• Пожаловаться

Rosa Montero: Amantes y enemigos

Здесь есть возможность читать онлайн «Rosa Montero: Amantes y enemigos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Современная проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

libcat.ru: книга без обложки

Amantes y enemigos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Amantes y enemigos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Todos los textos tratan sobre ese oscuro lugar de placer y dolor que es la pareja, esto es, tratan del amor y del desamor, de la necesidad y la invención del otro. Son historias que hablan del deseo carnal y la pasión, de la costumbre y la desesperación, de la felicidad y del infierno. Estos relatos, a menudo inquietantes, agridulces, llenos de sentido del humor y de la melancolía del amor, componen un sugestivo espejo de nuestra intimidad más turbia y más profunda, de ese territorio abisal e incandescente que siempre se resiste a ser nombrado.

Rosa Montero: другие книги автора


Кто написал Amantes y enemigos? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Amantes y enemigos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Amantes y enemigos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

No le volvimos a ver más. Días después supe que se había ido con una de las danzonas de sobremesa, una mulata adolescente de orejas coralinas. Con pleno derecho, puesto que él lo había ganado, habíase llevado todo el dinero, y dos pequeñas joyas de Asunción, y la radio portátil, y el reloj. Pero en su magnanimidad había dejado todos sus útiles de mago, las cajas trucadas, los pañuelos de cuatro superficies. Asunción, corno era previsible, reaccionó de forma abyecta. Durante días sobrenadó en lágrimas y alcohol. Lloraba por su ausencia con impúdicos lamentos y era incapaz de hilvanar dos pensamientos consecuentes. No teníamos un maldito dólar con el que comer y, para colmo de agravios, Asunción estaba preñada de dos meses, enojoso avatar que le acontecía con frecuencia: su desgastado cuerpo mantenía un furor prolífico propio de una rata. Hube de ser yo, una vez más, quien salvara aquella situación. Fui yo quien buscó a una de las chicas del club para que nos desembarazara de la grávida molestia de Asunción. Fui yo quien imploró al dueño del local para que la contratara como bailarina, y he de resaltar que fue un duro esfuerzo, puesto que Asunción estaba gruesa y espantosa y el dueño se resistía a darle empleo y al fin concedió tan sólo media paga. Fui yo quien tuvo que soportar aquellos primeros y lamentables días de Asunción, sus mosqueantes gemidos, su torpe dolor. Recuerdo la noche que debutó como danzante. El día anterior le habían incrustado un trozo de caña de bambú en el útero y había escupido el feto en la mañana, de modo que, cuando le tocó bailar, las blancuzcas carnes de Asunción estaban coloreadas de fiebre. Agitaba el culo sobre la mesa con menos gracia que un carnero -mostró unas púdicas pamplinas de doncella verdaderamente sorprendentes- y aún bailando lloriqueaba entre dientes, así que tuve que permanecer a su lado durante toda la actuación para que no desbarrara demasiado. «Eres una imbécil», le decía, «vamos a perder el trabajo, después de lo que me ha costado conseguirlo» y, gracias a mi serenidad, salvé el momento. Fui yo, en fin, quien le enseño poco a poco todos los trucos mágicos de Alí, trucos que yo sabía a la perfección, pero que por mi escasa talla me veía impedido de representar, y conseguí que montásemos entre los dos un espectáculo más o menos aceptable. Volvió a pasárseme por la cabeza entonces la idea de matarla, al comprenderla tan desdichada y miserable, en aquellos primeros días de soledad. Pero deseché el pensamiento por pura estrategia, me aferré a la pobre Asun con la esperanza última de volver a ver a Alí algún día. Porque no he citado aquí mis penas y tormentos por decoro, pero es menester que haga una referencia a mi digno dolor ante la ausencia de mi dueño, la perdida del sentido de mi vida, la punzante amargura que casi me condujo a la demencia; y sólo se amenguaba mi tormento con el lenitivo de imaginarle al fin libre, al fin triunfante, al fin Alí glorioso, viviendo la vida que en verdad le correspondía, una vida de héroe y de esplendor.

