Julia Navarro - Dime quién soy

Здесь есть возможность читать онлайн «Julia Navarro - Dime quién soy» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Dime quién soy: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Dime quién soy»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La esperada nueva novela de Julia Navarro es el magnífico retrato de quienes vivieron intensa y apasionadamente un siglo turbulento. Ideología y compromiso en estado puro, amores y desamores desgarrados, aventura e historia de un siglo hecho pedazos.
Una periodista recibe una propuesta para investigar la azarosa vida de su bisabuela, una mujer de la que sólo se sabe que huyó de España abandonando a su marido y a su hijo poco antes de que estallara la Guerra Civil. Para rescatarla del olvido deberá reconstruir su historia desde los cimientos, siguiendo los pasos de su biografía y encajando, una a una, todas las piezas del inmenso y extraordinario puzzle de su existencia.

Dime quién soy — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Dime quién soy», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Amelia les explicó que ahora que había estallado la guerra entre Inglaterra y Alemania, ella estaba pensando regresar a España y buscar trabajo, y puesto que Alemania se estaba convirtiendo en la nación más poderosa de Europa, había pensado en perfeccionar el alemán y tratar de volver a poner en marcha el viejo negocio familiar. Puesto que herr Helmut había salvado unas cuantas máquinas, quizá podría enseñarle cómo funcionaba el negocio antes de la guerra y la posibilidad de retomarlo. Además, les dio a entender que quería sobreponerse de un revés personal.

El buen hombre aceptó lo que le decía Amelia, aunque más tarde confesaría a su mujer que, en su opinión, la joven debía de estar escapando de algún fracaso sentimental, y se refirió al apuesto periodista norteamericano que la había acompañado en el viaje anterior.

La tarde del día siguiente de su llegada a Berlín Amelia se dirigió a casa del profesor Karl Schatzhauser. Pensaba que era mejor retomar el contacto con el jefe de aquel grupo de oposición en vez de hacerlo directamente con Max.

El profesor Schatzhauser no pareció demasiado sorprendido al verla. La hizo pasar a su despacho y le ofreció una taza de té.

– ¿Trae usted noticias de Londres? ¿Van a tomarnos en consideración? -le preguntó sin más preámbulos.

– Hemos trasladado cuanto nos dijeron. Naturalmente su primera preocupación son los planes que el Führer pueda tener con respecto a Inglaterra.

– Ya, los ingleses primero se preocupan de lo que les pueda pasar, ¿no es así?

– Difícilmente podrán ayudarles si no se pueden ayudar a ellos mismos, ¿no cree?

– ¿Y su amigo, el señor James? ¿Por qué no está él aquí?

– Albert es periodista y su compromiso con la libertad pasa por contar lo que ve. Le aseguro que sus artículos en los periódicos británicos y estadounidenses han tenido un gran impacto. Ha descrito a Hitler como el mayor peligro y le aseguro que en Estados Unidos sus crónicas han provocado una gran conmoción porque allí son muchos los que creen que no les concierne lo que sucede en Europa.

– De manera que usted trabaja para los británicos pero no así el señor James. ¡Lástima! Me pareció un hombre cabal en quien se podía confiar. Usted es muy joven y además española, ¿cómo es que trabaja para los británicos?

– ¡Oh, no, no crea que trabajo para los británicos ¡Sólo soy un correo. Y si hago esto es precisamente porque soy española y aspiro que esta guerra nos ayude a librarnos de Franco.

– ¿Usted quiere que la guerra se traslade también a España?

– Yo quiero que ustedes derroten a Hitler, y un Hitler derrotado significaría que Franco se quedaría sin su principal aliado después del Duce.

– Un fin muy loable, aunque permítame que le diga que no confíe demasiado.

– Y no lo hago, pero tampoco puedo quedarme de brazos cruzados.

– Bien, ahora explíqueme exactamente qué quieren sus amigos de Londres, y yo le diré a mi vez lo que nosotros esperamos de ellos.

Amelia fue lo bastante ambigua como para no comprometerse a nada ni tampoco pedir aquello que supiera que no podía obtener. Su misión poco tenía que ver con la suerte del grupo opositor que dirigía el profesor Karl Schatzhauser. Lo que el comandante Murray le había ordenado era averiguar cuanto pudiera, a través de Max von Schumann, de los movimientos de la Wehrmacht. Claro que para eso debía prestar atención al grupo del profesor Schatzhauser.

El profesor Schatzhauser le propuso que al día siguiente la acompañara a una cena.

