Antonio Molina - Beatus Ille

Здесь есть возможность читать онлайн «Antonio Molina - Beatus Ille» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Beatus Ille: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Beatus Ille»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Juego de falsas apariencias y medias verdades que terminan por desvelar una sola verdad última, Beatus Ille reveló a uno de los jóvenes narradores más rigurosos y mejor dotados de nuestra llteratura actual.
Minaya es un joven estudiante, implicado en las huelgas universitarias de los años 60, que se refugia en un cortijo a orillas del Guadalquivir para escribir una tesis doctoral sobre Jacinto Solana, poeta republicano, condenado a muerte al final de la guerra, indultado y muerto en 1947 en un tiroteo con la Guardia Civil. La investigación biográfica permite a Minaya descubrir la huella de un crimen y la fascinante estampa de Mariana, una mujer turbadora, absorbente, de la que todos se enamoran. Envuelto por las omisiones, deseos y temores de los habitantes del cortijo, Minaya se acerca lentamente hacia la verdad oculta. La indagaci6n del protagonista de Beatus Ille permlte al autor una delicada evocación literaria, de impecable belleza expresiva, con técnica segura y eficaz, de una época, de una casa y los personajes que en ella viven y se esconden.

Beatus Ille — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Beatus Ille», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

«No», había dicho Inés, apoyándose en la puerta cerrada del dormitorio cuando Minaya, que había devuelto los manuscritos al cajón donde los encontró, se dispuso a salir. «Tiene que ser aquí. Me gusta esa cama, y el espejo del armario.» Lo dijo con una voz que no era tan invitadora como de antemano resuelta a cumplir ese exacto deseo aun cuando Minaya no accediera a quedarse, como si él no fuera un cómplice, sino un testigo del placer que ella imaginaba y en el que de cualquier modo estaría sola. Dijo «tiene que ser aquí», sonriendo con tranquila audacia, y él supo en seguida que se quedaría aunque no pudiera compartir su coraje ni olvidar el miedo a que los descubrieran, que no había cesado desde que Inés vino a su habitación y le dijo, con la misma sonrisa, que había encontrado en una chaqueta de Manuel la llave del dormitorio nupcial. Fue Minaya quien le pidió que la buscara: cualquier día, cualquiera de esas noches en que no podía dormir, era posible que Manuel buscara en el dormitorio los manuscritos que él mismo debió esconder tras la muerte de Solana. Durante un cierto tiempo, Minaya confió en que alguna vez se repitiera el azar que le permitió encontrarlos, pero Manuel no volvió a olvidarse de cerrar con llave el dormitorio, lo cual, sospechaba Minaya, era tal vez la prueba de que su tío ya recelaba de él. Oyó pasos acercándose, y aún no se atrevía a desear que fueran los pasos de Inés cuando sonaron los tres golpes callados de la contraseña y ella se deslizó en la habitación vestida y pintada para el juego usual y secreto de las citas nocturnas, haciendo a un lado, con su falda amarilla y su blusa y medias de domingo por la tarde y la sombra de maquillaje en los pómulos, la penumbra de medianoche, la grave presencia, sobre el escritorio, del bloc azul y de los manuscritos, de las cuartillas donde Minaya iba trazando la biografía de Jacinto Solana. Pero ahora, cuando tuvo a Inés ante sí, sólo le importaba su hermosura y la arrasadora certeza de que iba a estar toda su vida enamorado de ella. No se volvió inmediatamente para abrazarla: la vio primero reflejada en los cristales del balcón, de pie tras él, que aún escribía, y esa imagen adquirió para Minaya la cualidad inmóvil de un símbolo o de un recuerdo futuro, porque en ella estaba cifrado el único porvenir no inhabitable que concebía para sí mismo.

Emboscado y solo, a las tres o a las tres y media de la madrugada -no tenía reloj y no había escuchado el del gabinete, y era incapaz de calcular el tiempo pasado desde que habló con Medina- volvió a sentarse frente al escritorio, y se vio en el cristal a la misma luz que lo alumbraba tres horas antes, pero ahora sólo se veía a sí mismo sabiendo que nunca más iba a repetirse junto a la suya la serena figura de Inés, inútilmente buscada ahora en el cristal vacío, en la deslealtad de los espejos. El presente se había quebrado para condenarlo sin remedio a la usura de la memoria, que ya lo urgía a conmemorar con pormenores obsesivos el primer abrazo de la media noche y la sonrisa que había en los ojos de Inés cuando le mostraba la llave como una ambigua invitación que únicamente se reveló del todo en el dormitorio nupcial, después de que Minaya guardara los manuscritos bajo el vestido de novia.

– Nadie va a oírnos. Don Manuel se ha dormido con las pastillas que le dio Medina, y los demás duermen muy lejos de aquí.