Proseguimos durante años nuestro recorrido por el inframundo americano, llevando nuestro espectáculo de magia por los clubes, con nuestros visados caducados, huyendo de los hurones del Departamento de Estado. Estábamos invernando en los arrabales de Chicago, atrapados por los vientos y las nieves, cuando una noche, tras la actuación, entró un mangante en el camarín. Era magro y cuarentón, escurrido de hombros, cejijunto, con un tajo violáceo atravesándole la jeta y una expresión necia pintada en las ojeras. Llegó al camarín, digo, se acercó a Asunción riendo bobamente y dijo: «Ai lalquiú», que quiere decir «me gustas» en inglés. Yo poseo profundos conocimientos de griego y de latín, y mi natural inteligencia me ayudó a hablar y entender inglés con notable rapidez. Pero mi fuerte son las lenguas clásicas y nobles, y nunca manifesté el menor interés en aprender bien ese farfullar de bárbaros que es el idioma anglosajón: más aún, llevé a gala el no aprenderlo. Por ello, mi inglés es de oído, y seguramente en la transcripción del mismo se deslizará algún pequeño error, que espero que ustedes sabrán comprender y disculpar. Decía que el rufián de la mejilla tajada le dijo a Asun «ai lalqulú» y «lú ar greit», que significa eres grande, magnífica, estupenda. Pero ella, con una cordura sorprendente, mostróse recelosa y resabiada y le echó sin miramientos del local. Regresó el tipo al día siguiente recibiendo el mismo trato, y la escena se repitió por más de una semana. Al cabo, en la visita nona, Asunción dudó, suspiró y se le quedó mirando sumida en el desaliento. El chirlado aprovechó el instante y añadió con gesto papanatas: «Al laviú, iú ar aloun an mi tú», que significa «tú estás sola y yo también», y entonces Asunción se echó a llorar acodada en el canasto de mimbre de la ropa. El tipo se acercó a ella, acaricio su pelo con una intolerable manaza de enlutadas uñas, y luego sacó de su bolsillo un pisapapeles de cristal -una bola con la estatua de la Libertad dentro que nevaba viruta de algodón al volverla del revés- y se lo ofreció a Asunción, «for lú, mal darlin». A partir de entonces fuimos de nuevo tres.

Nunca pude soportarlo. Se llamaba Ted y era un australiano ruin y zafio. En el antebrazo izquierdo tenía tatuada una serpiente que él hacía ondular y retorcerse con tensiones musculares. Ted fumaba mucho, tosía mucho y de vez en cuando escupía sangre. También fumaba opio y entonces los ojos se le achicaban y quedaba flojo y como ausente. No sabía hablar más que de su maldita guerra, «dat flaquin uor», como él decía. Aprendió a chapurrear cristiano de forma lamentable y disfrutaba mentecatamente al narrar una y otra vez su misma historia, mientras encendía un pitillo con otro, esos cigarrillos que él partía por la mitad con la burda esperanza de cuidar así sus pulmones tuberculosos. Repetía incesantemente cómo fue al Vietnam como ayudante de sonido de un equipo de la televisión americana. Cómo el equipo se volvió tras dos meses de estancia, y cómo él decidió quedarse allí, permaneciendo entre Vietnam y Camboya durante nueve anos para aspirar el aroma de la guerra. «Yo no tener otra cosa mejor que hacer», explicaba Ted chupando avariciosamente sus os cigarrillos, «en Vietnam tú vivir para no ser matado, ésa estar buena razón para vivir». Después vino el caer herido en el 73, el encontrarse en América de nuevo sin un maldito dólar, el que la guerra se acabara, «dous bartards finis mal uor», exclamaba indignado, esos bastardos terminaron mi guerra. Asunción le escuchaba en religioso silencio Y le quería, oli, sí, fútil y casquivana, como toda mujer, fue incapaz de guardar la ausencia de su dueño, e incluso dejó de beber, o al menos de emborracharse tanto. Se me partía el corazón viendo cómo ese malandrín australiano engordaba y enlucía a ojos vistas, cómo echaba pelo de buen año, cómo era tratado a cuerpo de rey. Ted se dejaba mimar y dormitaba en opios y siestas abundantes. No servía ni para el trabajo ni para el mando, era incapaz de darle un bofetón a nadie. Permanecía el día entero calentándole la cama a Asunción, y luego, al regresar nosotros de la actuación del club, se incorporaba entre almohadones riéndose con regocijo de drogado, hablaba de su guerra, sacaba a pasear a la serpiente del antebrazo, pellizcaba las nalgas de Asunción con rijoso carcajeo y la llamaba «darlin, sulti, joney», entre arrebatos de tos mojada en sangre. Ted no era un hombre, era un truhán acaponado. Y ese eunuco había suplantado a mi dueño y señor, ese eunuco pretendía ser el sucesor del Gran Alí.

Sé bien que en mi condena judicial influyó notablemente el hecho de haber intentado un segundo «asesinato» -qué injusta, cruel palabra- tras la consumación del primero. ¿Cómo podría explicarles que hay personas cuya vida es tan banal que su muerte es el único gesto digno, la única hazaña dramática de toda su existencia, y que parecen vivir sólo para morir? Los dioses me ayuden, ahora que ya me aproximo al desenlace del relato, a saber encontrar la voz justa, el vocablo certero con que expresar la hondura épica de lo acaecido.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Amantes y enemigos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Amantes y enemigos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Отзывы о книге «Amantes y enemigos»

Обсуждение, отзывы о книге «Amantes y enemigos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.