Mario Llosa - Conversación En La Catedral

Здесь есть возможность читать онлайн «Mario Llosa - Conversación En La Catedral» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Conversación En La Catedral: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Conversación En La Catedral»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Zavalita y el zambo Ambrosio conversan en La Catedral. Estamos en Perú, durante el ochenio dictatorial del general Manuel A. Odría. Unas cuantas cervezas y un río de palabras en libertad para responder a la palabra amordazada por la dictadura.Los personajes, las historias que éstos cuentan, los fragmentos que van encajando, conforman la descripción minuciosa de un envilecimiento colectivo, el repaso de todos los caminos que hacen desembocar a un pueblo entero en la frustración.

Conversación En La Catedral — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Conversación En La Catedral», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Porque la derecha las educó así, haciéndoles creer que era el enemigo -dijo él-. Pero se las puede educar de nuevo, haciéndoles ver que el Apra ya cambió. Los apristas darán a los militares todas las garantías que quieran.

– En lugar de ir a buscar a Landa al aeropuerto, anda a consultar a un psiquiatra -dijo Paredes-. Este par de días sin dormir te han hecho daño, Cayo.

– Entonces, el 56 subirá a la Presidencia algún señorón -dijo él, bostezando-. Y tú y yo nos iremos a descansar de todos estos trajines. Bueno, a mí no me molesta la idea; por lo demás. No sé para qué hablamos de esto. Las cuestiones políticas no nos incumben. Tu tío tiene sus consejeros. Tú y yo a nuestros zapatos. A propósito ¿qué hora es?

– Tienes tiempo -dijo Paredes-. Yo me voy a dormir, estoy rendido con la tensión de estos dos días. Y esta noche, si me da el cuerpo, me voy a desquitar con una farra. Tú no tendrás ánimos ¿no?

– No, no ha despertado; don Cayo, desde Chaclacayo como usted lo ve -dijo Ludovico, señalando a Hipólito-. Perdóneme que vaya tan despacio, pero es que yo también estoy hecho polvo de sueño y no quiero chocar. Llegaremos al aeropuerto antes de las once, no se preocupe.

– El avión llega dentro de diez minutos, don Cayo -dijo Lozano, con voz ronca y extenuada-. Traje dos patrulleros y algunos hombres. Como viene en un avión de pasajeros, no sabía en qué forma…

– Landa no está detenido -dijo él-. Lo recibiré yo solo y lo llevaré a su casa. No quiero que el senador vea este despliegue policial, llévese a la gente. ¿Todo lo demás en orden?

– Todas las detenciones sin problemas -dijo Lozano, sobándose la cara sin afeitar, bostezando-. Lo único, un pequeño incidente en Arequipa. El doctor Velarde, ese apristón. Alguien le pasó la voz y escapó. Estará tratando de llegar a Bolivia. La frontera está advertida.

– Está bien, puede irse, Lozano -dijo él-. Mire a Ludovico y a Hipólito. Ya están roncando de nuevo.

– Ese par han pedido su traslado, don Cayo -dijo Lozano-. Usted dirá.

– No me extraña, ya están hartos de las malas noches -sonrió él-. Está bien, búsqueme otro par, que sean menos dormilones. Hasta luego, Lozano.

– ¿Quiere entrar al puesto a sentarse, señor Bermúdez? -dijo un teniente, saludando.

– No, Teniente, gracias, prefiero tomar un poco de aire -dijo él-. Además, ahí está el avión. Despiérteme a ese par, más bien, y que acerquen el auto. Yo voy a adelantarme. Por aquí, senador, aquí está mi coche. Suba, por favor. A San Isidro, Ludovico, a la casa del senador Landa.

– Me alegro que vayamos a mi casa y no a la cárcel -murmuró el senador Landa, sin mirarlo-. Espero que podré cambiarme de ropa y darme un baño, siquiera.

– Sí -dijo él-. Siento mucho todas estas molestias. No tuve más remedio, senador.

– Como si se tratara de asaltar una fortaleza, con ametralladoras y sirenas -susurró Landa, la boca pegada a la ventanilla-. Faltó poco para que a mi mujer le diera un síncope cuando se presentaron en "Olave". ¿También ordenó que me hicieran pasar la noche en una silla, pese a mis sesenta años, Bermúdez?

– Es esta casa grande, la del jardín, ¿no señor? -dijo Ludovico.

– Usted primero, senador -dijo él, señalando el amplio, frondoso jardín, y un instante, alcanzó a verlas: blancas, desnudas, correteándose entre los laureles, riéndose, sus talones blancos y rápidos sobre el césped húmedo-. Siga, siga, senador.

– ¡Papá, papacito! -gritó la muchacha, abriendo los brazos, y él vio su cara de porcelana, sus ojos grandes y asombrados, sus cabellos cortos, castaños-. Acabo de hablar por teléfono con la mami y está muerta de susto. ¿Qué pasó, qué pasó, papi?

