Santa…casa de Windsor.
Cortinas de seda colgaban de las ventanas franjas de oro y rojos. El satén y el terciopelo adornaban una enorme cama Jacobea, los postes de la cual deben haber sido hechos de troncos enteros de roble. Había una alfombra Aubusson en el suelo, óleos en todas las paredes…
Buen señor, ¿aquella Madonna y niño eran realmente de Rubens?
Pero todas las cosas no eran de Sotheby. Había una TV de pantalla de plasma, bastante equipo estéreo para hacer el intermedio de la Super-Bowl, un ordenador digno de la NASA. Y una X-box en el suelo.
Ella vagó por las estanterías, donde volúmenes encuadernados en cuero en idiomas extranjeros estaban de pie y orgullos. Estudió los títulos con apreciación hasta que entró en la colección de DVDs…
Oh, la humanidad.
El set de Austin Powers. Aliens y Alien. Tiburón. Las tres Naked Guns. Godzilla. Godzilla. Godzilla…espera, el resto de aquel anaquel entero era Godzilla. Fue un poco más abajo, Viernes trece, Halloween, Pesadilla en Elm Street. Bien, al menos no se había molestado con las secuelas. Caddy-shack, The evil dead embalado en pack.
Era una maravilla que Rhage no se hubiese cegado del todo con toda aquella cultura pop.
Mary entró en el cuarto de baño y encendió las luces. Un Jacuzzi de mármol del tamaño de su sala de estar estaba en el suelo.
Esta es una verdadera belleza, pensó ella.
Oyó que se habría la puerta y se sintió aliviada cuando Rhage la llamó por su nombre.
– Estoy aquí revisando tu bañera. -Ella caminó hacia el dormitorio. -¿Qué ha pasado?
– Todo está bien.
– ¿Estás seguro sobre eso? Quería preguntarle ella. Por que él estaba tenso y preocupado cuando entró caminando hacia el armario.
– No te preocupes, puedes quedarte aquí.
– ¿Pero…?
– Nada de peros.
– Rhage, ¿Qué va a pasar?
– Tengo que salir con mis hermanos esta noche. – Volvió sin su abrigo y la condujo hacia la cama colocándola a su lado cuando él se sentó. -Los doggen, nuestros criados, saben que estás aquí. Son increíblemente leales y amistosos, nada que te asuste. Fritz, es quien controla la casa, te traerá algo de comida. Si necesitas algo, sólo pregúntaselo. Volveré al amanecer.
– ¿Estaré aquí encerrada hasta entonces?
Él negó con la cabeza y se levantó.
– Eres libre de moverte por los alrededores de la casa. Nadie te tocará. -Él cogió una hoja de papel de una caja de cuero y escribió sobre ella. -Aquí está mi número de móvil. Llámame si me necesitas yo estaré aquí en un momento.
– ¿Tienes un tele-transporte oculto en algún lado?
Rhage la miró y desapareció.
Nada como dejar-la-habitación-muy-rápidamente desaparecido. Pero poof! Desaparecido.
Mary saltó de la cama, aguantando un grito de alarma con la mano.
Los brazos de Rhage le dieron la vuelta. -En un momento.
Ella le agarró las muñecas, apretándole los huesos para asegurarse de que no estaba alucinando.
– Este es un truco infernal.- Su voz era fina. -¿Qué más tienes bajo el sombrero?
– Puedo girar y encender cosas. -La habitación se sumergió en la oscuridad. -Puedo encender velas.-Dos de ellas llamearon sobre su aparador. -Y practico con cerraduras y chismes.
Ella escuchó el chasquito del cerrojo de la puerta hacia delante y hacia atrás, y luego el armario se abrió y cerró.
– Oh, y puedo hacer algo realmente grande con mi lengua y el tallo de una cereza.
Le dio un beso en la base del cuello y se dirigió hacia el cuarto de baño. La puerta se cerró y oyó el sonido de la ducha.
Mary se quedó congelada donde estaba, su mente saltaba como una aguja en el registro de un LP. Mirando la colección de DVD, decidió que había algo para ser dicho sobre la evasión. Especialmente cuando una persona tenía demasiadas rarezas, demasiadas reorientaciones, demasiado…todo.
