– ¿Hasta dónde has averiguado? -me preguntó.
– No puedo probar casi nada de lo que sé. Tengo algunas suposiciones. Lo único de lo que estoy segura es que tu padre y Masters tienen un negocio entre manos. No sé de qué se trata exactamente, pero encontré una reclamación a Ajax en tu piso. Supongo que Peter la trajo a casa y, por tanto, el negocio tiene que estar relacionado con las reclamaciones de seguros. Sé que tu padre conoce a Earl Smeissen, y sé que alguien estaba buscando algo desesperadamente, que pensó que estaba en tu piso y cuando no lo encontraron, pensaron que me lo había llevado yo al mío. Estaban tan desesperados que saquearon ambos pisos. Supongo que estaban buscando esta reclamación, y que Smeissen, o uno de los suyos, saqueó nuestros pisos.
– ¿Smeissen es un asesino? -preguntó con voz ronca y asustada.
– Digamos que él no mata directamente, pero contrata a otros para que lo hagan.
– Y mi padre lo contrató para que matara a Peter, ¿verdad?
Me clavó los ojos, angustiada, y con el gesto torcido. Esta era la pesadilla que tenía una noche tras otra. No me extrañaba que no pudiera dormir.
– No lo sé. Es una de mis suposiciones. Tu padre te quiere y tú lo sabes. Se está volviendo loco. Nunca habría puesto tu vida en peligro a sabiendas. Y nunca hubiera dejado que mataran a Peter. Yo creo que Peter se enfrentó a Masters y Masters se cagó de miedo y llamó a tu padre.
Hice una pausa.
– No sé cómo decírtelo, pero tengo que hacerlo. Tu padre conoce a gente que mata a cambio de un buen sueldo. Ha llegado a la cima de un sindicato muy escabroso con negocios también escabrosos, y ha acabado conociendo a este tipo de gente.
Asintió cansinamente sin mirarme a la cara.
– Lo sé. Antes no quería saberlo pero ahora ya lo sé. O sea que mi padre le dio el nombre del tal Smeissen. ¿Es eso lo que intentas decirme?
– Sí. Estoy convencida de que Masters no le dijo de quién se trataba. Sólo le dijo que alguien se había interpuesto en el camino y que tenían que eliminarlo. Es la única explicación que veo al comportamiento de tu padre.
– ¿Qué quieres decir? -preguntó sin demasiado interés.
– Tu padre vino a verme el pasado miércoles, me dio un nombre falso y una historia falsa, pero quería que te encontrara. Él ya sabía que Peter estaba muerto y estaba preocupado porque tú habías desaparecido. Lo llamaste y le acusaste de haber matado a Peter, ¿verdad?
Asintió de nuevo.
– No sabía lo que me decía. Estaba desquiciada, rabiosa, asustada y muy dolida. No sólo por Peter, sino por mi padre, por el sindicato y por todo aquello con lo que me había educado pensando que era lo correcto y que valía la pena luchar por ello.
– Sí, me imagino que debe de ser duro para ti.
Como no decía nada, seguí hablando yo.
– Al principio tu padre no sabía lo que había pasado. Sólo al cabo de unos días ató cabos y vio que la muerte de Peter estaba relacionada con Masters. Entonces descubrió que Masters hizo matar a Peter. Y entendió que tú también estabas en peligro, y entonces me despachó. No quería que te encontrara porque no quería que te encontrara nadie.
Alzó la vista.
– Ya veo -dijo con el mismo tono cansino-. Entiendo lo que me cuentas, pero no hace que me sienta mejor. Mi padre es el tipo de persona que paga para que maten a alguien, y pagó para que mataran a Peter.
Nos quedamos un rato mirando el río sin cruzar palabra.
– Crecí a la sombra del sindicato -dijo finalmente-. Mi madre murió cuando yo tenía tres años. Como no tenía hermanos ni hermanas, mi padre y yo estábamos muy unidos. Para mí era un héroe; sabía que se metía en algunos líos, pero era un héroe. Siempre me decía que tenía que luchar contra los patronos, y que si pudiera eliminarlos, América sería un sitio mejor para todos los trabajadores y trabajadoras del mundo.
