Francesc Miralles - El Cuarto Reino

Здесь есть возможность читать онлайн «Francesc Miralles - El Cuarto Reino» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Cuarto Reino: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Cuarto Reino»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El 23 de octubre de 1940, coincidiendo con la visita de Hitler a Hendaya, el jefe de las SS Heinrich Himmler escondió en las montañas de Montserrat una misteriosa caja que contenía el gran secreto del Führer. Setenta años despúes, el periodista Leo Vidal recibe el encargo de hallar una fotografía inédita de aquella expidición a Montserrat. En su investigación, que se convertirá progresivamente en un oscuro y peligroso juego, recorrerá medio mundo hasta descubrir, casi sin quererlo, en uno de los grandes misterios de la Historia. Una enigmática hermandad internacional ha custodiado el preciado tesoro; ahora, 120 años después del nacimiento de Hitler, es el momento elegido para que salga a la luz. ¿Podrá alguien detenerlos?.

El Cuarto Reino — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Cuarto Reino», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Al ver que le había detectado, se acercó pausadamente y me sonrió. Me puse en pie y nos saludamos con una leve reverencia mientras nos identificábamos.

– Conozco un restaurante tranquilo a un par de calles de aquí -dijo en el mismo tono despreocupado que había utilizado por teléfono.

– No tengo hambre -reconocí-, pero le acompaño.

7

Entramos en uno de los llamados «restaurante revólver», porque los platos giran sin cesar sobre una cinta y los clientes, sentados a la barra, van tomando aquellos que más les apetecen. Yo veía aquel baile alimenticio con bastante escepticismo, porque aún tenía en el estómago el insípido sándwich del Café Veloce.

– Además del repertorio habitual tienen fugu -anunció el japonés mientras tomábamos asiento-, aunque pocos clientes lo saben.

– ¿Qué es fugu} -pregunté.

– Primero cómalo y después se lo explicaré.

– De momento sólo tomaré una cerveza fría.

Takahashi asintió en silencio e hizo una señal a un eficiente camarero, que necesitó menos de diez segundos para poner ante nosotros dos botellines de Asahi, la cerveza más popular, con sus respectivos vasos.

El joven ejecutivo llenó mi vaso mientras dejaba el suyo vacío. Luego capturó un platito de fideos y otro de tofu marinado. Poco después, le trajeron de la cocina un plato especial para él con algo parecido a un pescado aplastado, el dichoso fugu.

– Es difícil encontrar lugares donde sirvan pez globo, que es como lo llaman ustedes. Se necesita un cocinero muy experto. Debe de ser el único pescado que acaba sabiendo a pollo. ¿Seguro que no quiere probarlo?

Sin esperar a mi respuesta, arrancó un pedazo de pescado tostado con los palillos y se lo introdujo en la boca.

Yo negué con la cabeza mientras daba un trago a mi cerveza. No sabía nada de etiqueta japonesa, pero no quería esperar a que el tal Takahashi se atiborrara de comida para empezar a hablar de lo que me había traído hasta allí. Por lo tanto, tomé la directa:

– ¿Es usted a quien debo entrevistar o sólo trabaja para la Fundación?

– Ni una cosa ni otra -respondió mientras se secaba la boca con una servilleta-, en realidad soy un mero intermediario. Pongo en contacto a gente que quiere conocerse. Digamos que soy un facilitador.

– Eso es bueno para mí, supongo -dije mientras miraba hipnotizado cómo los platitos desfilaban ante mí-. La verdad es que la Fundación no me ha dado muchas pistas de lo que tengo que hacer, y no me gustaría que mi estancia en Tokio se eternizara. Tengo una hija de catorce años, ¿sabe? Cuando falto demasiados días empieza a cometer locuras.

– ¿Una hija? Lo celebro. Si la cosa se alarga siempre la puede hacer venir a Tokio. A las chicas les encantan las modas de aquí.

Estábamos entrando en el peligroso terreno de las trivialidades que no conducen a ninguna parte, así que asumí mi rol de periodista y corté esa línea de conversación:

– Vayamos al grano. Parece ser que hay alguien que quiere que yo vea algo. ¿Sabe cuándo va a producirse ese encuentro?

– Hoy mismo -dijo mientras resoplaba y se secaba el sudor de la frente.

Imaginé que los fideos debían picar lo suyo. Sin embargo, toda su cerveza seguía en la botella.

– ¿No tiene sed? -le pregunté, haciendo un inciso de cortesía.

– La verdad es que sí -sonrió-, pero le confesaré el motivo por el que no bebo: cuando dos hombres van a un restaurante, está mal visto que se sirva uno mismo. La etiqueta japonesa dice que hay que esperar hasta que tu compañero de mesa te llene el vaso.

– Vaya, lo lamento mucho -repuse sorprendido, mientras me apresuraba a verter medio botellín en su vaso.

