PARTE SÉPTIMA
Del amor y del pecado
Para ejemplificar lo que os digo, ninguna otra cosa ilustrará mejor mi exposición que lo que concierne al amor. Erróneamente se piensa que las pasiones son las que nos conducen al pecado de la carne. La tentación que acaba en este pecado nada tiene que ver con las pasiones sino, precisamente, con las acciones, pues es este un pecado cuyo origen está en el cuerpo. Habremos entonces de diferenciar el amor, que es un puro atributo del alma, del impulso sexual. El amor es una pasión, pues tiene su origen y su fin en la propia alma, mientras que el impulso sexual se inicia y se completa en el cuerpo. Así, no existe ningún órgano que sirva al amor ni para producirlo ni para extinguirlo, mientras que el impulso sexual tiene una localización corporal evidente tanto en su origen como en su fin. Habréis de convenir conmigo en que el amor más puro es aquel que profesamos a Dios.
PARTE OCTAVA
De la anatomía de las mujeres y de la moral de los hombres
Y ahora que os he dicho lo que pienso acerca de la mecánica del cuerpo y, en líneas generales, os he hablado del alma, dejadme que os explique una de las premisas que han guiado mi pluma en De re anatómica , que es la conclusión de muchos años de estudios. Dije alguna vez: "Si la ciencia de la moral estudia el proceder de los hombres, la anatomía habrá de reservarse para sí el estudio del proceder de las mujeres". Dejadme, para que os explique esta frase, que cite al gran Aristóteles. Recordaréis seguramente la magistral enseñanza de Aristóteles en lo que concierne a la procreación. Dice, en su Metafísica , que la unión de los sexos hace posible la reproducción del siguiente modo: el semen del hombre es el que da al ser en formación la identidad, la esencia y la idea, mientras que la mujer aporta únicamente la materia del futuro ser, esto es, el cuerpo. Y dice el gran Aristóteles que el semen no es un fluido material, sino enteramente metafísico. Como ha enseñado el Maestro Aristóteles, el esperma del hombre es la esencia, es la potencialidad esencial que transmite la virtualidad formal del futuro ser. El hombre lleva en su semen el hálito, la forma, la identidad, que hace de la cosa, materia viva. El hombre, en fin, es quien da el alma a la cosa. El semen tiene el movimiento que le imprime su progenitor, es la ejecución de una idea que corresponde a la forma del padre, sin que esto implique la transmisión de materia por parte del hombre. En condiciones ideales, el futuro ser tenderá a la identidad completa del padre: "El semen es un organon que posee movimiento en acto". 1 "El semen no es una parte del feto en formación", así como ninguna partícula de substancia pasa del carpintero al objeto que elabora para unirse a la madera, así, ninguna partícula de semen puede intervenir en la composición del embrión; de igual modo que la música no es el instrumento, ni el instrumento es la música. Y sin embargo, la música es idéntica a la idea previa del autor.
PARTE NOVENA
De la inexistencia del alma en las mujeres
Lo que quiero deciros es que, si llevamos este concepto del gran Aristóteles a su extremo lógico, veremos que no existe razón para suponer la existencia de un alma en las mujeres.
Este último comentario del anatomista levantó un murmullo general en la sala. Podían verse asentimientos aquí y allá e, inclusive, algún involuntario gesto de aprobación entre los miembros de la comisión de Doctores.
– ¡Anatema! -gritó el decano, poniéndose de pie-. Quién otro que el propio Satán podría pronunciar esas palabras -iba a seguir hablando, pero en ese momento descubrió que ninguna idea acudía en su auxilio. Jamás hubiera pensado que iba a tener que ensayar una defensa de las mujeres. En rigor, no tenía una sola opinión favorable hacia el sexo opuesto. El decano abominaba de las mujeres. Mateo Colón no lo ignoraba. De modo que aprovechó el largo silencio que guardaba el decano para mirarlo, impaciente por conocer su opinión respecto de las palabras que acababa de pronunciar.
– Estáis ofendiendo el Sagrado Nombre de la Virgen -fue lo más incontestable que se le ocurrió.
