Peter Ackroyd - La Conjura de Dominus

Здесь есть возможность читать онлайн «Peter Ackroyd - La Conjura de Dominus» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Conjura de Dominus: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Conjura de Dominus»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En el año 1399 circulan rumores apocalípticos por un Londres en un momento de terrible agitación. El convento de Santa María y el priorato de los caballeros templarios se comunican por un túnel subterráneo, el mismo en el que sor Clarisa vino al mundo. La joven novicia se ha convertido en centro de polémica por sus vaticinios, siendo considerada por unos una santa y por otros una simple loca. Una serie de acontecimientos extraños unidos a un cadáver, contribuirán a aumentar la inquietud de los habitantes de Londres y la secta de Dominus empieza a ir de boca en boca.
Sobre la base estructural de Los cuentos de Canterbury, y con el exhaustivo conocimiento de los bajos fondos londinenses, Peter Ackroyd ha creado una expléndida novela en la que la truculencia y el misterio arrastran al lector desde los primeros compases.

La Conjura de Dominus — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Conjura de Dominus», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

En compañía de muchos ciudadanos más, Gabriel la vio subir a un bloque de piedra del patio, extender los brazos como si fuera Jesucristo crucificado y hablar a los estrechos enrejados que ocultaban a las prisioneras. El viento procedente del río era tan intenso que sólo le llegaron fragmentos de sus palabras:

– Estoy encadenada… Me han puesto los grilletes… Este cuerpo es mi cárcel… Mis ojos son mis barrotes…

A continuación, se refirió al día en el que todas las puertas se abrirían y saltarían los cerrojos.

De la cárcel no escapó el menor ruido, aunque de repente un rostro pálido apareció junto a uno de los enrejados. Una boca se abrió y gritó:

– ¡Falsa bruja del averno! ¡Estás a punto para la hoguera! ¡Cuando la fruta podrida cae al suelo, hasta los perros la desprecian!

La hermana Clarice se volvió y bajó del bloque de piedra. Llamó a sor Bridget y salieron de la cárcel de la Mint. Pasó junto a Gabriel Hilton, pero no lo saludó. El joyero notó que comentaba algo en voz baja con su compañera y que reía de buen grado. Sin duda, Clarice debía de estar bendecida por Dios como para mostrarse tan alegre. Mientras reflexionaba sobre esa cuestión, decidió que no mencionaría el consejo de la monja a su primo. Como su padre le había enseñado, era mejor no mezclar el cielo y la tierra.

Capítulo V

El cuento del criado del canónigo

Durante la semana posterior a la explosión en Saint John's Street, el segundo alguacil hizo una proclama pública junto a la cruz de Cheapside en el sentido de que la ruina por el fuego había sido «putrefacta, hedionda y abominable para la raza humana». Si atrapaban al delincuente, lo trasladarían con trompetas y gaitas hasta la picota del mercado, en la que permanecería durante un día y una noche. Si todavía seguía vivo lo bajarían y lo ahorcarían junto a los olmos de Smithfield. Sería excomulgado y arrojarían su cadáver a una calera de extramuros.

Especularon mucho sobre la identidad del bellaco, si bien la opinión ciudadana era propensa a pensar que los lolardos eran los culpables. Se trataba de un grupo no muy cohesionado de cristianos que abordaban su fe con fervor igualitario. Ponían en duda la eficacia de determinadas prácticas religiosas y, por otro lado, se oponían tajantemente a la riqueza y el poder social de la Iglesia en el mundo. La confesión sólo era eficaz si el sacerdote estaba lleno de gracia, pero lo cierto es que jamás habían dado con un cura que cumpliera esa condición. El pan no se volvía más sagrado por mucho que los sacerdotes le hablasen en voz baja. Venerar las imágenes de los santos era pecado. Los que peregrinaban a Canterbury corrían el peligro de la condenación, ya que santo Tomás había ido al infierno por dotar de pertenencias a la iglesia. No existía más purgatorio que esta vida, de modo que tanto las misas por los muertos como los capellanes carecían de valor. Los lolardos sostenían que el hecho de que los sacerdotes tuvieran posesiones temporales era contrario a las Sagradas Escrituras y que, más que mendigando en las calles, los frailes deberían ganarse la vida mediante el esfuerzo de sus manos. Rechazaban los cánticos, el tañido de las campanas, los días de los santos, las vestimentas suntuosas, los juramentos, las fiestas religiosas, los ayunos y las peregrinaciones [8].

* * *

Varios días después de la proclama del segundo alguacil, los miembros de la cofradía de la Virgen María se reunieron a compartir una comida solemne en el salón de reuniones de los merceros, en Ironmonger Lane. La hermandad abarcaba a los notables de Londres, los mercaderes más ricos, los abades y los priores de las fundaciones de la ciudad, junto a los propietarios y los clérigos más destacados; entre ellos había cierto canónigo llamado William Swinderby. Lo acompañaba Drago, su criado, que siempre lo seguía a distancia respetuosa. Swinderby vivía en la clericatura de la catedral de San Pablo y se había hecho famoso como predicador en Paul's Cross; sus últimos sermones contra los lolardos habían entusiasmado a muchos londinenses [9]. Atacó a John Wycliffe, muerto hacía quince años, por considerarlo «el padre supremo de esa depravación hereje». A renglón seguido, descalificó a los lolardos en tanto «jóvenes imberbes y farfullantes que, sí, podéis creerme, se merecen unos buenos azotes»; ante esa digresión, Drago lo miró con cara de sorpresa.

