Tomás Martínez - El Cantor De Tango

Здесь есть возможность читать онлайн «Tomás Martínez - El Cantor De Tango» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Cantor De Tango: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Cantor De Tango»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un especialista en música de una universidad norteamericana viaja a Buenos Aires para investigar la vida de un famoso cantor de tangos en paradero desconocido. El cantor de tangos, una historia profundamente humana, se convierte así en un homenaje al paisaje, a la gente y a la cultura donde nació el tango.

El Cantor De Tango — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Cantor De Tango», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Caminamos mucho, y me pareció que nada estaba en el sitio que le correspondía. El cine donde Juan Perón se había conocido con su primera esposa, en la avenida Santa Fe, era ahora una enorme tienda de discos y video. En algunos palcos había flores de artificio; en otros, grandes estantes vacíos. Comimos pizza en un negocio que se presentaba como mercería y que aún tenía encajes, puntillas y botones en la vidriera. El Tucumano me dijo que el mejor lugar para aprender tangos no era la academia Gaeta, como informaban las guías de turismo, sino una librería, El Rufián Melancólico . En mis navegaciones por internet había leído que en ese lugar había cantado Martel cuando lo rescataron de una cantina modesta de Boedo, donde su única paga eran las propinas y las comidas gratis. Al Tucumano le parecía raro que jamás le hubieran contado esa historia, sobre todo en una ciudad donde abundan los eruditos en música de las especies más distantes, desde el rock y la cumbia villera hasta la bossa nova y las sonatas de John Cage, pero sobre todo los eruditos en tango, que son capaces de distinguir los matices más sutiles entre un quinteto de 1958 y otro de 1962. Que se ignorara a Martel era una exageración. Por un momento pensé que quizá no existía, que era sólo un sueño de Jean Franco.

En el piso alto de El Rufián había una práctica de baile. Las mujeres tenían el talle esbelto y la mirada comprensiva, y los chicos, aunque llevaran ropa gastada y noches sin dormir, se movían con maravillosa delicadeza y corregían los errores de sus parejas hablándoles al oído. Abajo, la librería estaba llena de gente, como casi todas las librerías que habíamos visto. Treinta años antes, Julio Cortázar y Gabriel García Márquez se habían sorprendido de que las amas de casa de Buenos Aires compraran Rayuela y Cien años de soledad co mo si fueran fideos o plantas de lechuga, y llevaran los libros en la bolsa de los víveres. Advertí que los porteños seguían leyendo con la misma avidez de aquellas épocas. Sus hábitos, sin embargo, eran otros. Ya no compraban libros. Empezaban uno cualquiera en una librería y lo seguían en otra, de diez páginas en diez o de capítulo en capítulo, hasta que lo terminaban. Debían pasar en eso días o semanas.

El dueño de El Rufián , Mario Virgili, estaba en el bar del piso alto cuando llegamos. A la vez que miraba suceder los hechos, se movía fuera de ellos, con una actitud contemplativa y agitada. Nunca imaginé que esos dos atributos pudieran mezclarse. Cuando me senté al lado de él nada parecía moverse y, sin embargo, yó sabía que todo se movía. Oí que mi amigo lo llamaba Tano y le oí también preguntar si pensaba quedarme en Buenos Aires mucho tiempo. Le respondí que no me iría hasta encontrar a Julio Martel, pero su atención ya se había desviado.

Una de las rondas de baile terminó y las parejas se apartaron, como si nada tuvieran que ver. En algunas películas me había desconcertado ese ritual, pero en la realidad era más extraño aún. Entre un tango y otro, los hombres invitaban a bailar a sus elegidas con un cabeceo que parecía indiferente. No lo era. Fingían desdén para proteger su orgullo de cualquier desaire. Si la mujer aceptaba, lo hacía con una sonrisa también distante y se ponía de pie, para que el hombre fuera a su encuentro. Cuando la música empezaba, la pareja se quedaba a la espera durante unos segundos, uno frente a otro, sin mirarse y hablando de temas triviales. Luego, la danza comenzaba con un abrazo algo brutal. El hombre ceñía la cintura de la mujer y desde ese momento ella empezaba a retroceder. Siempre retrocedía. A veces, él curvaba el pecho hacia adelante o se ponía de costado, mejilla a mejilla, mientras las piernas dibujaban cortes y quebradas que la mujer debía repetir, invirtiéndolos. La danza exigía una enorme precisión y, sobre todo, cierto don adivinatorio, porque los pasos no seguían un orden previsible sino que estaban librados a la improvisación del que guiaba o a una coreografía de combinaciones infinitas. En las parejas que mejor se entendían, el baile remedaba ciertos movimientos del coito. Se trataba de un sexo atlético, que tendía a la perfección pero no se interesaba en el amor. Pensé que iba a ser útil incorporar esas observaciones a mi tesis doctoral, porque confirmaban el origen prostibulario que Borges atribuía al tango en Evaristo Carriego.