Permitidme que os recuerde que el milagro le está vedado al hombre. La Inmaculada Concepción es un milagro de Dios obrado sobre María. ¿Pero acaso pretendéis que todas las mujeres conciban como María? Vuestra Excelencia no ignora que Nuestra Señora es única y que también lo es el Hijo de Dios. Y si el hijo de Dios ha tenido un cuerpo sobre esta Tierra, ese cuerpo se lo ha dado María. Sabéis que no hablo del milagro obrado sobre María. Pero allí tenéis el ejemplo de Eva. ¿Acaso ofreceríais a Eva la misma devoción que profesáis a Nuestra Señora? Vuestra Excelencia tampoco ignora que Dios ha castigado en Eva a todas sus hijas por todas las generaciones y que, aun después de María, paren ellas con dolor. No podéis confundir la Santa excepción con la culposa regla nacida del pecado original. Y digo, como Gregorio Magno: "¿Qué se debe entender por mujer sino la voluntad de la carne?".
PARTE DECIMA
Del oscuro proceder femenino
Todo cuanto os he dicho acerca del alma concierne únicamente a los hombres y no a las mujeres. Es ése el motivo por el cual os digo que, si pretendemos comprender el oscuro proceder femenino por el camino de la moral, no arribaremos a ningún resultado, pues no existe alma en ellas. Y por eso os digo, también, que el único camino que nos conduce a la comprensión del comportamiento de las mujeres ha de ser el de la anatomía. Y no tengo dudas acerca de lo que os digo pues, como resultado de mis extensas investigaciones, he podido acceder al descubrimiento de un órgano existente en la anatomía femenina que cumple funciones análogas a la del alma de los hombres y que pueden ser fácilmente confundidas con lo que he llamado pasiones. Quiero deciros que no existen tales pasiones en las mujeres, y sí solamente acciones que tienen su origen y su fin en el propio cuerpo. Las voliciones que gobiernan el proceder femenino no surgen en ninguna otra parte más que en el cuerpo y, más precisamente, en el órgano que os he mencionado. Algunos metafísicos y también algunos anatomistas han buscado en qué lugar del cuerpo podía albergarse el alma. Os digo que el alma no tiene residencia en el cuerpo, sino que deriva alrededor de éste como lo haría un ángel. En lo que concierne a las mujeres, si queréis reservar también para ellas algo semejante al alma masculina, pues deberéis, en consecuencia, situarla dentro del cuerpo, tal como se encarna un demonio. Y os digo que este demonio tiene su casa dentro del cuerpo, exactamente en el órgano del cual, ahora mismo, os habré de hablar. Y me atrevo a deciros que, si podemos explicar el funcionamiento de este órgano, podremos, por fin, explicar el oscuro proceder femenino.
PARTE UNDÉCIMA
De la existencia de un órgano femenino al que he llamado Amor Veneris , que es comparable al alma masculina
Lo que quiero deciros es que existe en el cuerpo de la mujer un órgano que ejerce funciones análogas a las del alma en los hombres, pero cuya naturaleza es completamente diferente, ya que depende únicamente del cuerpo.
Este órgano es, principalmente, la sede del deleite en las mujeres. Esta protuberancia que surge del útero cerca de la abertura que se llama boca de matriz es el origen y el fin de todas las acciones destinadas al placer sexual. Cuando tienen actividad sexual, no sólo cuando se frota vigorosamente con una verga, sino también si se toca con un dedo, el semen 1 fluye de aquí para allá más rápido que el aire a causa del placer, incluso sin que ellas lo quieran. Si se toca esa parte del útero cuando las mujeres tienen apetencia sexual y están muy excitadas, como con frenesí e incitadas al placer y con apetencia de un hombre, se descubre que es un poco más duro y oblongo, hasta el punto de que parece una especie de miembro masculino -sobre este punto habré de ocuparme puntualmente más adelante-. Por tanto, como nadie ha discernido esta protuberancia ni su uso, si es permisible poner nombre a las cosas por mí descubiertas, que sea llamada Amor Veneris 1.
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