Bernard Werber - Las Hormigas
Здесь есть возможность читать онлайн «Bernard Werber - Las Hormigas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Las Hormigas
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Las Hormigas: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Las Hormigas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Las Hormigas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Las Hormigas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Otras se arrojan osadamente entre la doble fila de las portadoras y perforan con una sola mandíbula el vientre descubierto. Cae un líquido, la reserva vital de la rompegranos se derrama por el suelo.
Otras escalan sobre las mastodontes, les cortan las antenas y saltan en marcha.
Los tanques caen uno tras otro.
Las rompegranos sin portadoras se arrastran como enfermas y mueren sin crear problemas.
¡Una visión terrorífica! Algunos cadáveres de rompegranos siguen moviéndose transportados por sus seis obreras que aún no se han dado cuenta de nada. Las rompegranos privadas de antenas ven cómo sus ruedas van cada uno por su lado…
Esta catástrofe es el fiasco de la tecnología de los tanques. ¡Cuántos grandes inventos han desaparecido así de la historia de las hormigas porque se encontró demasiado de prisa cómo contrarrestarlos!
Las legiones de las rojas y de sus mercenarias que flanqueaban a los tanques se encuentran absolutamente desprotegidas. Las habían colocado allí para recoger los restos y se ven obligadas a cargar a la desesperada. Pero los cuadros de las enanas ya se han cerrado, hasta tal punto ha sido un rotundo éxito la matanza de las rompegranos. En cuanto las belokanianas rozan uno de los bordes del cuadro se ven aspiradas y descuartizadas por miles de glotonas mandíbulas.
Las rojas y sus reitres 1no pueden hacer más que batirse en retirada. Se reagrupan en la cima y observan a las enanas, que suben lentamente al asalto, manteniendo sus compactos cuadros. ¡Es una visión enloquecedora!
Con la esperanza de ganar tiempo, las soldados más corpulentas cargan con guijarros que echan a rodar desde lo alto de la colina. La avalancha no hace que el avance de las enanas sea más lento. Éstas, vigilantes, se apartan al paso de los guijarros y vuelven inmediatamente a sus lugares. Pocas de ellas mueren aplastadas.
1Soldados alemanes del siglo XVI, (N. del T.)
Las legiones belokanianas buscan afanosas algo que las saque del aprieto. ¿Por qué no utilizar sencillamente la artillería? Porque, si bien es cierto que desde el principio de las hostilidades se ha utilizado poco el ácido, que en la refriega mata tanto a amigos como a enemigos, podría dar muy buen resultado contra los densos cuadros de las enanas.
Las artilleras se apresuran a tomar posiciones, plantadas sólidamente sobre sus cuatro patas traseras y el abdomen proyectado hacia delante. Así, pueden volverse a derecha e izquierda y arriba y abajo para encontrar el mejor ángulo de disparo.
Las enanas ven los extremos de miles de abdómenes destacarse sobre la cima, pero no relacionan este hecho con nada por el momento. Han acelerado la marcha, tomando impulso para franquear los últimos centímetros del talud.
¡Al ataque! ¡Cerrad filas!
Y una sola orden restalla en el campo enemigo:
¡Fuego!
Los vientres pulverizan su ardiente ácido sobre los cuadros de las enanas. Los chorros amarillos silban en el aire, y azotan de lleno la primera línea de asaltantes.
Las antenas son lo que primero se funde. Caen goteando sobre los cráneos. Luego, el veneno se extiende sobre las corazas, licuándolas como si sólo fuesen de plástico.
Los cuerpos martirizados se desploman y forman un pequeño obstáculo que hace tropezar a las enanas. Éstas se recuperan, furiosas, y se lanzan con todas sus fuerzas al asalto de la cima.
Arriba, una línea de artilleras rojas ha relevado ya a la precedente.
¡Fuego!
Los cuadros se desordenan, pero las enanas siguen avanzando, pisoteando a sus muertos.
Tercera línea de artilleras. Las escupidoras de cola se les unen.
¡Fuego!
Esta vez, los cuadros de las enanas se deshacen. Grupos enteros se debaten en los grumos de cola. Las enanas intentan contraatacar formando ellas también una línea de artilleras. Estas avanzan hacia la cima marcha atrás y disparan sin poder apuntar. No pueden afianzarse de espaldas a la subida.
