Kazuo Ishiguro - Los Restos Del Dia

Здесь есть возможность читать онлайн «Kazuo Ishiguro - Los Restos Del Dia» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los Restos Del Dia: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los Restos Del Dia»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Novela de una discreta belleza (tal vez demasiado discreta), Los restos del día (The remains of the day, 1989), del inglés nacido en Japón, Kazuo Ishiguro (1954), está centrada en la recreación de la compleja psicología y el lenguaje de su personaje central, Stevens, mayordomo de una mansión inglesa a lo largo de la primera mitad del siglo XX. El objetivo parece ser explicar las razones de un comportamiento ejemplar aun a costa de la felicidad propia, por un rigor que lo empuja a renunciar a la realidad.
En cambio, la historia es poca cosa: el nuevo dueño de la mansión, un norteamericano, le propone a Stevens que se tome unos días para conocer el país. A bordo del automóvil de su “señor”, el empleado viaja por la campiña y se dirige hasta una ciudad lejana, donde espera ver a miss Benton, otrora ama de llaves de la mansión, de quien está secretamente enamorado, algo que no es capaz de confesar ni siquiera en su yo interior: a lo largo de su camino, Stevens recuerda los años de esplendor de la casa, antes de que su amo (un filonazi que trató de cambiar el rumbo de la política exterior de su país durante la segunda guerra) cayera en la desgracia del escarnio público y el colaboracionismo. Pero en sus solitarias disquisiciones, nunca se atreve a aceptar lo innegable: que durante años rehuyó hablarle de amor a miss Benton, sólo que ahora es demasiado tarde; sin embargo, el personaje disfraza lo que es un viaje de amor de un fin práctico: supone (quiere suponer) que su vieja amiga tal vez se reintegre en el servicio.
Pasa algo parecido con los sentimientos de Stevens hacia su jefe: a pesar de que ya no está a su servicio y el patrón ha muerto, el mayordomo se niega a criticarlo con dureza, como hacen los demás; su fidelidad (o su ceguera, no lo sé) se mantiene más allá del tiempo, como si se tratara de una variante británica de Job; nada cambia lo anterior: ni el talante antidemocrático del magnate ni su ocasional antisemitismo; Stevens encuentra una justificación hasta para los actos más reprobables, aunque el humillado sea él mismo. Como estamos ante un hombre para el cual las formas lo son todo (nunca se permite un ex abrupto o la escandalosa certidumbre de que tiene sentimientos), hay un especial acento en la redacción de su lenguaje, que resulta ser inútil más allá de los límites de su oficio: es incapaz de hacer una broma o conversar sin recelo con la gente más humilde, de la misma forma que le resulta imposible hablar de sexualidad humana con un joven hombre a punto de casarse, a quien pretende aleccionar con ejemplos pueriles. El suyo es el lenguaje de los cubiertos de plata y las botellas de oporto, pero en su pobre vida interior todo es contención y prudencia. En cambio miss Benton es apasionada y, cuando no resiste más la frialdad a toda prueba de su jefe, puede llegar a expresarse con una rudeza que sólo el amor perdona.
Me gusta la técnica de esta novela de Ishiguro, su escritura cuidadosa y su dibujo elegante de un ser atormentado, que me parece logrado pero al mismo tiempo repulsivo: es como estar ante la encarnación de las oportunidades perdidas, porque el personaje recibe una oferta preciosa pero la deja pasar para recluirse en una penosa existencia marcada por el sino de una excesiva disciplina; sin embargo, como lo he dicho, se trata de una novela que apenas me ha conmovido.

Los Restos Del Dia — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los Restos Del Dia», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Miss Kenton, comprenderá que si se contrata a esta chica todas las responsabilidades que de ello se deriven recaerán sobre usted. Por lo que a mí respecta, no me cabe la menor duda de que esta muchacha no está en absoluto capacitada para formar parte de nuestro personal. Y sólo entrará a formar parte con tal que se encargue usted misma de su formación.

– Nos dará buenos resultados, mister Stevens. Ya lo verá.