– Cenaremos en casa de buenos amigos, asistirá también nuestro querido Max y el padre Müller, que siempre les estará agradecido a usted y al señor James por lo que hicieron por Rajel. Se alegrará de saber que está sana y salva en Nueva York.

Amelia estaba sorprendida por la alegría y la despreocupación en que parecían vivir los berlineses. En las calles de la ciudad, las mujeres paseaban con sus hijos ajenas a cualquier quebranto, los cabarets continuaban abarrotados y los comerciantes disponían sus mercancías ajenos a nada que no fuera contentar a su clientela.

Aunque en Londres la población era consciente de la guerra, y el reembarco de los soldados en las playas de Dunkerque había sido seguido con angustia.

De regreso a la casa de herr Helmut, Amelia entró en una tienda para comprar té y un pan dulce con idea de agradar a frau Greta. La mujer se mostraba amable y bien dispuesta hacia ella.

Amelia se dijo que había sido un acierto alojarse en aquella casa. Eso le permitía pasar más inadvertida, aunque en el Berlín de aquellos días miles de ojos parecían escrutar hasta el interior de las casas.

Greta se mostró agradecida por el té y el pan dulce y le propuso a Amelia tomarlo juntas. Herr Helmut aún no había regresado a casa ya que había acudido a llevar los libros de cuentas a una tienda a la que llevaba la contabilidad. El buen hombre trabajaba cuanto podía para ganar lo suficiente para mantener a Greta, sobre todo por lo costoso del tratamiento de su enfermedad.

El profesor Schartzhauser acudió a casa de los Keller a recoger a Amelia. Herr Helmut le abrió la puerta y le invitó a pasar, pero Amelia ya estaba lista, de manera que se marcharon de inmediato.

Amelia había explicado a los Keller que el profesor Schartzhauser era un viejo amigo de su padre, y que amablemente se había ofrecido para ayudarla en cuanto fuera necesario durante su estancia en Berlín.

El profesor Schatzhauser conducía un viejo coche de color negro y no parecía muy comunicativo.

– ¿Está preocupado? -preguntó Amelia.

– Max me ha avisado de que acudirán dos invitados importantes, el almirante Canaris y su ayudante, Hans Oster. Son dos hombres importantes dada su jerarquía militar y su posición social.

– ¿Qué les dirá de mí?

– Nada que no deban saber, aunque naturalmente intentarán conocer por sus propios medios, que son muchos, todo sobre usted.

– ¿Eso supone un peligro?

– Espero que no, confiamos en que no, incluso en alguna ocasión nos han ayudado. En cualquier caso, querida, no hay nada mejor que decir la verdad, y puesto que usted está en Berlín con una misión muy loable, que es intentar recuperar el negocio familiar, no deberíamos preocuparnos, ¿no cree?

La casa de Manfred Kasten estaba cerca de Charlottenburg. Era una mansión de dos plantas de estilo neoclásico rodeada de un jardín donde reinaban varios sauces y algunos abetos.

Les recibió la esposa del anfitrión, la señora Kasten, una mujer que pasaba de los sesenta años, tenía el cabello blanco y era alta y delgada.

– ¡Profesor Schatzhauser, qué alegría volver a verle! Viene usted acompañado por una joven muy bella… pasen, pasen. Encontrará a Manfred en la biblioteca conversando con un amigo suyo, el barón Von Schumann. Espero que esta noche disfruten de la velada y no se enzarcen ustedes en discusiones políticas, ¿me lo promete?

Helga Kasten sonrió confiada mientras les ofrecía una copa de champán. Inmediatamente les dejó para atender a otros invitados.

El profesor tomó del brazo a Amelia y se dirigió con ella hacia la biblioteca, pero Ludovica von Waldheim les salió al paso.

– ¡Vaya, si es el querido profesor Schatzhauser y la señorita Garayoa! No sabía que estaba usted en Berlín…

– Acabo de llegar.

– ¿Ha abandonado al apuesto señor James? Yo de usted no lo haría, no abundan los hombres como él.

– Albert tiene compromisos profesionales, pero en cuanto pueda se reunirá conmigo.

– ¿Y cómo es que le ha permitido venir sola?

– Estoy invitada por viejos amigos de mis padres. Mi padre importaba máquinas alemanas y voy a tratar de recuperar el negocio familiar -explicó Amelia incómoda por el interrogatorio al que le estaba sometiendo Ludovica-. ¿Cómo está el barón, su esposo? -preguntó a su vez.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Dime quién soy»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Dime quién soy» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Dime quién soy»

Обсуждение, отзывы о книге «Dime quién soy» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x