En el universo de sus cómics está muy presente la vida extraterrestre. ¿A qué se debe?
Está presente porque existe. Como lo están también los problemas metafísicos, la política, como lo está todo. ¿Por qué en un cómic no va a poder estar todo? Lo peor que hay son los géneros: el teatro cómico, el teatro dramático, el melodrama… No creo en eso.
No hay un planeta ni un sistema planetario: hay un cosmos, un universo que está presente en cada segundo.
¿Cree que puede haber una civilización más avanzada en algún lugar del universo?
Claro, es completamente creíble. ¿Por qué vamos a pensar que somos los únicos seres que existen? La solución del fenómeno de la conciencia tenemos que buscarla en todo el universo concebido como unidad. Y así como hay conocimiento y vida en un lugar, podría haberlo en otro. Podría ser una forma de vida diferente a la nuestra, incluso incomprensible.
El organismo, según usted, es un sumidero de problemas no resueltos.
Claro, porque cuando tú no quieres hacerte consciente de lo que tienes, el cuerpo lo transforma en enfermedad. Todo secreto tiende a aparecer de la misma manera que tiende a manifestarse lo oculto. La naturaleza quiere que estés sano y que te realices, y cuando te reprimes, reprimes algo de ti que acaba saliendo por algún lado.
¿De dónde vienen las adicciones que flagelan nuestras sociedades?
De carencias de la infancia, que las personas intentan compensar de ese modo. El alcoholismo se produce generalmente por falta de leche materna. Y la adicción a la heroína suele deberse a la falta de ser, a la ausencia de reconocimiento, para así lograr llenar el vacío de no ser amado.
¿La locura existe o es un invento de la policía, como diría Topor?
Sí existe. Necesitamos sueño y realidad. Hay un momento en que se borra la individualidad, y entonces el cerebro funciona sin control, y llegamos a la locura. El cerebro es un universo en constante expansión y movimiento. Vamos en una cárcel racional que navega dentro de un loco.
¿Cuál cree que es la enfermedad más extendida?
El sufrimiento emocional. La civilización nos predispone a ello.
Usted ha asistido a muchas operaciones en las que los chamanes curan a la gente. ¿Qué hay de realidad y qué hay de montaje en las curaciones de los primitivos?
Es lo que yo llamo «trampa sagrada». El chamán realiza actos teatrales, imita poderes, e imitando poderes produce el efecto, porque abre las puertas de esa cosa misteriosa que somos nosotros.
Dudó siempre de lo que veía en ese tipo de rituales, pero luego le dio otro sentido, más bien metafórico, que integraría más adelante en sus terapias.
Yo partía de no creer en nada. No es que dudara, es que no quería creer en aquello. El paso positivo que di ante aquellas prácticas fue eliminar el creer y el no creer, me quité estas dos actitudes de encima. Los científicos no creen, pero creen en no creer. Es un error. Hay que prescindir de prejuicios ante estos actos, experimentar tranquilamente y ver los resultados.
La manera de actuar del chamán es, en cualquier caso, metafórica.
Claro, porque el inconsciente procede con metáforas. Si, por ejemplo, a alguien que te ha hecho mucho daño le das una bola pintada de negro y le dices «Toma, éste es tu cáncer y no el mío, quédatelo», eso es una metáfora.
Pero el enfermo, más o menos, suele resistirse a ser curado.
No es que se resista más o menos, es que se resiste siempre, por una razón muy sencilla: la enfermedad, en sí misma, ya es una resistencia. Una resistencia al mensaje del inconsciente. Se está produciendo una prohibición y, en la medida en que te resistes a ella, creas una enfermedad.
Cuando leo el tarot lucho como si estuviera en un combate de artes marciales. Una pelea de karate con el consultante, que se resiste a ser ayudado. El tarot es un arte marcial que trata de darte vida, pero el consultante combate y se resiste.
