Camilo Cela - La cruz de San Andrés

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La cruz de San Andrés: краткое содержание, описание и аннотация

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A través de una estremecedora y minuciosa confesión, Matilde Verdú, nos hace un relato puntual de su vida. Sexo, frustración, locura y muerte se entrelazan íntima y amorosamente hasta componer un retablo magnífico, que incluye desde los pequeños acontecimientos hasta los sucesos más dramáticos de su existencia.

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Mi cuñado Esteban Vilariño me regaló tres rollos de papel de retrete marca Los Dos Hermanos, no es tan bueno como La Condesita, pero sí bastante mejor que La Jirafa, Vilariño es médico especialista de piel, venéreas, sífilis, avenida de Arteijo, 21, radiaciones ultravioletas e infrarrojas, diatermia, onda corta, rayos X, la mujer de Vilariño fue mi pobre hermana Victorita, ya fallecida, la Real Academia Gallega nombra miembro de honor a don Dámaso Alonso, nacido en Madrid pero criado a orillas del Eo. El aparatoso tedéum que conmemora las bodas de la confusión con el azar no se utilizó nunca para hacernos olvidar la rutina, todas debiéramos saber que la mujer sola llora el doble que la mujer acompañada, el llanto es una determinada y agobiadora cuantía que admite la partición, jamás pensé que pudiera acabárseme tan de prisa el papel de retrete, se conoce que cunde poco porque hay que escribir con letra grande.

Cuando sopla el viento en La Coruña no hay quien pare, en la clase de declamación Betty Boop conoció a Rosendo Cagiao, un cuarentón cumplido que iba a aprender a hablar en público y que luego fue diputado primero de Unión de Centro Democrático y después de Alianza Popular, Rosendo tenía una voz hermosa, fuerte, persuasiva, muy varonil, tenía un poderoso chorro de voz, a todas nos latía el corazón y nos subía calor por la garganta cuando lo oíamos hablar, al final de las clases Betty Boop se hacía la remolona para quedarse a solas con él y dar ocasión a que la invitase a unos vinos o la acompañase a casa, cuando sopla el viento en La Coruña no hay quien pare porque vuela todo por el aire, cuando se anuncia la llegada de un ciclón se desata la euforia carnal entre los amadores ortodoxos, el amor es siempre una rigurosa ortodoxia, y la gente, determinada gente, la de más firmes inclinaciones, la de las inclinaciones de mayor confianza, anda excitada y como poseída de muy extrañas lujurias, a lo mejor no son tan extrañas, las amas de casa atiborran la despensa de provisiones como si hubiera estallado la guerra, aceite, harina, arroz, lentejas, garbanzos, bacalao, embutidos, conservas, a veces hay muertos porque las tejas vuelan y algunas ventanas se rompen y también vuelan, las autoridades recomiendan no andar por la calle porque además te puede llevar el viento, a los niños y a los viejos los lleva el viento por el aire y los estrella contra las fachadas de las casas, a las niñas a quienes suspenden en religión, 2.° curso, sería prudente tirarlas a la mar más allá de la peña de la Marola. El demonio Belcebú Seteventos, con la pelucona de oro que le regalaba todos los meses su paloma torcaz, cuando se presentaba el ciclón solía comprar las conciencias de los coruñeses que se dejaban, que tampoco eran todos.

– ¿Merece la pena escapar del infierno?

– Me lo pregunté cien veces y nunca encontré una respuesta que me dejase tranquila.

En los alrededores de Kirkagac y de Kinik los campesinos crían unos patos hermosos que venden a los turistas aficionados al pecado de bestialidad, son más caros los patos que las patas, también tienen el amor más bravo. El uniforme de a diario de los sacerdotes de estas afiligranadas y falsas nupcias, de esta vergonzosa ordalía, de este juicio de Dios que puede llevarnos a todos al infierno, es aún más austero que el de hace un siglo y va ribeteado de plata o de rojo, según la estación del año, las sacerdotisas cubren sus asquerosas carnes tumefactas, sus hediondas carnes quebradizas, con sudarios de color gris perla o amarillo limón bordados en plata y con botones de plata y ellos y ellas comulgan con ruedas de molino de miga de pan, se atragantan casi todos, no quiero seguir por este tortuoso sendero, es preferible el hambre.

– ¿Por qué obedeces tan a ciegas las ordenanzas municipales?

– Lo ignoro.

