Julia Navarro - Dime quién soy

Здесь есть возможность читать онлайн «Julia Navarro - Dime quién soy» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Dime quién soy: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Dime quién soy»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La esperada nueva novela de Julia Navarro es el magnífico retrato de quienes vivieron intensa y apasionadamente un siglo turbulento. Ideología y compromiso en estado puro, amores y desamores desgarrados, aventura e historia de un siglo hecho pedazos.
Una periodista recibe una propuesta para investigar la azarosa vida de su bisabuela, una mujer de la que sólo se sabe que huyó de España abandonando a su marido y a su hijo poco antes de que estallara la Guerra Civil. Para rescatarla del olvido deberá reconstruir su historia desde los cimientos, siguiendo los pasos de su biografía y encajando, una a una, todas las piezas del inmenso y extraordinario puzzle de su existencia.

Dime quién soy — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Dime quién soy», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¡Estás loco! Nos denunciarían y se quedarían con el dinero. No, no es buena idea. Pero tienes razón en que debemos ponernos en contacto con la comunidad judía de Palestina o con la de Norteamérica para ver si pueden ayudarnos -intervino Rafal.

– Nuestra organización hace lo que puede, Szymon, ya lo sabes -dijo Barak.

– No me interesa la política, hermano, sólo salvar a los nuestros.

– Por más que te empeñes en lo contrario, la política lo es todo, Szymon. La situación del gueto sería más desesperada aún si nosotros no hiciéramos nada -reiteró Barak.

– Sin el Judenrat el gueto estaría en peores condiciones, al menos admítelo -dijo Sarah mirando fijamente a Szymon.

– Creo que perdéis el tiempo intentando que la vida en el gueto transcurra con normalidad en vez de intentar organizarnos para enfrentarnos a los nazis -protestó Szymon.

– Aun dentro de los muros y de la alambrada de espinos debemos seguir siendo personas, y las personas necesitan algo más que pan para serlo -le regañó Sarah.

– Debemos entretener a los niños -añadió Rafal.

– Pobrecillos, me da pena verles acudir a esas escuelas en las que simuláis normalidad -continuó protestando Szymon.

– ¿Qué debemos decirles? ¿Que no hay esperanza? -A Barak se le notaba irritado con su hermano.

Szymon iba a responder pero se le adelantó Grazyna.

– Entiendo tu pesimismo, pero no tienes razón; la vida sigue, también aquí en el gueto, y la obligación de todos nosotros es que siga así, como si no sucediera nada a pesar de las dificultades y del sufrimiento. El Judenrat hace lo que puede, y gracias a ellos las cosas funcionan y la gente se siente amparada.

– Esta tarde he visto morir a cinco personas, dos de ellas niños, y sus madres me increpaban llorando: me pedían que hiciera algo para salvarles. Podéis imaginar cómo me siento -susurró Szymon.

Grazyna le abrazó conteniendo las lágrimas. Amelia no se atrevía a decir palabra, impresionada por la escena que estaba presenciando.

De nuevo, unos golpes secos en la puerta les volvió a poner en alerta. Sarah se levantó con paso decidido y fue a abrir. Escucharon la voz de una mujer que entre sollozos preguntaba por Szymon.

– ¿Qué sucede? -preguntó Szymon a la mujer.

– Tienes que venir, mi marido se muere, tienes que darle algo, los paños con agua fría no le bajan la fiebre -suplicó la mujer.

– Te acompaño, veré lo que puedo hacer.

– Tened cuidado, hace rato que estamos bajo el toque de queda y los soldados disparan sin preguntar -les recomendó Sarah.

Szymon y Grazyna se fundieron de nuevo en un breve abrazo. Luego Szymon salió siguiendo a la mujer, que insistía en que se diese prisa.

– Las quejas no sirven de nada. ¿Podréis seguir trayéndonos algo de lo que necesitamos? -preguntó Barak a Tomasz.

– Sabes que nuestra organización hace lo que puede, dentro de dos días intentaremos regresar con unos sacos de harina y.algo de arroz.

– Dentro de dos días… ¡Qué remedio! Tendremos que esperar. Ya no nos queda nada de lo que trajisteis la última vez -contesto Rafal.

– No es fácil pasearse con sacos de harina por Varsovia -le interrumpió Ewa.

– Lo sabemos y os agradecemos cuanto hacéis. Nos resulta un incompresible lo que sucede… nos tienen aquí confinados, como si fuéramos animales apestosos, y como esto continúe así mucho tiempo, terminaremos siéndolo -respondió Rafal con un deje de amargura.

– ¡Qué cosas dices, Rafal! -le reprendió Sarah-. No quiero oírte hablar así. Saldremos de aquí, los nazis no pueden confinarnos para siempre; mientras tanto, debemos organizamos lo mejor que podamos.

