Sara Paretsky - Fuego

Здесь есть возможность читать онлайн «Sara Paretsky - Fuego» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Fuego: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Fuego»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Victoria Warshawski es una investigadora privada que procede de los barrios del sur de Chicago, donde la inmigración, las drogas, los embarazos adolescentes y el absentismo escolar son una constante. Aquejada de cáncer, la entrenadora de baloncesto del instituto donde ella estudió le pide que asuma el control del equipo femenino, y Warshawski no puede negarse.
El equipo está compuesto por adolescentes de minorías raciales, algunas de ellas con hijos, y todas procedentes de familias humildes. La mayoría de los padres de las chicas trabaja en By-Smart, una cadena de hipermercados que explota y discrimina a sus empleados.

Fuego — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Fuego», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Ahora nos cruzábamos con más coches, gente que se dirigía al trabajo en la deprimente claridad del alba. Agarré la linterna con la mano derecha para que los coches que venían hacia nosotros nos vieran. Con el señor Contreras siguiéndonos de cerca, anduvimos con sigilo por la calle Cien. Mitch miraba el suelo y de vez en cuando se volvía inquieto hacia mí. En el cruce de Torrence, a cosa de un kilómetro, se quedó confundido un rato, corriendo como un loco calle arriba y abajo antes de decidir enfilar hacia el sur.

Giramos otra vez hacia el oeste en la calle Ciento tres y pasamos por delante del gigantesco almacén de By-Smart. El ininterrumpido tráfico de camiones iba y venía y un nutrido grupo de personas subían por la rampa de acceso desde la parada del autobús. El turno de mañana debía de estar a punto de comenzar. El cielo se había ido aclarando durante nuestra marcha: ya era casi de día.

Yo avanzaba como una estatua de plomo, un pie entumecido y pesado delante del otro. Estábamos cerca de la autovía y el tráfico era denso, pero todo se me antojaba remoto, los coches y los camiones, los carrizos muertos a ambos lados de la calle, incluso el perro. Mitch era un fantasma, un espectro negro al que seguía atontada. Los coches tocaban la bocina al señor Contreras, que circulaba a paso de tortuga detrás de nosotros, pero ni siquiera eso me sacaba de mi estupor.

De repente, Mitch soltó un solo ladrido y saltó de la calle a la ciénaga. Me di tal susto que perdí el equilibrio y caí pesadamente. Me quedé tumbada y aturdida sobre el frío barro, no quería hacer el esfuerzo de levantarme de nuevo, pero Mitch me mordisqueó hasta que no tuve más remedio que ponerme en pie. No intenté agarrarlo de nuevo por la correa.

El señor Contreras me llamaba desde la calle; quería saber qué estaba haciendo Mitch.

– No lo sé -le dije con voz ronca.

El señor Contreras gritó algo más pero no lo comprendí y me encogí de hombros. Mitch me tiraba de la manga; me volví para ver qué quería. Me ladró y se puso a cruzar el marjal, alejándose de la calle.

– Intente seguirnos por arriba -grité con voz ronca haciendo señas.

Al cabo de un par de minutos ya no veía al señor Contreras. Los carrizos muertos con sus barbas grises se cerraban sobre mi cabeza. La ciudad era tan remota como si sólo fuese un sueño; lo único que veía era el barro, las ratas de descampado que huían despavoridas al oírnos, los pájaros que emprendían el vuelo desgañitándose. El cielo plomizo hacía imposible orientarse: no sabía en qué dirección avanzábamos. Quizás estuviésemos describiendo círculos, quizá moriríamos allí, pero estaba tan cansada que la idea no me despertó ninguna sensación de urgencia.

El perro también estaba agotado y sólo por eso podía seguirle el ritmo. Permanecía unos diez pasos por delante de mí, con el hocico pegado al suelo, levantándolo sólo para asegurarse de que aún iba tras él antes de seguir husmeando. Seguía las rodadas que un camión había dejado en el fango, huellas nuevas tan recientes que las plantas aún estaban chafadas a ambos lados.

Yo no llevaba guantes y tenía las manos hinchadas a causa del frío. Las observé mientras avanzaba a trompicones. Eran grandes salchichas moradas. Habría sido maravilloso comerse una salchicha frita en ese momento pero no iba a comerme los dedos, era una estupidez. Las metí en los bolsillos del chaquetón. La mano izquierda golpeó el termo de metal. Pensé, soñadora, en el bourbon que contenía. Era de otra persona, era de Morrell, pero no le importaría que tomara un poco, lo justo para entrar en calor. Había un motivo por el que no debía beberlo, pero no se me ocurría cuál era. ¿Estaba envenenado el bourbon? Un demonio lo había hurtado de la cocina de Morrell. Un demonio fornido muy gracioso que movía sin cesar sus pobladas cejas y que se había llevado el termo al coche de Billy para luego observarme cuando lo encontré. Un quejido bajo mi nariz me dio un sobresalto. Me había quedado dormida de pie pero el cálido aliento de Mitch y su inquieto lloriqueo me devolvieron al presente, al marjal, al lóbrego cielo de otoño, a la búsqueda sin sentido.

