Philippe Djian - Zona erógena

Здесь есть возможность читать онлайн «Philippe Djian - Zona erógena» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Zona erógena: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Zona erógena»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Zona erógena — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Zona erógena», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

No contesté, pensaba así son las cosas, no se puede hacer más. Retiró las manos de los bolsillos y se cogió de la balaustrada con la mirada en el vacío.

– ¡Sí, mierda, ¿qué te has creído?! -me repitió.

Lo más divertido es que no me salía ni una palabra de la boca. No sé,,pero supongo que la habría dejado hacer si hubiese agarrado cualquier cosa para golpearme. La habría dejado hacer, incluso me habría gustado. Pero no tuve tiempo de pensar en el asunto, porque repentinamente se echó a reír de forma bastante brutal:

– Pero, a ver, ¿estás soñando o qué…? Tendría que estar totalmente loca para volver con un tipo como tú. ¡No hay lugar para mí en tu vida, no hay lugar para nadie, no cabéis más que tú y tus malditos libros!

– No, te equivocas -le dije.

– Tú no necesitas a nadie, ¿aún no te has dado cuenta de que no necesitas a nadie?

– Deja ya de decir tonterías -le dije-. Mírame, ¿tengo aspecto de ser un tipo que no necesita a nadie?

– ¡Sí! ¡Eres el mejor representante de esa especie que he visto en mi vida!

– ¡Santo Dios!, óyeme, ¿te crees que estaría haciendo todo este numerito si no te necesitara?

Creo que, por un segundo, todo el alcohol salió de su cuerpo y me clavó una mirada brillante; a lo mejor había tocado un nervio o alguna cosa sensible. Sentí que algo ocurría.

– ¡Guuaauuuu…! -exclamó-. Parece que has progresado, ¿eh? Normalmente, eso se te habría atravesado en plena garganta. ¿Qué te ha pasado?

– Nada -dije.

En aquel momento tenía los músculos totalmente tetanizados, como si tuviera dentro una sobredosis de cualquier cosa, y no lograba saber si lo que corría por mis venas era hielo o fuego, o un poco de cada. Era a la vez delicioso y atroz. Retiré la mano de la baranda antes de que explotara por la presión de mis dedos.

Vaya, Djian, ibas a lanzarte a fondo. Era la gran zambullida, ¿verdad, colega?, yo tenía muy claro que ibas a echar el resto sobre la mesa. Claro, deseabas a esa chica, ¿no?, te habías envenenado el cerebro con su imagen y ahora te tocaba pagar. No me has hecho caso, Djian, te quedaste delante de ella con los ojos bajos, como un pobre tipo.

– Mierda… ¿Qué demonios te pasa…? ¿Por qué te has presentado así? -preguntó ella.

No me miraba, miraba no sé qué a lo lejos, o tal vez la luna. Me hubiera gustado hacer una foto del conjunto, me hubiera gustado conservar algo de aquel momento y pegármelo en el fondo de la cabeza para no olvidarlo.

– Lo que tú quieres es que nos volvamos locos los dos, ¿verdad? -murmuró.

Iba a seguir más o menos con cosas del mismo estilo pero un tipo se interpuso entre nosotros de forma sobrenatural. Lo reconocí, era Paul Newman, y pasó el brazo por el talle de Nina de forma desenvuelta.

– Te presento a Charles -me anunció ella-. Es fotógrafo. El tipo me guiñó un ojo.

– ’nas noches -dije yo.

Empecé a bajar en vuelo planeado y la cosa no terminaba nunca. Tardé un momento en comprender de dónde podía haber salido aquel chorbo. Además, su parecido con Paul Newman era una putada. Yo siempre había visto a aquel tipo en películas en las que volvía locas a todas las mujeres, y lo mismo pasaba en la sala.

En resumen, que el gilipollas aquel lo estropeó todo en una milésima de segundo, y mientras ellos charlaban, yo me dediqué a descomprimirme con toda la tranquilidad que pude reunir.

– ¿Qué? -preguntó ella-. ¿Ya está?

– Sí, Harold está guardando los aparatos. Vamos a poder respirar un poco.

Puta mierda, pensé, ¿quedaba toda una colonia allí adentro o qué? Eh, Djian, vuelve, pasa de esa pequeña isla desierta y olvidada en los mapas, no sueñes, colega, vas a tener que comportarte como un ser humano. No tienes elección, así que sé buen jugador, y tranquilízate un poco, hombre. Aunque la mano de ese cabronazo vaya más allá de lo que te gustaría en el talle de Nina, dedícale una sonrisa, Djian, hazlo por mí.

