Mario Llosa - Conversación En La Catedral

Здесь есть возможность читать онлайн «Mario Llosa - Conversación En La Catedral» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Conversación En La Catedral: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Conversación En La Catedral»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Zavalita y el zambo Ambrosio conversan en La Catedral. Estamos en Perú, durante el ochenio dictatorial del general Manuel A. Odría. Unas cuantas cervezas y un río de palabras en libertad para responder a la palabra amordazada por la dictadura.Los personajes, las historias que éstos cuentan, los fragmentos que van encajando, conforman la descripción minuciosa de un envilecimiento colectivo, el repaso de todos los caminos que hacen desembocar a un pueblo entero en la frustración.

Conversación En La Catedral — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Conversación En La Catedral», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– A mí nada, papá -que hubiera cerrado las manos de golpe, Carlitos, o cambiado de cara un segundo-. Hay un asunto que, no sé, de repente podía traerte alguna complicación, no sé. Quería avisarte.

El mozo trajo los cafés; don Fermín ofreció cigarrillos a Santiago; por los cristales se veían a los dos hombres en buzos haciéndose pases, disparando a la canasta, y don Fermín esperaba, la expresión apenas intrigada.

– No sé si has visto los periódicos, papá, ese crimen -pero no, pero nada, Carlitos, me miraba a mí, me examinaba la ropa, el cuerpo, ¿iba a disimular así, Carlitos?- Esa cantante que mataron en Jesús María, ésa que fue amante de Cayo Bermúdez cuando Odría.

– Ah, sí -don Fermín hizo un gesto vago, tenía la misma expresión afectuosa, sólo curiosa, de antes-.La Musa, ésa.

– En “La Crónica” están averiguando todo lo que pueden de la vida de ella -todo era cuento entonces, Zavalita, ya ves, yo tenía razón, dijo Carlitos, no había para qué amargarse tanto-. Están explotando a fondo esa noticia.

– Estás temblando, ni siquiera te has puesto una chompa, con este frío -casi aburrido con mi historia, Carlitos, atento sólo a mi cara, reprochándome con los ojos que viviera solo, que no lo hubiera llamado antes-. Bueno, no tiene nada de raro, “La Crónica” es un periódico un poco sensacionalista. ¿Pero qué pasa con ese asunto?

– Anoche llegó un anónimo al periódico, papá. -¿Iba a hacer todo ese teatro, queriéndote tanto, Zavalita?-. Diciendo que el que mató a esa mujer fue un ex-matón de Cayo Bermúdez, uno que ahora es chofer de, y ponía tu nombre, papá. Han podido mandar el mismo anónimo a la policía, y de repente -Sí, piensa, precisamente porque te quería tanto-, en fin, quería avisarte, papá.

– ¿Ambrosio, estás hablando de él? -ahí su sonrisita extrañada, Zavalita, su sonrisita tan natural, tan segura, como si recién se interesara, como si recién entendiera algo-. ¿Ambrosio, matón de Bermúdez?

– No es que nadie vaya a creer en ese anónimo, papá -dijo Santiago-. En fin, quería advertirte.

– ¿El pobre negro, matón? -ahí su risa tan franca, Zavalita, tan alegre, ahí esa especie de alivio en su cara, y sus ojos que decían menos mal que era una tontería así, menos mal que no se trataba de ti, flaco-. El pobre no podría matar una mosca aunque quisiera. Bermúdez me lo pasó porque quería un chofer que fuera también policía.

– Yo quería que supieras, papá -dijo, Santiago-. Si los periodistas y la policía se ponen a averiguar, a lo mejor van a molestarte a la casa.

– Muy bien hecho, flaco -asentía, Zavalita, sonreía, tomaba sorbitos de café-. Hay alguien que quiere fregarme la paciencia. No es la primera vez, no será la última. La gente es así. Si el pobre negro supiera que lo creen capaz de una cosa así.

Se rió otra vez, tomó el último traguito de café, se limpió la boca: si tú supieras la cantidad de anónimos canallas que ha recibido tu padre en su vida, flaco.

Miró a Santiago con ternura y se inclinó para cogerlo del brazo.

– Pero hay algo que no me gusta nada, flaco. ¿Te hacen trabajar en eso, en “La Crónica”? ¿Tú tienes que ocuparte de los crímenes?

– No, papá, yo no tengo nada que ver con eso. Estoy en la sección de noticias locales.

– Pero el trabajo de noche no te sienta, si sigues enflaqueciendo así te puedes enfermar del pulmón. Basta ya de periodismo, flaco. Busquemos algo que te convenga más. Algún trabajo de día.

– El trabajo de "La Crónica" no es casi nada, papá, unas pocas horas al día. Menos que en cualquier otro puesto. Y me queda el día libre para la Universidad.

