Tengo otra frase más: «No quiero nada para mí que no sea para los otros».
Ha escrito que para transformarse hay que dar y no pedir, que es muy distinto.
Para transformarse hay que dar, pero para transformarse también hay que aprender. Uno se cierra y no admite el amor del otro, el cariño ni la ayuda del otro. El verdadero salto es aprender a recibir, que es tan difícil como aprender a dar. Y también hay que aprender a pedir lo que uno necesita: justicia es darse a sí mismo lo que uno merece. Por eso en los evangelios se dice: «Llamad y se os abrirá». Si yo pido una larga vida es porque tengo derecho a pedirla. Si yo pido que se utilice otra energía diferente a la del petróleo es porque tengo derecho a pedirlo, como que se limpien los ríos o que cesen las guerras o que las fortunas no se acumulen en unos países mientras otros pasan miserias. Tengo derecho a pedir que circulen las fortunas por todo el planeta. Tenemos que aprender a pedir lo que es justo, y a no pedir lo que no es necesario pedir.
¿Y la gente que no pide…?
Un santo que no pide nada es un santo que vive encerrado en sí mismo y que deja pasar el mundo… Es una decisión individual, pero es necesario tener a quién transmitir tus conocimientos. Hace un momento te mencioné a mi maestro alquimista, que poseía una sabiduría increíble y que me revelaba los secretos con cuentagotas. Había sido prestidigitador, un hombre famoso… Había puesto todo su dinero en el banco y, por un error económico de la inflación, lo perdió y no sabía de qué vivir. Y, entonces, se colgó de un alambre. Se ahorcó por no haber compartido con los demás. Yo tuve una crisis profunda cuando lo supe y me interrogué por el final de aquel hombre. Aprendí algo: la sabiduría que no das, la pierdes. A la muerte de ese hombre, con la reacción que me produjo, comencé con mi Cabaret Místico, lugar donde podía enseñar a los demás todo lo que yo aprendía a lo largo de la semana. A veces me robaban ideas, pero eso no importa. Hay gente que dice que hizo cosas que yo inventé. Me da igual.
Una vez, este mismo maestro centenario y con cuerpo de adolescente, me contó que había estudiado artes marciales. «Yo también», le contesté. Estábamos en Notre Dame, y me dijo: «Atácame». Yo me puse en posición de combate y él movió su mano izquierda de una forma tan increíblemente bella que mientras la miraba fascinado me dio una gran bofetada: «La belleza es el arma más peligrosa», me advirtió. Yo tardé mucho tiempo en comprenderlo. Utilizó una práctica secreta china que consiste en dibujar con la mano una culebra que distrae al enemigo. Y así es la belleza. El arma más terrible.
El arma más poderosa del ser humano es la imaginación. ¿De dónde viene la imaginación?
La imaginación es un juego de construcción que tenemos. Por diversos caminos vamos adquiriendo materiales: palabras, emociones, deseos, necesidades, sensaciones, percepciones. Todos estos materiales los organizamos con nuestra conciencia racional, de la manera en que hemos aprendido. Aunque seamos primitivos en el proceso de identidad y en conocer nuestras propias posibilidades, los organizamos. En el cerebro, todas estas piezas se acumulan y se pueden mezclar y ordenar con formas diferentes, como en el juguete Lego. En este proceso no contamos solamente con lo que nos viene dado de fuera, adquirido, sino con lo que se encuentra, misteriosamente, en nuestro cerebro; lo que llamamos inconsciente. La imaginación es crear con estos materiales. Cuando lees, estás imaginando mucho más de lo que estás leyendo. La imaginación es un lenguaje más rico que el limitado lenguaje oral… La imaginación supera los límites racionales. Existe una imaginación visual, táctil, olfativa, bucal, auditiva, emocional, sexual o intelectual. Una imaginación emocional que desarrolla tus sentimientos hasta lo sublime o el crimen. Una imaginación sexual, como la del marqués de Sade; una imaginación material, como la que tenía Marx, que veía el mundo a través de la economía. Yo, a la imaginación, la llamo creatividad. La base de la vida. Si padecemos es por falta de imaginación, por falta de creatividad.
