Phury palmeó su trasero. -Vamos, mi hermano. Seré más que feliz de cubrir tu culo.
Cuando la luz de la tarde disminuyó en el bosque, O dio marcha atrás al Toro, evitando el montón de tierra que había hecho.
– ¿Está listo para los tubos? -Le gritó U
– Sí. Déjalos caer aquí abajo. Vamos a ver como queda instalado.
El tubo de alcantarilla compuesto de metal acanalado de aproximadamente un metro de diámetro y dos diez de largo fue bajado al agujero dónde estaba su final. La cosa se adaptaba perfectamente.
– Vamos a colocar otros dos allí. -Dijo O.
Veinte minutos más tarde las tres secciones de tubos estuvieron alineados. Usando el Dingo, O empujó la tierra mientras otros dos lessers sostenían los tubos en su lugar.
– Se ve bien. -Dijo U, andando por alrededor. -Se ve malditamente bien. ¿Pero como conseguiremos que los civiles entren y salgan?
– Sistemas de arnés. -O apagó el Dingo y se acercó a mirar detenidamente dentro de uno de los tubos. -Puede comprar los artículos para escalada en Dick’s Sporting Goods. Somos lo bastante fuertes para levantar a los civiles incluso si son un peso muerto y ellos estarán drogados, doloridos o agotados, entonces no lucharán mucho.
– Esta es una gran idea. -Murmuró U. -¿Pero como lo taparemos?
– Las tapas serán redes metálicas con pesos en el centro.
O echó un vistazo por encima, viendo el cielo azul. -¿Cuanto tiempo piensas que pasará hasta que tengamos el techo encima?
– Bueno nosotros pondremos la última pared ahora mismo. Entonces todo lo que tenemos que hacer es elevar las vigas y pasar a las claraboyas. El tableado no costará demasiado tiempo y las tablillas están ya sobre las tres paredes que tenemos ahora. Moveré las herramientas hacia aquí, conseguiré una mesa y empezaremos mañana por la noche.
– ¿Tendremos las persianas para las claraboyas para entonces?
– Sí. Y serán automáticas entonces usted podrá levantarlas y bajarlas.
Hombre, aquellas cosas iban a ser prácticas. Una pequeña luz del sol era la mejor niñera que un lesser podía tener. Ella entraría, destellos desde el espacio y presto, no más restos de vampiro.
O cabeceó hacia su camión. -Devolveré el Toro a su lugar de alquiler. ¿Necesita algo de la ciudad?
– No. Estamos bien.
Camino a Caldwell, con el pedazo de maquinaria fija de la F 150, O debería haber estado de buen humor. El edificio iba bien. Su escuadrilla aceptaba su mando. El Sr. X no había traído Betas otra vez. Pero en cambio el sólo se sentía…muerto ¿Y esto no era irónico como el infierno para alguien que no había estado vivo desde hacía tres años?
Ya se había sentido así antes.
Allá en Sioux City, antes de haberse convertido en un lesser, él había odiado su vida. Había pasado en el instituto y ellos no tenían dinero para enviarlo a un colegio de la comunidad, entonces las opciones de carrera habían sido limitadas. Trabajando como gorila tendía a ser llamado para el servicio su tamaño y su vena mala, pero esto había sido solo moderadamente divertido: los borrachos no aguantaban y los reventar inconscientes no era más divertidos que apalear a una vaca.
La única cosa buena que había encontrado era a Jennifer. Ella lo había salvado del estúpido aburrimiento y la había amado por ello. Ella era el drama, el entusiasmo y la imprevisibilidad en el paisaje plano de su vida. Y siempre que él tenía uno de sus ataques de rabia, ella lo había golpeado directamente, aún cuado era más pequeña y sangraba más fácilmente que él. Él nunca había sabido si ella lo golpeaba porque era demasiado tonta para saber que él siempre ganaría al final o por que ella ya había sido golpeada por su padre. En cualquier caso, la estupidez o el hábito, tomó de ella todo lo que podía darle y luego la golpeaba en el suelo. Cuidándola después, cuando el fuego se había consumido, le había entregado los momentos más sensibles de su vida.
