Carmen Laforet - La Llamada
Здесь есть возможность читать онлайн «Carmen Laforet - La Llamada» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:La Llamada
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
La Llamada: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Llamada»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
La Llamada — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Llamada», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
– No sé cómo aguanto estas ordinarieces. Me viene cómodo este restaurante porque está cerca de casa, pero si no…
– Cuando se está acostumbrada a otra cosa…
Esta observación de Mercedes le conquistó su simpatía. Al encontrar una oyente de un pasado de grandezas, de fabulosos amantes arruinados por su amor, de viajes en trenes de lujo, la simpatía aumentó. Al saber que Mercedes había abandonado a un marido incomprensivo, y que estaba sola y decidida a triunfar por sus propios medios, la tomó inmediatamente bajo su protección. Aquella respetabilidad que Mercedes exhibía siempre, como una especie de pasaporte, la admiraba, aunque la juzgaba una ingenuidad. Mercedes le contó que tenía familia en Barcelona.
– Gentes burguesas, ¿sabes? Tampoco quiero depender de ellas para vivir.
Cuando Mercedes apareció un día con el reloj de la abuelita, la amiga se encargó de su empeño. Trajo bastante dinero. La verdad es que lo había vendido.
– Por el empeño te darían una miseria… Lo mismo lo recuperarás cuando tengas dinero.
A Mercedes esto le causó un gran disgusto.
– Doña Eloísa no se merece esto; no, no se lo merece…
– Pero si lo recuperarás… ¡Vamos!… En vez de agradecérmelo…
Mercedes se lo agradeció regalándole parte de aquel dinero.
– Lo tomo como comisión – dijo dignamente la amiga.
Ya había tomado otra comisión adelantada. Pero esto no lo dijo. Al fin y al cabo era sincera en su afán de proteger a "la pobre chiquita".
– ¿Sólo sabes recitar eso de las oscuras golondrinas?… Siempre gusta, pero está muy visto.
Mercedes también sabía "El tren expreso". La amiga opinó que esto era mejor, y que le daba muchísimo sentimiento.
Al llegar la hora de la cita en la iglesia, Mercedes se fue a buscar a la abuelita.
– No sé qué ponerme… Tendré que ir a la iglesia. La amiga se impresionó y le dejó su sombrero y su piel para cubrirse un poco los brazos, porque el vestido de Mercedes era excesivamente veraniego.
– Creo que permiten las mangas hasta el codo. Pero así vas más vestida.
Mercedes brillaba con su traje del fulgurante verde, el mismo que había cosido en su casita lejana, y que se había puesto para el viaje. Las luces del templo estaban encendidas.
Mercedes entró con aire de reto. Nadie se fijó en ella. Casi inconscientemente se arrodilló en la puerta. Daban la bendición con el Santísimo.
Era una extraña, olvidada sensación. Desde su boda, pocas veces había estado Mercedes en una iglesia.
"No me hacen falta beaterías para ser más honrada que nadie, ni para tener más corazón que mis tíos, que me echaron de casa sólo por una tontería de niña, porque yo era artista de corazón, y me tenían envidia…".
Ahora estaba arrodillada, un poco temblorosa. Aprovechó aquello para una tímida petición.
"No creo mucho en Ti… Pero si esta noche triunfo mandaré a decir una Misa."
Esta promesa le daba fuerza ante sí misma. Ella no pedía nada sin pagarlo…
Parte de las luces se apagaron. El sagrario estaba cerrado. Algunas personas salían ya.
Mercedes buscó con los ojos a doña Eloísa. Era difícil distinguirla entre tantas señoras vestidas de negro… Al fin la vio. Al acercarse notó que estaba llorando. Las lágrimas le caían tan serenas por su cara arrugadita, que era muy posible que ni lo notase. El corazón de Mercedes se conmovió debajo de su brillante vestido. Aquella señora había sido indeciblemente buena con ella… sin motivo. Y debía de tener muchas penas si lloraba de aquella manera. Vivir con aquella odiosa nieta debía ser desagradable.
