Augusto Bastos - Yo el Supremo

Здесь есть возможность читать онлайн «Augusto Bastos - Yo el Supremo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Yo el Supremo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Yo el Supremo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Yo el Supremo Dictador de la República: Ordeno que al acaecer mi muerte mi cadáver sea decapitado, la cabeza puesta en una pica por tres días en la Plaza de la República donde se convocará al pueblo al son de las campanas echadas al vuelo. Todos mis servidores civiles y militares sufrirán pena de horca. Sus cadáveres serán enterrados en potreros de extramuros sin cruz ni marca que memore sus nombres. Esa inscripción garabateada sorprende una mañana a los secuaces del dictador, que corren prestos a eliminarla de la vida de los aterrados súbditos del patriarca. Así arranca una de las grandes novela de la literatura en castellano de este siglo: Yo el Supremo, de Augusto Roa Bastos, Premio Cervantes 1989. La obra no es sólo un extraordinario ejercicio de gran profundidad narrativa sino también un testimonio escalofriante sobre uno de los peores males contemporáneos: la dictadura. El déspota solitario que reina sobre Paraguay es, en la obra de Roa, el argumento para describir una figura despiadada que es asimismo metáfora de la biografía de América Latina.

Yo el Supremo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Yo el Supremo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Usted, Juan Rengo, fue el más mentiroso y ruin. Describió cárceles y tormentos indescriptibles. Latomías subterráneas que llegan con su laberinto de mazmorras hasta el pie de mi propia cámara, copiado del que mandó excavar en la roca viva Dionisio de Siracusa. Se condolió de los condenados a cadena perpetua cuyos suspiros me solazo escuchándolos en el tímpano del laberinto que da a la cabecera de mi lecho; de los condenados a soledad perpetua en el remoto penal del Tevegó, rodeado por el desierto, más infranqueable que los muros de las prisiones subterráneas.

«Las principales miras de su régimen despótico se dirigían sobre la clase acomodada, sin descuidar por esto las clases inferiores. Su espíritu suspicaz buscó víctimas hasta en el populacho. Para aislar mejor a los individuos de esta esfera que le infundían sospechas, fundó una colonia en la orilla izquierda del río Paraguay, a ciento veinte leguas al norte de Asunción, y la pobló en gran parte con mulatos y mujeres de mala vida. Esta colonia penitenciaria, a la que le puso el nombre de Tevegó, es la más septentrional del país.» (Rengger y Longchamp, op. cit.)

«En la Asunción hay dos clases de prisiones: la cárcel pública y la prisión del Estado. La primera, aunque también contiene algunos presos políticos, sirve esencialmente de lugar de detención para los otros condenados y al mismo tiempo de casa de arresto. Es un edificio de cien pies de largo, de techo bajo y muros de casi dos varas de espesor. A imitación de las casas del Paraguay, no tiene más que un piso bajo, distribuido en ocho piezas y un patio de unos doce mil pies cuadrados. En cada pieza se hallan amontonados treinta o cuarenta presos, que no pudiendo acostarse en las tablas, suspenden hamacas en filas unas encima de otras. Hágase ahora ana idea de unas cuarenta personas, encerradas en un cuarto pequeño sin ventanas ni lumbreras; esto en un país donde las tres cuartas panes del año el calor no baja de 40°, y bajo un techo que calienta el sol durante el día a más de 50º. Así sucede que corre el sudor de los presos de hamaca en hamaca hasta el suelo. Si a esto se agrega el mal alimento, la falta de limpieza y la inacción de estos desdichados, se concebirá que es precisa toda la salubridad del clima de que goza el Paraguay, para que no se declaren enfermedades mortales en aquellos calabozos. El patio de la cárcel está lleno de pequeñas chozas, que sirven de aposento para los individuos en estado de prevención, para los condenados por delitos correccionales y para los presos políticos. Se les ha permitido construir estas chozas, porque los cuartos no son bastante capaces. Allí siquiera respiran la frescura de la noche, a pesar de que la falta de limpieza es tan grande como en el interior de la casa. Los condenados a perpetuidad salen todos los días a trabajar en las obras públicas. A este efecto, van encadenados de dos en dos, o llevan solo el grillete, al paso que la mayor parte de los demás presos arrastra otra clase de hierros llamados grillos cuyo peso, a veces de veinticinco libras, apenas les permite andar. El estado suministra un poco de alimento y algunos vestidos a los presos que ocupa en los trabajos públicos; en cuanto a los demás, se mantienen tanto a su costa como por medio de las limosnas que dos o tres de ellos van todos los días a recoger a la ciudad, acompañados de un soldado, o que se les envían sea por caridad, sea para cumplir algún voto.

