»En fin, Phil estaba decidido a hacer cine de autor, mientras que mi ilusión era sencillamente tener mi propio cine, y quizá publicar algún artículo en alguna revista europea de cine de vanguardia, como Sight and Sound o Cahiers du Cinema. Entonces, durante el segundo año en la universidad, el padre de Phil murió, y él tuvo que volver a Milwaukee para dirigir los negocios de la familia. Perdimos completamente el contacto, aunque yo estaba al tanto de lo que hacía Phil, porque cuando amasó sus primeros mil millones sacando la empresa de embalaje a bolsa, salió en todos los periódicos. Y, después, cuando hizo una de esas inversiones típicas suyas que le convirtieron en Philip Fleck, no podía creérmelo. Mi antiguo compañero cinéfilo era multimillonario.
»De repente, un día, sin más ni más, en el noventa y dos, recibí una llamada de Phil en persona. Me había localizado en Austin, donde yo trabajaba como ayudante de archivista cinematográfico, en la Universidad de Texas. No era un mal trabajo, aunque sólo ganara veintisiete mil al año. Cuando me llamó no me lo podía creer. “¿Cómo me has encontrado?”, le pregunté. “Tengo gente que hace eso por mí”, contestó. Y fue directamente al grano: quería crear su propia filmoteca…, la mayor filmoteca privada de Estados Unidos…, y quería que la dirigiera yo. Incluso antes de que me dijera lo que me pagaría, acepté. ¿Qué voy a decir? Era la oportunidad de mi vida, crear un gran archivo… y para uno de mis mejores amigos.
– ¿Y ahora tiene que ir a donde va él?
– Usted lo ha dicho. El archivo principal se encuentra en un gran local cerca de su casa de San Francisco, pero tiene divisiones en todas sus casas. Yo dirijo un equipo de cinco personas que gestionan el archivo principal, pero también viajo con él dondequiera que vaya, para que me tenga a mano siempre que me necesite. Phil se toma el cine muy en serio.
No tenía ninguna duda. Porque hay que ser un fanático del cine para emplear a un archivista a tiempo completo y llevártelo a todas partes, por si acaso una noche te entran unas ganas incontrolables de ver una de las primeras películas de Antonioni, o sencillamente charlar de la teoría del montaje de Eisenstem mientras contemplas la puesta del sol sobre las palmeras de Saffron Island.
– Parece un trabajo estupendo -dije.
– El mejor -dijo Chuck.
Otra noche de sueño ininterrumpido, indicio seguro de que, después de un solo día allí, empezaba a relajarme. No había puesto la alarma ni había pedido que me despertaran. Me desperté cuando me desperté, que de nuevo fue casi a las once, y descubrí que me habían pasado otro mensaje por debajo de la puerta.
Apreciado señor Armitage:
Espero que haya dormido muy bien. Sólo quería que supiera que hemos tenido noticias del señor Fleck esta mañana. Le manda saludos y lamenta comunicarle que se retrasará tres días más. Sin embargo, estará con seguridad de vuelta el lunes por la mañana, y espera que usted siga disfrutando de la isla hasta entonces. También me ha dado instrucciones para que nos pongamos a su disposición si desea hacer algo, ir a alguna parte u organizar alguna clase de actividad.
En otras palabras, señor Armitage, no dude en llamarme en cualquier momento: estamos a su servicio.
Esperamos que hoy sea para usted otro magnífico día en el paraíso.
Saludos cordiales,
Gary
De modo que los peces espada estaban picando y Philip Fleck había decidido que yo seguía sin ser tan importante como un puñado de peces. Por alguna extraña razón, me daba igual. Si quería hacerme esperar, esperaría. Especialmente porque el alojamiento no estaba mal. Como el servicio.
Pero antes de resolver exigencias tan apremiantes como decidir qué pediría para desayunar, me armé de valor para abrir mi correo. Los comunicados de aquella mañana no me amargaron la vida. Por el contrario, tenía un mensaje le Sally de tono muy conciliador.
