Anne Holt - Crepúsculo En Oslo

Здесь есть возможность читать онлайн «Anne Holt - Crepúsculo En Oslo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Crepúsculo En Oslo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Crepúsculo En Oslo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En la ciudad de Oslo, una conocida presentadora de televisión aparece asesinada en su domicilio. El superintendente Yngvar Stubø y la que fuera profiler del FBI Inger Johanne Vik son requeridos para llevar a cabo la investigación. Pareja tanto en la vida real como en la profesional, Stubø y Vik se muestran reticentes a llevar el caso ya que acaban de ser padres; sin embargo, se ven forzados a aceptarlo dada la naturaleza del mismo.
Todo apunta a un asesino en serie de gusto perverso que se deleita escenificando sus crímenes. Mientras Stubø se vuelca en el análisis meticuloso de los detalles que rodean cada crimen, Vik ahonda en una teoría que coge fuerza a medida que traza el perfil del presunto asesino; la posible conexión entre los hechos presentes y su pasado como miembro del FBI.

Crepúsculo En Oslo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Crepúsculo En Oslo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Ahora era demasiado tarde.

Era la noche del viernes 2 de marzo y la diana sobre el corazón del hombre había sido alcanzada en el centro. La mirada era cristalina. Cuando Yngvar Stubø se inclinó sobre el cadáver, le dio la impresión de que tenía moratones sobre los párpados, como si alguien los hubiera levantado por la fuerza.

– No lo mataron aquí dentro -dijo un agente de la policía de Oslo, con pelo muy rojo que le asomaba por debajo de la gorra-. Eso parece bastante claro. Le han clavado un cuchillo en la espalda. Mientras dormía, supongo. No hay señales de lucha, pero la cama está llena de sangre. Las huellas hasta aquí son claras. Da la impresión de que más o menos le han echado la ropa encima. Creemos que lo mataron mientras dormía, que lo trajeron aquí.

– El agujero de la bala -murmuró Yngvar, se estaba mareando.

– Es un perdigón de plomo -dijo el otro-. Le han disparado con una escopeta de aire comprimido. Esto es sencillamente una especie de pista de tiro interior. -Señaló el cubo, que tenía la abertura tapada con una diana de papel-. Pero sólo para rifles de aire comprimido, claro. Los disparos son absorbidos por el cubo. El rifle sólo emite un «pof». Eso explica por qué nadie ha oído nada. Si el tipo hubiera estado vivo cuando le dispararon, probablemente le hubiera hecho bastante daño. Pero nada más. Eso de ahí, en cambio…

El policía que acababa de presentarse como Erik Henriksen señaló la mano derecha de Håvard Stefansen. Descansaba, semiabierta y laxa, sobre su entrepierna. Faltaba el dedo índice. Sólo quedaba un muñón deshilachado.

– El dedo del gatillo -dijo Henriksen-. Y mira esto…

Fue hasta el otro lado del pasillo. El mono de papel crepitaba cuando se movía. Un rifle de aire comprimido estaba enganchado con cinta adhesiva a un caballete. El cañón se balanceaba sobre el palo de una escoba puesto en diagonal. Sobre el gatillo del rifle que apuntaba al corazón de Håvard Stefansen, estaba el dedo índice de Håvard Stefansen. Estaba azulado y tenía la uña un poco demasiado larga.

– Necesito salir de aquí -dijo Yngvar-. Lo siento. Sólo que tengo que…

– Aunque es asunto nuestro -dijo Erik Henriksen-, pensé que sería mejor que la gente de Kripos le echarais un vistazo. La verdad es que recuerda sospechosamente a…

«Un deportista -pensó Yngvar, desesperado-. Esto era lo que estábamos esperando. Yo no podía hacer nada. No podía custodiar a todos los deportistas del país. No podía dar la alarma. Habríamos hecho que cundiera el pánico. Y yo no sabía nada. Inger Johanne creía y pensaba y sentía, pero no sabíamos nada seguro. ¿Qué debería haber hecho? ¿Qué voy a hacer ahora?»

– ¿Cómo consiguió entrar el autor de los hechos? -consiguió decir Yngvar, y se decidió a aguantar-. ¿Rompió la puerta? ¿La ventana?

– Estamos en un quinto piso -señaló Henriksen, medio irritado, este tipo de Kripos no respondía exactamente a los rumores que corrían sobre él-. Pero mira esto.

A pesar de que el piso estaba en un edificio antiguo, la puerta de entrada parecía nueva, con un cerrojo moderno y sólido. Henriksen señaló con un bolígrafo.

– Un truco viejo, hasta cierto punto. Han metido madera tanto en la cerradura como aquí… -El bolígrafo pasó sobre el propio cerrojo-. Está atascado. Cerillas, probablemente.

