– A lo mejor.
– O querían darle dramatismo a la cosa.
– A lo mejor.
– Y bien sabe Dios que lo consiguieron. Cuando la pistola me estaba apuntando creí que me iba a disparar. De verdad. Luego, cuando disparó al techo, no sabía si iba a cagarme en los pantalones o si iba a quedarme ciego. ¿Qué pasa?
– Oh, por el amor de Dios -dije.
– ¿Qué?
– Te apuntó con la pistola y luego disparó dos veces al techo.
– ¿Se supone que eso lo hemos pasado por alto? ¿De qué crees que hemos estado hablando?
Levanté la mano.
– Piensa un minuto -dije-. Había estado pensado que dispararía a las luces, por eso se me pasó.
– ¿Se te pasó el qué? Matt, no…
– ¿Dónde has estado últimamente y alguien apuntó a otro con una pistola, pero no lo disparó? ¿Y luego pegó dos disparos al techo?
– ¡Por Dios!
– ¿Y?
– La madre que me parió. Frank y Jesse.
– ¿Tú qué crees?
– No sé qué creer. Es una locura. No parecían irlandeses.
– ¿Y cómo sabemos que los del Morrissey's eran irlandeses?
– No lo sabemos. Supongo que lo di por hecho. Esos pañuelos cubriéndoles la cara y encima se llevaron el dinero para la ayuda al norte y todo hacía pensar que estaba relacionado con algún asunto político. ¿Sabes? Tenían esa misma forma de moverse, muy ligeros. Eran muy precisos en sus movimientos, no daban un paso en falso y en aquel robo parecían que estuvieran haciendo una coreografía.
– Tal vez son bailarines.
– Sí -dijo él-. El bal é de los forajidos del 75. Aún intento asimilar todo esto. Dos payasos camuflados con pañuelos rojos atracan a los hermanos Morrissey por cincuenta de los grandes y luego nos sacan a Kasabian y a mí… ¡ hey! Es la misma cantidad. Parece que se repite el mismo patrón.
– No sabemos cuánto perdieron los Morrissey.
– No, y ellos no sabían cuánto iba a haber en la caja fuerte, pero un patrón es un patrón. ¿Y sus orejas? Hiciste unos dibujos de sus orejas. ¿Son las orejas de Frank y Jesse? -Empezó a reírse-. No puedo creer lo que estoy diciendo. «¿Son las orejas de Frank y Jesse?» Suena como una frase traducida de otra lengua. Bueno, ¿lo son?
– Skip, yo no me fijé en sus orejas.
– Creía que vosotros los detectives nunca dejabais de trabajar.
– Estaba ocupado pensando cómo salir de la línea de fuego. Si es que estaba pensando en algo. Tenían la piel clara. Me refiero a Frank y a Jesse. Y los de anoche tenían la piel clara.
– ¿Viste sus ojos?
– No vi el color.
– Yo estaba lo suficientemente cerca como para ver los ojos del que hizo el intercambio conmigo. Pero si los vi, no estaba prestando atención. Aunque total, da igual. ¿Alguno de ellos dijo algo en el Morrissey's?
– Creo que no.
Él cerró los ojos.
– Estoy intentando recordar. Creo que todo fue una pantomima. Dos disparos y luego silencio hasta que salieron por la puerta y bajaron las escaleras.
– Así es como lo recuerdo.
El se levantó, y caminó de un lado a otro.
– Es una locura -dijo-. Hey, a lo mejor deberíamos dejar de buscar a la víbora entre mis conocidos. No es un trabajo que se ha hecho desde dentro. Estamos tratando con una temeraria banda de dos, especializada en sacarle el dinero a los bares de Hell's Kitchen. ¿No creerás que esa banda irlandesa… cómo los llaman…?
– Los Westies. No. Lo habríamos oído. O Morrissey lo habría oído. Si alguno de ellos hubiera tenido algo que ver, la recompensa de los Morrissey lo habría aclarado todo en un día. -Cogí mi vaso y me bebí todo lo que quedaba. Vaya, ahora sí que me sabía bien. Los teníamos. Sabía que los teníamos. No sabía sobre ellos más de lo que había sabido hacía media hora, pero lo que sí que sabía era que iba a cazarlos.
