Miguel Asturias - Leyendas de Guatemala

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Su primera obra, Leyendas de Guatemala (1930), es una coleccion de cuentos y leyendas mayas.
Leyendas de Guatemala (1930), crónica de prodigios fantásticos en la que las leyendas míticas del pueblo maya-quiché se funden con las tradiciones del pasado colonial guatemalteco y las ciudades indígenas de Tikal y Copán se aúnan con Santiago y Antigua, fundadas por los españoles. La batalla entre los espíritus de la tierra y los espíritus divinos es narrada por la prosa evocadora y exuberante del Premio Nobel de Literatura de 1967, colmada de imágenes deslumbrantes.

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CUCULCÁN. ¡Eres mía en persona y en imagen y yo soy tuyo en imagen y en persona!

YAÍ La imagen de mi Señor con mi persona, eso me entristece, el verdadero amor no es así (se sientan al borde del lecho), y de sólo pensar que estoy con la imagen de mi Señor y no con su persona, sudo espinas.

CUCULCÁN Pero Sudor de Espinas Amarillas, no sabe que su luz me llega de tan suave lejos, que me recuerda el comal del cielo que se quebró en pedazos.

YAÍ. Mi Señor está contento entonces de mi suave lejos de punta de espina, y cuando vuelva la Luna…

CUCULCÁN. Sus pedazos cayeron en el corazón orgulloso de un Guerrero.

YAÍ. ¿Aparecerá redonda, con su misma forma?

CUCULCÁN. Hasta donde el Guerrero sea hábil redondeador de escudos. Tendrá que esforzarse por hacer casar los pedazos de la Luna uno con otro, para que le quede lo más redonda posible. Es una fábula…

YAÍ. ¿No es cierto entonces que el Guerrero Amarillo…?

CUCULCÁN. ¡Yaí corazón visible de tan bueno!

YAÍ. ¿No es cierto entonces que el Guerrero Amarillo tiene la Luna en su corazón?

CUCULCÁN. Es una fábula…

YAÍ. (Vivamente.) ¡Cómo todo lo que existe en el Palacio Redondo de los Tres Colores! ¡En el Palacio del Sol, todo es mentira, fábula, nada es verdad, nada, sólo el Señorón que nos lleva de la mañana a la tarde, de la tarde a la noche de la noche a la mañana… (Cuculcán bota la cabeza en el regazo de Yaí como agobiado por lo que dice, y ella empieza a acariciarle los cabellos leonados.) ¿A qué conduce, dime Señor del Cielo y de la Tierra, esta sucesión de días y de noches, de días y de noches, de días y de noches? A nada conduce. A dar una sensación de movimiento que no existe, porque el que se ¡nueve; eres tú; de vida que no es real sino ficticia y aún así, patrimonio que no nos pertenece, porque somos de los que nos están soñando, sueños corporales, ¡esos somos!… (El cabello de Cuculcán, acariciado por las manos de Yaí, empieza a brillar con luz de luciérnaga.). Mi suave lejos de- punta de espina, quiere saber quién me está soñando…

CUCULCÁN. ¡Amor que hablas en mis brazos, yo te estoy soñando a

YAÍ. ¡Quién sea que me esté soñando que despierte, yo me quiero borrar en seguida de la existencia, del engaño de los sentidos!

CUCULCÁN. ¡Amor que hablas en mis brazos, si yo no te estoy soñando, que no despierte el que te está soñando, que dure’ su, sueño mientras estés conmigo!

YAÍ. ¡Ah, Señor el que me tiene viva en él y viva en mí, porque me sueña, despertará antes de la albada!

CUCULCÁN. ¡Yo soy el que te tengo viva en mis brazos y viva en mi sueño!

YAÍ. Pues despertarás de tu sueño de amor, en el que soy tu creatura, creada por ti, tu creatura de sueño, antes de la aurora y entonces un velo de sombra cubrirá el recuerdo de tu Sudor de Espinas Amarillas.

CUCULCÁN… No agarro bien el sabor de lo que me dices; pero sabe a reproche de piedras preciosas que se han vuelto mieles de colores, y estoy pegado a tu costado como un mosco a una pálida dulzura de esmeralda y malva, y tus espaldas me dan Oriente de perlas de azúcar, y tus muslos me hacen subir por los rubíes de los guerreros a la alcoba de las constelaciones, bajo los verdes campos de jade tas de tus manos, que tienen en sus cuencos de nido, la forma de tus senos casi azules…

YAÍ. ¡Me quiero borrar de la existencia, antes de la aurora, y si estás soñando que me amas, despierta, no quiero ser un engaño entre tus brazos! (Pausa.) ¿Po qué alimentas la muerte?… ¿Por qué no repartes tus sentidos?…

CUCULCÁN. (Se pone en pie, los cabellos relumbrantes y tos dientes relumbrantes de risa verdosa.) ¡Soy como el Sol!… ¡Soy como el Sol!… ¡Soy cómo el Sol!…

YAÍ. (Sorprendida de ver a Cuculcán con los cabellos alumbrados y de verse ella las manos limpias, sin espejos, se levanta y dice con cierta agitación.) Sí, pero para Flor Amarilla, Cuculcán es más que el Sol, es Girasol…

CUCULCÁN. (Al oír la palabra Girasol, empieza a dar vueltas como un derviche turnante ):

¡Otra vez girasol de sol a sol!