Querido:
Perdóname, perdóname. En el fragor de la batalla, olvide quiénes eran mis auténticos aliados: hasta el punto de que estaba irascible con todos. Gracias por tu maravilloso correo. Más gracias aún por ser tan comprensivo.
Estoy en Nueva York, instalada en The Pierre…, que no es precisamente el peor de los alojamientos imaginables. Stu Barker tenía que ir a Nueva York para conocer a uno de los peces gordos de la dirección general de la Fox y me pidió que fuera con el, para hablar de nuestro programa de otoño. En fin, volamos en clase turista (astutamente, Stu no quería aparecer como un arribista cualquiera, insistiendo en viajar en un avión de la empresa, recién ocupado el puesto de Levy). Durante el vuelo a Nueva York, estuvo realmente encantador; un cambio de actitud radical. Me dijo que le apetecía mucho trabajar conmigo, que me necesitaba en su equipo y quería que dejáramos atrás nuestros años de rivalidad. «Mis diferencias eran con Levy, no contigo», me dijo.
En fin, tenemos la gran reunión con la Fox dentro de dos horas. Por supuesto, estoy nerviosa, porque (hablando claro) es importante que me luzca, tanto ante los jefazos como ante mi superior. Ojalá estuvieras aquí para abrazarme (y lo otro también… pero no me pondré ordinaria en el ciberespacio). Intentaré llamarte más tarde, pero tengo la sensación de que volveremos a California en cuanto termine la reunión. Espero que te broncees por los dos. La isla de Fleck parece alucinante.
Te quiero,
Sally
En fin, aquello era una mejora. Evidentemente, que Stu Barker se hubiera vuelto tan colega había levantado el ánimo a Sally, pero no hay nada como una disculpa de la mujer que amas para empezar el día con buen pie.
Pero todavía tenían que llegar noticias mejores, porque mientras estaba conectado, empezó a parpadear la señal de «Mensajes nuevos» en la pantalla. La pulsé y encontré el siguiente mensaje de Alison:
¡Eh, superestrella!
Espero que estés bien moreno y tumbado en una hamaca ahora mismo, porque tengo buenas noticias para ti:
Te han nominado para un Emmy.
Que Dios nos ayude a todos los que tendremos que aguantar tu ego hiperhinchado (es broma).
Estoy encantada por ti, David. Y también lo estoy por mí, porque sé que puedo subir tus honorarios para la próxima temporada en un 25 %. Y si haces cuentas…
Citando al rey Lear, bien hecho, chico. ¿Puedo ser tu acompañante en los premios… o a Sally le parecería mal?
Besos,
Alison
Al final de la jornada, estaba ebrio de felicidad por todas las felicitaciones que había recibido. Brad Bruce me llamó a la isla, y me dijo lo encantado que estaba el equipo de Te vendo conmigo… a pesar de que seguían molestos con los de los Emmy porque yo era el único nominado del programa. El jefe del departamento de comedia de la FRT, Ned Sinclair, también me llamó. Lo mismo hicieron dos de los actores. Y recibí correos de felicitación de una docena de amigos y colaboradores de nuestro sector.
Lo mejor de todo fue que Sally salió de su reunión en Nueva York para llamarme.
– Estábamos en plena reunión y un ayudante de uno de los peces gordos de la Fox ha entrado con una lista de las nominaciones a los Emmy. Por supuesto, se le han echado encima en seguida para ver cuántas nominaciones recibía la cadena. Entonces, uno de ellos me ha mirado y ha dicho: «¿David Armitage no es su novio?». Y me lo ha dicho. Estuve a punto de ponerme a gritar. Estoy orgullosísima de ti. Además, por qué no decirlo, me has hecho quedar muy bien delante de los peces gordos.
– ¿Cómo va por ahí?
– Ahora no puedo hablar, pero, en general, vamos ganando.
«¿Vamos?» ¿Sally y el encantador Stu Barker? ¿El tipo que ella describía como el Heinrich Himmler de la comedia en televisión?
– Parece que vosotros dos os estáis entendiendo -comenté.
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