Array Array - Los aires dificiles

Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - Los aires dificiles» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los aires dificiles: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los aires dificiles»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Los aires dificiles — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los aires dificiles», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Ésa era la luz de Charo, el radiante extremo de un misterio que los tenía más turbios, más sucios, más incomparablemente oscuros. A ese clavo se agarró Juan Olmedo durante mucho tiempo, y mientras veía a Charo jugar con la niña, cambiarla o mecerla en los brazos, cantándole en voz baja al oído para que se durmiera, cimentaba con un nuevo ladrillo la base de la última esperanza que le

quedaba. Y sin embargo, lo único que seguía pasando era el tiempo. —Está monísima.

Tamara estaba al sol, en el jardín, y llenaba con tierra una vajilla de platos de plástico para darle de comer tierra a su muñeca vaciándole una pala amarilla en la cara. Charo y él la vigilaban sentados en el porche de atrás, mientras esperaban a que Alfonso se levantara de la siesta. El traslado de su hermano pequeño, que se había mudado a vivir a la colonia después de la muerte de su madre, proporcionó a Juan una buena excusa para ir de visita a casa de Damián con frecuencia, al salir del hospital, durante toda aquella primavera. —Sí –Charo asintió cuando él ya no esperaba ningún comentario–. La verdad es que sí, que está muy mona. Y eso que se te parece… —No, no es verdad –Juan sonrió, recuperándose deprisa de las palabras de su cuñada, que no solía mencionar el tema de la paternidad de su hija–. Se parece a ti. Es igual que tú.

Él tenía miedo de hablar, era también el responsable, el culpable último de que no hablaran. Tenía miedo de lo que podría llegar a decir pero también, y sobre todo, de lo que podría llegar a escuchar si empujaba a Charo hasta el límite de una discusión definitiva.

Tenía miedo de ese adjetivo, del concepto que expresaba, «definitivo», una sola posibilidad a favor, cientos de miles de posibilidades en contra de sus deseos concentrados en una sola palabra, no. Se absolvía a sí mismo pensando que a él no le quedaba nada por decir y que ella lo sabía, que sabía de sobra que él estaba allí, esperándola, siempre, hasta cuando ella quisiera. Eso se lo había dicho con palabras y sin ellas, tantas veces que ya había perdido la cuenta, y había perdido también la cuenta de las veces que ella no había querido responderle, embozándose en un silencio ambiguo, que no significaba nada porque insinuaba demasiadas cosas a la vez.

Pero aquella tarde acababan de estrenar la primavera, el sol era bueno y nuevo como un regalo sorpresa, Tamara abría la boca cada vez que acercaba la pala a la boca de su muñeca, imitando por puro instinto el gesto, la cara que ponía su madre cuando le daba de comer a ella, y Juan había dejado durmiendo en su cama, al levantarse para ir a trabajar, a una residente de Anatomía Patológica con la que se había acostado tres veces en una semana y media, concediéndose incluso el lujo de llamar a su cuñada por teléfono para anular una cita sin explicarle por qué.

Su relación con el resto de las mujeres del mundo había cambiado hacía algún tiempo, aunque no acababa de definirse. Al principio, mientras Charo se confirmaba como una dosis inagotable de felicidad portátil, le fue escrupulosamente fiel. Parecía ridículo, pero lo cierto era que se sentía incapaz de desear a ninguna otra. Las mujeres que le rodeaban, las que trabajaban a su lado, las que se encontraba por la calle, se convirtieron en imágenes planas, inertes, más o menos agradables pero desprovistas siempre hasta de la menor sombra de realidad. No había dejado de mirarlas, pero ya no las codiciaba ni siquiera con la imaginación. No las necesitaba. Cuando Charo le anunció que

estaba embarazada para traicionarle por segunda vez, ese proceso se agudizó

hasta el punto de desposeerle por completo de su propia capacidad de desear. Si

no era su cuñada, no sería ninguna, y sin embargo, una noche como tantas,

cuando Tamara todavía era un bebé de ocho meses, una amiga de la novia de un

amigo suyo le aplastó contra la pared del último bar para preguntarle, a la luz

indecisa de las seis de la mañana, que de qué coño iba él, y él contestó que de

nada, y se fueron a la cama, y se lo pasaron bien. A partir de ese momento, y

aunque ella le llamó luego muchas veces y él no quiso volver a quedar, Juan

Olmedo fue recuperando una cierta neutralidad sin preguntas ni explicaciones.

