Alfredo Echenique - Cuentos
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– Me alegra mucho saberlo. Realmente.
– Y, sin embargo, Maggie decidió irse al Perú…
– Y apareció Sylvie…
– Y reapareció Maggie, un año más tarde…
– Pasaba de todo en esos tiempos, caray…
– Y de pronto te enfermaste. Cáncer.
– Me acuerdo, sí, me acuerdo… Por supuesto que me acuerdo…
– Y de pronto se enfermó también Maggie. Flebitis muy aguda.
– Por eso no venía a verme nunca al hospital, claro…
– Una mañana tras otra, una semana tras otra, mes tras mes (así de interminable, en todo caso, me resultó aquello), todas las mañanas las pasé acompañando a Maggie, en el hospital Cochin, y luego corriendo a visitarte a ti, cada tarde, en el hospital Saint Louis. Por las noches Sylvie y yo nos acompañábamos en nuestra locura, en el inmenso manicomio que era íntegra la ciudad de París, de bar en bar. Bar del Ritz, Harry's Bar, Calvados, Rosabud, Closerie de Lilas, La Coupole, Aux-Duex-Magots, Flore, Old Navy, La Chope… De herida en herida nos acompañábamos hasta el amanecer…
– ¿Cómo acabó eso?
– Maggie sanó y se fue a Lima, después de haber trabajado en París algún tiempo. Sylvie se casó y se fue a Italia. Yo empecé a trabajar como un loco en algún libro.
– Y yo me volví a enfermar, claro.
– Fue la segunda operación, sí. Te abrieron y te cerraron, Julio…
– Y viví veintiún años más, "de permiso".
– Yo empecé a salir con una linda chica venezolana. Era mi alumna en la universidad y un día ella misma me pidió que saliéramos juntos. Se llamaba Inés, y era realmente linda y muy simpática… Bueno, digamos que no me hice de rogar…
– De ésa sí que no me acuerdo…
– Cómo te vas a acordar, Julio Ramón, si estuviste todo el tiempo en el hospital Saint Louis, otra vez. Incluso te puedo contar que esa chica me abandonó por tu culpa, sin que siquiera te enteraras. Bueno, digamos que por tu culpa, es una manera de contar. Lo cierto, en todo caso, es que me dejaba en el hospital todas las tardes, pero se moría de celos de hacerlo, porque creía que tú y tu enfermedad eran un invento mío y que el truco del hospital y mis visitas diarias me permitía encontrarme diariamente con otra mujer…
– Ja… Ésa sí que estuvo buena…
Como todo el mundo, yo a veces he querido morirme, sí. Pero de ahí a quererme matar, media una enorme distancia. Sin embargo, harto de Maggies y Sylvies e Ineses, me imagino, intenté hacerme nada menos que hara-kiri, con un gigantesco cuchillo. No sé por qué aquello fue en casa de mis amigos José Luis García Francés y Paolo Pinheiro. Tampoco sé por qué estaba yo ahí solo y por qué estas circunstancias, más la memoria perdida, tremendo black out, hicieron que esa noche fuera un milagro que Paolo llegara justo en el instante en que la hoja del cuchillo y mi barriga…
– Algo de eso me acuerdo, sí…
– Paolo y sus reflejos me salvaron la vida, pero no sin que antes lucháramos violentamente por la posesión del cuchillo. Y, cuando llegó José Luis, yo acababa de cortarme un dedo con la hoja del cuchillo, en el fragor de la batalla, y como que volvía en mí, aparatosamente ensangrentado, en aquel último piso de la avenida Partenier. Me llevaron a un hospital cercano y me cosieron sin darse cuenta de que me había cortado también el tendón. Hubo que operarme, semanas después, en el hospital Cochin, donde me visitó una Sylvie absurdamente recién casada en Italia y de visita en París, en aquel momento…
– Viejo, te pasaba cada cosa a ti, por aquellos años…
En efecto, me pasaba cada cosa a mí, por aquellos años. Y sabe Dios dónde archivará la memoria que empiezan unos sucesos que sólo reaparecen en estos domingos que empiezan desde el sábado, a eso de las cinco de la tarde. Es como abrir una caja china, pues los recuerdos contienen más y más recuerdos, casi interminablemente. Hasta que, por fin, un día ya es lunes, un día ya es martes… Por ahora, de la absurda visita de Sylvie, recién casada en Italia, ha salido la más absurda visita de Julio Ramón, también al hospital Cochin y también cuando me operaron el dedo. Llegó un viernes por la tarde, el hombre que escribió el extraordinario relato titulado Sólo para fumadores, el más grande y empecinado fumador que yo haya visto jamás. Y yo acababa de quedarme sin cigarrillos y el fin de semana empezaba, y nadie, aparte de Sylvie y de él, sabía que yo andaba metido en un hospital.
