No, qué iba a buscar agua. Era mejor acostarse y dormir. Cerró la puerta detrás suyo y comenzó a desvestirse en la oscuridad. Por la banderola, un rectángulo transparente en la cima de la puerta, se alcanzaba a divisar una porción de cielo azul lleno de viejas estrellas amarillas. Tanteando, buscó una silla y fue depositando en ella todas sus prendas a medida que se las sacaba. Tanteando en la oscuridad, jadeando, buscó la cama y se echó de espaldas; la cama crujió ruidosamente al recibir su cuerpo pesado. Lentamente, su respiración fue normalizándose, hasta convertirse en unos rítmicos sonidos nasales.
Recordó la noche anterior, la tarde pasada en compañía de Concepción, la fresca galería, el jardín con su rosa amarilla irguiéndose grave y perfecta por sobre el césped mojado, el reloj de la iglesia de Guadalupe haciendo resonar pesadamente sus siete campanadas. Le parecía haberlo vivido hacía tanto tiempo, que lo recuperaba con la misteriosa vaguedad de un sueño. Entre los hechos más remotos de su vida, los de su infancia, por ejemplo, y los de la noche anterior, parecía haber una proximidad mayor que la que éstos tenían con el momento presente en que los estaba recordando. Esa característica los tornaba irreales, inciertos. Pensó perplejo que quizás todo el pasado era un sueño, no sólo el suyo sino también el de la humanidad y el del universo, y que en ese momento en que creía recordar hechos reales no hacía más que soñar que recordaba, que soñar que recordaba sueños. El sueño real interfirió gradualmente su pensamiento y por dos veces se despertó con sobresalto, creyendo estar despierto, cuando en realidad estaba dormido, hasta que se durmió profundamente emitiendo unos ronquidos acompasados, cada vez más breves y profundos; así permaneció y por la banderola rectangular, en la cima de la alta puerta cerrada, los destellos del alba gris penetraban en la habitación, el alba paciente que había ido borrando con prolija mano las antiguas estrellas amarillas en el cielo tenso de diciembre.
Diciembre 1963 – enero 1964
1 Quizás el acontecimiento más definitorio para este grupo, que no estaba nucleado en torno de ninguna publicación periódica, sino que se reunía para intercambiar textos y lecturas, fue la creación, en 1958, de la Escuela de Cine, perteneciente a la Universidad del Litoral. Aunque la experiencia como docentes de la institución fue breve, les permitió definir sus gustos y su forma de expresión, tanto en el campo de la literatura como en el del cine. Esta afinidad de Saer con el lenguaje cinematográfico no sólo se hará visible en el tratamiento de algunas escenas de su literatura, sino que le hicieron pensar en la posibilidad de dedicarse a filmar: "Mi única y verdadera vocación siempre fue la de ser escritor. Nunca quise ser pintor o músico o diplomático o lo que fuere. Pero en un determinado momento de mi vida, alrededor de los 22 o 23 años, mi pasión por el cine era tan grande que tuve la tentación de dedicarme a ser realizador. Dos cosas me disuadieron. Primero, pensar que probablemente no tenía la capacidad para hacerlo, porque el cine es un trabajo físico muy difícil de hacer para una persona perezosa como yo. Y segundo, porque para hacer cine se necesita mucho dinero, y eso obliga al cineasta a bajar al mundo de las finanzas para poder materializar sus sueños". 1 Son estos años -los de la década del 60- los que impulsaron la renovación y la experimentación en nuestra narrativa, que coincidieron con el reconocido "boom latinoamericano", un fenómeno de gran resonancia en Europa, pero muy discutido por nuestros académicos y poco aceptado por los integrantes de este grupo. Para ellos, lectores de Borges pero también de otros grandes escritores de la literatura universal, como Faulkner, Proust, Mann, y de grandes poetas (Rubén Darío, Ungaretti, Móntale), hubo una figura poco difundida entonces pero con muchos méritos literarios a la que admiraron y que les marcó un modo de percibir el mundo y de representarlo a través de la palabra: el poeta entrerriano Juan L. Ortiz.
Saer, J. J. "Yo escribí Taxi Driver". En: Radar libros, suplemento de Página/12, 13 de diciembre de 1998.
2Gramuglio, M. T. "El lugar de Saer" En: Juan José Saer por Juan José Saer, Celtia, Buenos Aires, 1986
3Saer, J J Entrevista de G Speranza (Dará El País Cultura!, El País, Montevideo, Año IV, Nü 196, 6 de agosto de 1993