Benjamin Black - El otro nombre de Laura

Здесь есть возможность читать онлайн «Benjamin Black - El otro nombre de Laura» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El otro nombre de Laura: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El otro nombre de Laura»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Ha pasado el tiempo para Quirke, el hastiado forense que conocimos en El secreto de Christine. La muerte de su gran amor y el distanciamiento de su hija han conseguido acentuar su carácter solitario, pero su capacidad para meterse en problemas continúa intacta.
Cuando Billy Hunt, conocido de sus tiempos de estudiante, le aborda para hablarle del aparente suicidio de su esposa, Quirke se da cuenta de que se avecinan complicaciones, pero, como siempre, las complicaciones son algo a lo que no podrá resistirse. De este modo se verá envuelto en un caso sórdido en el que se mezclan las drogas, la pornografía y el chantaje, y que una vez más pondrá en peligro su vida.

El otro nombre de Laura — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El otro nombre de Laura», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Sonó entonces el timbre del portal, y siguió sonando durante diez largos segundos, y luego aún se prolongó el sonido, en timbrazos más cortos, espaciados, pero no menos insistentes. Se imaginó a alguien en el portal, subido al peldaño, con el dedo en el timbre, nervioso, impaciente, enfurecido, y eso también le pareció cómico, tanto que casi se echó a reír. El pelirrojo avanzó hacia ella con las manos extendidas como si quisiera mostrarle algo, aunque tenía las palmas de las manos vacías. Se detuvo, se quedó quieto, en una pose extraña, de súplica. Ella no tuvo miedo, sólo le invadía una sorpresa continuada, un desconcierto constante, y aún percibía el cosquilleo de la risa incipiente.

No se dio cuenta de qué era lo que había estado buscando en el bolso hasta que lo encontró. Echó a correr con ligereza, casi como si volase -«rauda» fue la palabra que acudió a su mente-, con un codo levantado, para protegerse de él, y entonces levantó del todo el brazo y hundió el punzón de plata en la oquedad que se formaba entre su pecho y su hombro izquierdo. El tejido presentó mayor resistencia de la que había esperado ella, y sintió que la hoja de metal entraba con dificultad y tropezaba con algo, hueso, tal vez tendón, y dejaba de penetrar. El hombre retrocedió con un sordo gruñido, si acaso más sorprendido que otra cosa, con los ojos fuera de las órbitas. Ella extrajo el arma del punto en que lo había apuñalado y la soltó sobre la mesa. Aterrizó con un tintineo metálico, rodó rápidamente hasta el borde y cayó al suelo, dejando una mancha de sangre sobre la mesa, una mancha en forma de abanico. El hombre se sentó de pronto, se dejó caer con pesadez en una silla de madera alabeada -que emitió un crujido sonoro, como si fuera de indignación-, y se miró la herida en el hombro y miró a la chica y volvió a mirarse la herida. Ella pasó velozmente a su lado y fue a asomarse a la ventana. La hoja inferior estaba levantada del todo, así la había dejado ella cuando salió. El timbre seguía sonando con insistencia. El aire de la noche le resultó húmedo y fresco en la cara. Seguía sin tener miedo, aunque no se le ocultaba que acababa de dejar herido a un hombre que podría estar acercándose a ella por detrás, sangrando, cegado por una rabia asesina, resuelto a matarla. No le importó. Escrutó la calle. Allí estaba Quirke, de pie en el peldaño de la entrada, mirándola. Era él quien tocaba el timbre. Tenía el brazo extendido y apretaba el timbre incluso en esos momentos, y eso también le pareció maravillosamente cómico, que fuera él quien apretaba el timbre allá abajo, el timbre que estaba sonando a su espalda. La llamó, pero ella no llegó a saber qué le estaba diciendo. Vio entonces aquello que estaba suspendido en la verja. Se volvió hacia el pelirrojo. Seguía sentado como antes, con una mano apretada en el hombro, y con los dedos llenos de sangre. Parecía atónito. -¿Qué has hecho? -le dijo.

Capítulo 3

Quirke nunca había visto tan solicitada su atención, nunca se había encontrado con tantas cosas pendientes de resolver. Todavía de madrugada, después de que se fuesen los hombres de la ambulancia y los de la Garda detuvieran a Billy Hunt, se llevó a Phoebe de su piso, envuelta en una manta, y tomó un taxi para llevarla a casa de Mal. Este bajó a abrir la puerta en pijama, rascándose la cabeza, pestañeando. Pocas palabras cambiaron. Phoebe se quedaría con Mal, al menos por el momento. Los dos podrían cuidarse mutuamente. A fin de cuentas, ésa había sido su casa, su hogar; allí creció de niña. Quirke, al marcharse, hizo un alto en la cancela del jardín y permaneció unos momentos en la húmeda oscuridad, recargada por el olor empalagoso de la alheña, y se volvió a mirar la casa y vio en la ventana iluminada del salón la silueta de los dos, Phoebe encorvada en un sillón, Mal con su absurdo pijama de rayas, de pie ante ella, hablándole. Entonces emprendió camino y echó a andar en plena noche.