– Madre, tú naciste en Palestina y viviste allí antes de conocer a mi padre. Si uno de nosotros se escapara y lograra llegar allí, ¿a quién debería acudir? -preguntó Barak.

– Escapar… ¡Ojalá pudiéramos escapar y llegar a Palestina! Pero creo que lo mejor sería intentar hacer llegar noticias de nuestra situación a la oficina de la comunidad judía en Ginebra… es lo que deberíamos hacer.

– Quizá yo podría salir del gueto por las cloacas… -sugirió Barak.

– ¡Te cogerían! -exclamó Grazyna-. No, no creo que sea buena idea. A lo mejor podría ir yo a Ginebra, o Ewa…

– ¿Qué están diciendo? -preguntó Amelia.

Grazyna la puso al tanto de la desesperación de sus amigos y de aquella descabellada idea de ir a Ginebra para contar lo que estaba pasando en el gueto de Varsovia.

– Yo podría ir -dijo Amelia con apenas un hilo de voz.

– ¿Tú? Sí… quizá tú puedas llegar a Ginebra con más facilidad que nosotros -respondió Grazyna.

Hablaron de ello durante un buen rato. Cuando apenas faltaba una hora para salir del gueto, regresó Szymon. Se le notaba agotado, con un rictus de dolor dibujado en los labios.

– No he podido hacer nada, el pobre hombre ha muerto -dijo. Luego cogió la mano a Grazyna y la miró con ternura. La amaba y admiraba su valentía. Era una mujer a la que no le importaba arriesgar su vida para ayudarle, y no sólo a él, también los suyos, a todos los judíos del gueto.

Grazyna era el alma de aquel pequeño grupo de resistencia contra los nazis en el que participaban otros jóvenes como ellos. Ella restaba importancia a lo que hacía, pero la realidad era que se jugaba la vida, sobre todo porque, como bien sabía Szymon, el grupo de Grazyna estaba pasando información a los británicos.

– Es la hora -les recordó Ewa, que miraba con impaciencia el reloj.

Se pusieron en pie con lentitud. A ninguno les gustaban las despedidas.

– Os esperamos dentro de un par de días -les recordó Sarah.

– Lo intentaremos -respondió Tomasz.

Barak fue el encargado de acompañarles entre las sombras de la noche hasta la alcantarilla. Tuvieron que esperar a que pasara una patrulla, luego levantaron la tapa y con rapidez se perdieron en las profundidades del subsuelo, rezando para que al otro lado les aguardara Piotr.

Amelia caminaba compungida, esta vez sin prestar atención a las ratas que corrían al escuchar sus pasos de intrusos en el reino de las cloacas. No es que no sintiera miedo, sólo que estaba demasiado conmocionada para prestar atención a sus propios temores.

El camino se les hizo más corto, aunque hubo un momento en que en mitad de aquella oscuridad Tomasz pareció dudar sobre la ruta a seguir; finalmente llegaron a la hora prevista a la entrada de la alcantarilla donde esperaban que estuviera Piotr.

Tomasz dio dos golpes secos en la tapa de la alcantarilla y unas manos la levantaron. Allí estaba Piotr, impaciente.

– Os habéis retrasado diez minutos -les reprochó.

– Lo siento -se excusó Tomasz.

– Tengo que volver con la condesa. Le dije que iba al baño y no va a creerse que he estado allí todo este tiempo -dijo nervioso-. Además, no sé por qué, pero esta noche parece haber más patrullas que nunca.

Los condujo en silencio hasta la casa y les indicó con un gesto que no salieran de su habitación ni hicieran ningún ruido. Piotr regresó al lecho de la condesa, donde estuvo un rato más, justo hasta la hora de amanecer en que ella le despedía instándole a que regresara a su cuarto. Hasta ese momento, Tomasz, Grazyne, Ewa y Amelia estuvieron sentados en la cama, apretados entre sí, sin moverse, intentando mantenerse despiertos, aunque de vez en cuando no pudieron evitar dar una cabezada.

Estaba amaneciendo cuando Piotr entró en el cuarto.

– Debéis esperar un rato más antes de salir. Es mejor que se haga de día, así las patrullas no sospecharán cuando os vean.

– Yo debo irme cuanto antes, a las ocho tengo que estar en el hospital -dijo Grazyna.

– De acuerdo, te irás la primera; que Amelia vaya contigo: si la paran, no sabrá explicar por qué está tan temprano en la calle -respondió Piotr.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Dime quién soy»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Dime quién soy» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Dime quién soy»

Обсуждение, отзывы о книге «Dime quién soy» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x