Pero como todas las cosas buenas, ella se había acabado. Dios, él la echaba de menos. Había sido la única que entendía como el amor y el odio golpeaban al lado en las cámaras de su corazón, la única que podía manejar ambos sentimientos al mismo tiempo. Pensando en ella largamente, su negra cabellera y su delgado cuerpo, la echaba tanto de menos que casi podía sentirla a su lado.
Cuando entró en Caldwell, pensó en la prostituta que había comprado la otra mañana. Había terminado por darle lo que él necesitaba, aunque hubiera tenido que negociar su vida para hacerlo. Y mientras conducía ahora, exploró las aceras, buscando otra liberación. Lamentablemente, las morenas eran más difíciles de adquirir que las rubias que comerciaban con la piel. Tal vez podría comprar una peluca y decirles a las putas que se la pusieran.
O pensó en el número de gente que se había cargado. La primera persona a la que había matado había sido en defensa propia. El segundo había sido un error. El tercero había sido a sangre fría. Entonces, cuando llegó de la costa este, buscado por la ley, sabía un poco sobre la muerte.
En aquel entonces, cuando Jennifer recientemente se había ido, el dolor en su pecho era muy vivo, un perro loco que tenía que estirar las piernas antes de que esto lo destruyera. Caer en la Sociedad había sido un milagro. Esto lo había salvado de una tortura desarraigada, dándole una concentración, un objetivo y una salida para la angustia.
Pero ahora, de algún modo, todas aquellas ventajas se habían ido y se sentía vacío. Tal y como estaba hacía cinco años en Sioux City justo antes de que se hubiera topado con Jennifer.
Bueno, casi lo mismo, pensó él, conduciendo hasta el lugar de alquiler.
En aquel entonces, él todavía había estado vivo.
******
– ¿Has salido de la bañera?
Mary se rió, poniéndose el teléfono en el otro oído, excavando en lo más profundo de las almohadas. Eran algo después de las cinco.
– Sí, Rhage.
Ella no podía recordar cuando había tenido un día con tanto lujo. Durmiendo. Comida entregada con libros y revistas. El Jacuzzi.
Era como estar en un balneario. Bien, un balneario donde el teléfono sonaba constantemente. No sabía cuantas veces la había llamado.
– ¿Te trajo Fritz lo que le pedí?
– ¿Cómo encontró las fresas frescas en Octubre?
– Tenemos nuestros caminos.
– Y las flores son muy hermosas. -Ella miró el ramo de rosas, dedaleras, espuelas de caballero y tulipanes. Primavera y verano en un jarrón de cristal. -Gracias.
– Me alegra que te gusten. Siento no haber podido salir y escogerlas yo mismo. Habría disfrutado encontrando solo las más perfectas. Quería que fueran brillantes y olieran muy bien.
– Misión cumplida.
Voces masculinas resonaban en el fondo. Rhage bajó la voz. -¡Hey!, poli, ¿te importa que use tu dormitorio? Necesito algo de intimidad.
La respuesta fue amortiguada y luego ella escuchó como se cerraba un la puerta.
– Hola. -Dijo Rhage con voz ronca cansina. -¿Estás en la cama?
Su cuerpo se revolvió, calentándose. -Sí.
– Te echo de menos.
Ella abrió la boca. No salió nada.
– ¿Aún estás ahí, Mary? -Cuando suspiró, dejo él. -No te parece bien. ¿Me estoy haciendo demasiado real para ti?
He tenido a ocho mujeres diferentes solo esta semana.
Oh, Dios. Ella no quería enamorarse de él. Solo no podía dejarlo.
– ¿Mary?
– Solo no…me digas cosas como esa.
– Es como me siento.
Ella no respondió. ¿Qué podía decir? ¿Qué se sentía de la misma manera? ¿Qué lo echaba de menos aún cuando la había llamado cada hora durante el día? Esto era de verdad, pero no algo que la hiciera feliz. Él también era condenadamente hermoso…e infernal, podía poner a Wilt Chamberlain en las sombras cuando esto venía en una lista de amantes. Aunque ella estuviera perfectamente sana, él era una receta para el desastre. ¿Añadimos a la situación que ella afrontaba?
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