Creyó que no iba a dormir, pero en cuanto llegó a su casa y se estiró en la cama se precipitó de inmediato en el mar tempestuoso del sueño. Oyó gritos, oyó que lo llamaban, vio cuerpos que se precipitaban a plomo desde el cielo, silbando en su caída. A las siete despertó como si tuviera una resaca severa. Quiso taparse la cabeza con la manta y no despertar, no levantarse, pero fue consciente de que debía realizar dos visitas. No le supo bien de antemano ninguna de las dos. Decidió ir primero a Clontarf.

La mañana era gris, húmeda -había pasado ya el tiempo balsámico del verano en todo su apogeo-, y una bruma fina ensuciaba la luz sobre la bahía. Estaba la marea muy baja, y a pesar de ir con las ventanillas del taxi cerradas le llegó el hedor bilioso de las algas. Dejó el taxi en el paseo marítimo y subió a pie por Castle Avenue. Los ladrillos de las casas ante las que fue pasando parecían ese día de un color sangre de buey más oscuro que otras veces, y en los jardines exuberantes crecían las dalias húmedas, con los pétalos y toda la corola abatida, como si las agotase el esfuerzo de alcanzar una floración tan prodigiosa. Dobló al llegar a la cancela y tocó el timbre y aguardó, contemplando aquellas flores violentas. Se quitó el sombrero y lo sujetó en ambas manos; el fieltro oscuro estaba enjoyado por la bruma.

¿Qué iba a decirle?

A ella no pareció sorprenderle su aparición.

– Ah -dijo con llaneza-, si eres tú -vestía como la otra vez, pantalones negros y suéter negro de cuello alto, tal como estaba después de quitarse aquel llamativo vestido con que lo recibió en su primera visita-. Adelante, pasa.

Le abrió el camino hacia la cocina. Había una taza de café en la mesa y un ejemplar del Irish Times abierto por la página de las esquelas.

– Estaba estudiándolas -dijo-. Cuando les llamé, me preguntaron qué clase de fórmula era la que prefería. Me quedé sin saber qué decir. ¿Qué demonios se puede decir de alguien como Leslie? «Amado esposo» no parece adecuado del todo. ¿Tú qué piensas?

Se había quedado en el centro de la estancia, acariciando la badana del sombrero.

– Lo lamento -dijo-. Lamento todo lo ocurrido.

Ella le preguntó si le apetecía una taza de café. El dijo que no. El ambiente se tensó otra vuelta de tuerca. Ella se llevó la taza al fregadero y vació los restos del café antes de aclarar la taza y colocarla del revés en el escurridor. El se acordó en ese momento de cómo se había hecho un corte en el pulgar con los cristales rotos, de cómo le corrió la sangre sobre la muñeca mojada, tan veloz, cuando la sacó empapada de agua jabonosa.

– No contaba con volver a verte -dijo ella-. No contaba con que vinieras otra vez.

– Lo lamento -volvió a decir-. No se me dan nada bien estas cosas.

Ella lo miró por encima del hombro cubierto de negro.

– ¿A qué clase de cosas te refieres? -le preguntó-. ¿A dar una muestra de simpatía a la desolada viuda? ¿O estás pensando en cosas sucedidas con anterioridad? ¿Al sexo, tal vez? ¿Al amor?

Eso pudo él pasarlo por alto como si no lo hubiese oído.

– He venido -empezó a decir-, he venido a decir que… -y calló.

Ella se había vuelto del todo hacia él y estaba secándose las manos con un trapo de cocina. Lo miró con una tenue sonrisa, a un tiempo frágil y sardónica.

– ¿Sí?

Se acercó a la mesa y dejó el sombrero encima, estudiándolo un instante. Parecía incongruente, el sombrero negro sobre la superficie de plástico blanco.

– He venido a preguntarte -dijo- qué estabas tú haciendo en casa de Deirdre Hunt el día en que murió -ella ladeó la cabeza sin perder la sonrisa, una sonrisa tenue, aunque ahora era como si se hubiese olvidado de ella-. Te vieron allí. Una mujer que vive enfrente. En todas las calles hay un metomentodo, ya se sabe.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El otro nombre de Laura»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El otro nombre de Laura» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Benjamin Black - The Black-Eyed Blonde
Benjamin Black
Benjamin Black - Even the Dead
Benjamin Black
Benjamin Black - Holy Orders
Benjamin Black
Benjamin Black - Vengeance
Benjamin Black
Benjamin Black - El lémur
Benjamin Black
Benjamin Black - El secreto de Christine
Benjamin Black
Benjamin Black - Christine Falls
Benjamin Black
Benjamin Black - Elegy For April
Benjamin Black
Benjamin Black - The Silver Swan
Benjamin Black
Benjamin Black - The Lemur
Benjamin Black
Cristián Pérez - La vida con otro nombre
Cristián Pérez
Jorge Gutiérrez Reyna - El otro nombre de los árboles
Jorge Gutiérrez Reyna
Отзывы о книге «El otro nombre de Laura»

Обсуждение, отзывы о книге «El otro nombre de Laura» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x