• Пожаловаться

Toni Hill: El verano de los juguetes muertos

Здесь есть возможность читать онлайн «Toni Hill: El verano de los juguetes muertos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Детектив / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Toni Hill El verano de los juguetes muertos

El verano de los juguetes muertos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El verano de los juguetes muertos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El inspector Héctor Salgado lleva semanas apartado del servicio cuando le asignan de manera extraoficial un caso delicado. El aparente suicidio de un joven va complicándose a medida que Salgado se adentra en un mundo de privilegios y abusos de poder. Héctor no solamente deberá enfrentarse a ello, sino también a su pasado más turbio que, en el peor momento y de modo inesperado, vuelve para ajustar cuentas. Los sueños, el trabajo, la familia, la justicio o los ideales tienen un precio muy alto… pero siempre hay gente dispuesta a pagarlo.

Toni Hill: другие книги автора


Кто написал El verano de los juguetes muertos? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

El verano de los juguetes muertos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El verano de los juguetes muertos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Cómo es? Me refiero al inspector Salgado.

– ¿No lo conoces? Ah, claro, llegaste justo cuando empezó sus vacaciones.

Ella asintió.

– No sé qué decirte -prosiguió él-. Un tipo normal, o eso parecía. -Sonrió-. Con los argentinos nunca se sabe.

Leire hizo cuanto pudo por disimular su decepción. Odiaba las generalidades, y ese individuo de sonrisa amable acababa de perder automáticamente varios puntos. El debió de notarlo porque se esforzó por ampliar su explicación.

– Un par de días antes de que pasara todo te habría dicho que era un hombre tranquilo. Nunca una palabra más alta que otra. Eficaz. Terco pero paciente. Un buen poli, vamos… Estilo concienzudo, a lo sabueso. Pero de repente, chas, se le nubla la mente y se pone hecho una fiera. Nos dejó a todos boquiabiertos, si te soy sincero. Bastante mala prensa tenemos ya para que un inspector pierda los papeles de ese modo.

En eso igual tenía razón, se dijo Leire. Aprovechó la pausa de su compañero para insistir:

– ¿Qué pasó? Leí algo en la prensa, pero…

– Pasó que se le fue la olla. Ni más ni menos. -A ese respecto el joven parecía tener una opinión firme y sin vacilaciones-. Nadie lo dice en voz alta porque es el inspector y todo eso, y el comisario lo aprecia mucho, pero es la verdad. Dejó al tío ese medio muerto de una paliza. Dicen que presentó su dimisión, pero que el comisario se la rompió en dos. Eso sí, lo mandó un mes de vacaciones, hasta que se calmaran las aguas. Y conste que la prensa no se ha cebado en el tema. Podría haber sido mucho peor.

Leire dio otro sorbo al café. Le sabía raro. Se moría por un cigarrillo, pero había decidido no fumar el primero hasta después de comer, para lo cual faltaban al menos cuatro horas. Respiró hondo, a ver si llenando de aire los pulmones se le iban las ansias de nicotina. El truco funcionó a medias. Su compañero tiró el vaso de plástico al cubo de reciclaje.

– Negaré todo lo que te he dicho si hace falta -dijo él, sonriéndole-. Ya sabes: todos para uno y uno para todos, como los mosqueteros. Pero hay cosas que no están bien. Ahora debo irme: el deber me llama.

– Claro -asintió ella, distraída-. Hasta luego.

Se quedó unos instantes más en el office, recordando lo que había leído sobre el tema del inspector Salgado. En marzo, apenas cuatro meses atrás, Héctor Salgado había coordinado una operación contra el tráfico de mujeres. Su equipo llevaba al menos un año detrás de una mafia que se dedicaba a traer jovencitas africanas, principalmente nigerianas, con las que llenar varios prostíbulos del Vallès y el Garraf. Cuanto más jóvenes mejor, claro. Las del Este y las de Sudamérica habían pasado ya de moda: demasiado listas y demasiado exigentes. Los clientes pedían jovencitas negras y asustadas con las que satisfacer sus más bajos instintos, y los traficantes se veían más capaces de controlar a esas crías analfabetas, desorientadas, sacadas de una pobreza extrema con la vaga promesa de un futuro que no podía ser peor que su presente actual. Pero lo era. A veces Leire se preguntaba cómo podían estar tan ciegas. ¿Acaso habían visto regresar a alguna de sus predecesoras convertida en una mujer rica, capaz de sacar a su familia de la miseria? No; era una huida hacia delante, una vía desesperada a la que muchas se veían empujadas por sus propios padres y maridos y ante la que no se les daba opción. Un viaje, seguramente teñido de una mezcla de ilusión y desconfianza, que terminaba en un cuarto nauseabundo donde las muchachas comprendían que la ilusión era algo que ellas no se podían permitir. Ya no se trataba de aspirar a una vida mejor, sino de sobrevivir. Y los cerdos que las manejaban, una red de criminales y antiguas prostitutas que habían ascendido en el escalafón, utilizaban todos los medios a su alcance para que comprendieran por qué estaban allí y cuáles eran sus nuevas y repugnantes obligaciones.