Una de las maestras de baile se acercó y me preguntó si quería ensayar algunas figuras.

– Andá, animáte, me -dijo el Tano. Con Valeria aprende todo el mundo.

Dudé. Valeria suscitaba instintiva confianza, y afán de protegerla, y ternura. Su cara se asemejaba a la de mi abuela materna. Tenía una frente despejada, altiva y unos ojos castaños rasgados.

– Soy muy torpe, -le dije. No me hagas pasar vergüenza.

– Entonces, te vengo a buscar después.

– Después, otro día, -respondí con sinceridad.

Cuando el Tano Virgili se levantaba de la silla junto al bar para observar el vaivén de las parejas, yo me quedaba siempre con alguna palabra a medio pronunciar. La palabra se me caía de los labios y rodaba entre los bailarines, que la destrozaban con sus tacos antes de que pudiera recogerla. Por fin logré que respondiera a mi pregunta sobre Julio Martel con tantos detalles que al volver a la pensión me costó trabajo resumirlos. "Martel", me dijo, "se llamaba en verdad Estéfano Caccace. Se lo cambió porque, con ese nombre, ningún locutor lo habría presentado con seriedad. Imagináte, Caccace. Cantó acá, cerca de donde vos estás sentado, y hubo un tiempo en que los entendidos sólo hablaban de su voz, que era única. Tal vez siga siéndolo. Hace ya mucho que no sé nada de él." Me tomó del hombro y soltó esta aclaración previsible: "Para mí, era mejor que Gardel. Pero no lo repitas".

Después de aquella noche tomé un enjambre de notas que quizá sean fieles al relato de Virgili, pero me he quedado con la sensación de que he perdido el tono, la atmósfera de lo que dijo.

Apenas recuerdo el largo paseo que emprendimos más tarde el Tucumano y yo. Nos movíamos de un sitio a otro de la ciudad, en lo que él llamaba "la peregrinación de las milongas". A pesar de que la escenografía y los personajes cambiaban a una velocidad que mis sentidos no podían alcanzar -yendo de la oscuridad cerrada a las luces psicodélicas, de salas de baile para varones a otras donde proyectaban imágenes de una Buenos Aires pretérita y tal vez ilusoria, con avenidas que repetían las de Madrid, París y Milán, entre orquestas de señoritas y tríos de violines jubilados-, mi espíritu se había detenido en algún punto donde nada sucedía, como al amanecer de una batalla que estaba por librarse en otra parte, quizá por la fatiga del viaje o porque esperaba que el inasible Martel apareciera en cualquier lugar de la eterna noche. Fuimos al vasto galpón del Parakultural , también a La Catedral, a La Viruta y a El Beso , que estaban casi vacíos, porque el ritual de las milongas cambiaba al compás de los días. Había sitios asignados para el baile los miércoles de una a tres de la madrugada, o los viernes de once a cuatro. La telaraña de los nombres añadía confusión a la liturgia. Oí que un par de aficionados alemanes se citaba en el Parakultural llamándolo Sociedad Helénica , aunque luego averigüé que éste era tan sólo el nombre del edificio, situado en una calle que para algunos era Canning y para otros Scalabrini Ortiz .

Aquella noche tuve la impresión de que Martel podía estar en dos o tres lugares a la vez, o en ninguno, y también pensé que quizá no existía y era otra de las muchas fábulas de la ciudad. Borges había dicho, citando al obispo Berkeley, que si nadie percibía una cosa, ese algo no tenía por qué existir, esse est percipi. Por un momento sentí que la frase podía definir la ciudad entera.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Cantor De Tango»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Cantor De Tango» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Tomás Eloy Martínez - Purgatory
Tomás Eloy Martínez
Tomás Martínez - La Mano Del Amo
Tomás Martínez
Tomás Martínez - Santa Evita
Tomás Martínez
Tomás Martínez - El Vuelo De La Reina
Tomás Martínez
Rosario De Vicente Martínez - Delitos contra la seguridad vial
Rosario De Vicente Martínez
Estrella de Belén Jiménez Martínez - Shambala. Escuela de dioses
Estrella de Belén Jiménez Martínez
Ángela Vivanco Martínez - Curso de derecho constitucional Tomo II
Ángela Vivanco Martínez
Ángela Vivanco Martínez - Curso de Derecho Constitucional. Tomo I
Ángela Vivanco Martínez
Отзывы о книге «El Cantor De Tango»

Обсуждение, отзывы о книге «El Cantor De Tango» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x