Y para sorpresa mía, durante las semanas que siguieron, la joven hizo muchos progresos, y a un ritmo notable. Su actitud en el trabajo parecía mejorar cada día, e incluso su actitud al andar y realizar las tareas, tan poco armoniosa en un principio que era mejor mirar para otro lado, mejoró espectacularmente.

Conforme avanzaron las semanas, y con ellas la milagrosa transformación de la muchacha en una útil empleada más, quedó patente el éxito de miss Kenton. Parecía regocijarse especialmente asignándole tareas o funciones que requiriesen un mayor grado de responsabilidad, y si por azar yo estaba observando, procuraba atraer mi atención adoptando una expresión burlona. La reunión que mantuvimos aquella noche en torno a nuestras tazas de chocolate fue un ejemplo típico de la clase de conversaciones que solíamos tener sobre Lisa.

– Lamentablemente -me dijo miss Kenton- debo decirle que Lisa no ha cometido todavía ningún error grave que valga la pena mencionar aquí. Se sentirá usted decepcionado.

– No estoy decepcionado en absoluto, miss Kenton. Más bien me alegro por usted y por todos nosotros. Reconozco que, por lo que se refiere a los progresos de la chica, tiene usted cierto mérito.

– ¡Cierto mérito! ¡Mire, mire cómo se sonríe, mister Stevens! Siempre que hablo de Lisa sonríe usted de ese modo. Una sonrisa que dice muchas cosas. Si, muchas cosas.

– ¿De verdad, miss Kenton? ¿Qué, exactamente?

– Es muy significativo que desde un principio se mostrase usted tan pesimista respecto a la chica. Todo porque Lisa es guapa, no vamos a negarlo. Y me he dado cuenta de que, en cierto modo, tiene usted aversión a que haya chicas guapas entre el personal.

– Eso que está diciendo son bobadas, y lo sabe muy bien.

– Pues eso es lo que he observado, mister Stevens. No le hace ninguna gracia que haya chicas guapas entre el personal. ¿Teme acaso que le distraigan? ¿No será que no tiene demasiada confianza en sí mismo? Después de todo, también usted es de carne y hueso.

– Miss Kenton, si encontrase a sus palabras el mínimo sentido, me molestaría en iniciar con usted una discusión. Sin embargo, creo que será mejor que piense en otras cosas si usted sigue hablando de este tema.

– Bueno, pero dígame, ¿por qué sigue sonriendo de esa forma tan pecaminosa? -¿Pecaminosa, miss Kenton? Sólo estoy asombrado por la asombrosa capacidad que tiene usted para decir tonterías, no es más que eso.

– No, se sonríe usted de forma pecaminosa , mister Stevens. Y además he notado que no se atreve nunca a mirar a Lisa. Ahora entiendo por qué se mostró tan reacio a que entrase esa chica.

– Me mostré reacio por razones mucho más sensatas, miss Kenton. Y usted lo sabe. Cuando se nos presentó la chica, no era de ningún modo la persona adecuada.

Comprenderán ustedes que en presencia de los criados nunca habríamos organizado semejante escena; sin embargo, aquellos momentos en que nos reuníamos a tomar el chocolate, sin perder su carácter básicamente profesional, nos permitían a menudo charlar de este modo inofensivo, lo cual, por otra parte, descargaba mucho las tensiones acumuladas tras un día ajetreado.

