Ruth Rendell - Simisola
Здесь есть возможность читать онлайн «Ruth Rendell - Simisola» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Simisola
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Simisola: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Simisola»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Simisola — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Simisola», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Ella le llevó a una amplia sala de estar con moqueta de terciopelo verde, sofás y sillones suficientes para acomodar a una veintena de personas, y un hogar de piedra de Cotswold con campana de cobre. Era evidente que conocía el motivo de la visita y que tenía las respuestas preparadas. Se mostraba confiada pero seria, sus movimientos controlados, la expresión fija y decidida.
– Estoy seguro de que su marido le ha dicho que fue interrogado en relación con la muerte de Annette Bystock -manifestó Wexford.
La señora Snow asintió. Apoyó un codo en el brazo de su silla y descansó la mejilla contra la mano. Era una pose de exasperación controlada.
– Nos dijo que el miércoles, siete de julio, llegó aquí sobre las seis y que pasó el resto de la velada en compañía de usted y su hijo. ¿Es correcto?
La mujer demoró tanto la respuesta que el inspector estuvo a punto de repetir sus palabras. Por fin contestó con una voz fría y tensa:
– ¿De dónde sacó esa idea? ¿Se lo dijo él?
– ¿Qué quiere decir, señora Snow? ¿Que no estuvo aquí?
Ella soltó un suspiro tan fuerte y premeditado como la inspiración y la expiración recomendadas para los gimnastas, una inspiración profunda, una expiración total.
– Mi hijo no estaba aquí. Él, mi hijo, Joel, estaba en el cuarto de juegos. Siempre está allí cuando vuelve de la escuela, tiene que hacer muchos deberes, tiene catorce años. A menudo no le vemos entre la hora de la cena y la de acostarse, y algunas veces ni entonces.
¿Por qué le contaba esto? Nadie acusaba al chico del crimen.
– ¿Así que su marido y usted estuvieron solos? ¿Aquí?
– Ya le pregunté de dónde sacó esa idea. Mi marido no estaba aquí. -Su expresión se había vuelto irreal, soñadora, parecía mirar a la distancia como quien contempla una hermosa puesta de sol, con los labios apenas abiertos. De pronto, se volvió hacia Wexford-. A menudo no está aquí los miércoles. Esos días trabaja hasta tarde, ¿no lo sabía?
Wexford no se esperaba esto. Si no había estado en casa con su esposa ¿por qué lo había mencionado Snow? Si lo único que deseaba era ocultarle su relación con Annette, ¿por qué había ofrecido a su esposa como coartada? Sin duda porque no tenía elección…, nada le apetecía menos que informar a Carolyn Snow de los amoríos del marido pero al parecer no podría librarse. Snow se había acobardado, se había echado atrás, había eludido la confesión ¿O no?
– ¿Señora Snow, está al corriente de la relación de su marido con Annette Bystock?
Nadie empalidece debajo del bronceado, pero se le contrajo la piel envejeciéndola. Sin embargo, no había sido una revelación.
– Oh, sí. Me lo dijo. -La mujer desvió la mirada-. Comprenda que no me enteré hasta ayer, no, anteayer. Estaba a oscuras, me habían tenido a oscuras. -Una risa helada resumió sus sentimientos sobre hombres como Snow, sus valores, su cobardía-. Tuvo que decírmelo.
– ¿Y quizá le pidió que me dijera que había estado con él el miércoles pasado?
– No me pidió nada. No estaban las cosas como para pedirme favores.
No había nada más que decir por el momento. Todo era muy diferente a lo que había imaginado. Hasta el momento nunca había pensado seriamente en Snow como un sospechoso, como un presunto asesino. Después de todo, Snow no había estado en el apartamento de Ladyhall Avenue. Pero por la misma regla de tres nadie había estado en el apartamento excepto Annette e Ingrid Pamber. No había ninguna prueba de la visita de Edwina Harris o, lo que era más importante, del ladrón que había entrado en algún momento para llevarse el televisor, el vídeo y el radiocasete. Si el ladrón había usado guantes, también podía haberlo hecho Bruce Snow.