Luchas con las defensas que pertenecen a cada nivel de conciencia. Pasar de un nivel de conciencia a otro es una batalla. La gente se defiende de ser curada porque ha sido marcada por una preparación genética, sociocultural y familiar que le otorga una identidad. La gente enferma está pidiendo algo, quiere que la amen. Para poder ayudarla tienes que luchar para que acepte que nunca va a obtener lo que no le dieron en la infancia.
Paradójicamente, y al mismo tiempo, el enfermo pide la curación.
En realidad, el enfermo pide la curación para que se le vaya el dolor, no la enfermedad. Está pidiendo una aspirina metafísica. Quiere que desaparezca el síntoma, pero se resiste a querer ver la esencia que produce esa enfermedad. No la quiere ver porque perder la identidad es lo que más tememos.
¿Es como el miedo a la muerte?
No. Es mucho más que el miedo a la muerte. El cerebro no concibe el miedo a la muerte, pero sí el miedo a perder la identidad, que es su equivalente. La persona que pierde la memoria se puede decir que es un muerto vivo, que tiene que recomenzar una nueva vida.
Sin decorado primitivo de fondo ni superstición, ¿qué queda de las ceremonias de curación realizadas por los chamanes?
No es sólo una cuestión de decorado primitivo. No somos primitivos. Cuando estuve en la India, con motivo del rodaje de mi película Tusk (1978), busqué un maestro. Me encontré con uno que salía del hotel y que estaba gordísimo, se había enriquecido y había engordado, se había occidentalizado de una manera grotesca. Otro día vi un desfile de sadhus, los hombres santos de la India, protestando porque el precio de la marihuana había subido: estaban todos drogados. Las mujeres vendían sus saris de seda y los compraban de nailon. Etcétera. Estos pueblos primitivos quieren venir aquí, eso explica la invasión de chamanes de todo tipo que arriban a nuestras ciudades. Todos los que vienen a salvar el mundo quieren entrar en la civilización, y lo que les atrae es, sobre todo, el dinero. Eso es lo que les llama la atención de Occidente. Es ridículo que nosotros, que hemos salido de la mentalidad primitiva, que hemos llegado a la mentalidad racional, volvamos a buscar secretos en lo primitivo. No podemos volver atrás. Debemos tomar ese conocimiento, aplicarlo a nuestra mente racional e ir más lejos todavía.
Pero hay quien se va a la selva en busca de ritos, chamanes y referencias que aquí hemos olvidado…
La moda del neochamanismo es ridícula. Es bueno visitar otros pueblos para aprender técnicas que hemos perdido, pero no para imitarlos o reproducir sus supersticiones, sus dioses o sus ritos, que no nos sirven. Es absurdo. Nosotros no seremos nunca pieles rojas ni indios del Amazonas aunque nos lo propongamos. El libro de Antonin Artaud Los tarahumaras es lamentable, en cuanto que habla de ese pueblo con mirada de turista. Se tiende a idealizar a los antiguos. No eran mejores que nosotros, aunque el pueblo y el folklore siempre hayan conservado restos de un conocimiento difunto que, por otra parte, no podemos emplear. La actitud tradicionalista no es útil para nosotros.
¿En qué consiste la psicomagia?
La psicomagia consiste en dar consejos para solucionar problemas, aplicando de forma no supersticiosa las técnicas de la magia. Los elementos con los que se cuenta son toda clase de actos simbólicos que puedan ser propuestos a una persona.
Lo primero de lo que tenemos que ser conscientes es de que cuando una persona tiene un problema hay que introducirla en su problema, para que sea consciente de él. Hay que llevarla al límite de su problema, no apartarla enseguida de él, sino enfrentarla a sus miedos. Una vez superados éstos, la angustia desaparece y la persona puede remontar. Si uno tiene miedo de algo, hay que enfrentarle a ese miedo. Esto no es algo original: hay que poner a la persona frente a su angustia. A partir de ahí, hay métodos concretos para ayudarla. En el caso de que una persona haya sufrido toda su vida, lo único que puede hacerse es dejarla morir y que renazca de nuevo. Esto se hace metafóricamente, por ejemplo cambiándole el nombre y haciéndole una tarjeta de visita nueva.
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