Notó una vibración en el bolsillo del pantalón y sacó su móvil personal. Una luz roja parpadeaba anunciando un mensaje. Al ver el nombre del remitente una sonrisa le cruzó la cara. Javier. Un metro ochenta, ojos oscuros, la cantidad de vello justa en el torso bronceado y un puma tatuado en diagonal justo debajo de los abdominales. Y para colmo, simpático, se dijo Leire mientras abría aquel sobrecito blanco. «Hey, acabo de despertarme y ya te has ido. Por ke desapareces siempre sin decir nada? Nos vemos esta noche otra vez y mañana me haces el desayuno? Te hecho de menos. Un beso.»

Leire permaneció unos instantes mirando el móvil. Vaya con Javier. El chico era un encanto, sin duda, aunque no fuera precisamente un lince en ortografía. Ni muy madrugador, pensó al mirar el reloj. Además, algo en aquel mensaje había disparado en ella una alarma que conocía bien y que había aprendido a respetar, un flash centelleante que saltaba ante los miembros del sexo masculino que, tras un par de noches de buen sexo, empezaban a pedir explicaciones y a insinuar que les apetecían cosas como que les llevaran el Cola-Cao a la cama. Por suerte no eran muchos. La mayoría aceptaban su juego sin problemas, el sano intercambio sexual sin más complicaciones ni preguntas que ella planteaba abiertamente. Pero siempre había alguno, como Javier, que no lo comprendía del todo. Era una lástima, se dijo Leire mientras tecleaba a toda prisa un mensaje de respuesta, que precisamente él perteneciera a ese reducido grupo de hombres: «Esta noche no puedo. Ya te llamaré. Por cierto, el verbo echar lo primero que echa es la hache, recuérdalo. Hasta pronto!». Releyó el mensaje y, en un arranque de compasión, borró la segunda parte antes de enviarlo. Era una crueldad innecesaria, se reprendió. El sobrecito cerrado voló por el espacio y ella deseó que Javier supiera leer entre líneas, pero por si acaso puso el móvil en modo silencio antes de apurar el café. El último trago, medio frío ya, le revolvió el estómago. Unas gotas de sudor le empararon la frente. Respiró hondo, por segunda vez, mientras pensaba que ya no podía retrasarlo más. Esas náuseas matutinas debían de tener una explicación. «Hoy mismo pasas por la farmacia», se ordenó con firmeza, aunque en el fondo sabía perfectamente que no hacía falta. Que la respuesta a sus preguntas estaba en el fin de semana glorioso de un mes atrás.

Fue recuperándose despacio; unos minutos después se sintió con fuerzas para volver a su mesa. Se sentaba frente a su ordenador, dispuesta a concentrarse en el trabajo, justo cuando se cerraba la puerta del despacho del comisario Savall.

El tercer hombre que había en el despacho quizá pensara ganarse la vida como abogado, pero si había que juzgarle por su fluidez y capacidad de expresión, el futuro que le esperaba era más bien sombrío. A su favor había que decir que no se hallaba en una posición muy cómoda, y que ni el comisario ni Héctor Salgado se lo estaban poniendo demasiado fácil.

Por cuarta vez en diez minutos, Damián Fernández se enjugó el sudor con el mismo pañuelo de papel arrugado antes de contestar a una pregunta.

– Ya se lo he dicho. Anteayer por la noche, sobre las nueve, vi al doctor Ornar.

– ¿Y le comunicó la propuesta que yo le había hecho?

Héctor no sabía de qué propuesta hablaba Savall, pero podía imaginársela. Lanzó una mirada de aprecio hacia su jefe aunque en el fondo de sus ojos seguía brillando la rabia. Cualquier trato de favor con aquel cabrón, incluso a cambio de salvarle el cuello, le perforaba el estómago.

Fernández asintió. Se aflojó el nudo de la corbata como si le ahogara.

– Al pie de la letra. -Carraspeó-. Le dije… le dije que no tenía por qué aceptarla. Que tenían muy poco en su contra de todos modos. -Debió de notar la ira que afloraba en el rostro del comisario, porque se justificó enseguida-: Es la verdad. Muerta esa chica ya nada le relaciona con el tema del tráfico de mujeres… Ni siquiera podrían acusarle de mala praxis porque tampoco es médico. Si lo encerraran por eso tendrían que encerrar a todos los echadores de cartas, curanderas y santones de Barcelona… No les iban a caber en la cárcel. Sin embargo -se apresuró a decir-, le recalqué que la policía puede ser muy insistente, y que como ya estaba recuperado de la agresión -y al pronunciar esa palabra dirigió una mirada rápida y nerviosa hacia el inspector Salgado, que no se inmutó-, quizá lo mejor era olvidarse del asunto…

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El verano de los juguetes muertos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El verano de los juguetes muertos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Отзывы о книге «El verano de los juguetes muertos»

Обсуждение, отзывы о книге «El verano de los juguetes muertos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.