Sin hacer ruido se arrodilló a su lado. Doña Eloísa pareció sentir su presencia, porque después de secarse las lágrimas con su pañuelo volvió la cara hacia ella. Mercedes no pudo darse cuenta del sobresalto que recibía doña Eloísa al verla con aquel sombrero y aquellas pieles. Medio minuto temblaron los labios de la viejecita antes de que pudiera florecer en ellos una sonrisa de bienvenida. Luego hizo la señal de la cruz y se levantó. Las dos salieron a la noche de septiembre.
– ¿Vendrá, doña Eloísa?
– No sé, hija mía… Si pudiéramos entrar en algún sitio para hablar tranquilamente… Pero ni siquiera puedo invitarte a un café…- ¿No puede? No se preocupe. Para eso, tengo.
Entraron en una lechería. No podían hacer una pareja más estrambótica. Doña Eloísa llevaba un sombrero muy discreto, un abriguito de lana fina, una tirita negra al cuello.
– Hija… Si voy contigo ha de ser sin permiso de mis nietos. No comprenderían nunca que yo quisiese salir de noche. En cuanto a acompañarme, ni pensarlo… Comprenderás que si lo hago es porque creo en ti…
– No le defraudaré… He oído a las mejores actrices. No son nada comparadas conmigo…
– No es eso. Aunque no triunfes, yo creo en ti. Creo que eres una mujer buena y desgraciada que trata de encontrar su camino y quiero ayudarte, quiero acompañarte en tus peligros, para que no pienses que una vieja egoísta, llegado el momento, no supo ser cristiana y te dejó sola… Pero tú me vas a hacer en cambio otro favor.
– Se lo juro.
– Me vas a dar la dirección de tu marido… Por lo que tú me has contado de él, es un hombre algo ordinario… hasta bruto, pero no malo. Quiere a sus hijos, trabaja… Si se ha reído de ti, si te ha exasperado, será sólo porque no te ha entendido… Pero a estas horas estará angustiado sin saber dónde has ido… Tal vez desea que vuelvas… Tus hijos también te echarán de menos. No es posible que todos tengan un corazón de piedra… Yo sé que no.
Doña Eloísa hablaba con una extraña fluidez. Conmovida hasta lo más hondo. Algo de su emoción se le contagió a Mercedes. Pero ésta movió la cabeza.
– Yo no volveré… Usted no sabe lo que es sentirse como enterrada viva años y años.
Llegar a creer que una está chiflada. Tumbarse en la cama días enteros a ver si viene la muerte.
La dueña de la lechería atisbaba con desconfianza a sus dos únicas clientes de la tarde. Una señora, una anciana respetable, pulquérrima… y, no cabía duda, una fulana de baja estofa…
Las dos llorando.
De pronto, Mercedes se sitió fría. Tuvo un segundo de considerar chiflada a doña Eloísa.
Le pareció una tontería aquella invitación a su "debut". Si la vieja no quería ir, buena gana de obligarla. Ahora salía hablándole del marido y de los hijos. ¿Qué le importaba a ella?
Luego se fijó en la alianza que doña Eloísa conservaba en uno de sus delgados dedos, y le vino el recuerdo de la joya vendida. Aquella pobre señora sólo procuraba su bien… ¡Y era tan señora!… Ésta era la verdad. Su amiga no acababa de creer la historia de la familia respetable. Aquella tarde le había contado, además, que había dejado una casa provinciana, llena de comodidades, hasta de lujo, por seguir la llamada de su arte… Si doña Eloísa iba con ella, lo creería.
– ¿Es necesario que yo le dé la dirección de mi marido para que usted venga conmigo?
– Sí, es necesario.
Mercedes se la dio, y doña Eloísa sintió esto como un triunfo… No sabía por qué era un triunfo… Concretamente no se había propuesto nada. Le parecía que hasta tenía fiebre.
– Ahora, hija mía, yo no puedo volver a casa… No me dejarían salir. Eso es seguro. Vas a telefonear tú, diciendo, de mi parte, que me han invitado a cenar unos amigos, y que me dejen la llave del piso debajo del felpudo… Así se la dejamos a mi nieto algunas veces…
Mercedes cumplió el encargo.
– Ya está. Se ha puesto la criada… No entendía bien al pronto, pero se lo he repetido.
– ¡Que sea lo que Dios quiera!
La exclamación de la anciana salió ahogada, como la de un condenado a muerte.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «La Llamada»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Llamada» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «La Llamada» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.