José Saramago - Historia del cerco de Lisboa
Здесь есть возможность читать онлайн «José Saramago - Historia del cerco de Lisboa» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Historia del cerco de Lisboa
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Historia del cerco de Lisboa: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Historia del cerco de Lisboa»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Es un no que subvierte la Historia, que la niega como conjunto de hechos objetivos, al mismo tiempo que exalta el papel del escritor, demiurgo capaz de modificar lo que ha sido fijado y consagrado. El acto de insubordinación del corrector significa la rebelión contra lo que se define como verdad absoluta y no censurable. No es la Lisboa mora la que está cercada, sino la propia Historia.
El no de Raimundo Silva genera una propuesta de reflexión y un texto nuevo porque, como ha escrito el propio Saramago, «todo puede ser contado de otra manera», o «todo lo que no sea vida es literatura». Historia del cerco de Lisboa es también una hermosa historia de amor entre Raimundo Silva y María Sara, personajes contemporáneos sitiados y sitiadores, que acaban derribando los muros que los separan en el proceso de humanización de la historia oficial.
Es, en definitiva, una novela apasionante de un escritor que al novelar busca respuesta para las grandes cuestiones que atañen a los seres humanos. Y de la rebeldía de Saramago surgen obras maestras. Como esta Historia del cerco de Lisboa, definida por la crítica internacional como el más acabado ejemplo de posmodernismo literario.
Historia del cerco de Lisboa — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Historia del cerco de Lisboa», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
María Sara pasó la noche en casa de Raimundo Silva. Después de haberle pedido que encendiera la luz, y asegurarse, con todos los sentidos, de la verdad de estar allí, desnuda y con este hombre desnudo al lado, mirándolo y tocándolo, y sin resguardo ofreciéndose a sus ojos y a sus manos, dijo, entre dos besos, Voy a llamar a mi cuñada. Se enrolló en la colcha blanca y corrió descalza al despacho, desde el dormitorio Raimundo Silva oyó marcar el número, e inmediatamente, Soy yo, luego hubo un silencio, probablemente la cuñada estaría manifestándole extrañeza por la tardanza, preguntando, por ejemplo, Hay alguna novedad, y María Sara, que precisamente de grandes y numerosas novedades estaba habilitada para hablar, respondió, No, sólo quería avisar de que no voy a ir a casa, lo que, a decir verdad, era una novedad absoluta, teniendo en cuenta que ocurría por primera vez desde que se fue a vivir a casa del hermano, después del divorcio. Otro silencio, la sorpresa discreta de la cuñada, inmediatamente cómplice, las palabras que dijo, María Sara se echó a reír, Luego te lo cuento y dile a mi hermano que no se ponga así, en plan de protector de viudas y doncellas, que mi caso no es de ésos. Del otro lado, la cuñada habría expresado una preocupación familiar razonable, Espero que sepas lo que estás haciendo, es lo mínimo que se puede decir en situaciones como ésta, y María Sara respondió, De momento me basta saber que es verdad, y después de una pausa, dijo simplemente, Sí, no precisó de más Raimundo Silva para entender que la cuñada de María Sara había preguntado, Es el corrector, y María Sara respondió, Sí. Después de haber colgado, ella se quedó allí unos momentos, súbitamente todo había adquirido un aire de irrealidad, estos muebles, estos libros, y dentro, en el dormitorio, estaba un hombre acostado, por la parte interna de los muslos sintió que se deslizaba una caricia fría, y pensó, Es de él, se estremeció y se enrolló más en la colcha, pero el gesto le hizo cobrar conciencia de la desnudez completa de su cuerpo, y ahora luchaba en ella el recuerdo de las recientes sensaciones con un pensamiento irritante que no quería dejarla, Si él se hubiera quedado desnudo encima de la cama, el pensamiento se interrumpía allí, o era ella que se negaba a seguir hasta el fin, pero se comprendía claramente que se trataba de una amenaza, de una decisión tomada, incluso sin estar el destinatario formalmente explícito. Le sorprendió que él no la llamara, la campanilla del teléfono dio señal del fin de la comunicación, parecía que el silencio se apoderaba de la casa como si fuese un enemigo furtivo e inquietante, y después pensó que había hallado el motivo, él no sabría cómo llamarla, sí, diría María Sara, pero la cuestión no estaba en las palabras, estaba en el tono con que fuesen dichas, cómo elegir entre el tono imperativo de quien cree ser ya el propietario de un cuerpo y la expresión de una dulzura sentimental que no diríamos fingida, pero en la que seguramente habría una parte de deliberación demasiado consciente para ser natural. Volvió al cuarto, pensando, mientras iba por el corredor, Él está cubierto, él está cubierto, tan ansiosamente como si de eso fuera a depender todo el futuro de las palabras y obras que aquí habían sido dichas y hechas, Raimundo Silva estaba cubierto hasta los hombros.