Takahashi prácticamente lo vació de un trago, pero seguía sofocado y con la frente llena de sudor. Antes de proseguir con la explicación, me entregó una tarjeta con un nombre y una dirección.

– Ésta es la persona con la que vamos a negociar el precio de las fotografías. Tome la tarjeta, porque va a tener que contactar con él más de una vez. Es un coleccionista que vive cerca del puente de Harajuku, donde está el parque más importante de Tokio.

– ¿Comprar unas fotografías? -dije mientras vaciaba el resto de su cerveza en el vaso-. Creí que sólo se trataba de ver algo. Mi cliente no me ha dado instrucciones en ese sentido.

– Pero a mí sí. De hecho, el coleccionista le enseñará fotografías de su propio archivo, pero las que interesa comprar están en otras manos. Primero debe ver las suyas, luego podrá valorar las otras. Ya le dije que era un asunto complicado.

– Debe de serlo si me han hecho venir hasta aquí, cuando podría haberse negociado por teléfono y recibirlas por Internet.

– Algo así no se cuelga en la red, se lo aseguro -dijo Takahashi mientras se aclaraba la garganta-. Tampoco es aconsejable hablarlo por teléfono. Por eso debemos proceder con discreción y no saltarnos ningún paso.

– Parece que sabe mucho de este asunto. Tal vez me podría adelantar algo para que pueda preparar la negociación.

– Lo haré cuando vayamos hacia allí. Nunca se sabe quién puede estar escuchando. Y ahora discúlpeme un momento, debo ir al aseo.

Observé con preocupación cómo el joven intermediario se levantaba y se dirigía con paso inseguro hacia el fondo del restaurante. Sin acabar de entender lo que sucedía, dirigí la mirada una vez más a la cinta de platos. Entre las raciones de arroz, tempura y fideos, de repente distinguí un plato vacío con un papel doblado.

Lo tomé por pura curiosidad -siempre me han atraído las anomalías- y jugué a abrir el papel con los palillos. Al tercer intento logré desplegarlo. Era un mensaje, sin duda dirigido a mí:

Salga de aquí ahora mismo.

Recibí este mensaje como una descarga eléctrica. Miré al otro lado de la cinta. En un primer vistazo sólo vi oficinistas hambrientos que devoraban sus platos en silencio.

Y entonces la vi.

Al final de una fila de hombres, una japonesa muy peculiar me observaba persistentemente. Era joven, pero no resultaba fácil calcularle la edad, porque iba totalmente rapada y vestía un mono gris que la hacía aún más andrógina. Supe sin dudarlo que ella era la autora del mensaje, y en sus ojos -muy grandes para ser una nativa- leí incluso una súplica.

No tenía intención de resistirme a esa advertencia, cualquiera que fuera el motivo, pero Takahashi se estaba eternizando en los lavabos. Me levanté para ir a pagar bajo la atenta mirada de aquella chica, que incluso sacudió la cabeza hacia la puerta para indicarme que me fuera.

Completamente alarmado, me salté el protocolo e irrumpí en el lavabo de hombres dispuesto a arrancar al intermediario de la taza, si era necesario, para largarnos. Sin duda, estaba allí dentro.

Golpeé la puerta con los nudillos pero no obtuve respuesta. Segundos después, empujé la puerta para probar suerte y vi que estaba abierta.

– ¿Takahashi? -pregunté mientras encendía la luz.

Pero la única respuesta fue una mirada pétrea en un rostro blanco y desencajado. Estaba muerto.

Salí corriendo del restaurante antes de que la policía hiciera acto de presencia, lo cual era sólo cuestión de minutos. Habían asesinado a un tipo y yo había estado con él la última hora de su vida. Si no salía airoso del interrogatorio me convertiría en el principal sospechoso.

Eso bastaba para echar tierra de por medio. Cómo y por qué había sucedido no era ahora una prioridad.

Detuve un taxi amarillo y comprobé, antes de entrar, que nadie me había seguido. Luego le di la tarjeta del coleccionista, pues en mi loca huida tenía la esperanza de averiguar algo antes de recoger mis cosas en el hotel y salir hacia el aeropuerto.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Cuarto Reino»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Cuarto Reino» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Robert Silverberg - El reino del terror
Robert Silverberg
Jeffrey Archer - El cuarto poder
Jeffrey Archer
Franz Kafka - Carta al padre
Franz Kafka
Francesc J. Hernàndez i Dobon - Estética del reconocimiento
Francesc J. Hernàndez i Dobon
Salvador Ortells Miralles - Veure dins els versos
Salvador Ortells Miralles
Carles Sirera Miralles - Cuando el fútbol no era el rey
Carles Sirera Miralles
Carles Sirera Miralles - Un título para las clases medias
Carles Sirera Miralles
Massimo Longo - Un Cuarto De Luna
Massimo Longo
Francesco Domenico - Lo assedio di Roma
Francesco Domenico
Отзывы о книге «El Cuarto Reino»

Обсуждение, отзывы о книге «El Cuarto Reino» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x