Ruth Rendell - Falsa Identidad

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Un pastor anglicano se pone en contacto con el detective Wexford para investigar un caso resuelto quince años atrás. Arthur Painter, chofer y jardinero de una acaudalada dama, asesinó a su anciana patrona por dinero. Aunque el sacerdote actúa por motivos personales muy lícitos, el inspector jefe no está dispuesto a dar su brazo a torcer y ratifica que condenó al auténtico responsable del homicidio. Pero a medida que el tenaz religioso comunique al policía nuevas pesquisas y hable con distintos testigos, se irá desvelando una oscura trama de intereses económicos que apunta a uno de los miembros de la familia de la víctima como principal beneficiario de su muerte. Al final, Wexford no podrá continuar haciendo oídos sordos a las dudas que se ciernen sobre su primer caso criminal…

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– No se comprobó su coartada.

– No entiendo.

– Señor Archery… -Wexford se puso en pie y apoyó sus enormes manos sobre la mesa, pero no se movió de su sitio-. Estoy dispuesto a discutir este asunto con usted y a responder a cualquier pregunta que quiera hacerme. -Hizo una pausa-. Pero no en presencia de la señorita Kershaw. Si me permite decirlo, creo que ha sido una insensatez traerla aquí.

Ahora, le tocó a Charles ponerse en pie.

– La señorita Kershaw va a ser mi esposa -dijo acalorado-. Cualquier cosa que tenga que decirme a mí, puede decírsela a ella también. No quiero secretos sobre este asunto.

Impasible, Wexford volvió a sentarse. Sacó un fajo de papeles de un cajón de su mesa y empezó a examinarlos. Luego, levantó los ojos y dijo:

– Siento que la entrevista haya sido infructuosa para ustedes. Con un poco de cooperación, creo que podía haberles ahorrado muchas indagaciones inútiles. Pero si me disculpan, soy un hombre muy ocupado, así que buenas tardes.

– No -dijo Tess de repente-. Me iré. Os esperaré en el coche.

– ¡Tess!

– No hay nada que discutir, cariño, me iré. ¿No comprendes? No puede hablar de mi padre delante de mí. ¡Oh, querido, no seas niño!

«Eso es exactamente lo que es», pensó Archery con desdicha. Wexford sabía algo, algo seguramente terrible, pero ¿por qué había estado jugando con ellos al gato y al ratón?, ¿por qué había jugado sucio con Archery desde el principio? La confianza en sí mismo y su poder ¿ocultaban tal vez su pedantería y su temor a que los Archery hiciesen mella en su autoridad y removiesen las tranquilas aguas de su distrito? Y, no obstante, Wexford era un hombre influyente y, sin lugar a dudas, bueno y justo. No mentiría nunca, ni manipularía la verdad para encubrir un error. «No se comprobó su coartada…» ¡Si dejase de contestar con evasivas!

Wexford interrumpió sus pensamientos:

– No tiene por qué salir del edificio, señorita Kershaw -dijo-. Si su… su padre es tan amable de acompañarla arriba… Sigan recto por el pasillo y luego tuerzan a la izquierda, cuando lleguen a las puertas dobles encontrarán una cafetería que no está nada mal, incluso para una dama. Les sugiero que tomen una buena taza de té y un pastel.

– Gracias. -Tess dio media vuelta y se limitó a tocar el hombro de Kershaw. Éste se levantó de inmediato. Una vez fuera, Wexford cerró la puerta tras ellos.

Charles respiró hondo y se acomodó en su silla, intentando parecer indiferente.

– Pues, muy bien, ¿cuál es esa coartada que, por algún motivo misterioso, no fue comprobada? -preguntó.

– El motivo -dijo Wexford- no es ningún misterio. La señora Primero fue asesinada entre las seis y veinticinco y las siete de la tarde del domingo, 24 de septiembre de 1950. -Hizo una pausa para permitir que Charles le interrumpiese con el inevitable «Sí, sí», mascullado con virulenta impaciencia-. Fue asesinada en Kingsmarkham y, a las seis y media, alguien vio a Roger Primero en Sewingbury, a ocho kilómetros de distancia.

– ¡Oh!, ¿así que alguien lo vio? -se burló Charles, mientras cruzaba las piernas-. ¿Qué te parece, papá? ¿A usted no le parece remotamente posible que Roger Primero pudo haber convenido de antemano que alguien le «viera»? Siempre hay algún tipo sin escrúpulos dispuesto a cometer perjurio y decir que te ha visto por veinte libras.

– Algún tipo sin escrúpulos, ¿eh? -Wexford no se molestó en disimular su regocijo.