– ¿Por qué a tu marido le huelen las ingles a pachulí?

– No es a mi marido sino a Sanyowananda, mi amante tuerto, a quien le huelen las ingles a pachulí, a mi marido le huelen a canela en rama.

Insisto en decirle a usted, lector estúpido, que las mujeres vulgares tenemos historia natural como las algas y los líquenes, nuestro historiador es Buffon, pero no historia sagrada como san Joaquín y santa Ana, su historiador es cualquiera de los cuatro evangelistas.

– Tómese un breve descanso y continúe.

– Gracias.

Matilde Verdú hizo aguas en el tiesto de geranios del zaguán y continuó:

– Con la venia, señor vicepresidente adjunto. Sabéis de sobra cómo me llamo y tampoco os importa mi declaración, sólo quisiera juraros solemnemente que ignoro cuanto me preguntáis y que mis respuestas no son sino falaces falsedades, podéis quitarme la vida, bien lo sé, pero no mi hondo pesar ni mis escrúpulos. Perdonadme porque tampoco he querido ofenderos.

A Loliña Araújo, la abuela de Matty, Betty Boop y Becky, la compañera sentimental de Roque Espiñeira, el de la Escuela de Artes y Oficios, no se le había perdido nada en las ruinas de Kamliyayla, iba de excursión con su marido y otros dos matrimonios también coruñeses, a su amiga Araceli, la de don Fabio Picatoste, le mordió una rata rabiosa y tuvieron que rematarla con un destornillador kurdo muy tosco, costó mucho trabajo porque no se dejaba, a los muertos los vuelve amarillos la envidia, sólo la envidia.

– Todo eso que usted cuenta es mentira.

– No, señor, parece mentira pero es verdad, eso pasa siempre.

A Betty Boop y a Rosendo Cagiao, el orador, les gustaba el riesgo, eso le pasa a cualquiera, ¿a quién no? En el ciclón de aquel año, los más recios suelen ser en el mes de noviembre, después del día de difuntos, cuando las mareas vivas, en el ciclón de aquel año una tarde, al salir de clase de ortofonía, hay que aprender a impostar la voz, hay que saber hablar con el diafragma o con la garganta, según convenga, al salir de clase Betty Boop y Rosendo tuvieron ganas de riesgo y aventura, quisieron vivir el peligro de cerca y estuvieron de acuerdo en que sería muy emocionante, sería fantástico llegarse a hacer el amor hasta la torre de Hércules, esto no hay que decírselo el uno al otro, basta con pensarlo los dos al tiempo, justo donde la mar se enseña salvaje como un tigre, con olas de hasta quince metros y vientos de ciento noventa kilómetros por hora, el cielo estaba de color gris barco de guerra y en el paisaje no se veía más que a la naturaleza zurrando al coche con ellos dentro, aquello parecía el resquebrajamiento de la luna pero con agua; entre el rijo desatado y el tiempo cabreado, el coche volcó sobre la cuneta y a los amantes cachondos, satisfechos y felices, también muertos de risa, les costó mucho trabajo salir del encierro y llegar hasta la ciudad calados hasta los huesos y temblando de frío.

– Tampoco hubiera sido un mal ataúd.

– ¡Calla, mujer!

Estos amores emocionantes no duraron demasiado tiempo; todo se vino abajo cuando Betty Boop descubrió un día viéndolo en cueros en el invernadero de San Pedro de Nos, que Rosendo tenía ojos y nariz de pájaro, boca de gusano, los hombros caídos y el pipí demasiado oscuro, además era culibajo.

– ¡Confiad en Dios, muchachos, y mantened la pólvora seca! -dijo Oliver Cromwell, el que nos quitó la isla de Jamaica, a sus huestes, en la batalla de Dunbar.

Jugando a la tala, otros le dicen marro, unos chiquillos estuvieron en un tris de saltarle un ojo al alcalde, no faltó nada, la verdad es que hubo suerte. En realidad la ley de Frienberg o de Freyberg para descubrir si una moneda es verdadera o falsa o está endemoniada, que los tres supuestos se consideran, se debe a Kafavis, el físico, Alphonse Kafavis, no a Kavafis, el poeta, Constantino Kavafis, su aplicación está muy lejos de producir resultados medianamente fiables. Todo es muy riguroso y cierto, todo se desmelena quizá en demasía, cuando Eva descubrió que las criadas pertenecían a la especie humana se llevó una gran sorpresa.

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