Cenaron en un restaurante de la Baixa, ella quiso saber cómo iba la historia del cerco, No va mal, me parece, para lo absurdo que es, Te falta aún mucho para terminarla, Podría acabarla en tres líneas, dentro de la fórmula, luego se casaron y fueron muy felices, en nuestro caso, los portugueses, en un supremo esfuerzo, tomaron la ciudad, o bien me pongo a enumerar armas y bagajes, a enredar personas y personajes, y nunca llegaré al final, una alternativa sería dejarla como está, ahora que ya nos hemos encontrado, Preferiría que la terminaras, tienes que resolver la vida de ese Mogueime y de esa Ouroana, el resto será menos importante, de todos modos sabemos cómo va a acabar la historia, la prueba es que estamos cenando en Lisboa, sin ser nosotros moros ni turistas en tierra de moros, Probablemente pasaron por aquí las barcas que llevaron al cementerio los muertos del ataque ante las puertas de la ciudad, Cuando volvamos a casa voy a ponerme a leerla desde el principio, Eso si no estamos ocupados en cosas más interesantes, Tenemos mucho tiempo, caro señor, Además, la historia es corta, en media hora la tienes leída toda, me limité, como verás, a lo que me parecía consecuencia del hecho de que los cruzados se hubieran ido sin querer ayudar a los portugueses, Y que daría una novela, Es posible, pero cuando me metiste en estos trabajos, sabías que yo no pasaba de un normal y modesto corrector, sin otras cualidades, Las suficientes para aceptar el reto, Mejor deberías llamarle provocación, Sea, provocación, Qué idea tenías en la cabeza cuando me desafiaste, qué buscabas, En aquel momento no lo veía con mucha claridad, por muchas explicaciones que pudiera haberme dado a mí misma, o a ti, cuando me las pediste, ahora ya es evidente que era a ti a quien buscaba, A este tipo flaco y serio, con el pelo mal teñido, que vive encerrado en casa, triste como un perro sin amo, Un hombre que me gustó desde que lo vi, un hombre que había puesto deliberadamente un error allí donde estaba obligado a enmendarlos, un hombre que se había dado cuenta de que la distinción entre el no y el sí es el resultado de una operación mental que sólo tiene como objetivo la supervivencia, Es una buena razón, Es una razón egoísta, Y socialmente útil, Sin duda, aunque todo dependa de quiénes fueran los dueños del sí y del no, Nos orientamos por normas generadas según consensos, y dominios, es evidente que variando el dominio varía el consenso, No dejas salida, Porque no hay salida, vivimos en un cuarto cerrado y pintamos el mundo y el universo en sus paredes, Recuerda que han ido ya hombres a la Luna, Su cuartito cerrado fue con ellos, Eres pesimista, No llego a tanto, me limito a ser un escéptico de la especie radical, Un escéptico no ama, Al contrario, el amor es probablemente la última cosa en la que el escéptico aún puede creer, Puede, Digamos más bien que necesita. Acabaron de tomar el café, Raimundo Silva pidió la cuenta, pero fue María Sara quien, con un gesto rápido, sacó de la cartera y colocó en el platillo la tarjeta de crédito, Soy tu directora, no puedo permitir que pagues la cena, se acabaría el respeto a la jerarquía si los subordinados empezaran a dárselas de generosos con sus superiores, Lo admito por esta vez, en todo caso te recuerdo que estoy en camino de convertirme en autor, y entonces, Entonces sí que no pagarás nada, dónde se ha visto que el autor pague la cena al editor, realmente no sabes nada de relaciones públicas, Siempre he oído decir que de los infelices autores sacan los editores almuerzo y cena, Calumnias indecentes, manifestaciones inferiores de un odio de clase, Yo no soy más que corrector, estoy fuera de esa guerra, Si lo tomas tan a pecho, No, no, paga tú, pero mis razones para admitir que pagues son otras, Cuáles son, Es que con toda esta arrastrada historia del cerco casi no he trabajado en la corrección y por tanto, siendo tú la responsable del estado periclitante de mi economía, es de justicia que pagues, para compensarte mañana te hago las tostadas del desayuno, Vas a dejarme con un saldo deudor tremendo.