– Vaya -murmuró Yngvar-. Una travesura trivial.

– Por ahora suponemos que la puerta estaba abierta mientras Håvard Stefansen estaba en casa despierto. Alguien ha destrozado el cerrojo. El piso es lo suficientemente grande como para que se pudiera hurgar aquí fuera mientras él comía, por ejemplo. Como es el último piso, hay menor riesgo de que te pillen. No está claro si Håvard Stefansen intentó cerrar la puerta o no antes de acostarse. Un bravucón como él, con la casa llena de armas, quizá no tuviera ningún miedo. Pero como intentara cerrar, le hubiera sido difícil.

«Se está haciendo más osado -pensó Yngvar, tenía una jaqueca atronadora y cerró los ojos-. Cada vez se atreve a más. Necesita más. Como los escaladores de cimas, que cada vez tienen que subir más alto, escalar más escarpado y vivir más peligrosamente. Ahora se está acercando. Está víctima era más fuerte que él físicamente. Lo sabía y tomó sus precauciones. Mató a Håvard Stefansen mientras dormía. Un simple ataque por la espalda. Sin carga simbólica, sin refinamiento. Eso no le importa nada, somos nosotros quienes tenemos que coger el mensaje. El mundo. No el muerto. Somos nosotros quienes tenemos que escandalizarnos ante esta imagen; el deportista que apunta a su propio corazón endurecido. Es a nosotros a quien provocar. A nosotros. ¿A mí?»

– ¿Este tipo dormía con coleta? -preguntó Yngvar, sobre todo por decir algo.

– Le quedaba bastante bien, la verdad. -El agente de policía Henriksen se encogió de hombros y añadió-: Quizás el asesino le haya puesto la goma. Para hacer que pareciera… él mismo, o algo así. Para reforzar la ilusión. Y ha tenido éxito, por decirlo así. Jod…

Contuvo las maldiciones a tiempo. Quizá por respeto hacia el muerto. Uno de sus compañeros asomó la cabeza desde las escaleras.

– Hola -susurró-. ¡Erik! La señora está aquí. La que nos avisó. Ella encontró el cadáver.

Erik Henriksen asintió con la cabeza y alzó la mano en señal de que iría en un momento.

– ¿Has visto lo suficiente? -preguntó.

– Más que suficiente -asintió Yngvar, y lo siguió afuera del piso.

En el descansillo había una mujer. Era grande. Tenía el pelo oscuro, con grandes rizos desordenados. El color de la piel podía indicar que había pasado mucho tiempo al aire libre. La edad era difícil de determinar. Llevaba vaqueros y un gran jersey verde. La luz del techo se reflejaba en sus estrechas gafas, lo que hacía difícil verle los ojos. A Yngvar le daba la impresión de que la conocía de algo.

– Ésta es Wencke Bencke -dijo el policía que acababa de presentarse-. Vive en el piso de abajo. Iba al desván a dejar unas maletas. La puerta estaba abierta, así que…

– Llamé al timbre -lo interrumpió ella-. Como no respondió nadie, me tomé la libertad de echar un vistazo. Supongo que ya saben lo que me encontré. Llamé inmediatamente a la policía.

– Wencke Bencke -dijo Erik Henriksen-. ¿La escritora de novelas policíacas?

Ella sonrió insondablemente y asintió con la cabeza.

No en dirección a Henriksen, que le había planteado la pregunta. Tampoco la sonrisa iba dirigida al policía de uniforme que daba la impresión de querer sacar un pedazo de papel en cualquier momento y pedir un autógrafo.

Era a Yngvar a quien miraba. Se dirigió a él cuando sacó la mano y dijo:

– Yngvar Stubø, ¿no? Un placer saludarte por fin.

Su apretón de manos era firme, casi duro. La mano era grande y ancha. La piel anormalmente caliente. Él la soltó rápidamente, como si se hubiera quemado.

Capítulo 16

El asesino de los famosos se había convertido en un monstruo.

De todos modos la prensa se había calmado ligeramente después de que se supiera que el asesino de Fiona Helle era paciente de una institución psiquiátrica, con un móvil que la mayoría al menos podía comprender. Durante un breve periodo de tiempo había dado la impresión de que también los periodistas contemplaban la posibilidad de que se enfrentaban a un efecto de contagio. Posiblemente no se trataba de un asesino en serie, admitían los comentadores, sino más bien de la amenazadora coincidencia de varios grotescos asesinatos singulares. Cuando Rudolf Fjord eligió quitarse su propia vida, los medios de comunicación estuvieron sorprendentemente moderados, fueron casi sobrios a la hora de cubrir la trágica noticia.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Crepúsculo En Oslo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Crepúsculo En Oslo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Crepúsculo En Oslo»

Обсуждение, отзывы о книге «Crepúsculo En Oslo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x