Louis de Bernières - La mandolina del capitán Corelli

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La mandolina del capitán Corelli: краткое содержание, описание и аннотация

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En plena Segunda Guerra Mundial, la llegada de los italianos trastoca la apacible vida de un remoto pueblo de la es la griega de Cefalonia. Pero aún más la de Pelagia -hija del médico- a causa del oficial italiano, el capitán Corelli, que va a alojarse en su casa. Surgirá el amor. Y también una tragedia que muy pronto interrumpirá la guerra de mentirijillas y la velada confraternización entre italianos y griegos.
Louis de Bernières ha conseguido un bello canto al amor y una afirmación de la vida y todo lo verdaderamente humano que tenemos los hombres y las mujeres. La ternura lírica y la sutil ironía con que está narrado nos envuelve desde la primera página.
Desde el momento de su primera publicación en 1994, La mandolina del capitán Corelli ha sido un éxito continuo con casi dos millones de ejemplares vendidos en todo el mundo.
Ahora se ha convertido en una inolvidable película protagonizada por Penélope Cruz y Nicholas Cage.

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»Se trata de una luz en la que no parece interponerse el aire ni la estratosfera. Es completamente virgen, produce una abrumadora transparencia focal, posee fuerza y brillantez heroicas. Expone los colores en su estado anterior a la Caída, como recién salidos de la imaginación de Dios en Sus años mozos, cuando aún creía que todas las cosas eran buenas. El verde oscuro de los pinos tiene una insondable intensidad que intimida, el ancho mar visto desde lo alto de un acantilado es platónico en su despliegue de azul celeste, turquesa, esmeralda, verde cromo y lapislázuli. El ojo de una cabra es una viviente piedra semipreciosa a mitad de camino entre el ámbar y la perla, y los grillos son del verde fluorescente de los vástagos de hierba del Edén original. Una vez los ojos se acostumbran a la extremada castidad vestal de esta luz, la luz de cualquier otro lugar resulta, en comparación, triste y acuosa; no es otra cosa que un medio para ver, un chasco, una imperfección. Incluso el mar de Cefalonia es más transparente que el aire de muchos lugares; uno puede nadar en sus aguas contemplando el distante lecho marino y ver claramente las lúgubres rayas que por alguna razón siempre van acompañadas de diminutas platijas.»

El culto doctor se retrepó en su asiento y leyó lo que acababa de escribir. Le pareció de lo más poético. Lo leyó de nuevo de arriba abajo y paladeó algunas de las frases. Luego escribió al margen: «Recordar que todos los cefalonios son poetas. ¿Dónde puedo meter esto?»

Salió al patio y se alivió sobre la mancha de menta. Solía nitrogenar las hierbas por estricta rotación, y mañana le tocaba al orégano. Volvió al interior de la casa en el momento en que la pequeña cabra de Pelagia masticaba sus escritos con manifiesta satisfacción. Arrancó el papel de la boca del animal y ahuyentó a éste, que salió dando saltitos por la puerta y se puso a balar indignado tras el grueso tronco del olivo.

– Pelagia -le reconvino el doctor a su hija-, tu maldito rumiante se ha comido todo lo que he escrito esta noche. ¿Cuántas veces he de decirte que no lo dejes entrar en casa? Como haya una próxima vez, acabará en el asador. No te lo diré otra vez. Con lo que cuesta no irse por las ramas, sólo falta que este bicho sabotee todo mi trabajo.

Pelagia miró a su padre y sonrió:

– Cenaremos a las diez.

– ¿Has oído lo que te he dicho? Basta de cabras en la casa, ¿entendido?

Ella dejó el pimiento que estaba cortando a rodajas, se apartó un mechón de la cara y contestó:

– Le tienes tanto cariño como yo.

– En primer lugar, yo no le dispenso cariño a ese rumiante, y en segundo lugar haz el favor de no discutir conmigo. En mis tiempos las hijas no discutían con sus padres. No lo permitiré.

Pelagia se llevó una mano a la cadera y torció el gesto.

– Papa -dijo-, todavía son tus tiempos. Que yo sepa, aún no te has muerto. Además, la cabra te tiene cariño.

El doctor Iannis volvió la cabeza vencido y desarmado. Era abominable que una hija utilizara ardides femeninos contra su propio padre y al mismo tiempo le recordara a su madre. Volvió a su mesa y cogió otra hoja de papel. Si mal no recordaba, en su última tentativa se había apartado del tema de los dioses para hablar de peces. Desde un punto de vista literario, era casi una suerte que la cabra se hubiera comido el papel. Escribió: «Sólo una isla tan impúdica como Cefalonia cometería la ligereza de situarse sobre una falla que la expone al peligro cíclico de catastróficos terremotos. Sólo una isla tan descuidada como ésta se dejaría infestar por semejante troupe de impertinentes cabras despreocupadas.»