Drago entregó su daga al portero del salón de los merceros antes de ocuparse de su amo. Una vez en la puerta, Swinderby le pasó la capa y los guantes y se detuvo ante el biombo hasta que el ujier lo acompañó a su mesa. Muchos se preguntaban cómo era posible que una voz tan potente brotase de un cuerpo tan canijo; Swinderby era bajo, algo encorvado y solía estar tan pálido que algunos pensaban que iba de camino a la muerte. El sudor solía perlar su frente, y a menudo sus prendas olían a nuez moscada y a tinta.

Mientras los recién llegados saludaban a sus vecinos, sentados a las mesas, sonó la habitual música de gaitas y tamboriles, que retumbó bajo el gran techo voladizo. A la izquierda de Swinderby, se aposentó Geoffrey de Calis, el caballero de Londres; el escudero Oliver Boteler se instaló al otro lado de la mesa.

– Bien, señor, ¿cuál es la nueva noticia? -preguntó De Calis a Swinderby.

– Que el rey Ricardo se ha vuelto honesto.

Un criado se presentó con una jofaina con agua, y Swinderby se enjuagó los dedos antes de persignarse la boca. Ya tenía delante el pan y el tajo.

– A estas alturas la honestidad no lo salvará. -Geoffrey de Calis paseó la mirada a su alrededor, con ganas de tomar carne-: Sus seguidores serán perseguidos como los lobos que son.

– Vaya, pero si no es así. -Swinderby torció el gesto, como si experimentase un dolor súbito-. Es posible que, después de todo, gane. -Sobre la mesa había un salero de plata con forma de carro con ruedas, lo que permitía deslizarlo por la superficie. Swinderby lo acercó mientras hablaba-: Los partidarios de Enrique Bolingbroke son tan errantes como la luna, y no disponen de dinero.

Sonó una campanilla, y el maestro de ceremonias organizó la procesión de criados que sirvieron la comida. Por orden llegaron el despensero, los escoltas y los camareros, que portaban fuentes de acuerdo con su categoría. Las depositaron respetuosamente sobre las mesas, al tiempo que en la tabla de carnes apilaban faisán, ganso, aves de caza, pollos y cerdo al horno. La mesa principal estaba ocupada por el arzobispo, Roger Walden, y por el alcalde de Londres; a los lados, se encontraban los lores y los obispos, mientras los demás se habían dispuesto según su estado y condición. En general, se daba por hecho que los comensales formaban parejas; por ejemplo, el alguacil tomaba asiento junto al prior de Bermondsey. Todos se pusieron de pie cuando el obispo bendijo la mesa, e inmediatamente se desató el estrépito generalizado de la comida y la conversación que los latinoparlantes conocían como taratantarum.

Drago permaneció de pie y en silencio detrás de Swinderby; hacía seis años que estaba al servicio del canónigo y había aprendido todas las artes de la cortesía. Le enseñaron a mirar dónde escupía y a cubrirse la boca con la mano antes de hacerlo. Si un superior le dirigía la palabra, se quitaba el sombrero; en lugar de mirar hacia el suelo lo miraba fijamente y observaba su rostro sin mover las manos o los pies. Aprendió a no rascarse la cabeza y a comprobar que llevaba las uñas limpias. Le enseñaron a limpiar con esponja la vestimenta de Swinderby, a hacerle la cama y a abrocharle los zapatos. También aprendió otras lecciones.

En las mesas, las fuentes de pavones con salsa de pimienta estaban junto a las perdices asadas con jengibre; las orejas de cerdo guisadas con vino se servían con pescado, acompañado de una salsa verde preparada con diversas hierbas; colocaron el cuenco de langosta al vinagre junto a algunas aves de caza pequeñas cubiertas con plumas, por lo que parecían vivas. Daba la sensación de que allí estaban todos los alimentos del mundo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Conjura de Dominus»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Conjura de Dominus» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


David Liss - La Conjura
David Liss
Peter Ackroyd - London - The Biography
Peter Ackroyd
Nelson DeMille - Conjura de silencio
Nelson DeMille
Peter Ackroyd - Shakespeare
Peter Ackroyd
Peter Ackroyd - Venice - Pure City
Peter Ackroyd
Peter Ackroyd - Los Lamb de Londres
Peter Ackroyd
Peter Ackroyd - Hawksmoor
Peter Ackroyd
Antonio Jesús Pinto Tortosa - La conjura de San Silvestre
Antonio Jesús Pinto Tortosa
Отзывы о книге «La Conjura de Dominus»

Обсуждение, отзывы о книге «La Conjura de Dominus» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x