»Por eso llevaban disfraces -dije-. Tal vez los habrían llevado de todos modos, pero en cualquier caso los llevaron porque no querían que los viéramos. Cometieron un error. Vamos a cogerlos.
– Joder, Matt, mírate. Estás un poco atacado. ¿Cómo coño vas a cogerlos? Todavía no sabes quiénes son.
– Sé que son Frank y Jesse.
– ¿Y? Morrissey lleva mucho tiempo intentando encontrar a Frank y a Jesse. De hecho, quiso contratarte para que los buscaras. ¿Por qué ahora sí puedes hacerlo?
Me serví otro trago de Wild Turkey y dije:
– Cuando colocas un micrófono oculto en un coche y quieres recibir la señal, necesitas dos coches más. Con uno no haces nada, pero con dos puedes triangular la señal y localizarla.
– Me estoy perdiendo algo.
– No es exactamente lo mismo, pero se le parece. Los tenemos en Morrissey's y los tenemos en el sótano de esa iglesia en Bensonhurst. Esos son dos puntos de referencia. Ahora podemos ubicarlos, podemos triangular su señal. Dos disparos en el techo: es su jodida marca. Poniéndole a sus trabajos esa clase de marca, se podría pensar que quieren que los cojan.
– Sí, lo siento por ellos -dijo-. Apuesto a que se están cagando en los pantalones. Hasta el momento, este mes solamente han conseguido cien de los grandes. Lo que no saben es que Matt «Bulldog» Scudder está tras su pista y esos pobres cabrones no podrán gastarse ni diez centavos de lo que se han sacado.
El teléfono me despertó. Me senté y parpadeé ante el reflejo del sol. Seguía sonando.
Lo cogí. Tommy Tillary dijo:
– Matt, ese poli ha estado aquí. Ha venido, ¿te lo puedes creer?
– ¿Adónde?
– A la oficina. Estoy en mi oficina. Lo conoces. Al menos él dice que te conoce. Un detective, un hombre muy desagradable.
– No sé de quién estás hablando, Tommy.
– He olvidado su nombre. Dijo…
– ¿Qué dijo?
– Dijo que los dos estuvisteis en mi casa.
– Jack Diebold.
– Eso es. Entonces, ¿tenía razón? ¿Estuvisteis juntos en mi casa?
Me froté las sienes y miré mi reloj. Pasaban unos minutos de las diez. Intenté imaginar a qué hora me habría ido a dormir.
– No fuimos juntos -dije-. Yo estaba allí, echando un vistazo y él apareció. Lo conozco de hace años.
Era inútil. No podía recordar nada después de que le hubiera asegurado a Skip que Frank y Jesse tenían los días contados. A lo mejor me fui a casa justo después de aquello o, a lo mejor me quedé sentado y bebiendo con él hasta el amanecer. No podía recordarlo.
– ¿Matt? Ha estado molestando a Carolyn.
– ¿Molestándola?
Mi puerta tenía el pestillo echado. Era una buena señal. Si me había acordado de echar el cerrojo, entonces no habría llegado en tal mal estado. Por otro lado, mis pantalones estaban tirados sobre la silla. Habría sido mejor si hubieran estado colgados en el armario. Pero, de nuevo, no estaban arrugados sobre el suelo y tampoco los llevaba puestos. El gran detective, analizando las pistas, intentando descubrir lo borracho que había estado la noche anterior.
– Molestándola. La ha llamado un par de veces y ha ido a su casa una vez. Matt, todo esto está inquietando a Carolyn y además también me pone en una situación muy incómoda en la oficina.
– Puedo imaginármelo.
– Matt, entiendo que lo conoces de hace tiempo. ¿Crees que podrías hacer que me dejara en paz?
– Jesús, Tommy, no sé cómo. Un poli no da de lado la investigación de un homicidio por hacerle un favor a un viejo amigo.
– Oh, Matt, no estaba sugiriendo nada que estuviera fuera de la ley, Matt. No me malinterpretes. Pero la investigación de un homicidio es una cosa y el acoso es otra, ¿no crees? -No me dio oportunidad de responder-. La cuestión es que al tipo le ha dado conmigo. Se le ha metido en la cabeza que soy un delincuente y si tú pudieras, ya sabes, hablar con él. Dile que soy buena gente.
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