¡Fuego! emiten las enanas.
Pero sus cortos abdómenes sólo disparan unas gotitas de ácido. Aunque alcancen sus objetivos, los disparos no hacen más que irritar los caparazones sin perforarlos.
¡Fuego!
Las gotas de ácido de los dos campos se cruzan, a veces se anulan. Ante el pobre resultado obtenido, las shigaepuyanas renuncian a utilizar la artillería. Consideran que ganarán manteniendo la táctica de cuadros compactos de infantería.
¡Cerrad filas!
¡Fuego! responden las rojas, cuya artillería sigue obrando maravillas. Y salta una nueva andanada de ácido y cola.
Pese a la eficacia de los disparos, las enanas llegan a la cima de la colina de las Amapolas. Sus siluetas forman un negro friso sediento de venganza.
Carga. Contracarga. Destrucción.
Ya no hay más trucos técnicos posibles. Las artilleras rojas ya no pueden disparar con su abdomen, y los cuadros de enanas no pueden mantenerse compactos.
Confusión. Golpes.
Todo el mundo se entremezcla, se entrecruza, se retira, corre, se revuelve, huye, se lanza, se dispersa, se reúne, crea pequeños ataques, empuja, arrastra, salta, cae, apoya, escupe, aúlla. Todos buscan la muerte. Se miden unos a otros, esgrimen, luchan. Corren sobre cuerpos aún vivos y sobre aquellos que ya no se mueven. Cada hormiga roja se encuentra asediada al menos por tres hormigas enanas furiosas. Pero como las rojas son tres veces más grandes, las peleas se desarrollan con fuerzas más o menos iguales.
Cuerpo a cuerpo. Gritos olorosos. Feromonas amargas y nieblas.
Millones de mandíbulas agudas aserradas, con dientes cortantes, pinzantes, en una sola hilera, en doble hilera, húmedas de saliva envenenada, de cola y de sangre se abren y se cierran. La tierra tiembla.
Cuerpo a cuerpo.
Las antenas rematadas con sus pequeñas mazas azotan el aire para mantener a distancia al enemigo. Las patas con garras las golpean como si fuesen pequeñas cañas irritantes.
Presa. Contrapresa.
Se atrapa al otro por las mandíbulas, por las antenas, la cabeza, el abdomen, el tórax, las patas, las rodillas, los codos, los cepillos articulares, una brecha en la coraza, una hendidura en la quitina, un ojo.
Y luego los cuerpos se balancean y ruedan por el suelo húmedo. Unas enanas escalan una amapola indolente y se lanzan desde ahí arriba con las garras tendidas sobre una hormiga roja motorizada. Perforan su espalda y luego siguen hasta su corazón.
Cuerpo a cuerpo.
Las mandíbulas arañan las lisas armaduras.
Una roja utiliza hábilmente las antenas como dos jabalinas a las que propulsa simultáneamente. Atraviesa así los cráneos de diez enemigas, sin tomarse siquiera el tiempo de limpiar sus vástagos húmedos de la sangre transparente.
Cuerpo a cuerpo. A muerte.
Pronto hay tal cantidad de antenas y patas segadas en el suelo que uno podría creer que camina sobre una alfombra de agujas de pino.
Los supervivientes de La-chola-kan acuden y se lanzan al tumulto como si no hubiese entre ellos muertos suficientes.
Abrumada por el número de sus minúsculas asaltantes, una hormiga roja se aterroriza, flexiona su abdomen y se riega a sí misma con ácido fórmico, matándose ella y a sus enemigas a la vez. Y caen juntas como cera fundida.
Más allá, otra guerrera desarraiga la cabeza de su enemiga en el mismo momento en que le arrancan la suya.
La soldado 103.683 ha visto desencadenarse sobre ella las primeras líneas enanas. Con unas decenas de colegas de su subclase, consigue formar un triángulo que siembra el terror entre las hordas enanas. Y luego se rompe el triángulo y se queda sola haciendo frente a cinco shigaepianas ya tintas en sangre de sus amadas hermanas.
Muerden todo su cuerpo. Mientras ella les responde lo mejor que puede, los consejos formulados en la sala de combate por la anciana guerrera acuden a ella automáticamente:
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Las Hormigas»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Las Hormigas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Las Hormigas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.