Hubiera bastado decir que no por segunda vez, obligarla a que se retirara de la puerta, salir solo tal vez y aceptar el insomnio y la rabia, pero no hizo nada, sólo mirarla enfermo de deseo y de miedo: se sentó en la cama, dejó caer los zapatos, se levantó la falda para desabrocharse las medias. Minaya vio los largos muslos blancos, las rodillas levantadas, los pies al fin desnudos e indóciles a sus besos, rosados y blancos y moviéndose como peces en la penumbra de los espejos. Cuando le entreabría lo muslos para descender al rosa húmedo de su vientre creyó escuchar el ruido de una puerta lejana, pero ya no le importó el miedo, y ni siquiera el pudor, ni la vida, ni la conciencia que se deshacía como la forma de la habitación y la identidad y los límites de su cuerpo. Oía la voz de Inés confundida en la suya y le mordía los labios mientras la miraba a los ojos para descubrir una mirada que nunca hasta esa noche le perteneció. Asidos como dos sombras rodaron al suelo arrastrando consigo las sábanas de la cama, y sobre la alfombra, entre las sábanas manchadas, se buscaban y derribaban y mordían en una persecución multiplicada por los espejos en el aire púrpura y oscuro. Como si hubieran sobrevivido a un naufragio en el mar y a la tentación de rendirse a una muerte dulcísima bajo las aguas se hallaron de nuevo inmóviles sobre la cama y no podían recordar cómo ni cuándo habían regresado a ella. «Ahora no me importa morirme», dijo Minaya. «Si me ofrecieras ahora mismo una copa de veneno la bebería entera.» Sentada en la cama, Inés le acariciaba el pelo y la boca, y lentamente lo hizo volverse hacia ella, entre sus muslos, hasta que los labios de Minaya encontraron la hendidura rosa que ella misma entreabría con el pulgar y el índice de las dos manos para recibirlo. Pero no había ya premura ni desesperación, y la serena codicia del paladar se prolongaba y ascendía en la indagación de la mirada. Empujado por el aliento oscuro que había revivido más hondo cuando apuraba su vientre, subió hasta demorarse en los pechos, en la barbilla, en la boca, en el pelo mojado que le tapaba los pómulos, y luego sintió que se desvanecía estremeciéndose inmóvil, lúcido, suspendido en el límite de una dulzura sin regreso. «Tú no te muevas», dijo Inés, «tú no hagas nada», y empezó a moverse ondulada y girando bajo sus caderas, apresándolo, hiriéndolo, apurando el aire para expulsarlo muy lentamente al tiempo que se levantaba y curvaba hincando en las sábanas los codos y los talones, y sonreía con los ojos fijos en Minaya, murmurando, «despacio», diciéndole en voz baja palabras que él nunca se había atrevido a decirle. Como un animal herido se incorporó alzando la cabeza, y fue entonces cuando se rasgó el tiempo como si una piedra vengativa hubiera roto los espejos que los reflejaban, porque escucharon tras ellos el ruido de la puerta y vieron la temible lentitud con que se movía el pomo y entraba en el dormitorio la larga mancha de luz que se detuvo a los pies de la cama cuando apareció Manuel en el umbral, descalzo, con su pijama de incurable y su pañuelo italiano en torno al cuello, mirándolos con un estupor del que hubiera estado ausente la ira si no fuera por aquella mano que se levantó inmóvil cuando Manuel dio un paso hacia la cama, como en un gesto helado de maldición. Abrió la boca en un grito que no llegó a oírse, y aún dio un paso más antes de que sus pupilas quedaran vacías y fijas, no en Inés ni en Minaya, sino en la mano que había descendido hasta apoyarse abierta en el lado del corazón, curvándose asida a la tela del pijama al mismo tiempo que Manuel iba cayendo de rodillas y volvía a alzar sus ojos azules para mirarlos. Inés no vio esa mirada última: dijo que había hundido el rostro en el pecho de Minaya y que le hincaba las uñas cuando oyó que algo rebotaba pesadamente contra el piso de madera. Temblando de frío abrió los ojos y vio en el espejo del tocador que estaba sola y muy pálida sobre la cama. Minaya, todavía desnudo, se inclinaba sobre el cuerpo de Manuel, tanteándole el pecho bajo el pijama. Está muerto, dijo, y cerró con llave la puerta del dormitorio. Manuel tenía la boca abierta contra el suelo y los ojos fijos en la luz de la mesa de noche. Inés, para no verlos, bajó sonámbula de la cama y extendió una mano cobarde hasta rozarle los párpados, pero Minaya la detuvo y la obligó a incorporarse zarandeándola como a un niño que no quiere despertar. Por primera vez en su vida no lo paralizaba el miedo: ahora el miedo era un impulso para la inteligencia o para el sucio coraje de simular y huir.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Beatus Ille»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Beatus Ille» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Antonio Molina - In the Night of Time
Antonio Molina
Antonio Molina - A Manuscript of Ashes
Antonio Molina
Antonio Molina - In Her Absence
Antonio Molina
Antonio Molina - Sepharad
Antonio Molina
Antonio Molina - Los misterios de Madrid
Antonio Molina
Antonio Molina - El viento de la Luna
Antonio Molina
Antonio Molina - Ardor guerrero
Antonio Molina
libcat.ru: книга без обложки
Antonio Molina
Antonio Molina - Córdoba de los Omeyas
Antonio Molina
Antonio Molina - El Invierno En Lisboa
Antonio Molina
Antonio Molina - El jinete polaco
Antonio Molina
Отзывы о книге «Beatus Ille»

Обсуждение, отзывы о книге «Beatus Ille» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x