¿Quien fue primero, el sol o el girasol?

YAÍ. ( Girando al revés.)

¡Cuculcán en el día y en la noche

girapicina azul de ápices de oro!

CUCULCÁN. (Girando.)

¡Girasol, sol de gira, girasol,

ilusión de un sol y de otro sol!

YAÍ. (Girando al revés.)

¡Estrellita de mar nacida flor,

alfiletero de la puercoespín!

CUCULCÁN. (Girando.) ¡Las luciérnagas juegan a colores, girándula es entonces girasol!

YAÍ. (Girando al revés.) ¡Siete voces en pauta de arcoiris, girándula es entonces Cuculcán!

CUCULCÁN. (Girando.)

¡Y otra vez girasol de sol a sol,

sol, girasol y gira, girasol!

YAÍ. (Antes que Cuculcán deje de girar.) Y para Cuculcán, Flor Amarilla, ¿es flor o picaflor?

CUCULCÁN. (Girando.)

¡Otra vez picaflor de flor en flor!

Recuerdo de la flor ¿qué fue la flor?

YAÍ. (Girando al revés.)

¡Calcomanía que era sin ser flor,

jardín de aerolitos en semilla!

CUCULCÁN. (Girando.)

¡Picaflor, flor de pica, picaflor,

ilusión de una flor y de otra flor,

molinito de luz que muele miel

y en volando hacia atrás, pájaro-flor!

YAÍ. (Girando al revés.)

¡Estalactitas del sonido amor

en las antenas de las mariposas

que se nutren de estambres y pistilos

para captar la voz del picaflor!

CUCULCÁN. (Girando.)

¡Y otra vez picaflor de flor en flor,

flor, picaflor y pica, picaflor!

YAÍ. (Enredándose en los brazos de Cuculcán que deja de dar vueltas.) ¿No crees tú que siempre quiere decir hasta la aurora, Cuculcán? ¡Reparte tus sentidos, de tus cabellos caen las lluvias, reparte tus cinco palpitaciones entre los puntos cardinales, tuyos son los lagos, tuyas son mis manos, los lagos sin neblina, mis manos sin aliento de engañar!

CUCULCÁN. ¡Toda sangre gime como tórtola! ¡Mis ojos al Norte, al Norte el sentido de mi vista, para que entre las pestañas de los pinos vea el agua dormida, vea el agua y despierta!

YAÍ. ¡Sol, girasol y gira, girasol!

CUCULCÁN. ¡Mi sangre es el ave que me sostiene azul! ¡Mis orejas al Sur, al Sur el sentido de mi oído, para que entre los peñascos de los huesos: de la tierra, cara aporreada, haya quien recoja los ecos de la ‘tormenta primaveral!

YAÍ. ¡Ilusión de un sol y de otro sol!

CUCULCÁN. ¡Mis narices al Oriente, al Oriente el sentido de mi olfato, para que entre los cabellos de la lluvia vaya mi aguja con dos ojos enhebrada a un solo aliento!

YAÍ. ¿Quién fue primero, el Sol o el girasol?

CUCULCÁN. ¡Mi lengua al Poniente, al Poniente mi sentido del gusto, labios, dientes, saliva, palabra, paladar, fruto y canto, inseparable todo el cielo de mi boca!

YAÍ. ¿Y el tacto?

CUCULCÁN. ¡Mi tacto a la Primavera! ¡A la Primavera mi sentido de sentir las cosas! ¡Granada de rubíes en cáscara de oro, soy. y mi tacto verde, es la esmeralda de la Primavera! ¡Oro y cielo, eso es la Primavera!

Un trueno, al tiempo de hacerse noche profunda, ahoga todos los sonidos. La luz vuelve paulatinamente, después de la tempestad. Han desaparecido Yaí y Cuculcán. Blanco Aporreador, rodeado de los Chupamieles y las Tortugas, toca sus tambores. Baja la nube en que se había ido la Abuela de los Remiendos. Todos corren a desanudarla. Tortuga Barbada la saca y la tiene en brazos. Todos se muestran jubilosos de volver a verla.

BLANCO APORREADOR DE TAMBORES. ¡Tuya la sabiduría, Abuela de los Remiendos! ¡Tus uñas de pedernal anciano cicatrizaron la locura de Cuculcán, cuando sólo le andaba en el pelo! ¡Sólo en el pelo le andaba la locura, el fuego de la quema, y ya las nubes vagaban como locas!

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