Sigue la danza guerrera. Muchos heridos y muertos. Los combatientes saltan sobre los cuerpos de sus compañeros. Al apagarse el campo de batalla con la última luz de la tarde, Cuculcán dispara su última flecha y sale. Chinchibirín está entre los caídos.
CHINCHIBIRÍN. (La voz que no alcanza aliento.) ¡Mi sangre era mi vuelo… era el ave que dentro de mí volaba para mantenerse en alto… ah… cómo pesa el cuerpo del guerrero herido… del guerrero que… del guerrero que… que… que ya va perdiendo por dentro el vuelo de su sangre!… ¡No… no me dejes libre, átame de pies y manos a la muerte, para que no vuele al fuego que me llama!
GUACAMAYO. (Entra silencioso, funeral. Algunas plumas alborotadas sobre sus ojos le dan apariencia pensativa, pues parece que junta las cejas para ver mejor el triste resultado de la batalla, Pasa entre los guerreros codos, como reconociéndolos y llega por fin a Chinchibirín quo yace Se inclina como para olerle el aliento y aletea gozoso, significando que aún vive,) ¡Uác, uác! ¡Uác, uác! (Da vueltas aleteando alrededor de Chinchibirín.) ¡…birín, cuác, Chinchibirín, cuác, Rinchinchibirín, cuác, cuác!… ¡Chin! ¡Chin! ¡Chin! ¡Chinchibirín!… ¡Chin! ¡Chin! ¡Chin! Chinchibirín! ¡Chin! ¡Chin! ¡Chin! ¡Chinchibirín! Chin! ¡Chin! ¡Chin! ¡Chinchibirín! (Así diciendo, va, paso adelante, paso atrás, alrededor del cuerpo de Chinchibirín; pero de pronto se detiene y va hacia el fuego que arde cerca de la cortina de la tarde.) ¡Chin! ¡Chin! ¡Chinchibirín! ¡Chin! ¡Chin! ¡Chinchibirín! ¡Chin! ¡Chin! ¡Chinchibirín! (Al llegar al fuego, se pone de espaldas y lo oculta con las alas abiertas.)
CHINCHIBIRÍN. (Se incorpora poto a poco. Casi no puede levantar la cabeza.) ¡Sobre nosotros descansarán ahora nuestros enemigos! ¡Tendrán paz y la servidumbre de los nuestros, y nuestras mujeres, y nuestras joyas, y nuestras plumas, y nuestras cosechas! (En la penumbra crepuscular confunde al Guacamayo con el Arcoiris.) ¡Ah, ya asoma el arcoiris, cubre el fuego de la guerra con sus alas, el fuego de la guerra que no tiene ceniza! ¡Se levanta sin la flecha que nos dio la muerte!’ ¡Ya lo veo y veo pasar bajo su puerta de colores, las sombras de los que perdieron la vida combatiendo! ¿Qué será de nuestros enemigos en su pensamiento? ¿Qué será de nuestros enemigos en su corazón, ahora que tienen paz y reposo sobre nuestros escudos, sobre nuestras cabezas, sobre nuestros cuerpos sin cabeza? ¡A la espalda de ellos ha salido el arcoiris! (El Guacamayo mueve las alas.) Y no sólo veo sus colores, sino entiendo sus señales, bejuco de agua de colibrí, habla de cielo en nube acabada de partir… (El Guacamayo se vuelve.)
GUACAMAYO. (Volviéndose a Chinchibirín, sacude las alas.) ¡Cuác! ¡Cuác! ¡Cuác!
CHINCHIBIRÍN. (Trata de incorporarse, como el que se defiende en agonía, y apenas si logra articular.) ¿A qué vienes? Di, ¿a qué vienes? ¡Tú, el Arcoiris del Engaño… qué dura es la derrota!
GUACAMAYO. (Se aproxima a Chinchibirín que ha vuelto a botar la cabeza sobre la tierra del combate.) ¡Vengo para una sola y última flecha! (Se echa junto a Chinchibirín que no responde, lo acaricia ton la pata.) ¡Una sola y última flecha, acucuác!
CHINCHIBIRÍN. (Reacciona. El Guacamayo se para y se retira asustado.) ¡El arco… mi flecha… mi flecha… mi… mi… GUACAMAYO. ¡Tu última flecha es Yaí!
CHINCHIBIRÍN (Habla con dificultad. Parece haberse agotado más con la reacción violenta.) ¡Yaí, Flor Amarilla… co… mo… mis ojos con… mi… go… co… mo… mis o… í… dos… conmigo… co… mo… mis pies con… migo… co… mo… mis ma… como mis manos conmigo… ¡Yaí, Flor Amarilla!… (Gritando.) ¡Yaí, Flor Amarilla… (Se vuelve a incorporar.) Mi madre era ciega, pero ella la veía pasar por mi júbilo y yo la veía pasar por los ojos de ella que no la veía… ¡Yaí, Flor Amarilla!… ¡Flor-flecha amarilla para matar al Guacamayo, ahora que estoy empapado de crepúsculo!