«Muchas veces hemos visitado estas prisiones horribles, tanto por casos de medicina legal, como por socorrer a algún enfermo. Allí se ven mezclados el indio y el mulato, el blanco y el negro, el amo y el esclavo; allí están confundidos todos los rangos, todas las edades, el delincuente y el inocente, el condenado y el acusado, el ladrón público y el deudor, en fin el asesino y el patriota. Muy a menudo están sujetos a una misma cadena. Pero lo que lleva al colmo este espantoso cuadro, es la desmoralización siempre en aumento de la mayor parte de los presos, y la feroz alegría que manifiestan cuando llega una nueva víctima.

»Las mujeres detenidas, que por fortuna son muy pocas, habitan una sala y una cerca de empalizadas; encerradas en el patio grande, donde pueden comunicarse más o menos con los presos. Algunas mujeres de cierto rango, que se han atraído el odio del Dictador, se ven mezcladas allí con las prostitutas y criminales, y expuestas a todos los insultos de los hombres. Llevan los grillos como éstos y ni aun la preñez alivia su condición.

»Los detenidos en la cárcel pública, como pueden comunicarse con sus familiares y recibir socorros, se creen aún muy dichosos cuando comparan su suerte a la de los desdichados que ocupan las prisiones del Estado. Éstas se hallan en los diferentes cuarteles, y consisten en pequeñas celdas sin ventanas y en subterráneos húmedos, en donde no se puede estar de pie, sino en medio de la bóveda. Allí los presos sufren una reclusión solitaria, particularmente los designados como objeto de la venganza del Dictador; los otros están encerrados de dos a cuatro por celda. Todos están sin comunicación y engrillados, con un centinela de vista. No se les permite tener luz encendida, ni ocuparse en nada. Habiendo conseguido un preso conocido mío domesticar los ratones que visitaban su prisión, los persiguió su centinela para matarlos. Les crece la barba, el pelo y las uñas, sin poder obtener nunca el permiso de cortárselas. No se permite a sus familias enviarles la comida, sino dos veces al día; y esta comida no debe componerse más que de alimentos reputados como los más viles del país, carne y raíces de mandioca. Los soldados, que los reciben a la entrada del cuartel, los registran con sus bayonetas para ver si hay dentro papeles o algunos instrumentos, y muchas veces los guardan para ellos, o los arrojan por tierra. Cuando cae enfermo algún prisionero, no se le concede ningún socorro, sino alguna que otra vez en sus últimos momentos, y no puede visitárseles como no sea de día. De noche se cierra la puerta. El moribundo queda abandonado a sus dolores. Aun en la agonía no se les quitan los grillos. He visto al doctor Zabala, a quien por un singular favor del Dictador pude visitar en los últimos días de su enfermedad, morir con los grillos en los pies y sin permitírsele recibir los sacramentos. Los comandantes de los cuarteles han hecho este tratamiento de los presos más inhumano todavía, buscando por este medio de complacer a su jefe.» (Ibid.)

Por las mismas razones de ruindad y malevolencia, nada han escrito sobre el castigo que mejor define la esencia justiciera del régimen penal en este país: La condena a remo perpetuo. Cobardía, robo, traición, crímenes capitales, son sometidos a ella. No se envía al culpable a la muerte. Simplemente se lo aparta de la vida.

Cumple su objeto porque aisla al culpable de la sociedad contra la cual delinquió. Nada tiene de opuesto a la naturaleza; lo que hace es devolverlo a ella. La descripción del criminal es enviada a todos los pueblos, villorrios, a los lugares más remotos donde exista el menor rastro humano. Estricta prohibición de recibirlo. Se lo mete engrillado en una canoa en la que se ponen víveres para un mes. Se le indica los lugares donde podrá encontrar más bastimentos mientras pueda seguir bogando. Se le da la orden de alejarse, de no volver a pisar jamás tierra firme. A partir de ese momento, únicamente a él le incumbe su suerte. Libro a la sociedad de su presencia y no tengo que reprocharme su muerte. Todo lo que está por debajo de la línea de flotación de esa canoa, no vale la sangre de un ciudadano. Me guardo pues de derramarla. El culpable irá bogando de orilla a orilla, remontando o bajando el ancho río de la Patria, librado a su entera voluntad-libertad. Prefiero corregir y no imponer un castigo que no sea ejemplarizador. Lo primero conserva al hombre y, si él mismo se empeña, lo mejora. Lo segundo lo elimina, sin que el castigo le sirva de escarmiento a él ni a los demás. El amor propio es el sentimiento más vivo y activo en el hombre. Culpable o inocente.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Yo el Supremo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Yo el Supremo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Yo el Supremo»

Обсуждение, отзывы о книге «Yo el Supremo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x