María Sara tenía el coche en el Largo dos Lóios, a ambos les había apetecido dar un paseo a pie en la noche casi tibia, un poco húmeda. Antes de por el Limoeiro, se quedaron un rato en el mirador contemplando el Tajo, el ancho y misterioso mar interior. Raimundo Silva pusó su brazo en el hombro de María Sara, conocía este cuerpo, lo conocía, y de conocerlo le venía esta sensación de fuerza infinita, y otra, contraria, de infinito vacío, de lasitud perezosa, como una gran ave que pairase sobre el mundo aplazando el momento de posarse. Ahora volvían a casa, lentamente, la noche les parecía interminable, no tenían que correr para detener las horas, o empezarlas deprisa, que más que esto no permite el tiempo. Dijo María Sara, Tengo curiosidad por leer lo que has escrito, puede que tengas razón cuando dices que vas camino de convertirte en escritor, Pensaba que tenías la sensatez de no tomarme en serio, Nunca se sabe, nunca se sabe, Los mejores paños no sirven sólo para que en ellos caigan manchas, Si ya como corrector estoy condenado a las penas del infierno, imagina mi destino como autor, Peor que el infierno, supongo que sólo el limbo, También yo lo creo, pero para el limbo ya estoy pasado de edad, y como estoy bautizado, aunque logre escapar del castigo, del premio no escaparé, por lo visto no hay alternativa, aquí estaba la Porta de Ferro, la echaron abajo hace doscientos años, más o menos, lo que de ella quedaba, claro, que la de los moros nadie sabe cómo era, No cambies de conversación, la idea es buena, Qué idea, La de publicar esa novela, En nuestra editorial, Sería una hipótesis, Darías una pésima directora literaria, sobornable por los sentimientos, Parto del principio de que el libro tendrá calidad suficiente, Y crees que nuestros patronos, después de haberse visto ridiculizados, Si tienen algún sentido del humor, Nunca lo he comprobado, aunque puede que sea por culpa mía, por falta de cualidades receptivas, Acaba el libro y luego veremos, nada se pierde con intentarlo, Lo que tengo allí en casa no es un libro, son sólo unas decenas de páginas con episodios sueltos, Es un punto de partida, Muy bien, pero entonces pongo una condición, Cuál, Seré el corrector de mi propia obra, Para qué, el autor es siempre un mal corrector de sí mismo, Para que no pase un sí por un no. María Sara se echó a reír y dijo, Me gustas. Y Raimundo Silva, Estoy haciendo lo posible para seguir gustándote. Iban subiendo la Calçada do Correio Velho, el camino que él siempre evitaba, pero hoy se sentía alado, y la fatiga, que sin duda tenía, era diferente, no exigía reposo, pedía una fatiga nueva. A esta hora la calle estaba desierta, el lugar y la ocasión eran propicios, Raimundo Silva besó a María Sara, nada hay más común que esto en los días que corren, el beso en la vía pública, pero debemos tener en cuenta que Raimundo Silva viene de una generación discreta que no hacía demostración de sentimientos, y mucho menos de deseos. El atrevimiento, a fin de cuentas, no fue nada del otro mundo, una calle solitaria y poco iluminada, pero es un principio. Continuaron subiendo, se pararon al inicio de las escaleras, S. Crispim tiene ciento treinta y cuatro escalones, dijo Raimundo Silva, y empinados como los de los templos aztecas, pero llegando a lo alto en seguida estamos en casa, No me quejo, vamos, Allá arriba, debajo de aquellos ventanales, hay aún vestigios de la muralla construida por los godos, por lo menos eso dicen los entendidos, Entre los que ahora te cuentas tú, Ni pensarlo, sólo sé algunas cosas que he leído, he estado divirtiéndome o instruyéndome, poco a poco, descubriendo