No buscaba a las mujeres, pero se dejaba encontrar cuando alguna le gustaba.

Llegaría un momento en el que ya no sería ni siquiera capaz de reconocerse en el

sujeto de aquel privilegiado equilibrio, una época furiosa de frenéticos descartes

sucesivos, una fiebre terminal y desquiciada que le empujaría de nombre en

nombre, de boca en boca, de cuerpo en cuerpo, en la búsqueda imposible de un

antídoto, un veneno capaz de curarle o de destrozarle del todo, de arrancarle por

algún medio de las garras de la desesperación, que era su único amo y su

consuelo. Sin embargo, aún no era capaz de presentir el color de su futuro en

aquella soleada y plácida tarde de abril, una escena tan dulce, tan justa, que ni

siquiera cedía al recuerdo de aquella residente de Anatomía Patológica que le

gustaba tanto, y que se lo montaba tan bien, pero que no formaba parte de su

vida verdadera. Aquella tarde, Juan Olmedo se dijo que su vida sólo cabía en

aquel jardín, en aquel porche, en los personajes de una escena que le pertenecía,

que era suya, una parte de su vida robada, secuestrada, usurpada por otro, y esa

certeza disipó su miedo, y desató su lengua.

—Pienso mucho en la niña, ¿sabes? Me pregunto qué va a pasar con ella.

—Pues nada –Charo le miró con interés, y él comprendió que estaba calibrando el

sentido de sus palabras–. ¿Qué va a pasar?

Juan no quiso responder a esa pregunta, y clavó los ojos en su hija antes de

seguir hablando.

—No sé. Ya ha cumplido dos años.

—Casi dos y medio –precisó su madre, y por la mirada que le dirigió, Juan se dio

cuenta de que ya sabía lo que iba a escuchar.

—Me refiero a que, al fin y al cabo, yo soy su padre.

—No, no lo eres –Charo le sonrió sin rastro de rencor ni de malicia, una sonrisa

simpática, hasta comprensiva–. Eres su tío.

¿No te acuerdas? Lo dijiste muy claro. No va a pasar nada, eso es lo único

sensato, y es lo único justo, además. Eso dijiste y eso es lo que hay.

—Ya lo sé, pero me equivoqué –en el fondo la niña no le importaba, todavía no,

entonces quien le importaba era su madre, sólo ella, y lo que Tamara significaba

por ser hija de los dos, y sin embargo, no estaba mintiendo–. No puedo evitarlo.

Pienso que soy su padre cada vez que la veo.

—Me alegro –Charo seguía sonriendo, igual de lejana, igual de amable, igual de

cósmicamente ajena a lo que escuchaba–. Eso es lo mejor para todos.

—¿Y qué pasa con Damián?

—Pues nada, ¿qué va a pasar?

Es mi marido, y el padre de Tamara. Somos una familia feliz, ¿no se nos nota?

—Sí –Juan se levantó, recogió sus cosas, no quiso mirarla–. Quedáis muy bien en

las fotos.

Ella no le preguntó esta vez adónde iba. Él no acertó a decir que se le había

hecho tarde, que tenía que marcharse, y se marchó de allí sin saber exactamente

cómo se sentía, porque la pereza, y un cansancio repentino, poderoso, capaz de

relajar cada molécula de su cuerpo, impidieron que la ira, la pena, la derrota o el

despecho afloraran a la superficie. Cuando llegó a casa, se derrumbó en el sofá y

encendió el televisor. Lo dejó en la misma cadena en la que estaba sintonizado,

un concurso millonario con azafatas en biquini de color rosa claro y un

presentador calvo que chillaba en lugar de hablar. Un concursante de Teruel se

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los aires dificiles»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los aires dificiles» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los aires dificiles»

Обсуждение, отзывы о книге «Los aires dificiles» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x