Cuando Rhage salió un rato más tarde, afeitado, oliendo a jabón, con una toalla alrededor de sus caderas, ella se apoyó sobre la cama, Austin Powers y el Miembro de Oro estaba en la TV.
– Hey, ese es un clásico. -Él se rió y miró hacia la pantalla.
Ella se olvidó de la película cuando miró aquellos amplios hombros, los músculos de sus brazos, la toalla siguiendo la forma de su culo. Y el tatuaje. Aquella retorcida, feroz criatura de blancos ojos.
– Gemelos, Basil, gemelos. -Rhage dijo con un cronometraje y una entonación perfectas.
Él le guiñó un ojo a ella y entró en el armario…
Contra sus mejores instintos, ella lo siguió, y se inclinó sobre el marco, intentando parecer casual. Rhage estaba de espaldas cuando se puso un par de pantalones de cuero negro, de comando. El tatuaje se movió con él cuando él cerró la bragueta.
Un suave suspiro se le escapó de la boca. Que hombre. Vampiro. Cualquier cosa.
Él la miró sobre el hombro. -¿Estás bien?
En realidad, ella se sentía caliente por todas partes.
– ¿Mary?
– Estoy bien y estupenda. -Bajando la mirada, se interesó por la colección de zapatos alineados en el suelo. -La verdad es que voy a tratar de medicarme con tu colección de películas hasta que esté en un coma cultural.
Cuando él se inclinó para ponerse los calcetines, sus ojos se pegaron a su piel. Toda aquella desnuda, lisa, dorada…
– Sobre los arreglos para dormir. -Dijo él. -Sólo me quedaré en el suelo.
Pero ella quería estar en aquella enorme cama con él, pensó.
– No seas tonto, Rhage. Ambos somos adultos. Y aquella cosa es lo bastante grande como para que duerman seis.
Él vaciló. -Bien. Prometo no roncar.
¿Y como no poner la manos sobre ti, tampoco?
Él se puso una camisa negra de manga corta y empujó sus pies en un par de Timberlands. Entonces hizo una pausa, mirando hacia una cabina metálica de suelo a techo que había en la pared del armario.
– Mary, ¿Por qué no vas a fuera? Necesito un minuto, ¿vale?
Ella enrojeció y se dio la vuelta alejándose. -Lo siento, no quería invadir tu intimidad…
Él le cogió la mano. -No es por nada. Es que te podría no gustar lo que puedes ver.
¿Cómo si algo de lo que hubiera allí pudiera sobresaltarla después de lo de hoy?
– Sigue adelante. -Murmuró ella. -Haz…cualquier cosa.
Rhage acarició su muñeca con el pulgar entonces se abrió el gabinete metálico. Él sacó una pistolera negra de cuero de pecho y se lo puso a través de los hombros, asegurándolo bajo sus pectorales. Un amplio cinturón apareció después, como los que llevaban los polis, pero como con la pistolera, no había nada como ello.
Él la miró. Y luego trajo las armas.
Dos largas dagas negras, que envainó sobre su pecho, con los mangos hacia abajo. Una brillante pistola que comprobó estuvieran cargadas con rápidos y seguros movimientos antes de anclarla sobre su cadera. Estrellas de artes marciales y clips de municiones negras que metió en su cinturón. Otro, un pequeño cuchillo él lo ocultó en algún sitio.
Él cogió su abrigo de cuero negro de una percha y lo meció hacia delante, palmeando los bolsillos. Sacó otra pistola del gabinete de armas y lo evaluó rápidamente antes de enterrarlo entre los pliegues del cuero. Puso más estrellas de lanzamiento en los bolsillos del abrigo. Agregó otra daga.
Cuando se puso enfrente de ella, ella retrocedió.
– Mary, no me mires como si fuera un extraño. Soy yo bajo, todo esto.
Ella no separó hasta que estuvo en la cama. -Eres un extraño. -Susurró ella.
Su cara se tensó y su voz fue plana. -Volveré antes del alba.
Él se marchó sin ningún titubeo.
Mary no supo cuanto tiempo estuvo sentada y mirando fijamente la alfombra. Pero cuando levanto la vista fue a coger el teléfono.
Читать дальше