Candombe federal. Óleo de Martín Boneo (Museo Histórico Nacional).
Juan Manuel de Rosas en la gobernación. Caricatura de la época (Archivo General de la Nación).
María Josefa Ezcurra de Ezcurra. Óleo de Fernando García del Molino, 1849 (Complejo Museográfico Enrique Udaondo).
Palermo de San Benito, 1850. Acuarela de Carlos Sívori (Museo Histórico Nacional).
Manuelita a caballo. En el Álbum de estampas y acuarelas de Fernando García del Molino, 1845 (Complejo Museográfico Enrique Udaondo).
Manuelita Rosas. Óleo de Prilidiano Pueyrredón (Academia Nacional de Bellas Artes).
Juana Sosa. Daguerrotipo coloreado c. 1855 (Museo Histórico Nacional).
Bautismo del hijo nonato de Camila O'Gorman. Dibujo de Baldasarre Verazzi, 1860 (Archivo General de la Nación).
Canónigo Felipe Elortondo y Palacios (Archivo General de la Nación).
Manuela Rosas de Terrero y sus hijos Manuel Máximo y Rodrigo. Fotografía (Museo Histórico “Brigadier General Cornelio de Saavedra”).
Máximo Terrero. Fotógrafo: Debenham, Londres (Archivo General de la Nación).
Juan Bautista Ortiz de Rosas. Óleo pintado en Londres, de autor anónimo (Museo Histórico “Brigadier General Cornelio de Saavedra”).
Fotografía tomada en Southampton hacia 1890 (Archivo General de la Nación).
Material Fotográfico:
Agradecemos especialmente el asesoramiento gráfico de Carmen Piaggio y la colaboración brindada por Diana Klug, Olga de Sánchez de la Vega y Ángela Aguilar López del Museo Histórico Nacional; María Teresa T. de Silvano, Rosa Blotto, Jorge Lucciani, Viviana Noutary, Nelly Quintana y Gladys Marín del Complejo Museográfico Enrique Udaondo; Alejandra Ticak y Claudio Abruzzese del Archivo General de la Nación y Alberto Piñeyro, Marta Vilar, Magdalena Benard y José Strafase del Museo Histórico “Bragadier General Cornelio de Saavedra”.
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[1]La Gaceta Mercantil, Buenos Aires, 17 de diciembre de 1845; Lucio V. Mansilla, Rozas.; ensayo histórico psicológico, Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1925, dedica el primer capítulo de la obra a la personalidad de doña Agustina, cuya vehemencia y autoritarismo destaca; en otro de sus libros, Mis memorias, Buenos Aires, Eudeba, 1966, intercala numerosas anécdotas y demás datos sobre la abuela, a la que compara con su madre, Agustinita, la esposa del general Mansilla. Es de interés el retrato de la madre del Restaurador que ofrece Eduardo Gutiérrez, novelista y cronista de la sociedad de su tiempo, en Don Juan Manuel de Rosas. Dramas del terror, Buenos Aires, Imprenta de La Patria Argentina, 1882; consultó para escribirlo a muchos contemporáneos de los Rosas y dio importancia a las mujeres en la historia de esa familia; José Rivera Indarte, Tablas de sangre. Rosas y sus opositores, Buenos Aires, Jackson, s/f/ tomo II, p. 42; José María Ramos Mejía, Las neurosis de los hombres célebres en la historia argentina, Buenos Aires, Sudamericana; Rosas y su tiempo, del mismo autor, se ocupa largamente de la neurosis de la madre de Rosas.
[2]Lucio V. Mansilla, Entre-Nos. Causeries de los jueves, Buenos Aires, Jackson, s/f/p. 26 afirma que Gervasio, su tío y padrino, era un poco maniático, viniéndole ese atavismo de la rama López de Osornio.
[3]Ramos Mejía, Rosas y su tiempo, vol. 1, pp. 121 y ss.
[4]La biografía de Clemente López de Osornio en el Diccionario biográfico colonial argentino, de Enrique Udaondo. Buenos Aires, Huarpes, CMXLV; una semblanza de este militar estanciero en Carlos Ibarguren, Juan Manuel de Rosas; su vida, su drama, su tiempo, Buenos Aires, Theoría, 1983, p. 8; información sobre la estancia del Rincón de López en Yuyú Guzmán, El país de las estancias. Tandil, 1983, p. 20; la idea de la vendetta la expone Eduardo A. Crivelli Montero, “El malón como guerra. El objetivo de las invasiones de 1780 y 1783 a la frontera de Buenos Aires”. (En: Todo es Historia, enero de 1990.)