2. EL DUCE

Ven aquí. Sí, tú. Ven aquí. Vamos a ver; ¿cuál te parece mi mejor perfil, el derecho o el izquierdo? ¿De veras lo crees así? Yo no estoy tan seguro. Puede que el labio inferior tenga una configuración más bonita del otro lado. Oh, claro, estás de acuerdo. ¿Debo suponer que estás de acuerdo con todo lo que digo? Oh, sí, claro. Entonces ¿cómo quieres que me fíe de tus opiniones? ¿Y si digo que Francia está hecha de baquelita? ¿También es verdad? ¿Estarás de acuerdo? ¿Qué quiere decir sí señor, no señor, no sé señor; qué clase de respuestas son ésas? ¿Eres cretino o algo así? Ve a buscarme unos espejos para que pueda comprobarlo por mí mismo.

Sí, por supuesto que es importante y además muy lógico que la gente pueda percibir en mi persona la apoteosis del ideal italiano. A mí no me pillan en ropa interior. Si a eso vamos, ni siquiera en traje y corbata. Nunca más. No dejaré que me consideren un burócrata, un hombre de negocios; además, este uniforme me sienta bien. Soy la encarnación de Italia, posiblemente más que el propio rey. Te presento a Italia, elegante y marcial, donde todo funciona como un reloj. Italia: inflexible como el acero. Una de las grandes potencias, gracias a mí.

Ah, los espejos. Déjalos ahí. No, idiota, ahí. Sí, ahí. Ahora deja el otro allí. Por el amor de Dios, ¿es que tengo que hacerlo todo yo? Pero ¿qué te pasa hombre? Mmm, creo que prefiero el izquierdo. Inclina ese espejo un poco hacia abajo. Más. Alto. Eso es. Estupendo. Debemos arreglarlo para que el pueblo me vea siempre desde una posición inferior. He de estar siempre más arriba que ellos. Manda a alguien a la ciudad en busca de los mejores balcones. Apúntatelo. Y también anota esto, ahora que aún me acuerdo: Por orden del Duce, que se proceda a una repoblación forestal máxima de todos los montes italianos. ¿Cómo que para qué? Está bien claro, ¿no? A más árboles, más nieve, eso lo sabe todo el mundo. Italia ha de ser un país más frío para que sus hombres sean más duros, elásticos e ingeniosos. Es así de triste, pero es verdad, nuestros jóvenes no son tan buenos soldados como sus padres. Necesitan más frío para ser como los alemanes. Hielo en el espíritu, eso es lo que necesitamos. Te aseguro que el país se ha calentado desde la Gran Guerra. El calor convierte a los hombres en perezosos e incompetentes. No aptos para el imperio. La vida se transforma en una siesta. No me llaman el Dictador Que No Duerme porque sí, yo no me paso la tarde dormitando. Apunta. Ahí va un nuevo eslogan: «Libro e Moschetto-Fascisto Perfetto.» Quiero que la gente entienda que el fascismo no es sólo una revolución social y política, sino también cultural. Cada fascista debe llevar un libro en su mochila, ¿comprendes? No vamos a ser unos incultos. Quiero un club del libro hasta en el pueblo más pequeño, y que a los malditos squadristi no se les ocurra ir a prenderles fuego, ¿está claro?

¿Y qué es eso de que un regimiento de alpini ha desfilado por Verona cantando «Vogliamo la pace e non vogliamo la guerra»? Quiero que se investigue. Nada de tropas de élite marchando por ahí cantando canciones pacifistas/derrotistas cuando aún no estamos en guerra propiamente dicha. Y hablando de alpini, ¿qué es eso de que se lían a puñetazos con los legionarios fascistas? ¿Qué más tengo que hacer para que los militares acepten la milicia? A ver qué te parece este otro eslogan: «La guerra es al hombre lo que la maternidad es a la mujer.» Estarás de acuerdo en que es muy bueno. Un bonito eslogan cargado de virilidad, mucho mejor que «Iglesia, cocina e hijos» toda la semana. Llama a Clara y dile que iré esta noche si puedo escaparme de mi mujer. Qué te parece este otro: «Con osada cautela.» ¿Estás seguro? Yo no recuerdo que Benni lo utilizara en ningún discurso. Debió de ser hace muchos años. Quizá no sea tan bueno, a fin de cuentas.

Anota esto. Quiero que nuestra gente destacada en África entienda de una vez que el así llamado «madamismo» tiene que acabar. No tolero la idea de que hombres italianos funden hogar con mujeres nativas y diluyan la pureza de la sangre. No, las prostitutas nativas me traen sin cuidado. Las sciarmute son indispensables para la moral de nuestros hombres en África. Pero no permitiré amoríos, eso es todo. ¿Qué quieres decir con que Roma fue asimilacionista? Esto ya lo sé, y sé que estamos reconstruyendo el imperio, pero los tiempos han cambiado. Ésta es la era fascista.

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