– Te agradecí tanto tu visita, Julio Ramón. A ti, que los hospitales debían producirte verdadero horror.
– Qué ocurrencia, viejo. Uno termina por acostumbrarse hasta al cáncer…
– Pero fuiste a buscarme cigarrillos para el fin de semana y no regresaste más…
Sería lunes, tal vez martes, el día en que le escuché a Julio Ramón decirme que, a fuerza de desearme todas las cosas buenas que él no tuvo en la vida, lo cual es una gran verdad, llegó incluso al extremo de abandonarme sin cigarrillos en una cama de hospital, para que nunca lo siguiera en su negativa senda de fumador sin remedio alguno.
– Si te aguantas dos o tres días, viejo, por qué no una semanita… Y luego, un par, y así… Adiós al tabaco, viejo…
– ¿Adiós al tabaco canceroso?
– Para siempre, viejo.
Y todo esto por fin es verdad, porque ya es lunes, y mañana martes, y…
[1]«Huerto cerrado»: “Dos indios”, “Con Jimmy, en Paracas”, “El camino es así”, “Su mejor negocio”, “Las notas que duermen en las cuerdas”, “Una mano en las cuerdas”, “Un amigo de cuarenta y cuatro años”, “Yo soy el rey”, “El descubrimiento de América”, “La madre, el hijo y el pintor”, “El hombre, el cinema y el tranvía”, “Extraña diversión”.
[2]«La felicidad, ja ja»: “Eisenhower y la Tiqui-tiqui -tín”, “Florence y Nós Trés”, “Pepí Monkey y la educación de su hermana”, “Dijo que se cagaba en la mar serena”, “Baby Schiaffino”, “¡Al agua patos!”, “Antes de la cita con los Linares”, “Un poco a la limeña”, “Muerte de Sevilla en Madrid”.
[3]«Magdalena peruana y otros cuentos»: “El Papa Guido sin número “, “Anorexia y tijerita”, “En ausencia de los dioses”, “Una carta a Martín Romaña”, “El gordo más incómodo del mundo”, “A veces te quiero mucho siempre”, “Apples”, “El breve retorno de Florence este otoño”, “Desorden en la casita”, “Una tajada de vida”, “Cómo y por qué odié los libros para niños”, “Magdalena peruana”, “Feliz viaje, hermano Antonio”, “Tiempo y contratiempo”, “Pasalacqua y la libertad”, “Sinatra y violetas para tus pieles”.
[4]«Guía triste de París»: “Machos caducos y lamentables”, “Deep in a dream of you”, “Chateau Claire”, “Las porteras nuestras de cada día”, “Debbie Lágrimas, Madame Salomon y la ingratitud del alemán”, “Retrato de escritor con gato negro”, “París canalla”, “El carísimo asesinato de Juan Domingo Perón”, “Verita y la Ciudad Luz ”, “La muerte más bella del 68”, “La gorda y un flaco”, “Lola Beltrán in concert”.
[5]«Permiso para sentir. Antimemorias II»: -“Por orden de azar”: “Cincuenta años de compañía”, “Luis”, “Mi amigo Conrado”, “Bob Davenport ha desaparecido”, “Un amigo muerto, un domingo, un otoño”, “Retrato de familia con 98”, “Pasalacqua y la libertad”, “Érase una vez en París”, “68 modelo para armar.”.
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