[5]Archivo General de la Nación (AGN), Tribunales. Legajo Nº 6726, Sucesión de Clemente López de Osornio; contiene el testamento de Manuela Rubio Díaz y las cuentas de gastos del albacea Sánchez de Velazco de 1797 a 1792 además del pleito entablado por Catalina López a la sucesión.
[6]Octavio C. Battolla, La sociedad de antaño, Buenos Aires, Moloney, 1907, p. 268; este autor trascribe textualmente y sin citarlo párrafos del Rosas, de Gutiérrez.
[7]C. H. Pellegrini; su obra, su vida, su tiempo; prólogo de Alejo B. González Garaño; notas biográficas de Elena Sansinena de Elizalde; epílogo de Carlos Ibarguren, Buenos Aires, Amigos del Arte, 1946, ha reproducido los retratos de León Ortiz de Rozas y de su esposa; la observación de Mansilla sobre la manera de erguir el cuello que tenía su abuela, en Mis memorias, Buenos Aires, Eudeba, 1966, p. 42.
[8]Ibarguren, Juan Manuel de Rosas, p. 9.
[9]Testamento de Agustina López de Osornio de Ortiz de Rozas. AGN Sucesiones, Legajo Nº 7280.
[10]Ibarguren, Juan Manuel de Rosas, p. 10.
[11]Véase, para el caso de la sociedad porteña, la opinión de R. de Lafuente Machain, Buenos Aires en el siglo XVII, Buenos Aires, Emecé, 1944, p. 113: gracias a la mujer, “la familia, con apellido renovado, continúa ocupando el mismo nivel que tuvo la madre dentro del grupo local. El padre, sin arraigo ni tradición en la ciudad, adopta las relaciones y parentela de su mujer, y hasta la ley se pone a su favor, pues le permite ejercer los derechos a que ella puede aspirar cuando se trata de una descendiente de conquistador o primer poblador”.
[12]Mansilla, Rozas, p. 32.
[13]Fermín Chávez, Dónde nació Rosas.
[14]Battolla, op. cit., p. 53.
[15]Mansilla, Mis memorias, “nuestros abuelos fabricaban…”; p. 37, explica que el matrimonio dormía en camas separadas.
[16]Ibídem, p. 34.
[17]Un documento de la época, las “Memorias” (inéditas) de Ignacio Núñez, de las que Juan Isidro Quesada publicó algunos fragmentos en la revista Todo es Historia, noviembre de 1990, revela intimidades de esta sociedad de fines del período virreinal: era bastante menos pacata de lo que supone la imagen estática que se tiene generalmente sobre la vida en la época colonial.
[18]Mansilla, Rozas, p. 32.
[19]Ibídem, p. 37.
[20]María Sáenz Quesada, “Mariquita Sánchez: testimonio de inteligencia femenina”. (En: Mujeres y escritura, Buenos Aires, Puro Cuento, 1989, p. 44.)
[21]Adolfo Saldías, Historia de la Confederación Argentina. Rosas y sus campañas, Buenos Aires, Editorial Americana, 1945, p. 13, acepta la versión de que Rosas peleó tanto en la primera invasión inglesa en agosto de 1806 como en la segunda, julio de 1807 y que fue elogiado por Liniers y por Álzaga, héroes máximos de estas dos jornadas.
[22]Ernesto H. Celesia, Rosas: aportes para su historia, Buenos Aires, Goncourt, 1969, tomo 1, pp. 21 y ss; p. 43, reproduce el documento en que consta que Juan Manuel de Rosas se ausentó del servicio el 1º de julio de 1807; p. 38 se refiere a la participación de Rosas en los acontecimientos y supone que pudo haber actuado en la Reconquista aunque no ha aparecido la carta que supuestamente Liniers envió a sus padres, pese a la importancia histórica del documento.
[23]Bilbao, Historia de Rosas, p. 116.
[24]Juan Manuel de Rosas, Cartas del exilio. Selección, prólogo y notas de José Raed, Buenos Aires, Rodolfo Alonso, 1974, p. 117.
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