Él había hablado con Annette el martes por la tarde, pero quizá mentía al manifestar que ella le había dicho que estaba enferma y que no podía ir a la cita de la noche siguiente. Ella le amaba, nunca se había negado, le anteponía a todo lo demás. Una cosa era no ir al trabajo, pedirle a Ingrid que le hiciera la compra, y otra muy distinta cancelar el deseado encuentro con Snow sólo por la posibilidad de que al día siguiente siguiera enferma.
Pero siempre se habían encontrado en la oficina de Snow. ¿Siempre excepto por esta única vez? Quizás ella le había dicho: «No me siento bien, pero tú podrías venir aquí». ¿Aunque sólo sea ésta vez, no podrías venir aquí?». Y él había aceptado, acudió a la cita, se quedó durante horas, y después riñeron y la había matado…
Bob Mole no pensaba decirle a Vine cuál era la procedencia de la radio. Al principio lo único que dijo era que formaba parte de un lote de mercaderías salvadas de un incendio. La ausencia de quemaduras no significaba nada. Las alfombras, por ejemplo -¿las había mirado Vine?- no estaban chamuscadas. Las tres sillas de comedor no estaban chamuscadas. Había muchos objetos chamuscados y a nadie se le ocurría ponerlos a la venta en un puesto. ¿Qué se pensaba, qué el público era idiota?
Vine insistió en saber de dónde provenía aquella mancha. Bob Mole no lo sabía. Y ya puestos, ¿por qué tenía que dar explicaciones y qué pretendía averiguar Vine? Las cosas cambiaron cuando Vine se lo dijo. La clave fue la palabra «asesinato», y sobre todo el asesinato de Annette Bystock. El asesinato cometido en Kingsmarkham era noticia en los periódicos e incluso en la tele.
– ¿Era de ella?
– Se parece mucho.
Bob Mole, cuyo rostro mostraba un color ceniciento, frunció los labios.
– No es sangre, ¿verdad?
– No, no es sangre. -Vine quería reírse pero se contuvo-. Es pintura de uñas. Ella la derramó. Ahora dígame dónde lo consiguió.
– Ya se lo dije, señor Vine. Lo sacaron de aquel incendio.
– Sí, le escuché. Pero ¿quién lo rescató del incendio y se lo puso en sus manos codiciosas?
– Mi proveedor -contestó Bob Mole como si fuera un respetable comerciante hablando de mayoristas de fama nacional-. ¿Está seguro de que era de ella, de la Annette que está muerta? -Formuló la pregunta en voz baja mientras miraba de un lado al otro.
– También había un televisor y un vídeo -dijo Vine.
– Nunca llegaron a mis manos, señor Vine. Se lo juro. -Mole miró otra vez a los lados antes de acercarse a Vine y susurrarle-:
Le llaman Zack.
– ¿Tiene otro nombre?
– No lo sé, pero puedo decirle dónde vive.
No le dio una dirección sino la descripción de un lugar. Mole no sabía la dirección.
– Siga hasta el final de Glebe Lane, tome por el pasaje junto a aquel lugar, aquella especie de iglesia que había sido de los metodistas pero que ahora es un almacén, rodee el solar de coches usados y verá dos casas que dan a un taller de pintura. Él vive en la más apartada.
En cuanto Burden se enteró marchó a la caza del proveedor de Mole, en compañía de Vine. Esperaba encontrarse con algo parecido a la zona donde vivía Ingrid Pamber, pero el barrio de ella era de lujo comparado con este recóndito rincón de Kingsmarkham. No había confusión posible a la hora de identificar la casa de Zack porque la otra, la más cercana al pasaje, estaba en ruinas, con la puerta y las ventanas tapiadas. Apenas si tenía aspecto de casa, parecía más un gallinero, una choza marrón con las tejas del techo rotas y llenas de hierbajos.
La de Zack no estaba mucho mejor. Hacía años alguien había dado una primera mano de pintura rosa a la puerta, sin preocuparse de darle la segunda, y algún otro había limpiado los pinceles sucios con otros colores contra la superficie. Quizás alguno de los empleados del taller. El cristal roto de una ventana estaba sujeto con cinta adhesiva. En los restos de una espaldera colgaban las ramas de una planta trepadora muerta tiempo ha.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Simisola»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Simisola» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Simisola» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.