Hice una mueca mirando a lo lejos y tomé una carta cualquiera, al azar:

– Aún hace buen tiempo, pero ya empieza a notarse el invierno -dije.

No me contestaron. El tipo hacía un buen rato que no me hacía ni caso, devoraba a Nina con los ojos y le decía cosas que yo no llegaba a oír. Lo peor era que ella no parecía molesta, él la apretaba contra su cuerpo bastante descaradamente y ella lo dejaba hacer. Qué cerdo, qué desgraciado, lo tenía fácil con sus ojos claros y sus sienes plateadas, no tenía que esforzarse demasiado para meterse en el morral a una chica un poco borracha… Aunque me hubiera presentado con el premio Nobel de Literatura en el bolsillo, no habría tenido nada que hacer ante un tipo como aquél. Sin embargo, cuando dieron media vuelta para entrar en la casa, los seguí. Si aquel individuo se lo hubiera pensado un poco, habría comprendido que valía más matarme allí mismo que esperar a que soltara la presa. Una extraña paz se instaló en mí, como si bajara por la colina al amanecer después de haberme pasado la vida meditando en una cueva.

En la casa sólo había dos chicas, y un tipo tallado como una montaña y con cara de bebé. Me sentí aliviado al ver que no había demasiada gente. No íbamos a convertirnos en copos en medio de un tornado.

Nadie pareció sorprendido al verme entrar. Claro que no, eran gente guapa, y ésa es una de las primeras reglas que hay que poner en práctica cuando uno quiere estar realmente en el ajo: no sorprenderse por nada, y mirar los golpes que se da el mundo turbulento, desde detrás de los cristales y con ojos indiferentes. Perfecto. Controla tus emociones, baby, el mundo entero tiene los ojos fijos en ti. Yo soy incapaz de hacer cosas así, soy más bien el idiota que lanza exclamaciones del tipo ¡OH! y ¡AH!

Había dos sofás y un sillón, y me encontré sentado en este último, pero en la misma punta y con la espalda bien recta. Justo después vi que salían botellas de todos lados. Increíble, en un segundo todos teníamos una dosis mortal entre los dedos.

Charles parecía estar realmente en forma, no se estaba quieto en el sofá, ni dejaba en paz a Nina sino que atacaba cada vez más. Los otros tres, enfrente, se agitaban silenciosamente. Yo no hacía nada y a veces la vista se me turbaba. Tenía la impresión de que habían disminuido de estatura o que se habían retirado hacia el fondo de la habitación.

Después de este pequeño aperitivo, Charles volvió a llenar las copas, y la de Nina hasta el borde, cuando ella ya ni siquiera podía mantener la cabeza erguida. Que no haga tonterías, me dije, si se toma esa copa, ya estará, no podré impedir nada. Me incliné hacia adelante con una sonrisa y toque él hombro de Charles:

– Oye, no es razonable -le dije-. La conozco y sé que va a ponerse enferma…

Miró a Nina como si estuviera sorprendido:

– ¿De verdad? ¿Vas a ponerte enferma?

Pero Nina no encontró nada mejor que echar la cabeza hacia atrás y lanzar una risita. Charles se creyó autorizado para darme una palmada en el muslo:

– Tranquilo, hombre -me dijo-. Relájate…

Bebió un trago muy largo y luego dejó su copa sobre el brazo del sofá mientras me miraba fijamente. Yo tenía la boca seca. Al otro lado, el gigante sorbía su copa lentamente, con los ojos semicerrados y una chica en cada brazo. Aquellos dos cerdos parecían verdaderos profesionales, tan seguros de sí mismos como todos esos tipos que siguen escribiendo como a principios de siglo, y que son invencibles en el campo de las rimas y los besamanos. Charles acababa de poner una pierna encima de las de Nina, y la besaba furiosamente en el cuello. Aquello me cortó la respiración. Por mucho que mirara al techo al fondo de mi copa, sabía que ella seguía con los ojos fijos en mí. Me parecía insoportable, y aunque ella diera la impresión de estar totalmente ausente, era terrible. Me revolví en mi asiento.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Zona erógena»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Zona erógena» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Zona erógena»

Обсуждение, отзывы о книге «Zona erógena» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x