Me golpeé el pecho con los dedos salchicha apretados dentro de las mangas del abrigo. Sí, el dolor era un buen acicate. Los dedos me palpitaban y eso era bueno: me mantenían despierta. Dudaba de que pudiera volver a disparar una pistola pero ¿contra quién iba a disparar en medio de la ciénaga?

El carrizal se volvió menos espeso y las latas oxidadas comenzaron a reemplazar a las ratas. Una de ellas cruzó el camino delante de mí. Miré a Mitch como desafiándole a pelear pero el perro no le hizo caso. Ahora gañía constantemente, preocupado, y apretó el paso, instándome a continuar dándome golpes con su pesada cabeza cuando consideraba que me rezagaba.

Salimos del marjal sin que me diera ni cuenta, pero de pronto nos estábamos abriendo camino a través de un vertedero. Latas, bolsas de plástico, ropa hecha jirones, asientos de coche, cosas que prefería no identificar, todo ello aplastado por el camión cuyas rodadas seguíamos. Tropecé con un neumático pero continué caminando penosamente.

Los desperdicios se terminaban en una valla de alambre de espino pero el camión la había derribado dejando una abertura de más de dos metros de ancho. Mitch olfateaba un retal carmesí prendido a las púas gimiendo y ladrándome. Fui a inspeccionarlo. Era nuevo, nuevo en el lugar, quiero decir, porque el color aún era vivo. Todos los demás trozos de tela se habían vuelto de un gris sucio. Intenté tocarlo pero mis dedos hinchados estaban demasiado cuarteados como para identificar nada.

– Parece de seda -dije a Mitch-. Josie no tiene ropa de seda. Así que, ¿qué es esto, chico?

Buscó un sitio por donde cruzar la valla rota y fui tras él. Cuando la hubimos atravesado, Mitch echó a correr. Como no podía seguirle el ritmo, regresó para mordisquearme las pantorrillas. Deshidratada, hambrienta, helada, corrí con él a través de un camino asfaltado y subimos una empinada colina hasta una meseta cubierta de hierba muerta, mullida y lisa bajo mis pies. Quizá me había vuelto a dormir porque aquello se parecía demasiado a un cuento de hadas en el que atraviesas bosques llenos de demonios y llegas a un castillo encantado; o al menos a los jardines de un castillo encantado.

Tenía flato y unas manchas negras bailaban ante mis ojos, unas manchas que confundía constantemente con Mitch. Sólo sus roncos ladridos me obligaban a ir en la dirección correcta, o al menos en la dirección que él seguía. Tenía la sensación de ir flotando, con el prado a un metro o más de mis pies. Podía volar, era la magia del castillo encantado, un pesado pie lleno de barro se levantaba del suelo, el otro saltaba detrás de él, sólo tenía que mover un poco los brazos, y me catapulté de cabeza colina abajo, dando vueltas y más vueltas hasta quedar tendida casi dentro de un lago.

Apareció un sabueso gigante, el consabido sabueso de la bruja cuyo castillo había invadido. Me agarró por la manga del abrigo e intentó arrastrarme por el suelo pero no pudo moverme. Me mordió el brazo y me incorporé.

Mitch. Sí, mi perro. Conduciéndome hacia una misión imposible. Una misión a ninguna parte. Me mordió de nuevo, tan fuerte que me atravesó el chaquetón. Chillé y me puse de pie otra vez.

– ¡Caray! ¿Eres un sargento de los marines o qué? -le dije con voz ronca.

Me miró torvamente: nunca había visto a nadie menos digno de llamarse recluta en todos los años que había servido en el cuerpo. Fue trotando por la orilla del agua, deteniéndose un momento a beber. Salvamos una curva y a lo lejos divisé una pequeña flota de camiones azules y, delante de mí, montañas de basura marrón. El vertedero municipal. ¿Estábamos en el vertedero municipal? ¿Aquel sabueso me había conducido a través del infierno para llegar al mayor depósito de basura del mundo?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Fuego»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Fuego» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Sara Paretsky - Body Work
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Golpe de Sangre
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Marcas de Fuego
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Indemnity Only
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Deadlock
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Sin previo Aviso
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Medicina amarga
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Sisters on the Case
Sara Paretsky
Sara Paretsky - A Woman’s Eye
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Windy City Blues
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Fire Sale
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Punto Muerto
Sara Paretsky
Отзывы о книге «Fuego»

Обсуждение, отзывы о книге «Fuego» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x