– Buenos días -murmuró él y rápidamente la desnudó y empujó hacia las sábanas donde dos formas femeninas la recibieron, ávidas.

– Ya te explicaré, corazón -Landa se desprendió de su hija, se volvió hacia él-. Pase, Bermúdez. Llama a Chiclayo y tranquiliza a tu madre, Cristina, dile que estoy bien. Que no nos moleste nadie. Asiento, Bermúdez.

– Le voy a hablar con toda sinceridad, senador -dijo él-. Haga usted lo mismo y así ganaremos tiempo los dos.

– La recomendación está demás -dijo Landa-. Yo no miento nunca.

– El general Espina fue detenido, todos los oficiales que le habían prometido ayuda se han reconciliado con el régimen -dijo él-. No queremos que esto trascienda, senador. Concretamente, vengo a proponerle que reafirme su lealtad al régimen y que mantenga su, posición de líder parlamentario. En dos palabras, que se olvide de lo que ha ocurrido.

– Primero tengo que saber qué ha ocurrido -dijo Landa; tenía las manos en las rodillas, permanecía absolutamente inmóvil.

– Usted está cansado, yo estoy cansado -murmuró él-. ¿No podemos ganar tiempo, senador?

– Saber de qué se me acusa, primero -repitió Landa, secamente.

– De haber servido de enlace entre Espina y los jefes de las guarniciones comprometidas -dijo él con un dejo resignado-. De haber conseguido dinero y haber invertido su propio dinero en este asunto. De haber reunido, en esta casa y en "Olave” a la veintena de conspiradores civiles que ahora están detenidos.

Tenemos declaraciones firmadas, cintas grabadas. Todas las pruebas que usted quiera. Pero ya no se trata de eso. No queremos explicaciones. El Presidente está dispuesto a olvidar todo esto.

– Se trata de no tener en el Senado a un enemigo que conoce al régimen en cuerpo y alma -murmuró Landa. mirándolo fijamente a los ojos.

– Se trata de no quebrar la mayoría parlamentaria -dijo él-. Además, su prestigio, su nombre y sus influencias son necesarias al régimen. Sólo hace falta que usted acepte, senador, y no ha pasado nada.

– ¿Y si me niego a seguir colaborando? -murmuró Landa en voz casi inaudible.

– Tendría usted que salir del país -dijo él con un gesto contrariado-. Tampoco necesito recordarle que usted tiene muchos intereses relacionados con el Estado, senador.

– Primero el atropello, después el chantaje -dijo Landa-. Reconozco sus métodos, Bermúdez.

– Usted es un político experimentado y un buen jugador, sabe de sobra lo que le conviene -dijo él, con calma-. No perdamos tiempo, senador.

– ¿Cuál va a ser la situación de los detenidos? -murmuró Landa-. No los militares, que, por lo visto, arreglaron bien sus cosas. Los otros.

– El régimen tiene consideración especial con usted, porque le debemos servicios -dijo él-. Ferro y los demás deben al régimen todo lo que son. Se estudiarán los antecedentes de cada uno y según eso se tomarán medidas.

– ¿Qué clase de medidas? -dijo el senador-. Esa gente confió en mí como yo confié en esos generales.

– Medidas preventivas, no queremos encarnizarnos contra nadie -dijo él-. Quedarán detenidos por un tiempo, algunos serán desterrados. Ya ve, nada muy serio. Todo dependerá, por supuesto, de la actitud suya.

– Hay algo más -vaciló apenas el senador-. Es decir…

– ¿Zavala? -dijo él y vio a Landa pestañear, varias veces-. No está detenido y si usted se aviene a colaborar, él tampoco será molestado. Esta mañana conversé con él y está ansioso por reconciliarse con el régimen. Debe estar en su casa ahora. Hable usted con él, senador.

– No puedo darle una respuesta ahora -dijo Landa, luego de unos segundos-. Deme algunas horas, para reflexionar.

– Todas las que usted quiera -dijo él, levantándose-. Lo llamaré esta noche, o mañana, si prefiere.

– ¿Sus soplones me van a dejar en paz hasta entonces? -dijo Landa, abriendo la puerta del jardín.

– No está usted detenido, ni siquiera vigilado; puede ir donde quiera, hablar con quien quiera. Hasta luego, senador. -Salió y cruzó el jardín, sintiéndolas a su alrededor, elásticas y fragantes, yendo y viniendo y volviendo entre las matas de flores, rápidas y húmedas bajo los arbustos-. Ludovico, Hipólito, despierten; a la Prefectura, rápido. Quiero que me controle las llamadas de Landa, Lozano.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Conversación En La Catedral»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Conversación En La Catedral» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Conversación En La Catedral»

Обсуждение, отзывы о книге «Conversación En La Catedral» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x