la diferencia entre mirar y ver y entre ver y reparar, Eso es interesante, Es elemental, supongo incluso que el verdadero conocimiento estará en la conciencia que tengamos del cambio de un nivel de percepción, por decirlo así, a otro nivel, Hombre bárbaro, el más godo de todos, quien viene cambiando de niveles soy yo desde que empezamos a trepar montaña arriba, parémonos un poco en este escalón, que necesito respirar, al menos un minuto, sentémonos. Esta palabra, y el acto subsiguiente, le trajeron de golpe a Raimundo Silva el recuerdo de aquel día en el que, huyendo del temor de ser interpelado por un Costa indignado y amenazador, bajó atropelladamente estas escaleras y se sentó ahí, en uno de los peldaños, escondiendo, de ojos imaginariamente acusadores, no sólo su cobardía sino también la vergüenza de sentirla. Un día, cuando esté lo bastante seguro del amor que está naciendo, tendrá que contarle a María Sara todas estas pequeñas miserias del espíritu, aunque puede ocurrir igualmente que resuelva quedarse callado para que no sufra ningún desdoro la imagen positiva que en el futuro consiga dar de sí mismo, y mantener. No obstante, ya en este mismo momento, cuando aún no ha tomado ninguna resolución sobre lo que hará en el futuro, siente la incomodidad de un escrúpulo desatendido, un remordimiento que se anticipa a la falta, una espina mental. Promete que no se olvidará de este aviso premonitorio de su conciencia, y de pronto se da cuenta del silencio que se ha interpuesto entre los dos, tal vez cierta incomodidad, pero no, el rostro de María Sara está tranquilo, sereno, tocado por la claridad de una luna escasa que diluye un poco las sombras en este lugar donde están y adonde no llega la iluminación pública, la incomodidad sólo reside en él, y sin ninguna otra razón que saber que está ocultando algo, digamos que no la vergüenza del miedo, sino el miedo de la vergüenza. Si María Sara no habla es sólo porque piensa que no tiene que hablar, si Raimundo Silva va a hablar es porque no quiere explicar la verdadera causa de estar callado, Hace tiempo había por aquí un perro vagabundo, pero ha desaparecido, y a partir de esta declaración compuso una historia de su encuentro con el animal, añadiéndole parte suficiente de imaginación para hacerla más auténtica y real, No quería irse de aquí, dos o tres veces le di comida, y creo que también lo alimentaban algunos vecinos, pero poco entre unos y otros, porque el animal parecía siempre a punto de morirse de hambre, no sé qué le habrá pasado, si tuvo el valor de irse a correr mundo y buscarse la vida, o si murió aquí mismo, poco a poco, hoy pienso que debería haberme ocupado más de él, nada me costaba traerle todos los días unos restos o comprarle incluso de esas comidas para perros que hay ahora, que la cosa tampoco iba a arruinarme. Durante unos minutos Raimundo Silva fue repitiendo sus responsabilidades y culpas, consciente, sin embargo, de que estaba encubriendo con un falso remordimiento el otro verdadero, dudoso éste, incierto el que vendrá, después, súbitamente, se calló, se sentía ridículo, pueril, tanta preocupación por un perro vagabundo, sólo le faltaba que María Sara hiciera un comentario cualquiera, sin interés, por ejemplo, Pobre animal, y fue exactamente esto lo que dijo, Pobre animal, y luego, levantándose, Vamos.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Historia del cerco de Lisboa»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Historia del cerco de Lisboa» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Historia del cerco de Lisboa» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.