esta noche -Houdini caminó hasta el borde del escenario y escudriñó más allá de las luces de candilejas-. Ah, acabo de ver al hombre perfecto. Amigos, esta noche tenemos el honor de contar con la presencia de un hombre extraordinario. Un hombre cuya sabiduría y espíritu me guiaron en mi hora más negra, cuya tenacidad y fe son responsables en gran medida de mi feliz retorno a los escenarios. Doctor Watson, si Sherlock Holmes puede prescindir de usted por esta noche, ¿consentiría en ser mi ayudante también?
Una vez más, los amigos del público fueron más que amables en la recepción que me hicieron, pero hasta su cálido entusiasmo me conmovió mucho menos que las corteses palabras de Houdini. Mientras me dirigía hacia el escenario, encontré que me resultaba difícil avanzar, cuando repentinamente se me nublaron los ojos.
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