– ¿Estás yendo a clases, de veras estás yendo? Clodomiro me cuenta que vas, que pasas los exámenes, pero yo nunca sé si creerle. ¿Es verdad, flaco?

– Claro que sí, papá -sin enrojecer, sin vacilar, a lo mejor heredé eso de ti papá-. Te puedo enseñar las notas. Estoy en tercero de Derecho ya. Voy a recibirme, ya verás.

– ¿No has dado tu brazo a torcer todavía? -dijo don Fermín, despacio.

– Ahora va a ser distinto, el domingo voy a ir a la casa a almorzar, papá. Pregúntale al Chispas, le dije que avisara a la mamá. Voy a ir a verlos seguido, te prometo.

Ahí la sombra que empañó sus ojos, Zavalita. Se enderezó en el asiento, soltó el brazo de Santiago y trató de sonreír pero su cara siguió abatida, su boca apenada.

– No te exijo nada, pero al menos piénsalo y no digas que no antes de oírme -murmuró-. Sigue en "La Crónica" si tanto te gusta. Tendrás llave de la casa, te arreglaremos el cuartito junto al escritorio. Estarás completamente independiente ahí, tanto como ahora. Pero así tu madre se sentirá más tranquila.

– Tu madre sufre, tu madre llora, tu madre reza -dijo Santiago-. Pero ella se acostumbró desde el primer día, Carlitos, yo la conozco. Es él quien vive contando los días, él quien no se acostumbra.

– Ya te has demostrado que puedes vivir solo y mantenerte -insistía don Fermín-. Ya es hora de que vuelvas a tu casa, flaco.

– Déjame un tiempo más así, papá. Voy a ir a la casa todas las semanas, se lo he dicho al Chispas ya, pregúntale. Te lo prometo, papá.

– No sólo estás flaco, tampoco tienes ni qué ponerte, estás pasando apuros. ¿Porqué eres tan orgulloso, Santiago? Para qué está tu padre si no es para ayudarte.

– No necesito plata, papá. Con lo que gano me alcanza de sobra.

– Ganas mil quinientos soles y te estás muriendo de hambre -bajando los ojos, Zavalita, avergonzándose de que supieras que él sabía-. No te estoy riñendo, flaco. Pero no entiendo, que no quieras que te ayude no lo entiendo.

– Si necesitara plata te hubiera pedido, papá. Pero me alcanza, yo no soy gastador. La pensión es muy barata. No paso apuros, te juro que no.

– Ya no tienes que avergonzarte de que tu padre sea un capitalista -sonrió don Fermín, sin ánimos-. El canallita de Bermúdez nos puso al borde de la quiebra. Nos canceló los libramientos, varios contratos, nos mandó auditores para que nos expulgaran los libros con lupa y nos arruinaran con impuestos. Y ahora, con Prado, el gobierno se ha vuelto una mafia terrible. Los contratos que recuperamos cuando salió Bermúdez nos los volvieron a quitar para dárselos a pradistas. A este paso voy a volverme un comunista, como tú.

– Y todavía quieres darme plata -trató de bromear Santiago-. De repente el que te va a ayudar soy yo, papá.

– Todos se quejaban de Odría porque se robaba -dijo don Fermín-. Ahora se roba tanto o más que antes, y todos contentos.

– Es que ahora se roba guardando ciertas formas, papá. La gente lo nota menos.

– ¿Y entonces cómo puedes trabajar en un diario de los Prado? -se humillaba, Carlitos, si le hubiera dicho pídeme de rodillas que vuelva y vuelvo, se hubiera arrodillado-. ¿No son ellos más capitalistas que tu padre? ¿Puedes ser un empleadito de ellos y no trabajar conmigo en unos pequeños negocios que se están viniendo abajo?

– Estábamos hablando de lo más bien y de repente te has enojado, papá -se humillaba pero tenía razón, Zavalita, dijo Carlitos-. Mejor no hablemos más de eso.

– No me he enojado, flaco -asustándose, Zavalita, pensando no irá el domingo, no me llamará, pasarán más años sin verlo-. Me amarga que sigas despreciando a tu padre, nada más.

– No digas eso papá, tú sabes que eso no es cierto, papá.

– Está bien, no discutamos, no me he enojado -llamaba al mozo, sacaba su cartera, trataba de disfrazar su decepción, volvía a sonreír-. Te esperamos el domingo, entonces. Cómo se va a poner tu madre de contenta.

Volvieron a pasar por las canchas de básquet y los jugadores ya no estaban. La neblina se había diluido y alcanzaban a verse los acantilados, lejanos y pardos, y los techos de las casas del Malecón. Se detuvieron a unos metros del auto, Ambrosio había bajado a abrir la puerta.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Conversación En La Catedral»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Conversación En La Catedral» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Conversación En La Catedral»

Обсуждение, отзывы о книге «Conversación En La Catedral» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x