Esbozó otra sonrisa amarga.
– Parece un cuento de niños, ¿no? Claro, era mi cuento, de niña. A medida que mi padre escalaba posiciones en el sindicato, teníamos más dinero. Ir a la Universidad de Chicago siempre fue un sueño para mí. ¿Siete mil dólares al año? Ningún problema. Me pagó el capricho. ¿El coche? El que tú quieras. En el fondo sabía que un héroe de la clase obrera no podía tener tanto dinero, pero prefería no pensar en ello. Tiene derecho, pensaba. Y cuando conocí a Peter, me reafirmé. Los Thayers tenían mucho más dinero del que mi padre jamás soñó, y nunca trabajaron para conseguirlo.
Hizo una pausa.
– Tenía la conciencia tranquila. Y los tipos como Smeissen… algunos venían a casa de vez en cuando, pero yo no me creía nada. Lees algo sobre un mafioso en el periódico y sabes que ha estado en tu casa tomando algo con tu padre, y dices: «¡Anda ya!».
Negó con la cabeza.
– Peter volvió de la oficina. Aceptó trabajar con Masters para hacer un favor a su padre. Estaba cansado del tema del dinero, incluso antes de que nos enamoráramos, aunque sé que su padre me culpaba de su comportamiento. Quería hacer algo bonito en la vida, pero no sabía qué. Para ser amable con su padre, aceptó trabajar en Ajax. No creo que mi padre lo supiera. Yo no se lo dije. No le contaba casi nada de Peter porque no le gustaba que saliera con el hijo de un banquero tan importante. Además, es muy puritano. No soportaba que viviera con Peter de aquella forma. Así que, como ya te he dicho, no le hablaba casi nunca de Peter.
– La cuestión es que Peter sabía quiénes eran los peces gordos del sindicato. Cuando estás enamorado lo sabes todo del otro. Yo también sabía quién era el presidente del banco Dearborn y normalmente este tipo de cosas no las sé.
Se estaba soltando y ya no le costaba tanto contar la historia con naturalidad. Me limité a formar parte del paisaje al que Anita estaba hablando. No dije nada.
– El trabajo que hacía Peter era bastante aburrido. Revisaba papeleo para Masters en el Departamento de Presupuestos. A Peter le gustaba su jefe, y le daban trabajos muy mecánicos, como por ejemplo mirar que coincidieran las indemnizaciones que la compañía estaba pagando con las cantidades que ponía en los archivos. ¿Estaba Joe Blow recibiendo quince mil dólares cuando su archivo decía que sólo tenía que recibir doce mil? Y cosas por el estilo. Tenían un programa informático que lo revisaba, pero como no acababa de funcionar, le pidieron a Peter que hiciera una revisión manual.
Intentó reírse pero le salió un gran sollozo.
– Si Ajax hubiera tenido un buen programa informático, Peter estaría vivo. Cuando pienso en esto, me cargaría a todos los programadores. Pero en fin, empezó revisando las reclamaciones más importantes, porque Ajax tiene muchos seguros contratados; sólo de accidentes laborales, recibe trescientas mil reclamaciones todos los años, pero Peter sólo iba a revisar unas cuantas al azar. Empezó por las más importantes: las indemnizaciones por invalidez total. Al principio era divertido ver qué cosas le pasaban a la gente. Hasta que un día encontró una reclamación de Cari O'Malley. Invalidez total: había perdido el brazo derecho en un accidente espeluznante con una cinta transportadora. Este tipo de cosas pasan, es verdad; te enganchas con una cinta y la máquina te arranca el brazo. Es horroroso pero sucede.
Asentí con la cabeza.
Entonces alzó la vista y empezó a hablarme a mí, y no simplemente enfrente de mí.
– El problema es que esto no era cierto, ¿sabes? Cari es uno de los vicepresidentes del sindicato, la mano derecha de mi padre; lo conozco de toda la vida. Le llamo tío Cari. Peter lo sabía y trajo la reclamación a casa para comprobar si la dirección del papel coincidía con la de Cari, y sí, era la dirección de Cari. Cari está tan entero como tú o como yo; nunca ha tenido un accidente y hace veintitrés años que no trabaja en la cadena de montaje.
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