– Alguien lo vio. De acuerdo. ¿Quién fue?

Wexford suspiró y su sonrisa desapareció.

– Yo lo vi -contestó.

Fue como una bofetada. El amor que Archery sentía por su hijo, un sentimiento adormecido durante los últimos días, le inundó el pecho. Charles permanecía callado y Archery, que se había visto en esta misma situación demasiado a menudo últimamente, intentó reprimir su odio hacia Wexford. El inspector se había tomado un tiempo considerable para ir al grano, pero, desde luego, aquella confesión había sido su venganza.

Apoyaba sus grandes codos sobre la mesa y sus dedos se juntaban en una implacable pirámide de carne y hueso. La encarnación de la ley. Si Wexford decía que había visto a Primero aquella noche, nadie se atrevería a contradecirle, porque aquel hombre era incorruptible. Era como si Dios lo hubiese visto. Horrorizado, Archery se incorporó en su silla y una tos seca y dolorosa lo sacudió.

– ¿Usted? -dijo Charles, por fin.

– Yo -dijo Wexford-, con mis propios ojos.

– ¡Podría habérnoslo dicho antes!

– Lo hubiese hecho -dijo Wexford con calma y, por extraño que pareciese, con sinceridad-, si hubiese tenido la más remota idea de que ustedes sospechaban de Roger Primero. Charlar con él acerca de su abuela es una cosa, pero acusarle de asesinato es otra muy diferente.

En tono cortés y ceremonioso. Charles preguntó:

– ¿Le importaría contarnos los detalles? Wexford correspondió a su cortesía:

– En absoluto. Pensaba hacerlo. Pero antes, sin embargo, más vale que les diga que no fue una apreciación retrospectiva. Yo conocía a Roger Primero. Lo había visto en el juzgado con su jefe en muchas ocasiones. Él solía acompañarle para seguir la evolución de los casos.

Charles asintió con el rostro rígido. Archery creía saber lo que pasaba por su mente. También sabía lo que significaba perder.

– Yo estaba trabajando en Sewingbury -continuó Wexford- y tenía una cita con un hombre que a veces nos pasaba información. Era lo que usted llamaría un tipo sin escrúpulos, pero nunca le sacamos nada que valiese veinte libras. La cita era a las seis, en un bar llamado Black Swan. Así, pues, fui allí, hablé con mi… mi amigo y como a las siete tenía que estar de vuelta en Kingsmarkham, salí del local a las seis y media, y entonces me encontré cara a cara con Primero.

»Me saludó y me dio la sensación de que estaba un poco perdido. Y efectivamente así era. Después, me enteré de que Primero esperaba encontrarse con unos amigos suyos, pero se había equivocado de bar. Le estaban esperando en el Black Bull. «¿Está usted de servicio? -me preguntó-. ¿O puedo invitarle a una copichuela?»

Archery estuvo a punto de sonreír. Wexford imitaba bastante bien la absurda jerga que Roger Primero empleaba, a pesar de sus dieciséis años de opulencia.

– «Gracias, de todos modos -dije-, pero tengo mucha prisa.» «Entonces, buenas noches», me dijo y se acercó él solo a la barra. Solamente llevaba diez minutos en Kingsmarkham, cuando me llamaron para que acudiera a Victor’s Piece.

Charles se levantó lentamente y le tendió la mano con gesto mecánico.

– Muchísimas gracias, inspector. Creo que ya no hay nada más que decir, ¿no es así? -Wexford se inclinó por encima de la mesa y le estrechó la mano. Un imperceptible resquicio de compasión suavizó sus rasgos y luego desapareció. Charles añadió-: Lamento mi anterior descortesía.

– No tiene importancia -dijo Wexford-. Esto es una comisaría, no un festival de la parroquia. -Vaciló y añadió-: Lo siento. -Archery comprendió que no se refería a los malos modales de su hijo.

Tess y Charles empezaron a discutir antes incluso de subir al coche. Archery les escuchó indiferente, seguro de que todo aquello ya lo habían hablado antes. Llevaba en silencio más de media hora y seguía sin encontrar nada que decir.

– Tenemos que ser realistas -decía Charles-. Si a mí no me importa y a mis padres no les importa, ¿por qué no podemos casarnos y olvidarnos de tu padre?

– ¿Quién dice que no les importa? Eso no es ser realista, yo sí que lo soy. En cierta forma, he sido muy afortunada… -Tess obsequió a Kershaw con una melosa sonrisa-. He tenido más suerte de la que nadie hubiera augurado, pero esto tendré que dejarlo correr.

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