Prolongado silencio. Se oye la respiración del Guacamayo. Sus picotazos al aire, como si atacara a alguien. Pura monomanía de pájaro viejo. Entra Yaí, joven, radiante. Viste de amarillo muy claro. Sortea al pasar los cuerpos de los caídos en el combate de la tarde. Se detiene junto al fuego que arde cerca de la cortina roja, y dice al fuego.
YAÍ. Los que oyen la tierra hecha en sus oídos tierra. Los que ven la tierra hecha en sus ojos tierra. Los que huelen la tierra hecha en sus narices tierra. Los que prueban la tierra hecha en sus labios y sus lenguas tierra…
CHINCHIBIRÍN. (Voz lejana, apagada, surgida de entre los muertos en el combate.) ¡Yaí, Flor Amarilla…!
YAÍ. (Sorprendida de oírse nombrar, sin saber por quién.) Después del combate quedan vagando en el campo de batalla las últimas palabras de los combatientes. Después del combate, después de la vida, después de la llama, cuando la brasa deja ir maripositas de blanca ceniza…
CHINCHIBIRÍN. ¡Yaí, Flor Amarilla!
YAÍ. (Inquieta, pierde su aparente aplomo.) ¡Alguno de los combatientes murió con mi nombre en los labios!… Cuculcán… ¿Sería Cuculcán, al que estoy ofrecida desde niña? (Busca entre los guerreros caídos, para ver si le encuentra.) ¡Cuculcán! ¡Cuculcán, Poderoso del Cielo y de la Tierra, el del Palacio de los Tres Colores, como el Palacio del Sol… el que sale por la mañana vestido de amarillo, el que por la tarde viste de rojo, el que por la noche, aún vestido, tiene la desnudez de la tiniebla…!
CHINCHIBIRÍN. ¡Yaí, Flor Amarilla!
YAÍ. (Toma de un ala al Guacamayo que parece dormitar.) ¡Tú has sido! ¿Para qué m quieres? ¿Para qué me llamas?
GUACAMAYO. (Defendiéndose.) ¡Cuác! ¡Cuác! Cuác!
YAÍ. ¡Me quieres hacer creer que me llaman los muertos, embustero!
GUACAMAYO. (Encorajinado.) ¡No he movido el pico!
YAÍ. Gran Saliva de Espejo cuando quiere habla sin mover el pico…
GUACAMAYO. ¡Cuác! ¡Cuác! ¡Cuác!
YAÍ. Digo que Gran Saliva de Espejo cuando quiere habla sin mover el pico. Ahora mismo me llamabas con una voz que te sale de las plumas del vientre. Sin duda querías apartarme del fuego de la guerra, el fuego que no tiene ceniza, y que pronto será el nance de la tarde, aquel fuego que tú picoteaste en vano.
CHINCHIBIRÍN. ¡Yaí, Flor Amarilla!
YAÍ. ¡Habla como debe ser, para eso tienes pico! ¡Me da miedo, me escalofría oírte hablar con las plumas!
GUACAMAYO. ¡Acacuác, esa voz es tan conocida, antes te salía a llamar en los caminos del sueño!
YAÍ. ¡Ahora me ha salido a llamar…! (Las manos en la cara, sobre los ojos, lo que le impide ver de dónde parte esta vez tu nombre.)
CHINCHIBIRÍN. ¡Yaí!…
YAÍ. ¡Ha dicho mi nombre un muerto! ¿Has oído mi nombre, mi nombre, Yaí, dicho por un muerto, Relámpago de Chayes de Colores?
GUACAMAYO. El nombre de la que hablaba con el fuego…
YAÍ. ¡Yo hablaba con el fuego!
GUACAMAYO. ¡Le dabas tu último mensaje, acucuác: Flor Amarilla compartirá esta noche el lecho del Poderoso Cuculcán!
YAÍ. (Inclinándose para asentir con lo dicho por el Guacamayo.) De la frente al caer de mi suerte…
GUACAMAYO. ¡Cuác de mi acucuác!
YAÍ. En el lugar de la Abundancia me ofrecieron Mis padres en forma de una flor a Cuculcán y por eso no hubo cosecha mala en sus tierras ni mal de ojo en la casa, Cinco veces se abrió el vientre de mi madre y yo fui la elegida. Conmigo se cerró el vientre de mi madre para siempre.
GUACAMAYO. (Paternal.) Yaí, cuác de mi acucuác, al abrirse la última vez el vientre de. tu madre, fue una concha de dos labios que dejó escapar una palabra con destino de molusco.
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