Lisa llevaba ya con nosotros ocho o nueve meses y yo apenas si pensaba en ella, cuando una noche se fue de la casa junto al segundo lacayo. Claro que cualquier mayordomo de cualquier mansión sabe que esto puede ocurrir. Y aunque son cosas verdaderamente muy irritantes, uno acaba por acostumbrarse. Además, comparada con otras escapadas «nocturnas», ésta había sido de lo más civilizada. Aparte de un poco de comida, la pareja no se había llevado nada que perteneciese a la casa, y, lo que es más, habían dejado dos cartas. El segundo lacayo, cuyo nombre ya no recuerdo, dejó una breve nota a mi nombre en la que decía algo así: «No nos juzgue mal, por favor. Estamos enamorados y vamos a casarnos». Lisa había escrito una nota más larga dirigida al ama de llaves, la carta que miss Kenton me enseñó en la despensa la mañana después de que los dos jóvenes desaparecieran. Que ahora recuerde, la carta estaba llena de faltas de ortografía y frases mal estructuradas, y en ella hablaba de lo enamorados que estaban, de lo formidable que era el segundo lacayo y del maravilloso futuro que les esperaba. Recuerdo que uno de los párrafos decía así: «No tenemos dinero pero no nos importa porque nos queremos. No queremos nada más si nos tenemos uno a otro es lo único que nos importa». Aunque se trataba de una carta de folio y medio, no había expresión alguna de gratitud hacia miss Kenton por sus muchas atenciones, ni palabra alguna de disculpa por dejarnos a todos plantados.

Evidentemente, miss Kenton se quedó muy desconcertada. Durante el rato que tardé en leer la carta de la muchacha, había permanecido sentada junto a la mesa delante de mí, con la cabeza agachada. En realidad, y fue una rara sensación, creo que nunca la había visto tan desconsolada como aquella mañana. Finalmente, cuando dejé la carta en la mesa, me dijo:

– Ya ve, mister Stevens, parece que tenía usted razón, y yo me equivoqué.

– Miss Kenton, no tiene usted por qué tomárselo así -dije yo-, son cosas que pasan. La gente como usted o como yo no puede hacer nada para evitar que ocurran.

– Ha sido culpa mía, mister Stevens, lo reconozco. Tenía usted razón y yo estaba equivocada, como siempre.

– Miss Kenton, en eso no estoy de acuerdo con usted. Hizo maravillas con esa chica. Lo que consiguió con ella ha sido en varias ocasiones la prueba de que era yo el que estaba equivocado. Hablo en serio, miss Kenton, lo que ha pasado podría haber ocurrido con cualquier otro empleado. La chica hizo muchos progresos con usted. Comprendo que se sienta defraudada, pero no tiene motivos para sentirse culpable.

Miss Kenton siguió con aire abatido y, finalmente, dijo en voz baja:

– Le agradezco que diga eso, mister Stevens. Es usted muy amable. -Después suspiró, como si estuviera cansada, y dijo-: Ha sido tonta. Tenía una buena carrera por delante. No le faltaban cualidades. ¡Son tantas las chicas como ella que desperdician las oportunidades que tienen! ¿Y todo para qué?

Nos quedamos los dos mirando la carta que había encima de la mesa y, seguidamente, miss Kenton apartó su mirada con un gesto de fatiga.

– Tiene razón -dije-, es una lástima.

– Ha sido tonta. Y ya verá qué pronto la dejará. Con la buena carrera que tenía por delante. Si hubiese perseverado un poco… en un par de años habría estado preparada para ejercer como ama de llaves en alguna casa más o menos grande. Tal vez piense que exagero, pero no tiene más que ver lo que mejoró conmigo en unos meses. ¡Y pensar que lo ha echado todo a perder por nada!

– Sí, ha sido tonta.

Empecé a recoger las hojas pensando en archivarlas como referencias, pero se me ocurrió que quizá miss Kenton no tenía intención de darme la carta sino que preferiría conservarla. Volví a dejar los folios en la mesa, aunque miss Kenton, en cualquier caso, seguía ausente.

– Ya verá usted qué pronto la dejará -repitió-. ¡Qué tonta ha sido!

Estoy viendo que me he perdido entre tantos recuerdos y, realmente, no era mi intención, pero quizá no sea tan grave considerando que, así, al menos he conseguido no pensar demasiado en los malos ratos que he pasado esta tarde; por cierto, confío en que hayan concluido por fin, ya que las últimas horas, todo hay que decirlo, han sido más bien agotadoras.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los Restos Del Dia»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los Restos Del Dia» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los Restos Del Dia»

Обсуждение, отзывы о книге «Los Restos Del Dia» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x