Después de todo, ¿tenemos algo que perdonar a la vida?
(Sonriendo.) Tu pregunta es simpática, porque hace de la vida un objeto y de ti un sujeto que está fuera de ella y que, además, la juzga. ¡Nosotros no somos monigotes fuera de la vida! Para perdonar a la vida tendríamos primero que perdonarnos a nosotros mismos. Y nosotros tendríamos que ser culpables de algo y no lo somos. No hay culpa. Ni siquiera existe un criminal que sea culpable él solo: todo crimen individual es producto de la familia, la sociedad y la historia.
Yo hablaba en términos de resentimiento hacia la vida.
Hay que perder los resentimientos: es el gran trabajo de resolver la rabia y los rencores. Estamos llenos de rencores y frustraciones por amor no obtenido. La enfermedad es falta de amor.
¿Y contra la falta de amor?
La creatividad.
¿Podemos aprender a ser creativos?
Por supuesto, inmediatamente te daré un curso.
Curso acelerado de creatividad
Cuando hablo de creatividad me estoy refiriendo a un cambio total en nosotros mismos. Si nunca he querido reflexionar en voz alta sobre este asunto es porque lo que se va a escuchar es muy extraño. Sin creatividad, el mundo marcha muy mal. Estoy seguro de que la mayor parte de las enfermedades provienen de la falta de creatividad y de que los problemas sociales que tenemos en el mundo se deben a esta carencia. La creatividad mal comprendida provoca la guerra y los crímenes.
Para trabajar con la creatividad hay que ser críticos con uno mismo y con todo lo que representamos. Cuando miro a una persona, puedo ver en qué estado se encuentra su cuerpo. También puedo ver sus tensiones mentales, cómo su espíritu está replegado. En otros, percibo las dudas que tienen sobre sí mismos o bien oteo la educación recibida como una pesada costra, ya que los han educado desde la racionalidad. Otros bailan todo el tiempo con las cosas del pasado. Cuando miro, no lo hago con una mirada crítica sino con una mirada creativa. Si leo el tarot a alguien veo a la persona íntegramente, porque prescindo de mis límites para ello. Esto es sólo un ejemplo de creatividad.
Quiero explicar qué es la creatividad en su conjunto y por qué la creatividad es tan rara. La creatividad es tan extraña que con ella se puede llegar a ser Cristo, Buda, la Virgen o Atenea. La creatividad está relacionada con la religión y también con los mitos. A mí me ha salvado la vida. Por eso voy a introducir este curso contando cosas de mi pasado.
Os diré que nací en un barrio obrero, que mi padre tenía una tienda y era comerciante. Lo cuento en un libro que se llama La danza de la realidad. Vine a parar a un mundo muy limitado y pensé que la creatividad era la única llave que tenía. Lo cierto es que me gustaba estudiar, era un buen estudiante, pero me aburría un poco. Como mis tíos, a los que detestaba, eran universitarios, abandoné la universidad. Entonces me dije a mí mismo: «La única llave que puede salvar mi vida es la imaginación».
Pero ¿cómo se desarrolla la imaginación? En mi caso no resultó difícil. Yo había aprendido a leer a los 5 años y pasaba gran parte de mi tiempo entre libros: cuentos de hadas, historias de todo tipo… Desarrollé la imaginación a través de la lectura. El imaginario formado a través de los libros es siempre un imaginario intelectual, pues pasa por las palabras. Pero la imaginación es mucho más que eso. La creatividad desborda las palabras.
Uno de los grandes enemigos para crear es la moral. Hay que ser amoral para desarrollar la imaginación. La moral nos aprisiona el imaginario. Hay que ser valientes y prescindir de esa muleta.
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